El eternauta

El eternauta Resumen y Análisis Primera parte

Resumen

El Eternauta comienza a las tres de la mañana de una noche sin fecha. Un escritor de historietas escucha un crujido en la silla enfrente suyo. Se aparece un hombre adulto y rubio, que se describe como un “navegante del tiempo” (p.15). A partir de este momento, se narra en primera persona la historia de Juan Salvo, el Eternauta.

Juan Salvo, Favalli, Lucas Herbert y Polsky, un grupo de amigos, juegan al truco en el chalet de la familia Salvo. Interrumpe el juego el boletín radial: “los Estados Unidos han continuado haciendo ensayos atómicos… Un accidente acaba de revelarlo: el estallido de una bomba atómica de nuevo tipo ha producido incalculable cantidad de polvo radioactivo” (p.17). Esta noticia les suena lejana: Juan se precia de la tranquilidad de su casa en Vicente López. Su esposa Elena y su hija Martita descansan, cada una en su cuarto.

De pronto hay un sonido fuerte y luego, un apagón. Lucas pretende abrir la ventana pero Polsky lo frena. Comienza a caer nieve fosforescente. Polsky arriesga que se puede tratar de la sustancia radioactiva anunciada por la radio, así que Juan se asegura de que Elena y Martita estén bien. Polsky, con el mismo impulso, sale de la casa de los Salvo para ver a su familia, pero muere después de dar algunos pasos fuera del chalet.

Favalli confía en que llegarán partidas de socorro, pero mientras masilla todas las aberturas de la casa para asegurar la hermeticidad. A pesar del escenario apocalíptico, Juan considera que son afortunados: “En aquella buhardilla-taller teníamos, verdaderamente cuanta herramienta y material necesarios para fabricar lo que se nos viniera en gana” (p.26). El casco incluye el rasgo distintivo del personaje: un antifaz de buzo.

Una vez que consiguen hacer funcionar la radio con pilas, escuchan una voz desesperada que dice percibir un esfuerzo por dificultar las transmisiones. Favalli cambia de punto de vista y propone hacer un traje para buscar cosas imprescindibles: “El primer lugar en la lista de necesidades no lo ocuparán ni el agua ni la comida ni los remedios… ¡Lo ocuparán las armas!” (p.29). Favalli es práctico y resolutivo, y pone en juego sus conocimientos de profesor de física a la hora de buscar soluciones ante la catástrofe.

En un par de horas fabrican un traje. Los tres hombres discuten para definir quién va a ponérselo. Deciden que echarán a la suerte la definición y tiran un dado: Favalli saca un dos y Lucas también. Juan Salvo lanza el dado, “un as o un dos, me salvarían de tener que correr yo el riesgo. Era poca la chance de sacarlos pero… ¿por qué no?” (p.40). En la viñeta siguiente aparece claramente la cara del seis.

Al salir, Juan se da cuenta de que está amaneciendo. Eventualmente, llega a la ferretería. Justo cuando está por agarrar una escopeta belga, oye un ruido y, luego, un grito que viene del sótano. Pablo, el sobrino del ferretero, está ahí. Su tío lo había encerrado como penitencia. Juan promete volver para rescatarlo. Se hace con escopetas y pilas eléctricas, y luego vuelve con Favalli, que se fabricó un nuevo traje. En medio del viaje, aparece una persona que los mira desde una azotea, encapuchada, y que ellos no llegan a ver.

A su regreso, Favalli presenta a Pablo como un “nuevo miembro de la comunidad” (p.52). Después de una salida breve, Favalli regresa con el furgón del almacén cargado de provisiones. Lucas viene detrás con un camión aguatero. La comunidad se alegra por saber que cuentan con víveres suficientes para sobrevivir.

Lucas y Juan emprenden un viaje hacia la farmacia, siguiendo el itinerario ideado por Favalli, para conseguir vitaminas y antibióticos. Descubren huellas en la entrada: “era la primera señal que encontrábamos, reveladora de que había otro sobreviviente como nosotros” (p.57). La misma persona que había visto a Juan y Favalli desde lejos cuando rescataban a Pablo se asoma detrás de una puerta. Es reconocible porque lleva el mismo casco para soldar. Este sujeto desconocido cierra con llave la puerta de la farmacia. Juan se desespera y, cuando logra salir, ve a Lucas tendido en el piso, muerto de una puñalada. El asesino le robó su traje aislante. Juan deja el cuerpo de Lucas y regresa al chalet en el furgón.

Mientras Juan y Favalli hablan sobre abandonar Vicente López, el asesino de Lucas contempla desde afuera el chalet. Se acerca y golpea la puerta del garaje, pidiendo ayuda. El criminal se impacienta ante las preguntas de los amigos y se desata un tiroteo que termina por matarlo. Juan y Favalli abren la puerta y descubren que tenía el traje de Lucas, emparchado en el lugar de la puñalada. Este ataque los convence de que deben irse.

