El beso de la mujer araña

El beso de la mujer araña Resumen y Análisis Capítulos 9 - 11

Resumen

Capítulo 9

Este capítulo comienza con un diálogo entre los protagonistas, en el que Molina le muestra a Valentín todo lo que le trajo su madre para comer y compartir. Si bien al principio el guerrillero se rehúsa, su compañero le insiste en que debe dejar de comer los platos envenenados de la cárcel. Valentín acepta la propuesta y toma una porción de comida. Luego de este agradable momento, le pide a Molina que le cuente una película del tipo de la mujer pantera, de género fantástico. Su compañero le pide un momento para concentrarse y comienza con la narración.

Así, Molina cuenta La vuelta de la mujer zombi, una película sobre una chica estadounidense que viaja a una isla del Caribe para casarse con su novio viudo. El muchacho es dueño de una plantación, a la que debe partir por temas de negocios. La muchacha se queda sola en la casa y revisa el armario de la primera mujer de su pretendiente y oye algo que se mueve en el jardín. A la luz de la luna, ve una figura muy alta, terrorífica, pálida como muerta, con el pelo rubio despeinado y envuelta en una bata negra, que la mira fijamente y se le acerca. La protagonista cae desmayada. Aparece una señora, el ama de llaves, que intenta convencer a la muchacha de que todo fue una pesadilla. Ella no sabe si creerle, pero se tranquiliza.

En este punto, Valentín interrumpe el relato, comentando que no se siente bien. Molina le sugiere no pensar en cosas malas. Su compañero acata la orden y agrega que le gustaría escribirle a Marta, su enamorada, aunque no sabe qué decirle. Molina desvía su atención y le propone retomar la narración. En la película, el ama de llaves le cuenta a la protagonista la leyenda de los zombis, unos cadáveres que reviven bajo la influencia de unos hechizos, pero que ya no tienen voluntad y obedecen todas las órdenes de su dueño. De esta manera, trabajan en las cosechas de bananas de noche, sin parar, ya que solo pueden obedecer y sufrir. La muchacha le pregunta si existen mujeres zombis, pero la señora le dice que no.

Al día siguiente, la protagonista y su marido recorren la isla, sumidos en la felicidad más absoluta, y pasan por una casa misteriosa, repleta de plantas. Él se pone nervioso cuando ella le sugiere visitarla. De regreso a su hogar, la mujer revisa el cajón del escritorio de su marido y encuentra cartas de amor y fotografías con otra mujer. Reconoce el cabello rubio y largo; es la mujer de su pesadilla. Alterada, decide irse sola a averiguar qué pasa en aquella casa abandonada y ve, a través de las ventanas, un altar de vudú con una muñeca, en cuyo pecho hay un alfiler clavado, y que está vestida igual a ella en el día del casamiento. La protagonista huye, aterrorizada, pero se encuentra con un hombre negro, un zombi, que le cierra la salida. Corre a través de la casa y ve a la mujer pálida de sus pesadillas, que quiere atacarla. Oye una voz que le ordena a la mujer zombi que se vuelva a acostar: es el ama de llaves, que la protege y le jura contarle toda la verdad de regreso a la casa.

Valentín interrumpe la narración y pide hablar de otras cosas. Manifiesta mucho temor por su compañera, ya que está en peligro, pero se siente culpable porque a quien quiere ver es a Marta; piensa que solo ella puede aliviarlo de esta angustia mortal. Así, comienza a dictarle una carta a Molina, para poder liberar esta debilidad que siente. En ella, Valentín se desahoga y confiesa que teme haberse equivocado en todo y considera que no merece morirse en una celda, porque siempre ha luchado contra las injusticias del mundo. Piensa que nunca más va a volver a verla pero le pide que lo recuerde, ya que él perdió toda esperanza; no puede ni bañarse a causa de su debilidad. Molina lo interrumpe con una sugerencia: puede ayudarlo a limpiarse, calentando el agua en la celda. Frente a esta propuesta, Valentín rompe la carta para Marta y juzga que está mal escribir en momentos de desesperación. Le agradece a Molina todo lo que hace por él y le jura que algún día le demostrará lo mismo.

En este capítulo, la narración de la película está intercalado con fragmentos de monólogos interiores de Valentín y Molina, marcados en cursiva. En estos discursos, Molina asocia al ama de llaves de la película con la imagen de una enfermera, mientras que Valentín piensa en persecuciones policiales y metralletas.

