El capote

El capote Resumen y Análisis Parte 4

Resumen

Akaky permanece unos minutos tirado en el suelo. Al levantarse, se dirige desesperado hacia una garita policial que está en el extremo de la plaza. Le reclama al policía su falta de atención y lo acusa de estar durmiendo. Este dice que pensó que aquellos hombres eran sus amigos. Akaky regresa a su casa, deshecho.

La casera, al escuchar la historia, le recomienda a Akaky que se comunique con el comisario y no con el inspector, quien “lo engañaría con vanas promesas” (p.281). Le dice que ella conoce un poco al comisario, ya que Anna, la finlandesa, quien trabajó como cocinera en la casa, ahora es empleada en la casa de él. El hombre va todos los domingos a misa, donde reza y observa a todos con una sonrisa, por lo que supone debe ser una buena persona.

En el transcurso de la mañana, Akaky va cuatro veces a ver al comisario. Las dos primeras veces le comunican que este duerme. La tercera vez, cerca de la once de la mañana, le dicen que salió. Por último, Akaky regresa a la hora del almuerzo, pero los empleados del comisario no quieren dejarlo pasar sin que él les diga los motivos de su visita. Akaky, enérgico como nunca antes, les dice que viene por un asunto oficial y menciona las consecuencias que pueden sufrir si él habla con sus superiores. Ante esta advertencia, los empleados se quedan callados y llaman al comisario.

El comisario, en vez de preguntarle sobre los detalles del robo, interroga a Akaky sobre qué hacía a esa hora en la calle, sugiriendo que venía de una casa de prostitutas. Akaky se retira confundido, sin saber si la denuncia tomará un curso legal.

Ese día, Akaky falta al trabajo. Al día siguiente, en la oficina, los compañeros se enteran del robo. Uno de ellos le aconseja a Akaky ir a hablar con una “persona importante” (282), quien podría acelerar la investigación. El narrador aclara que esta persona no es "importante" hace mucho, que hasta hace poco era una persona sin ninguna importancia, y que incluso su puesto no es tan relevante comparado con otros. Sin embargo, a esta persona le gusta hacer sentir su superioridad a sus empleados, quienes, por ejemplo, no pueden verlo sin previo aviso y citación. El trato con ellos es muy severo y el diálogo suele reducirse a tres frases: “¿Cómo se atreve usted?, ¿Sabe usted con quién está hablando?, ¿Sabe realmente a quién tiene delante?” (p.284).

Cuando Akaky llega a la casa de la persona importante, este se encuentra reunido con un amigo de la infancia a quien no ve hace muchos años. A pesar de que hace tiempo ambos están en silencio, sin conversar, la persona importante no recibe a Akaky sino después de una espera prolongada. Esto lo hace para demostrarle a su amigo que puede hacer esperar a los empleados el tiempo que quiere.

Cuando finalmente Akaky ingresa y le cuenta la historia del capote, la persona importante le recrimina no haber seguido el procedimiento indicado para llegar a tener una reunión con él. Akaky le contesta que no confía en los secretarios. Esto enoja mucho a la persona importante, quien lo trata de arrogante y le pregunta, como era su costumbre, si sabe a quién tiene delante. Akaky tiembla y los guardias lo retiran del lugar casi desvanecido.

En el camino de regreso a su casa Akaky siente la garganta dolorida. Tiene anginas. Al llegar, tiene el cuerpo hinchado y se acuesta en la cama. Al día siguiente tiene mucha fiebre. El médico que lo revisa pronostica que solo le quedan dos días de vida. Akaky tiene delirios. Entre ellos, imagina que le encarga a Petrovich un nuevo capote con trampas para posibles ladrones. Finalmente, fallece. No tiene prácticamente ninguna pertenencia, ni tampoco herederos.

En la oficina se enteran de su fallecimiento pocos días después, cuando el jefe de Akaky envía al portero a buscarlo para que se presente a trabajar. Este regresa con la noticia de que ha sido enterrado hace cuatro días. Al día siguiente, otro funcionario ocupa su puesto.

Análisis

Una característica notable de "El capote" es su constante tono cómico y el empleo frecuente de la ironía verbal y satírica. El tono satírico tiene como objetivo la crítica de las costumbres y de la realidad social, en este caso, petersburguesas. La mirada satírica del cuento apunta a muchos aspectos de esta sociedad, sobre todo a la burocracia y a la obsesión de las personas por el estatus y el ascenso social.

En esta parte del cuento vemos en el carácter de la persona importante un ejemplo de sátira sobre la obsesión por el estatus social. Al mismo tiempo, se satiriza sobre la burocracia mediante la descripción del procedimiento absurdo que este personaje establece para que la información llegue a sus manos: “(…) que el empleaducho informara al encargado de sección, que éste lo hiciera saber al consejero titular y así, subiendo peldaño a peldaño la burocracia oficial, la información llegara hasta él” (p.283).

