El beso de la mujer araña

El beso de la mujer araña Temas

La sexualidad

La novela desarrolla diferentes teorías sobre la sexualidad. En el cuerpo del texto, Molina se define como loca y mantiene una visión de la homosexualidad afeminada, que, en el contexto de la novela, se encuentra subordinada al rol de la masculinidad homosexual. Así, el personaje se contempla a sí mismo como una mujer: con sus amigos homosexuales se apodan como actrices de Hollywood y se identifica con las heroínas de sus películas; “Yo quiero ser mujer” (p. 22) le dice a Valentín. En esta frase, se esconden sus propias nociones sobre el significado de este deseo: las mujeres cuidan, protegen, son cariñosas y sentimentales y están relegadas a una figura masculina de autoridad.

Frente a estos planteos, Valentín manifiesta su ignorancia sobre el tema pero le reprocha este comportamiento afeminado y le cuestiona por qué no se porta como un hombre. Para el guerrillero, la mujer no debe estar sometida a la tradición patriarcal, ya que las diferencias entre los sexos son un símbolo de explotación. Sin embargo, también el mismo personaje hace su propio recorrido en relación con la sexualidad, ya que pasa de ser un hombre heterosexual a mantener relaciones con Molina. En esta perspectiva, se puede pensar que el guerrillero transgrede las normas sexuales y exhibe que la identidad es elástica y no puede reducirse a pensarse únicamente en términos de homo y heterosexualidad.

Sin embargo, los debates sobre la sexualidad no se limitan al texto principal. A lo largo de toda la novela, las ocho notas al pie relacionadas con el tema argumentan y desarrollan teóricamente el origen y las formas de entender la homosexualidad a través de distintas perspectivas y enfoques. De esta manera, el lector accede a otras miradas sobre la homosexualidad en donde se ve que Molina es un caso concreto que no da cuenta de las múltiples formas de entender el fenómeno. Es importante comprender que estas notas dialogan con la conversación entre Valentín y Molina, es decir, que no están diseminadas a lo largo de la novela arbitrariamente. Esto se ve claramente en la primera nota al pie, que aparece en el momento en que el guerrillero manifiesta su ignorancia sobre los homosexuales y su deseo de saber más sobre ellos. Así, el apartado teórico irrumpe justo para dar alguna respuesta a las inquietudes de Valentín.

El encierro

El encierro como tema fundamental se puede ver de dos maneras. En una lectura literal, la novela es, principalmente, el diálogo de dos presos que, obligados a pasar el tiempo en una celda, se cuentan historias de ficción y así incluyen sus propias trayectorias, experiencias y frustraciones. Molina, si bien está enjuiciado por corrupción de menores, recibe maltrato del equipo directivo de la prisión por su sexualidad disidente y, en el caso de Valentín, su mismo activismo político lo conduce a este encierro forzado. De esta manera, el encierro es una herramienta política que castiga a estos dos personajes subversivos del orden sexual y político del sistema dominante.

Sin embargo, también es posible leer el encierro en sus dimensiones más privadas. En un principio, los protagonistas se posicionan como personajes opuestos: Molina, sentimental, cursi, cariñoso, maternal, ligado con los valores femeninos; Valentín, combativo, estudioso, comprometido políticamente, asociado con los roles masculinos de valentía y fortaleza. De esta manera, se observa que tanto Molina como Valentín reproducen estigmas, prejuicios y normas de conducta propias del exterior represivo que, además, hacen imposible la comunicación y el entendimiento entre ellos. Sin embargo, a lo largo de la novela, se producen situaciones que colaboran con la ruptura de estas barreras y fomentan el encuentro y la conexión entre estos personajes aparentemente dispares. Un claro ejemplo de esto es la intoxicación de Valentín y los cuidados que recibe de su compañero de celda. En este punto, el guerrillero destaca este quiebre entre violencia exterior e interior y le indica a Molina: “En cierto modo estamos perfectamente libres de actuar como queremos el uno respecto al otro, ¿me explico? (…) Porque, sí, fuera de la celda están nuestros opresores, pero adentro no. Aquí nadie oprime a nadie” (p. 177). Paradójicamente, el espacio de encierro termina siendo donde se lleva a cabo el acto de mayor libertad: el encuentro sexual de los protagonistas.

La represión

La represión entendida como un sistema de valores y conductas que impiden la libertad de los individuos cruza las vidas de Molina y Valentín. Por un lado, en una dimensión política, la violencia de la sociedad argentina en los años previos a la dictadura militar es la responsable de haber encerrado a estos protagonistas. No es casual que ambos sean marginales: un homosexual, que huye de la heterosexualidad como régimen de normalidad, y un revolucionario, que amenaza el orden de lo establecido. De esta manera, Valentín y Molina reciben el castigo por señalar con su simple existencia la presencia de otras voces, otras formas de ser que se escapan de lo esperado.

