El eternauta

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El héroe colectivo

Juan Salvo, el protagonista de la historieta, es el narrador principal de la historia y, por tanto, los eventos se cuentan desde su punto de vista. Sin embargo, no por ser el protagonista es necesariamente el único héroe de la historia: en su relato queda clara la profunda admiración que siente por sus compañeros, así como su responsabilidad en las batallas y avances de la resistencia: “cuesta creer que en tan poco tiempo haya podido conocer a tantos hombres de excepción…” (p.111). El Eternauta hace suyas las palabras que pregona la invitación al cuerpo militarizado, "la única esperanza de salvación que tenemos es unirnos para combatir al invasor antes de que sea demasiado fuerte" (p.80), y asume con convicción el proyecto colectivo de la salvación.

Este tema es, sin duda, una marca distintiva de El Eternauta, señalado no solo por la crítica sino también por el autor:

Ahora que lo pienso, se me ocurre que quizás por esa falta de héroe central, El Eternauta es una de mis historias que recuerdo con más placer. El héroe verdadero de El Eternauta es un héroe colectivo, un grupo humano. Refleja así, aunque sin intención previa, mi sentir íntimo: el único héroe válido es el héroe “en grupo”, nunca el héroe individual, el héroe solo (Oesterheld, 1994).

En ausencia de este sentimiento de camaradería e incondicionalidad de los hombres, Juan se lamenta: “era deprimente volver a constatar que ya no había solidaridad entre los humanos, que los pocos sobrevivientes de la tremenda catástrofe se recelaban como fieras hambrientas” (p.334). Esta situación está presente tanto en la primera parte, la "parte de los Robinsones", como en el final, cuando la comunidad regresa al chalet.

Cabe mencionar que la presentación de un héroe colectivo indica un alejamiento con respecto a los típicos relatos de ciencia ficción, que normalmente tienen a un protagonista principal, suerte de "elegido" de quien depende la salvación del planeta. Oesterheld propone una salida comunitaria, que será luego revaluada por la crítica de El Eternauta en clave política, en consonancia con referencias tempranas a la ideología del autor.

A fin de cuentas, el héroe colectivo, el héroe de carne y hueso, representa el héroe en el que se convierten un grupo de personas ordinarias ante circunstancias extraordinarias.

La supervivencia

El Eternauta, Juan Salvo, narra los eventos que desembocaron en su transformación como viajero del tiempo, pero muy tempranamente se vuelve evidente que un tema principal de sus aventuras es la difícil consecución de la supervivencia. Las acciones y decisiones de los personajes están prácticamente motivadas en su totalidad por la intención de continuar con vida a pesar de la dificultad creciente que supone la invasión.

Si bien, entre los protagonistas, Favalli muestra algunos conocimientos técnicos esenciales para asegurar la protección de los sobrevivientes, lo cierto es que ninguno de los hombres está debidamente preparado para la situación que les toca vivir. En este sentido, la historieta sigue de cerca una de las tendencias más marcadas de la novela moderna, que es la focalización en hombres comunes. Juan y sus compañeros aprenden cómo manejar sus recursos de una manera no especializada, basada en el lento y trabajoso acceso que tienen a la información sobre el enemigo.

Como todos los humanos sobrevivientes saben que sus vidas están en juego en todo momento, la supervivencia en sí misma es el tópico de debate fundamental de los personajes. Y, justamente, como ninguno está necesariamente más preservado de la muerte que los demás, los medios para garantizar la supervivencia justifican el asesinato en la primera parte de El Eternauta. Una vez que se vuelve claro para los humanos que hay un enemigo externo a ellos, nace la idea de la unión y la solidaridad, y la supervivencia se vuelve un propósito colectivo.

La esclavitud

Los enemigos de El Eternauta crecen no solo en número sino también en especie a medida que avanza la historieta. En el primer combate armado con los invasores, la batalla de la avenida General Paz, la resistencia humana se enfrenta a los cascarudos. Una vez derrotados, los soldados pueden acercarse a contemplarlos, y Favalli expone una conclusión basada en el aparato que llevan insertado en sus cabezas: "Son robots vivientes, manejables desde lejos por órdenes captadas por estos receptores” (p.99). A partir de este momento, los sobrevivientes toman consciencia de que la invasión no está siendo perpetrada por un único ser, sino que existe una estructura jerárquica al interior de la invasión.