El grupo inicia la fabricación de los trajes faltantes. Antes de partir, Juan, Favalli y Pablo hacen una nueva salida. En la esquina de una avenida, Favalli nota que aumenta el caudal de nieve radioactiva. De pronto ven esferas de fuego que caen sobre la Tierra. Favalli llega a una conclusión: “estamos en el centro de una invasión extraterrestre: esas esferas han de ser cosmonaves…” (p.68). Acuerdan volver a la casa en el furgón.

Cuando estaban por llegar al chalet, escuchan una voz cantando el tango “Caminito”. Los adultos dejan a Pablo cuidando el furgón y se acercan a la casa donde se origina el sonido. De repente, alguien lanza una botella desde adentro y rompe la ventana. Luego arrojan un tocadiscos, despedazando otro vidrio. Un hombre con traje sale de la casa por la ventana, gritando: “¡Estoy harto! ¡Harto! ¡No aguanto más! (...) ¡Basta de copos! ¡Basta de luces! ¡Basta de todo!” (p.71). Mientras grita, tira disparos al aire con una pistola. Otro sobreviviente sale de la casa con un traje similar, lo mata y le saca el traje.

En camino hacia el camión, Juan y Favalli oyen un tiro: alguien atacó a Pablo. Corren a su encuentro y hallan que desapareció, junto con el furgón. Avanzan a pie hasta el chalet. Antes de entrar escuchan un zumbido, y mirando al cielo comprueban que se trata de una escuadrilla de aviones. Inesperadamente, una luz inmensa se proyecta sobre el cielo y cae la escuadrilla completa. Ya no hay duda de que están en medio de una invasión alienígena.

La comunidad decide cenar sobras de asado antes de viajar a algún valle en la cordillera. Mientras comen, se acercan al chalet unos hombres con trajes aislantes. Uno de ellos es Pablo, acompañado por soldados que organizan la resistencia. Al mismo tiempo, empieza a sonar una voz por altoparlante: “Atención… Es necesario reunir los esfuerzos de todos para rechazar al invasor. Vengan todos aquí a la avenida, donde les daremos armas y el equipo adecuado” (p.80). Resuelven unirse Juan y Favalli, dejando a Elena y Martita en el chalet con los víveres que reunieron. Juan se despide de ellas con el presentimiento de que no las volverá a ver.

Análisis

El Eternauta es una historieta que marcó un antes y un después en su género, principalmente en el campo de producción latinoamericano. Su publicación original, entre 1957 y 1959, se hizo en entregas semanales de tres páginas en la revista Hora Cero Semanal, dirigida por Héctor Oesterheld. Este carácter serial y fragmentado hace que la obra tenga dos improntas particulares: por un lado, que el ritmo de la narración sea rápido y, por otro, que a menudo las páginas cierren dejando alguna cuestión en suspenso. Este último recurso es propio de las historietas por entregas, que en otras publicaciones aparece como recuadro con la leyenda “continuará…”.

Uno de los gestos que hacen que El Eternauta sea una novedad para el público es que se trata de una historia de ciencia ficción en Argentina. Si bien el género estaba en auge en esos años —en gran medida, por la creciente influencia de la Guerra Fría—, era común que los sucesos tomaran lugar en el hemisferio norte del planeta. Oesterheld propone un relato situado en Buenos Aires, protagonizado por hombres comunes, y esto hace que los lectores de la época puedan empatizar mucho más con El Eternauta por el grado de cercanía que tienen con la historia.

El inicio de la historieta lo narra un guionista de historietas. Gran parte de la crítica asume que este personaje es el autor, Héctor Oesterheld, pero lo cierto es que en esta versión de El Eternauta no se explicita en ningún momento su nombre. Este procedimiento se conoce como metaficción: el hecho de que una persona de la realidad se constituya como un personaje nos hace reflexionar sobre la condición misma de la ficción. Es decir, esta inclusión problematiza la relación entre la ficción y la realidad, en tanto el personaje que la narra existe también por fuera de la historieta.

Ante el guionista se materializa un hombre que afirma ser un viajero del tiempo, un motivo común en la ciencia ficción (ver sección “Motivos”). El Eternauta asume la primera persona hasta el final del relato, haciendo breves interrupciones que coinciden con sus pausas. El guionista pretende reproducir con absoluta fidelidad todo lo que diga el hombre: “¡Quiero dar a conocer la historia del Eternauta tal como él me la contó!” (p.15). Esta frase condensa uno de los aspectos clave del procedimiento de la metaficción que mencionábamos antes, y que le da sentido, a fin de cuentas, a la estructura narrativa del relato enmarcado. La historia que está por narrar Juan Salvo no tiene el propósito de entretener ni de presentarse: es una historia sobre el fin de la humanidad. Si bien solo en las últimas páginas de la historieta queda claro que los sucesos del relato enmarcado aún no sucedieron en el relato marco, esta afirmación del guionista nos da la pauta de que la fidelidad del testimonio de Juan Salvo no está tomada a la ligera. Dicho de otro modo, no solo la historia que cuenta el Eternauta es importante, sino que es quizás más importante que la historia se cuente, se reproduzca. Si, además, en estas primeras páginas se propone que el personaje del guionista, oyente y divulgador de la historia de Juan Salvo, se trata del autor real de la historieta, esa necesidad de divulgación adquiere también un cariz metaficcional. Es decir, el relato marco es similar o idéntico al mundo real y, por lo tanto, lo que el Eternauta tenga para contar es relevante para los lectores de El Eternauta. Es en esta medida que las barreras entre ficción y realidad se desdibujan, ya que esta afirmación parece valer como advertencia de una catástrofe venidera en el mundo real, y, por lo tanto, el tema del registro gana una gran centralidad en la obra.