Sin embargo, la represión no se limita únicamente a la violencia pública. En los personajes, la sexualidad también aparece como un campo sometido a lo que debería esperarse de ellos. En esta perspectiva, Valentín se ve obligado a reprimir su sensibilidad ya que lo entiende como un rasgo de debilidad en relación con su tarea heroica. Sin embargo, negar este deseo de cariño y afecto no puede durar demasiado y, con el paso del tiempo, Valentín deja de esconder sus emociones, tal como lo demuestra el encuentro sexual con su compañero de celda. De esta manera, el abandono de la represión en Valentín está vinculado con un tránsito hacia la creación de una persona más noble, que no permite injusticias y es, además, capaz de sentir ternura.

En Molina, la represión se ve de una manera distinta, asociada con los estereotipos de género. Para el personaje, la mujer como rol de cuidado, cariño y debilidad está subordinada a una figura de masculinidad dominante y poderosa. Luego de Valentín, Molina (se) promete ya no dejarse maltratar por nadie, más allá de la identidad sexual con la que se identifique. En este punto, el personaje abandona –al menos teóricamente- prejuicios para entender que la libertad trasciende el binario hombre/mujer.

Por último, también se puede entender la represión en el vínculo entre el texto central y las notas al pie, en donde aparece un narrador poseedor de un discurso académico que acota sus investigaciones sobre la homosexualidad en relación con la revolución y la sociedad. En esta perspectiva, las notas aparecen al margen, en una letra menor, acalladas por el texto principal. Son secundarias y hasta puede ocurrir que el lector no les preste atención u omita leerlas. De esta manera, no es casualidad que justamente desarrollen teóricamente la transformación de la imagen del homosexual en un potencial revolucionario que debe repudiar la vida burguesa y materialista.

El cine

A lo largo de la novela, Molina le cuenta a Valentín películas. De estas narraciones, tres se relacionan con producciones reales: Cat People (1942) es la historia de Irena, la mujer pantera; I Walked with a Zombie (1943) y White Zombi (1932) se combinan para componer la ficticia La vuelta de la mujer zombi. The Enchanted Cottage (1945) también es contada en su totalidad y pertenece al monólogo interior de Molina. Los otros filmes que aparecen en la novela, como la película de propaganda nazi Destino, o una película de carreras de coches que cuenta Valentín, así como la película mexicana de la cantante y el periodista, son todas ficticias, inventadas por Manuel Puig.

La elección de estas películas no es casual, sino que tienen la forma de los melodramas de Hollywood. Un melodrama es una narración con una fuerte carga sentimental y moral en relación con la reproducción de los valores dominantes. Además, suelen estar protagonizados por una heroína romántica.

La mayoría de las películas presenta, en sus motivos y argumentos, estructuras que remiten a la opresión y al juego de poderes que, al fin y al cabo, se relacionan con la condición de Molina y Valentín en la cárcel. Irena, la protagonista de Cat People, es una refugiada política que está en Nueva York. Como los protagonistas de la novela, ella es diferente y esconde un secreto que puede ser mortal. En la película nazi, la condición histórica narrada exhibe cómo los regímenes dominantes se disfrazan de salvadores de la patria. En la película del corredor de autos, aparece la situación de Latinoamérica y el vínculo con la guerrilla como agente político que interviene en la vida social de los personajes. La vuelta de la mujer zombi sigue la misma línea y connota, en la figura de los zombis, los trabajadores rurales dominados por sus patrones como seres sin voluntad ni vida propia.

Algunas películas también exhiben una estructura de cajas chinas: son narrativas que, a su vez, remiten a la propia narrativa de la novela. Un claro ejemplo al respecto es la última película, la mexicana, en donde los protagonistas lloran porque, aunque se han quedado sin nada, han tenido al menos una relación verdadera en la vida. Esto remite a una clave de lectura del vínculo entre Molina y Valentín: como los personajes de la película, ellos también cuentan con la felicidad de haberse amado.

En el texto, las películas representan el discurso del placer y el deseo. Por una parte, sirven como escapatoria de la realidad inmediata de la celda y el encierro, ofreciendo mundos discursivos plagados de mujeres bellas y seductoras, historias de amores, finales trágicos. Molina le presenta a Valentín un lugar de intimidad donde se aceptan las creencias en un mundo mejor, hecho que promueve el acercamiento y las respectivas transformaciones de los protagonistas. En ese entorno protector, se está abrigado de la muerte y de la tortura. De esta manera, Molina ofrece una actividad que se sostiene con el pasar de las semanas y construye un espacio capaz de hacer soportable la realidad presente, e incluso de cambiarla con la fuerza de la imaginación.

Sin embargo, es imprescindible entender que la narración de Molina se establece en un diálogo y a ambos prisioneros les toca el derecho al turno y, por lo tanto, a una voz. Con respecto a esta estructura, Valentín se inserta en el juego de Molina. Un claro ejemplo al respecto es cuando identifica a su compañera de lucha con la actriz Jane Randolph. En este sentido, Valentín aprende a contar con los recursos de Molina y aporta su grano de arena a las narraciones, ya sea identificando los contextos sociales de lo narrado o denunciando la intención propagandística que se le propone al público. Así, Valentín muestra una mirada más analítica e intelectual sobre el cine, mientras que Molina destaca el disfrute que propone la experiencia cinematográfica.

