El capote

El capote Resumen y Análisis Parte 3

Resumen

En la oficina de Akaky, todos se enteran de su nuevo capote, lo felicitan y lo incentivan para que celebre una fiesta por la nueva adquisición. Ante el desconcierto de Akaky, el asistente de un jefe de repartición los invita a tomar el té en su casa esa noche, con motivo de su “santo” (p.276). A Akaky, en un comienzo, no le gusta la idea, pero enseguida piensa que es una buena oportunidad para lucir su nuevo abrigo. Regresa a su casa feliz. Al llegar, compara el nuevo capote con la prenda que usaba antes, y sonríe pensando en la diferencia que hay entre ambos. Se acuesta contento esperando la noche para ir a la fiesta.

La casa donde se celebra la fiesta se encuentra lejos de la de Akaky. Cuando él sale de su casa cruza calles oscuras y sin gente. A medida que se acerca a la casa del funcionario la iluminación mejora y las calles están más transitadas. A comparación de lo que se observa en la parte de la ciudad en que vive Akaky, las vestimentas de las personas son más elegantes y los trineos, de mejor calidad. En el camino, Akaky se detiene frente a una vidriera a observar un cuadro, donde se ve a una mujer con una pierna descubierta. Akaky menea la cabeza y sonríe frente a la imagen.

Cuando Akaky llega a la casa del anfitrión deja su capote en el vestíbulo. La casa tiene lujos y comodidades. El narrador observa que el anfitrión “era un asistente del jefe, y ya vivía a lo grande” (p. 278). Los otros invitados ya llegaron. Akaky entra a la habitación principal donde están reunidos y permanece un momento sintiéndose incómodo en el centro del lugar. Al verlo, todos se dirigen al vestíbulo a observar y elogiar su nuevo capote. Enseguida regresan a la habitación principal, donde continúan jugando al whist.

Akaky cena. Los compañeros le hacen beber dos copas champaña, tras las cuales todo el entorno se vuelve para él “más alegre” (p.279). Akaky se retira de la reunión pasada la medianoche. En el vestíbulo ve su capote tirado en el piso, lo recoge e intenta limpiarlo lo mejor posible. En el camino de regreso se siente animado y hasta corre, sin saber por qué, tras una joven que se cruza, pero luego se detiene y continúa con ritmo normal. Ya lejos de la zona iluminada y transitada de la ciudad, debe atravesar una plaza que “daba la sensación de ser un inmenso y temible desierto” (p.280). En su camino por la plaza, un grupo de hombres de bigotes y mal aspecto lo golpea y le roba su capote.

Análisis

En esta parte podemos observar cómo el narrador juega con las convenciones literarias. El punto de vista oscila entre la forma tradicional de la narración omnisciente en tercera persona y la de un narrador testigo, que tiene un conocimiento parcial de los hechos y admite sus limitaciones. Por ejemplo, el narrador comenta que su memoria está fallando y que no puede recordar dónde vive el asistente que organizó la fiesta: “Lamentamos no poder precisar dónde vivía el funcionario que oficiaba de anfitrión: la memoria nos está flaqueando cada vez más; las calles y las casas se nos mezclaron a tal punto en nuestra cabeza, que nos cuesta sacar de allí algo en buen estado” (p.277). Luego de decir esto, el narrador retoma la narración omnisciente en tercera persona, creando un contraste con la mirada subjetiva que acaba de mostrar, y describe detalladamente la zona de la ciudad en donde vive el asistente:

Al principio, debió cruzar calles desiertas y oscuras, pero, a medida que se acercaba a la casa del funcionario, las calles se volvían más transitadas y mejor iluminadas; los peatones se hicieron más frecuentes, se veían damas elegantemente vestidas, los hombre lucían cuellos de castor en su gabanes y ya no se veían tanto los vañkas, con sus rústicos trineos de madera, guarnecidos con clavitos de cabeza dorada, y sí, en cambio, cocheros de gorros de terciopelo color carmesí conduciendo trineos con la carrocería barnizada y provistos de coberturas de piel de oso (p.277).

En este fragmento también podemos observar la transición de una zona de la ciudad a otra, y el contraste entre el área pobre, vacía y poco iluminada donde vive Akaky y el área más poblada e iluminada donde vive el anfitrión. En esta parte de la narración la descripción se colma de detalles sensoriales. La vívida descripción de los cocheros y sus trineos, con detalles de texturas y colores, por otra parte, sugiere que Akaky por primera vez está prestando atención a su entorno. Es posible que esto se deba a que su nuevo abrigo lo ha transformado.

A continuación, una imagen en una vidriera iluminada retiene la atención de Akaky. Allí ve “un cuadro que representaba a una linda señora que, al quitarse su zapato descubría toda su pierna, bastante bonita por cierto, en tanto a sus espaldas, de la puerta que daba a otra habitación, se asomaba cierto señor de patillas y una vistosa barbita a la española” (pp.277-278). La imagen es un símbolo de la sexualidad. Akaky se ríe frente a ella y menea la cabeza, tal vez, como señala el narrador, “porque se encontró con una cosa totalmente desconocida pero de la cual, sin embargo, todos tenemos una lejana intuición (…)” (p.278). Este fragmento sugiere que Akaky, a pesar de que es un hombre de mediana edad, es sumamente ignorante respecto de la sexualidad, pero, al mismo tiempo, que Akaky podría estar cambiando en este aspecto desde la adquisición del nuevo abrigo.

El nuevo capote representa para Akaky el símbolo de una vida diferente de la que llevaba hasta ese momento, solitaria y dedicada exclusivamente al trabajo. El abrigo cambia el carácter y la perceptibilidad de Akaky. Además, su vida social empieza a transformarse: el funcionario asiste por primera vez a una reunión con sus compañeros de trabajo en la noche. Por último, el nuevo capote simboliza un despertar sexual del personaje, como podemos ver, por ejemplo, en su actitud frente al cuadro de la vidriera, o en su impulso por correr detrás de una joven durante un instante.

Finalmente, al regreso de la reunión, el escenario de la ciudad se trasforma gradualmente, una vez más, en la medida en que Akaky se acerca a su casa. El panorama se vuelve sombrío y aterrador. Esto presagia el hecho funesto que va a suceder a continuación: “Solo la nieve centelleaba tristemente en las calles, y las cabañas chatas, con sus postigos cerrados, parecían aún más negras y sombrías, Akaky Akákievich se acercaba a una plaza muy grande, en la que apenas se distinguían las cosas del otro extremo… Daba la sensación de ser un inmenso y terrible desierto” (p.280).

Esta imagen de oscuridad sin límite transmite un presentimiento que se confirma cuando Akaky es asaltado violentamente, a continuación, en esa plaza. La imagen del desierto funciona para transmitir el miedo que Akaky experimenta al acercarse al lugar.