Ambos temas, el de la burocracia y el de la obsesión por el estatus, están interrelacionados. Este cuento sugiere que cuando alguien como la persona importante está preocupado principalmente por aumentar su estatus y hacer visible su superioridad, puede caer en la corrupción y en la crueldad.

Otro ejemplo de sátira la encontramos en el momento en que la persona importante intimida a Akaky Akákievich. El narrador nos dice que le habla “con voz dura y cortante” (p.285), pero agrega “una voz ejercitada en la intimidad de su cuarto y delante del espejo durante varias semanas antes de hacerse cargo de su actual empleo” (p.285). Este último dato desinfla la autoridad del funcionario y lo vuelve bastante ridículo.

Por otra parte, la persona importante es cruel con Akaky principalmente porque un amigo de la infancia está de visita y él desea impresionarlo y mostrarle la autoridad que ha alcanzado. Irónicamente, el amigo se impresiona con la forma en que la persona importante se desenvuelve frente a Akaky, pero no de una manera positiva: “se hallaba en un estado expectante, casi próximo al terror” (p.286).

Además, en este cuento se critica la ineficiencia de la policía. En primer lugar, aunque la luz de la garita policial está encendida en el momento en que Akaky entra a la plaza donde le roban su capote, lo que sugiere que alguien está vigilando desde allí, el policía no hace nada en el momento del robo, ni siquiera cuando el personaje grita y los ladrones lo dejan tirado en la nieve. Después de la acusación de Akaky, el policía afirma haber pensado que los ladrones eran simplemente amigos que lo saludaban. Luego, en vez de ayudarlo a buscar a los ladrones, el policía se desentiende del asunto y le dice a Akaky que debería ir a ver al inspector a la mañana siguiente.

Este es el comienzo de un largo y absurdo enredo de Akaky con asuntos burocráticos. Se hace evidente que en la sociedad donde él vive es más importante tener conocidos influyentes, que la justicia, la eficiencia o la sensatez de las afirmaciones de un individuo. Cuando Akaky regresa a su casa, la casera le dice que le conviene ver al comisario del distrito, en vez de al inspector, pues este último lo engañará con promesas falsas.

Cuando Akaky se presenta en la casa del comisario a la mañana siguiente, tres veces le niegan la entrada, por diferentes motivos. Cuando finalmente, a causa de su enojo, los empleados dejan que entre, el comisario, en lugar de prestar atención al hecho principal de su relato, comienza a interrogarlo acerca de por qué estaba afuera de su casa tan tarde, sugiriendo que su comportamiento es reprobable. Así termina la reunión y Akaky se va nervioso, “sin saber si el asunto del capote adquiriría o no un curso legal” (p.282).

A continuación, en la oficina, un funcionario le aconseja a Akaky que vaya a ver a la persona importante, y que no recurra al inspector, “porque podía suceder que éste, deseando granjearse la buena opinión de la superioridad, encontrara de alguna manera el capote, pero el capote quedaría en manos de la policía hasta que él no demostrara que era su legítimo dueño…” (p.282). De esta manera, se puede ver el modo adverso en que funciona el sistema policial. Por eso Akaky se ve condicionado a seguir caminos alternativos para recuperar su abrigo.

Por último, como ya vimos, el narrador rompe algunas convenciones literarias. En esta parte podemos ver, por ejemplo, que juega con la perspectiva narrativa nuevamente. El cuento tiene un narrador omnisciente en tercera persona que, como el término lo indica, sabe todo acerca de los personajes, incluidos sus pensamientos más íntimos. Sin embargo, cuando Akaky tiene fiebre y el médico diagnostica que no vivirá muchos días más, el narrador dice, refiriéndose al protagonista: “No sabemos si pudo escuchar esas fatales palabras, y, de haberlas escuchado, si llegaron a perturbarlo profundamente” (p.287), como si ya no fuera un narrador omnisciente.

Luego del fragmento citado, el narrador vuelve a describir con detalle los pensamientos delirantes de Akaky, a los que solo podría tener acceso estando dentro de la mente del personaje: “Visiones extrañísimas lo atormentaban. Veía a Petrovich, a quien encargaba un capote con trampas para ladrones, que siempre creía tener debajo de la cama (…)” (p.287). El efecto que produce es curioso: el narrador afirma tener un conocimiento limitado de la interioridad de Akaky, pero luego demuestra un conocimiento que solo podría obtenerse mediante el acceso a sus pensamientos.