El compromiso

Valentín personifica la subjetividad de un militante de izquierda comprometido políticamente con lo que él llama “revolución social” (p. 29). Así, a lo largo de la novela, muestra diferentes rasgos típicos de este rol: su heterosexualidad, su vocación de estudio de la teoría política y su adhesión a la lucha armada como método para lograr su objetivo. De esta manera, el personaje está dispuesto a abandonar sus deseos personales, como un vínculo de pareja, o de marginar toda expresión de sentimentalidad y sensibilidad, ya que considera que lo individual se entromete en la lucha por un ideal mayor.

Por otra parte, al comienzo de la novela, Molina representa el polo opuesto. Se identifica con los roles y valores propios de la burguesía, defiende la subordinación de la mujer al poderío masculino, disfruta de la película nazi a pesar de su contenido ideológico y defiende la capacidad de sentir placer en las cosas cotidianas, sin importarle la existencia de una causa más trascendental. Repudia a los políticos y piensa que Valentín es "carne de cañón" (p. 93), es decir, uno más que se sacrifica inútilmente por cambiar el mundo.

Sin embargo, así como Valentín se transforma en un hombre nuevo después del encuentro con Molina, este personaje rompe con su propio bagaje y se implica políticamente por amor. En esta perspectiva, acepta la misión que le asigna su compañero de celda porque piensa que es la manera de ayudarlo a salir de prisión. Así, se convierte en cómplice del movimiento guerrillero y muere asesinado en un enfrentamiento con la policía.

La alienación

“Es cierto que acá te podés llegar a volver loco, pero te podés volver loco no sólo desesperándote... sino también alienándote, como hacés vos. Ese modo tuyo de pensar en cosas lindas, como decís, puede ser peligroso" (p. 72) le dice Valentín a Molina y así pone en palabras uno de los temas fundamentales de la novela: la alienación. Esta anulación de la individualidad, esta pérdida de la capacidad crítica que distingue al ser humano es una posibilidad particularmente peligrosa en el contexto de la prisión. Por un lado, con el encierro, la tortura y la soledad es muy fácil perder la calma y obedecer a las autoridades, sin voluntad propia, con el único objetivo de poder sobrevivir, centrado en uno mismo y en la propia individualidad.

Sin embargo, Valentín no se limita únicamente a esa dimensión de la alienación y aclara que pensar en cosas lindas también puede ser enloquecedor. Para el personaje, las películas y sus mundos de fantasía y lujos representan un entretenimiento superficial que pueden hacer que uno se olvide de la realidad más urgente, la que está por fuera de la celda: la pugna por un mundo más justo. Valentín se niega a reducir el mundo a la celda y por eso estudia: para poder trascender esta limitación material y entender la profundidad de su situación.

Desde esta perspectiva, Molina es un personaje alienado, que encuentra satisfactorio el disfrute de la vida cotidiana, consume narrativas que le dan placer, historias de amor, boleros tristes. Sin embargo, el personaje exhibe su complejidad cuando muere como una heroína romántica, asesinado por los compañeros de Valentín. De esta manera, el comentario de Valentín puede entenderse de manera irónica, ya que, finalmente, lo verdaderamente peligroso para Molina es el compromiso con la causa política de su compañero de celda.

La violencia política

El beso de la mujer araña tiene como protagonistas a dos presos en la misma celda de una cárcel en Villa Devoto, en Argentina, en el año 1975, un año antes del inicio de la dictadura militar más violenta de ese país. En esta perspectiva, ni Valentín ni Molina son indiferentes a las resonancias de la persecución y la violencia política llevada a cabo por el Estado y por grupos civiles.

En un primer sentido, Valentín, encarcelado por su militancia política de izquierda, defiende la idea de una revolución social y lucha por la constitución de un mundo más igualitario. En la novela, la causa que se le atribuye a Valentín es haber defendido una huelga obrera. De esta manera, el personaje es un preso político, ya que la causa de su encarcelamiento está ligada con defender ideas amenazantes al régimen. Sin embargo, la persecución no se limita únicamente a su encierro, ya que dentro de la celda el personaje es víctima de torturas de parte de los dirigentes del sistema penitenciario para conseguir información sobre su comando guerrillero. Así, el plato de comida envenenada representa hasta qué punto el Estado manipula y maltrata a los sujetos con el objetivo de convertirlos en traidores de su propia causa.

Si bien Molina no se encuentra en la misma situación que Valentín, también es víctima de los engaños, espionajes y torturas. Así, lo obligan a espiar a su compañero de celda y entregar la información al director del penal a cambio de una reducción en la condena. Molina se niega a saber los nombres de los compañeros de Valentín para no comprometerlo, pero, finalmente, acepta la misión y lo ayuda cuando sale en libertad. Este paso de los márgenes a la acción directa condena a Molina, que termina asesinado por los propios compañeros de militancia de Valentín. Este desenlace ratifica que no hay forma de mantenerse por fuera de la violencia ya que alcanza hasta a aquellos que se posicionan en contra de la política.