En este capítulo aparece la séptima nota al pie, y la sexta en relación con la sexualidad. En este paratexto, el narrador incorpora críticas a las teorías sobre la represión sexual y establece una relación entre una sociedad fuertemente represiva y el sometimiento a la mujer. En el texto, la referencia aparece cuando Molina le sugiere a Valentín dejar de pensar, porque solo empeora la angustia.

Capítulo 10

Con la llegada de un nuevo día, Valentín cuenta que se siente mucho mejor gracias a los cuidados de Molina, quien le ofrece un té para alentar su mejoría. Su compañero ya siente vergüenza de tanta generosidad, pero lo acepta igual. Intenta estudiar un poco pero aún está débil, así que le propone a Molina que continúe con el relato de la película del día anterior.

Molina acepta y cuenta la historia del ama de llaves sobre el marido de la protagonista. El hombre había sido testigo del plan de su padre y el brujo del lugar para transformar a los peones de las plantaciones en zombis. Espantado, se fue a estudiar a Estados Unidos y regresó casado con una mujer rubia, alta. Cuando muere su padre, decide ponerle fin a la tortura de los zombis y los prende fuego, pero el brujo se entera y secuestra a su mujer, que, a cambio de salvarle la vida, le miente y le dice al brujo que se había enamorado de él. Enfurecido, el muchacho la mata.

Luego de esta narración, la muchacha queda absolutamente aterrada y le pregunta al ama de llaves cómo sabe tanto sobre el tema. Ella le responde que el brujo había sido su pareja. Ambas regresan a la casa grande, donde la protagonista se encuentra con su marido, que le prohíbe salir sin su permiso. Al día siguiente, él regresa a las plantaciones y la protagonista llama al mayordomo para pedirle ayuda. El sirviente le sugiere ver al brujo de la isla para fortalecer el carácter del muchacho. Ambos parten en un carro a caballo y llegan a una choza escondida en la selva más espesa. El mayordomo baja del coche y la deja sola. Después de un rato, ella oye unos cantos de brujería.

En este momento de tensión, Molina corta el relato porque tiene hambre. Valentín se queja por esta decisión.

El diálogo se retoma al día siguiente. Molina le hace el desayuno a Valentín por estar convaleciente y le prepara una sorpresa: una porción de budín. Su compañero reacciona de manera hostil a estos cuidados, ya que argumenta que no quiere que nadie le maneje la vida y, en un arranque de ira, tira el plato y el té. Inmediatamente le pide perdón, avergonzado, y dice que tiene mucho que agradecerle. Reitera su pedido de disculpas, pero Molina no responde.

Con este último intercambio, aparece la referencia a la octava nota al pie. En este paratexto, el narrador incorpora las nuevas tendencias del psicoanálisis sobre el instinto sexual y desarrolla la idea de represión como algo aprendido socialmente. De esta manera, plantea que la homosexualidad puede entenderse como un indicador constante de la presencia de lo reprimido en la sociedad. Esta nota al pie emerge con el último silencio de Molina frente al pedido de disculpas de Valentín.

En este capítulo, reaparece la letra cursiva que introduce la interioridad de los personajes y la forma de verse entre sí. Así, las imágenes de Valentín están plagadas de violencia: cabezas que ruedan, sesos en la vereda. Se refiere a Molina como un puto de barrio. Por otra parte, el monólogo interior de Molina remite a enfermeras amorosas con pacientes buenos que, si se sanan, se van para siempre.

Capítulo 11

Como en el capítulo 8, este apartado comienza con el interrogatorio entre el Suboficial, el Director y el Procesado. En él, la autoridad de la prisión le pide a Molina novedades sobre Valentín, ya que lo están presionando desde la Presidencia para obtener noticias sobre el guerrillero. Molina sugiere que no lo interroguen ya que aún está muy débil. Le pide una semana más de plazo para obtener algún dato, y argumenta que tiene un plan para lograr la confesión de Valentín. Además, vuelve a insistirle por un paquete de comida para no levantar sospechas en su compañero. Este ardid convence al director, que cumple y le envía la comida.

Luego de la conversación, se retoma el diálogo en la celda entre Valentín y Molina, que le ofrece comida. Su compañero se siente avergonzado por el ataque de violencia de la mañana. Molina le comenta que en su gesto interpreta que no quiere encariñarse con él por la lucha que lleva a cabo. Valentín afirma que es tal la presión del mundo exterior que le impide actuar como corresponde, y que deberían moldear su relación libremente. Molina afirma que lo respeta y le tiene afecto, y que quiere que ese sentimiento sea recíproco. Luego de esta confesión, le comenta que en una semana lo van a sacar de la celda, aunque no quiere ilusionarse. Esta noticia conmueve a Valentín, le quita el apetito y se acuesta a descansar. En este momento, aparece la novena nota al pie en la que se analiza la homosexualidad como una posible manifestación de inconformismo revolucionario.

