El orden social medieval
Uno de los temas centrales de El Conde Lucanor es la conservación del orden social. En la Edad Media, la sociedad se divide en tres estamentos o estados: nobles, eclesiásticos y campesinos. Los nobles son los que controlan, ordenan y protegen los asuntos terrenales; los eclesiásticos son los que se ocupan de los asuntos espirituales; y los campesinos son los que labran y cultivan la tierra. Don Juan Manuel pertenece al primer orden, y su propósito en El Conde Lucanor es educar a otros nobles como él para que aprendan cómo actuar según el lugar que ocupan en la sociedad. Por esta razón es que el personaje que aprende de su consejero es un Conde, y que varios de los cuentos –como los de los ejemplos III, XXX y XXXII– ponen el foco en reyes, que vendrían a ocupar el cargo máximo de la nobleza, lo que representa el máximo ejemplo a seguir para cualquier noble. Una de las enseñanzas que Don Juan Manuel quiere transmitir con respecto a la conservación del orden social tiene que ver con que a cada estamento le corresponden diferentes obligaciones. No es lo mismo lo que debe hacer un religioso –como el ermitaño del Ejemplo III o el deán del Ejemplo XI– que lo que debe hacer un noble, al que le toca participar en guerras y cuidar de la gente a su cargo.
La hacienda, las riquezas y el estado
Una de las preocupaciones principales del Conde Lucanor tiene que ver con cómo asegurar la preservación o el aumento de la hacienda, de las riquezas y del estado, es decir, de su posición dentro de la pirámide social. Estos tres aspectos no solo le permiten mantener su condición de noble, sino que también están directamente relacionados con el poder territorial y económico de la nobleza. El Conde consulta varias veces a Patronio sobre alguna situación o convenio que parecería beneficiar el incremento de su hacienda, de su riqueza o de su estado –como sucede en los ejemplos V, VII, X, XI, XXXII–, y lo que Patronio siempre le aconseja es que no debe dejarse llevar por falsas promesas que podrían generar el efecto contrario, poniendo en peligro su patrimonio y su jerarquía. En este tema, se pone en juego la enseñanza del buen criterio para dilucidar qué es lo que más conviene hacer para no dejarse estafar y no perder aquello que mantiene el orden social en términos concretos y materiales.
La honra
La honra es otra cosa que los nobles deben cuidar para mantener su estado. Menos concreta o material que la hacienda o la riqueza, la honra es uno de los valores caballerescos que más destacan en las historias de El Conde Lucanor, como ocurre con los ejemplos III, V, X, XI, XXIX o XXXII. En las enseñanzas de Don Juan Manuel, poner en riesgo la hacienda y las riquezas viene aparejado con poner en riesgo la honra y viceversa, porque una pérdida del poder a través de uno puede hacer menguar o perder el otro. La honra tiene que ver con cómo te ven los demás de acuerdo con cómo actúas, de modo que se relaciona directamente con el lugar que ocupa cada uno en el entramado social. En algunos casos, el cómo te ven se vincula más con apariencias que con verdades, de lo que Don Juan Manuel se hace cargo con algunos ejemplos que tratan sobre la preservación de la honra por medio de ocultamientos o engaños. Tal es el caso del Ejemplo XXIX, donde la historia del zorro que se hace pasar por muerto revela que, en ocasiones, es mejor fingir que no se sufrió un agravio o una pérdida para así conservar una buena imagen frente al resto, lo que permite preservar mejor la honra.
La vanidad
La vanidad es una de las cualidades negativas que podría afectar a los nobles que, al poseer riquezas y un buen estado, pueden caer fácilmente en la arrogancia de creerse mejores o superiores que los demás. En este sentido, ser vanidoso es algo reprochable que también puede hacer peligrar el estado, pero sobre todo la honra, porque quienes pecan de vanidad son los que más corren el riesgo de entregarse a esperanzas vanas o de ser víctimas de algún engaño. Esto se trata en cuentos como los de los ejemplos V y VII, en los que la vanidad tiene que ver con suponer que uno tiene más honra o más riquezas de lo que en verdad tiene; o en relatos como el del Ejemplo III, en el que se reprocha a quienes solo consideran lo que les parece bueno de acuerdo con su criterio y que no comprenden que existen otras formas de hacer acciones buenas, de acuerdo con el lugar que se ocupa en el orden social.
La salvación del alma
Si bien El Conde Lucanor trata en muchos casos de problemas y asuntos mundanos, no deja fuera de su consideración la manera en que mejor se sirve a Dios, lo que en última instancia tiene que ver con cómo ganar el cielo y salvar el alma. En los ejemplos III y X se obtiene la gracia de Dios aceptando lo que este dispone, que, una vez más, tiene que ver con el ordenamiento de la sociedad en el mundo medieval. En los consejos de Patronio, queda claro que hay que aceptar las diferencias de riquezas y de obligaciones que le toca a cada uno según el lugar que ocupa en el orden social. Comprender esto es, de acuerdo con las enseñanzas de Don Juan Manuel, lo que permite dirigir mejor las buenas acciones y compensar por los errores cometidos.
Los vicios de la corte
Algunos ejemplos nos permiten detectar algunas críticas que Don Juan Manuel realiza al poder de la realeza de su época, en especial a la corte de Alfonso XI. Las críticas consisten en cuestionar la ambición política, como la del deán de Santiago del Ejemplo XI; revelar malos usos del poder, como los del Rey Abenabet en el Ejemplo XXX; o denunciar los engaños que imperan en la corte, como el caso del Rey que es burlado por tres hombres en el Ejemplo XXXII.
La ética y la moral
El Conde Lucanor es un conjunto de cuentos moralizantes, por lo que la transmisión de la moralidad medieval, sostenida por los principios éticos de la nobleza, es un tema transversal a toda la obra. En ocasiones, la ética y la moral se transmiten por medio de personajes que son modelos a seguir, como el Rey Ricardo de Inglaterra con su salto de fe del Ejemplo III o el hombre que come altramuces del Ejemplo X, que muestra cómo la aceptación lleva al camino de la buena ventura. Otras veces el ejemplo se da por contraste a través de personajes inmorales o que tienen actitudes reprobables, como el deán de Santiago del Ejemplo XI, que trata desconsideradamente a Don Illán, o el Rey del Ejemplo XXXII, que por temor termina siendo víctima de tres hombres burladores. En última instancia, los consejos de Patronio buscan transmitir la mejor manera de actuar y comportarse dentro del entramado social de la época.