En su salida de exploración, Juan y Franco ven primero a un hombre-robot que lleva un teledirector, y luego interactúan con el extraterrestre que, según ellos creen, es el instigador de la guerra, un mano. Cuando pueden conversar con él, el mano les informa que su especie únicamente constituye un eslabón intermedio entre cascarudos y hombres-robots y los verdaderos invasores, los Ellos. Asimismo, este mano les transmite las intenciones de los Ellos de convertir también a los humanos en sus esclavos: en su caso, pretenden explotarlos para trabajar en sus inframinas.

Con esta revelación, los humanos pueden reconstruir la cadena de mando los invasores: los Ellos invadieron a los manos y les colocaron las glándulas del terror para evitar que se sublevaran. Los manos, por su parte, controlan desde las mesas de operaciones a todos los invasores que llevan teledirectores: cascarudos, hombres-robots y luego gurbos. Es decir, de manera más o menos directa, todas las especies con las que los soldados luchan físicamente son esclavos de los Ellos, "el odio cósmico" (p.174).

Cabe mencionar que, de todos los enemigos, los únicos que verdaderamente son conscientes de ser esclavos son los manos, cuyos cerebros no fueron alterados. En su lugar, el control se ejerce sobre ellos mediante un dispositivo mucho más orgánico y potencialmente letal, la glándula del terror, símbolo de la conquista absoluta por parte de los Ellos. Solo en el corto lapso de tiempo que se da entre la activación de la glándula y la muerte efectiva es que los manos pueden hablar libremente y traicionar a sus amos. Cuando ya conoce esta naturaleza esclavizada de la especie, Franco lleva en andas a un mano moribundo a la salida del subterráneo diciéndole: “Tú no eres un enemigo. Los enemigos son Ellos, no los ‘manos’...” (p.244). En definitiva, la resistencia nunca se enfrenta a los verdaderos enemigos, sino únicamente a sus esclavos. En esta lucha de oprimidos contra oprimidos, una gran cantidad de estudios sobre El Eternauta señalan que Oesterheld puede estar aludiendo a lucha de clases.

La cadena esclavizante manifiesta, entonces, que ninguno de los invasores con los que los humanos tratan tienen de hecho una voluntad sincera de invadir la Tierra. Su lugar de sometimiento los obliga a cumplir las órdenes de los Ellos. El único momento en que un mano pretende ayudar a los humanos por iniciativa propia es sobre el final, cuando los sobrevivientes regresan al chalet. El mano nunca llega a hablar con ellos porque vuelve a nevar: “Allí estaba el ‘mano’, muerto. Y muerta con él la alegría del reencuentro, de lo que creíamos la victoria sobre el invasor” (p.310). En este gesto final ese trasluce lo que luego le dice a Juan Salvo el mano filósofo en el Continum 4: todos los seres con espíritu son solidarios entre sí porque está en su naturaleza.

La reclusión

La nevada mortal que sorprende a Juan Salvo y sus amigos al comienzo de El Eternauta los obliga a adoptar una extrema reclusión, ya que cualquier contacto con el exterior significa la muerte instantánea. En una de las comparaciones más célebres de la historieta, Favalli considera: “Somos robinsones que, en lugar de una isla, hemos quedado recluidos en una casa” (p.24). Sobre la mención del personaje de Daniel Defoe, dice el autor:

Siempre me fascinó la idea del Robinson Crusoe. Me lo regalaron siendo muy chico, debo haberlo leído más de veinte veces. El Eternauta, inicialmente, fue mi versión del Robinson. La soledad del hombre, rodeado, preso, no ya por el mar sino por la muerte. Tampoco el hombre solo de Robinson, sino el hombre con familia, con amigos. Por eso la partida de truco, por eso la pequeña familia que duerme en el chalet de Vicente López, ajena a la invasión que se viene (Oesterheld, 1994).

