El conde Lucanor

El conde Lucanor Símbolos, Alegoría y Motivos

Los engaños y las pruebas (Motivos)

Muchos de los ejemplos de El Conde Lucanor contienen una historia en la que un personaje es sometido a una prueba a través del engaño. En el Ejemplo XI, Don Illán pone a prueba a su aprendiz de nigromancia, dándole la oportunidad de que cumpla con su promesa de hacerle un bien cada vez que el deán sube un escalón en la Iglesia hasta obtener el cargo de Papa. El religioso falla la prueba y Don Illán lo hace volver a su posición de deán. En el Ejemplo XXXII, el Rey es puesto a prueba a través del engaño del paño, por el que muestra debilidad en su miedo a perder el poder y la honra. Los engaños y las pruebas son motivos recurrentes de la tradición de los relatos moralizantes de la que se nutren muchos de estos ejemplos.

Lo oriental (Motivo)

Siguiendo la procedencia de algunos relatos, los ejemplos de El Conde Lucanor suelen acudir al motivo oriental, por el que recuperan personajes o tradiciones árabes o moriscas. Esto tiene que ver con el hecho de que, en la Edad Media, la península ibérica está en constante contacto con Oriente por medio de conflictos territoriales y religiosos. Los ejemplos III, XXX y XXXV de esta selección interpelan de diferentes maneras el motivo oriental.

El pedazo de queso (Símbolo)

En el Ejemplo V, el pedazo de queso del cuervo, que el astuto zorro consigue robarle mediante elogios y alabanzas, simboliza la hacienda, la riqueza o el estado que deben conservar los nobles evitando que el engaño de otros ponga en peligro sus bienes materiales.

La olla de miel y los altramuces (Símbolos)

Tanto la olla de miel del Ejemplo VII como los altramuces del Ejemplo X simbolizan los bienes materiales que poseen los que menos tienen. En un caso, la olla de miel se carga de ilusiones vanas, por las que Doña Truhana termina perdiendo lo único que tenía, precisamente, la olla de miel. Los altramuces, en cambio, permiten que el hombre rico que ha caído en la pobreza aprecie lo poco que tiene, y eso le permite salir adelante. En este sentido, los dos símbolos cumplen funciones opuestas en cada relato.

Las perdices (Símbolo)

En el Ejemplo XI, las perdices adquieren un poder simbólico de carácter mágico. En un principio, son un anticipo oculto de lo que va a ocurrir: se las menciona cuando Don Illán decide ayudar al deán de Santiago, pero no sabemos cuál será su función en la historia. En el final, la nueva mención de las perdices impulsa una transformación sobrenatural, por la que el religioso convertido en Papa vuelve sus pasos hasta aquella noche en la que iba a empezar el arte de la nigromancia, cuando todavía era un simple deán. De esta manera, las perdices simbolizan el poder sobrenatural del gran Maestre.

El paño (Símbolo)

El paño del Ejemplo XXXII también es un símbolo engañoso. Se diferencia de las perdices en que el lector sabe desde el inicio que su carácter mágico es inexistente, porque es parte del engaño. Al ser aquello que todo el mundo dice ver, pero que en realidad no ve, el paño simboliza un consenso social, que todos aceptan, aunque sea invisible. En este sentido, representa la honra inmaterial que nadie quiere perder.