El desierto de los tártaros

El desierto de los tártaros Símbolos, Alegoría y Motivos

Los tártaros (Símbolo)

No es gratuito que los tártaros sean el enemigo que protagoniza las leyendas de los soldados en la Fortaleza. Como se explica en el análisis de la novela, en el siglo XX el término "tártaros" no designa a un pueblo que pueda ser una amenaza real, puesto que estas tribus diversas ya han sido integradas a Rusia. Por eso, lo que destaca es el sentido indefinido y anacrónico del término, que no designa más que una idea vaga de una amenaza que no existe realmente.

Por otra parte, en la mitología griega el término "tártaro" define tanto a una deidad como a un lugar en los infiernos, más profundo que el Hades. Si se considera este sentido figurado, los tártaros y su desierto pueden simbolizar la condena del hombre ante la propia existencia que se despliega como un laberinto profundo y sin salida en el que todas las esperanzas se marchitan y fracasan.

El desierto (Alegoría)

Como toda la crítica literaria coincide en señalar, el espacio en el que transcurre la parte principal de la novela funciona como una alegoría: no importa en absoluto el significado literal del desierto, sino todos los sentidos figurados que sugiere. Desde una perspectiva filosófica, el desierto es una alegoría del vaciamiento de la existencia, un lugar en el que los deseos y las ambiciones del sujeto se extinguen y solo queda la posibilidad de estar en el mundo en soledad y angustia, despojado de todo salvo de una vaga e inútil esperanza, que es lo único que mantiene a los personajes con vida.

Para Buzzati, entonces, el desierto es el lugar donde se marchita el hombre por falta de humanidad y por su incapacidad de comprometerse con el progreso humano.

La Fortaleza (Alegoría)

La Fortaleza es el último reducto en el que se desarrolla la vida y que impide el avance del desierto. Sin embargo, el bastión se encuentra en completa decadencia, y hacia el final del relato, la invasión proveniente del desierto se convierte en una amenaza real que probablemente la destruya por completo. Desde esta perspectiva, la Fortaleza y su guarnición militar funciona como una alegoría de la decadencia y el debilitamiento de un mundo que desde 1914 ha ido cayendo en el ocaso, hasta la época crucial que Buzzati vive mientras escribe su novela: el estallido de la Segunda Guerra Mundial.

Las botas de Angustina (Símbolo)

Cuando Angustina parte junto a Monti para ayudar al ejército del norte en la demarcación de los límites de la Fortaleza, va calzado con una espléndidas botas que destacan en relación con los toscos zapatos del resto de los soldados y del propio Monti. Estas botas simbolizan el trasfondo aristocrático de Angustina y la distancia que él se empeña en poner entre su persona y el resto de los soldados. Sin embargo, esta distancia se vuelve en su contra, puesto que las botas no son adecuadas para subir la montaña y lastiman sus tobillos hasta dejarlos en carne viva.

La vida como un camino (Alegoría)

En el Capítulo 6, el narrador presenta una alegoría de la vida como un camino que se recorre en una dirección única. Hasta llegar a la Fortaleza, el camino de Drogo había sido fácil y agradable. Sin embargo, el tiempo pasa, el camino se hace cada vez más pesado y difícil, y es imposible regresar atrás. El siguiente pasaje corresponde a dicha alegoría:

Hasta entonces había avanzado por la despreocupada edad de la primera juventud, un camino que de niño parece infinito, por el que los años discurren lentos y con paso ligero, de modo que nadie nota su marcha (...) ¿Queda aún mucho? (...) ¿No habremos llegado ya, por casualidad? ¿No son quizá estos árboles, estos prados, esta blanca casa lo que buscábamos? Por unos instantes da la impresión de que sí y uno quisiera detenerse. Después se oye decir que delante es mejor, y se reanuda sin pensar el camino.

Así se continúa andando en medio de una espera confiada, y los días son largos y tranquilos, el sol resplandece alto en el cielo y parece que nunca tiene ganas de caer hacia poniente.

Pero en cierto punto, casi instintivamente, uno se vuelve hacia atrás y ve que una verja se ha atrancado a sus espaldas, cerrando la vía del retorno. Entonces se siente que algo ha cambiado, el sol ya no parece inmóvil, sino que se desplaza rápidamente, ¡ay!, casi no da tiempo de mirarlo y ya se precipita hacia el límite del horizonte. (pp. 58-59)

En esta alegoría, la vida se perfila como un camino y el tiempo como una fuerza compleja, cuya percepción resulta ambigua: en determinados momentos de la vida, el tiempo no parece avanzar, y el protagonista siente que tiene toda la vida por delante. Sin embargo, el tiempo pasa y cuando uno mira hacia atrás comprueba que algunas etapas de la vida se han cerrado y que es imposible desandar el camino. Esto es lo que sucede a Drogo al final de su vida, cuando comprende que todo está por terminar y que no ha hecho nada más que esperar año tras año.