El punto de partida de las aventuras de Juan Salvo, entonces, está directamente motivado por la reversión de Robinson Crusoe. Sin embargo, la comunidad del chalet inicia un operativo inmediato para garantizar la protección y el aprovisionamiento, con recursos que están a su alcance porque habitan una ciudad y no una isla desierta. En esta cita de Oesterheld se interrelaciona este tema con el del héroe colectivo, ya que otra diferencia entre Robinson Crusoe y los protagonistas de El Eternauta reside en que en este último es una comunidad de seis personas, en principio, la que se ve asaltada por la reclusión.

Una secuencia que no involucra directamente a los protagonistas de la historieta ilustra poéticamente las consecuencias que la inusitada reclusión tiene para los sobrevivientes. Se trata de los eventos narrados entre las páginas 69 y 73, cuando Juan, Favalli y Pablo escuchan el sonido del tango "Caminito" por las calles de Vicente López. Un hombre salta desde una ventana al grito de: “¡Estoy harto! ¡Harto! ¡No aguanto más! (...) ¡Basta de copos! ¡Basta de luces! ¡Basta de todo!” (p.71). La desesperación que produce el encierro y la imposibilidad de contacto con los seres queridos quedan capturadas en este arrojo de irracionalidad de un hombre desconocido, que pronto muere a manos de otro sobreviviente que le roba el traje. Se puede ver una adaptación animada de esta secuencia en la sección "Vínculos relacionados".

La vida extraterrestre

Uno de los grandes temas de El Eternauta es el contacto entre la humanidad y los seres del espacio exterior. Este tema es recurrente en los relatos de ciencia ficción. En general suele estar estrechamente vinculado a un tema clásico de la literatura universal: el doble o döppelganger. La posibilidad de que exista un otro, a la vez distinto y similar, en este caso, al humano, está anudada a la suposición de que ese otro pretende destruir y causar el mal.

La certeza de que los protagonistas de El Eternauta están frente a una invasión extraterrestre viene dada por la caída de las cosmoesferas, sumadas a la nieve fosforescente. En cuanto los humanos contemplan la primera forma material de sus enemigos, los cascarudos, expresan un profundo rechazo hacia ellos. Franco no duda en afirmar: “no veo la hora de quemarlos a tiros a todos” (p.94). Dicho de otro modo, el interés que puedan suscitar los extraterrestres en los humanos se reduce a conocer sus armas y puntos débiles para derrotarlos en la guerra. Este objetivo se hace explícito previamente a la salida exploratoria de Juan y Franco, cuando el Mayor les informa que “nada nos hace tanta falta como conocer al enemigo” (p.135).

Está claro que existe un total desconocimiento de los perpetradores de la invasión, que empieza a mermar fundamentalmente después del encuentro con el mano del pabellón. En consonancia con la relación con el tema del doppelgänger, los manos son perfectamente antropomórficos, a excepción de sus numerosos dedos. Allí, igualmente, Juan Salvo tiene "la visión fugaz de un mundo extraño, un mundo que no era el mío" (p.159) cuando le inserta el teledirector, y en la ilustración de Solano López se puede contemplar un paisaje compuesto por formas geométricas y animales imposibles en la Tierra. Luego, el mano les explica a Juan y Franco la estructura jerárquica de los invasores, y los esfuerzos de la resistencia se concentran, entonces, en la destrucción de los Ellos.

Si bien los Ellos no aparecen nunca en El Eternauta, los últimos encuentros entre humanos y manos revelan que estos últimos no tienen una actitud belicosa per se, tal como se menciona en el tema relativo a la esclavitud. Por el contrario, el mano filósofo con el que conversa Juan Salvo sobre el final apuesta completamente a la confraternidad intergaláctica, desoyendo las intenciones imperialistas de los Ellos.

La guerra

Así como lo hace gran parte de la literatura del siglo XX, El Eternauta abreva en la temática de la guerra. Es importante mencionar que en el período correspondiente a su publicación está en pleno desarrollo la Guerra Fría entre Estados Unidos y la Unión Soviética. Uno de los aspectos de este enfrentamiento tuvo que ver con la "carrera espacial" librada entre las dos potencias. Su búsqueda de hitos históricos se justificó por razones tanto de seguridad nacional como ideológicas, asociadas a la superioridad tecnológica. Cada avance funcionaba como fuente creativa y generaba entusiasmo entre amantes y autores del género de la ciencia ficción.

