El conde Lucanor

El conde Lucanor Imágenes

La habitación de estudio de Don Illán

Dado que en El Conde Lucanor son pocos los cuentos de Patronio que incluyen una descripción del entorno, es llamativa la detención del relato en la habitación de estudio de nigromancia que hay en el Ejemplo XI. Don Illán y el deán de Santiago entraron a la habitación “por una escalera de piedra muy bien labrada”, por la que descendieron a una profundidad que parecería estar por debajo del río Tajo, hasta dar con “un alojamiento muy bueno en una cámara muy a propósito que allí había, donde estaban los libros y el estudio en que habían de leer” (p.45). Jorge Luis Borges recupera esta descripción en su versión del relato, “El brujo postergado”, agregando una argolla de fierro por la que ingresan a la escalera, y a la biblioteca con libros de la cámara suma un gabinete con instrumentos mágicos.

El barro suntuoso de la Reina Ramayquia

En el relato de Patronio del Ejemplo XXX, se repone la forma en que está compuesto el lodo que el Rey Abenabet manda a hacer para su esposa y, para enfatizar el modo en que consiente a la Reina, la descripción se acompaña por imágenes visuales y olfativas que sugieren belleza y fragancia. El agua común es remplazada por “agua de rosas”, entre las especias y perfumes que componen el barro incluye “azúcar, canela, jengibre, espliego, almizcle, ámbar y algalia” y ordena cambiar la paja por “cañas de azúcar” (p.59). Estos elementos permiten dar cuenta de la extravagancia con la que está compuesta el suntuoso barro.

La violencia del joven moro

En el cuento del Ejemplo XXXV, se nos da una idea de la forma en que el joven moro logra asustar a su esposa a través de la descripción de cómo mata a los animales de la casa: se relata que corta la cabeza y las patas del perro, ensangrentando “toda la casa y la ropa y la mesa”; que arroja al gato contra la pared haciéndolo “más de cien pedazos”; y que al caballo le corta la cabeza y “lo [despedaza] todo” (p.73). Luego, cuando no quedan más animales por matar, la locura sanguinaria se visualiza en la forma en que el joven se sienta mirando “a todos lados teniendo sobre sus rodillas la espada ensangrentada” (ibid.).