Sobre las representaciones gráficas de los personajes, el dibujante, Solano López, señala en una entrevista posterior que pretendió asignarles características físicas a cada uno de los cuatro jugadores de truco que coincidieran con sus personalidades y su relevancia en la obra. Juan Salvo es un hombre rubio, fácilmente identificable en comparación con todos los otros personajes masculinos de El Eternauta, que son morochos. Favalli es un personaje fornido y lleva lentes, lo que lo asocia a una imagen estereotípica de un intelectual. Lucas Herbert es calvo, lo que, según Solano López, le da un carácter citadino, de oficinista. Polsky, por su parte, es un hombre entrado en años con rasgos europeos, lo que concuerda con un posible origen polaco, dada la evocación clara que permite su apellido. Estas distinciones pierden pregnancia luego, cuando los trajes homogeneizan la imagen de todos los personajes, y Juan Salvo se pregunta por la procedencia de sus compañeros de la resistencia en la sección siguiente.

La crítica y el mismo autor se han referido a esta primera parte de El Eternauta como “la parte de los Robinsones”, y el personaje de Robinson Crusoe se menciona, de hecho, en reiteradas ocasiones en este fragmento. El primero en hacerlo es Favalli: “Somos robinsones que, en lugar de una isla, hemos quedado recluidos en una casa…” (p.24). Esta reclusión es repentina: ninguno de los cuatro amigos, ni tampoco Elena y Martita, esperaban quedar encerrados en el chalet de Vicente López una noche cualquiera en la que jugaban al truco.

Antes de que puedan activar el protocolo de seguridad, el impulsivo Polsky se atreve a abandonar el chalet y es el primero de los amigos en morir. Esta muerte, seguida de la de un vecino de los Salvo, asegura a la comunidad que deben extremar los cuidados. La confección de los trajes se hace de manera cuidada, pero con la prisa que exigen las circunstancias, en la buhardilla del chalet, que está sorprendentemente equipada para la catástrofe (ver sección “Imágenes”).

La imagen de Juan Salvo con su traje aislante y rifle en mano está cristalizada en la cultura popular argentina como un símbolo de resistencia. Si bien en El Eternauta nunca se menciona exactamente el material con el que está confeccionado, su rasgo más distintivo es la máscara compuesta por un antifaz de buzo y un filtro que permite la respiración. Con el paso del tiempo, esta imagen adquiere un carácter simbólico principalmente ligado a la corriente política del peronismo, dado que Oesterheld, poco después de la publicación de la historieta, se compromete fuertemente con ella. De cualquier manera, el gran impacto cultural de El Eternauta trasciende las inscripciones ideológicas y es en esta figura, sin duda, en la que se condensa no solo la relevancia de esta obra sino también la del género de la historieta en sí mismo.

Juan Salvo sale primero, después de ganar la tirada de dados para definir cuál de los hombres debía salir. Esta “definición del azar” lo convierte en el primer hombre en abandonar la isla de Robinson, siguiendo la comparación propuesta, sin ninguna certeza de supervivencia. Cuando abandona el chalet, hace un gesto ante las miradas expectantes de sus amigos y su familia: “Me golpeé el pecho, como Tarzán” (p.43). Nuevamente aparece un personaje de la literatura de aventuras que, aunque Juan utilice con el objetivo de dar tranquilidad, abreva en la misma idea que el de Robinson Crusoe: la indefensión frente a un mundo desconocido.

Pronto se pone en juego un régimen de comportamiento muy similar al de estas historias de aventuras: “La ley de la jungla. Matar o morir” (p.59). Los primeros sobrevivientes con los que Juan, Lucas y Favalli se encuentran (exceptuando a Pablo) están desesperados por encontrar maneras de asegurar su supervivencia. Lucas muere a manos de un desconocido que pretende robarle el traje, y luego Juan y Favalli presencian el asesinato de un hombre fuera de sí al que también le sustraen su uniforme. Para ver una adaptación animada de esta última secuencia, ver la sección “Elementos vinculados”.

El cierre de “la parte de los Robinsones” se da cuando Juan y Favalli tienen suficientes pruebas para afirmar que están siendo invadidos por extraterrestres (las esferas de fuego y el rayo que destruye la escuadrilla de aviones). La convocatoria a integrar las fuerzas militares llega justo cuando entienden que no podrán combatir solos.