En tanto la invasión desde su inicio supone un escenario hostil para los sobrevivientes, queda claro para los protagonistas de El Eternauta que deben prepararse para el combate: “El primer lugar en la lista de necesidades no lo ocuparán ni el agua ni la comida ni los remedios… ¡Lo ocuparán las armas!” (p.29). En este primer periodo, la guerra a la que se deben enfrentar es la que trae aparejada el establecimiento de "la ley de la jungla": la lucha entre sobrevivientes humanos por los limitados recursos con los que cuentan. Juan Salvo, en su primera salida, contempla las calles nevadas de Vicente López, pobladas de cuerpos muertos, y su descripción coincide con un posible campo de batalla luego de la acción: “Más tarde, si es posible, veremos de enterrarlos… aunque habrá que enterrar a tantos” (p.44).

Cuando los humanos descubren que se enfrentan a un enemigo extraterrestre, la guerra cambia de signo y se alían entre ellos. La constante preocupación por desconocer el calibre de las armas alienígenas atraviesa muchos de los diálogos de los soldados de la resistencia. Queda claro que los invasores asumen su ocupación en términos bélicos cuando el mano indica así su rendición: “la guerra ha concluido para mí” (p.171). Las fuerzas militarizadas de los humanos mantienen las costumbres propias de las guerras terrestres, desde su formación hasta la proyección en el comportamiento del enemigo, como cuando el mayor supone que los Ellos están huyendo al ver las destrucciones de los gurbos.

El registro

La estructura de narradores que presenta El Eternauta —una primera situación en la que el personaje homónimo le cuenta su historia al guionista, y una segunda situación en la que se narran esas historias en primera persona— está íntimamente ligada a la temática del registro. La intención del guionista se explicita desde el comienzo: “¡Quiero dar a conocer la historia del Eternauta tal como él me la contó!” (p.15), y hacia el final todo el relato cobra un carácter de advertencia, en tanto la invasión sucederá en un futuro con respecto al tiempo del relato marco.

La preocupación por la fidelidad a la hora de reproducir los hechos no solo viene dada por parte del guionista, sino que el mismo Juan Salvo, frente a él, expresa una voluntad de claridad: “No saltaré en el relato, anticipando el final: hacerlo sería dificultar la comprensión de lo que ocurrió” (p.82). Asimismo, el personaje es consciente de la magnitud de los eventos de su relato incluso durante la invasión: “Estábamos viviendo la historia, no escribiéndola” (p.107). En estas afirmaciones se puede leer que Juan Salvo no narra sus aventuras meramente para entretener al guionista, sino para dejar constancia de lo sucedido. Una conclusión que se puede desprender de lo anterior es que Juan pretende organizar una resistencia a la invasión, sobre todo cuando se entera de que todavía faltan algunos años hasta que comience. Llamativamente, cuando termina su relato, solo le interesa reencontrarse con su familia, y la responsabilidad de la divulgación le cabe únicamente al guionista.

El personaje que encarna primordialmente la intención de registrar los hechos es el de Ruperto Mosca, un historiador de la resistencia. Si bien incomoda a menudo a los soldados con preguntas de precisión, es quien más exhibe la conciencia de una necesidad archivística de lo que sucede: “¿Se da cuenta usted, señor, que estamos viviendo horas históricas? ¡Las generaciones futuras no se cansarán de estudiar cuanto hagamos: estamos viviendo algo así como unas nuevas invasiones inglesas! ¡Los próximos combates serán recordados junto a los de Maipú y Chacabuco!” (p.84). En estas comparaciones con otros eventos históricos de Argentina, Mosca demuestra tener una mirada más objetiva sobre su realidad. Su compromiso con la transmisión del desastre es honrado por Juan Salvo, que, igualmente, aunque tiene la posibilidad de prevenir el caos, elige volver a la comodidad de su vida del pasado.

El valor que tiene el tema del registro en El Eternauta ha sido analizado en consonancia con el rol de la memoria en la prevención y el tratamiento de los conflictos sociales y políticos en Argentina. Ciertamente, en el mundo de la historieta, la puesta en circulación de las memorias de Juan Salvo es la única esperanza de salvación para una humanidad pronta a desaparecer.