Cuando Valentín reanuda la conversación unas horas después, le pide a Molina que termine la película. Su compañero obedece y retoma la trama narrativa. Cuenta que la chica avanza en la selva hasta que ve un altar con un muñeco de trapo igual a su marido. La muchacha busca al brujo, que aparece repentinamente, vestido con una túnica hasta los pies. En ese momento reconoce que es el mayordomo; él la hipnotiza y la conduce hasta adentro de su cabaña. Repentinamente irrumpe su marido, que rompe el hechizo. Ambos vuelven a la casa. En simultáneo, el brujo engaña a la mujer zombi y le dice que debe asesinar al muchacho. Así, la zombi mata al marido de la protagonista, obedeciendo las órdenes de su líder. Desde su agonía, él le dice que la quiso mucho, y que todos los zombis son víctimas de los engaños del brujo. De esta manera, el mago quiere escapar, pero muere fulminado por un rayo. Luego de este episodio, la protagonista huye de la isla en barco. El capitán la abraza, y le dice que no tenga miedo, que el futuro será muy feliz.

Así termina Molina su narración. Le confiesa a Valentín sus sentimientos: teme dejarlo solo y separarse de él. Su compañero le recuerda que su madre lo espera afuera y que debe cuidarla. También le sugiere militar políticamente para así conocer gente nueva. Molina le ruega que no le diga nada sobre sus compañeros, por si llegaran a interrogarlo a la salida. Se quiebra emocionalmente y llora, cansado de sufrir. Valentín lo consuela, lo acaricia. A su vez, Molina lo mima, le toca el lunar de la ceja y le propone tener un acercamiento sexual. El capítulo termina con el acto sexual entre ambos protagonistas, que disfrutan de este encuentro.

Análisis

En estos capítulos, el encierro como tema principal comienza a dar paso a la temática de la libertad. Esto se manifiesta de dos maneras fundamentales: desde una perspectiva más literal, aparece en la promesa a Molina de poder irse si cumple con su palabra de aportar información sobre Valentín y su vínculo con el movimiento político. Pero también es posible analizarlo desde otro punto de vista, más simbólico: los protagonistas se liberan de sus prisiones interiores para conectarse el uno con el otro. Esto se puede ver tanto en Molina, que comparte la comida con su compañero y le narra películas con protagonistas heroicos cargados de virilidad, como en Valentín, que comienza a disfrutar de los boleros y acepta encariñarse con su compañero, más allá de lo que esto pueda implicar en su rol combativo. El encuentro sexual lleva esto hasta el límite, tal como lo expresa Molina en esa frase al final del capítulo 11: "-Me pareció que yo no estaba... que estabas vos solo. -...-O que yo no era yo. Que ahora yo... eras vos" (p. 191). Así, el acto sexual surge como una manifestación de la solidaridad entre ambos y la anulación de las individualidades de cada uno. De esta manera, las identidades sexuales se muestran en movimiento, en continua transformación; Molina se ve en Valentín, y se reconocen, ya no como opuestos sino percibidos en el otro, integrados, en una relación complementaria y de fusión.

Sin dudas, estos capítulos desarrollan hasta el límite el poder seductor que Molina ejerce sobre Valentín. En primer lugar, las películas relatadas funcionan como cuentos para dormir, que les permiten evadirse de su realidad más inmediata y así poder distraerse de las angustias cotidianas. En segundo lugar, compartir la comida significa para Molina cuidar a Valentín, ofrecerle protección absoluta de los malestares físicos y también emocionales. Finalmente, la letra del bolero acelera el proceso de reconocimiento mutuo, en el que Valentín no solo se libera de sus sentimientos angustiantes sino que también se acerca a la sensibilidad de Molina. En este sentido, Valentín encuentra una particular forma de retribuir los cuidados y el afecto de Molina en sus momentos de debilidad. La actividad sexual es una manifestación del cariño de ambos. Para Valentín, ser hombre implica no maltratar a quien se tiene al lado, por lo que el acto sexual entre ellos responde, en este sentido, a su propia noción de hombría.

Para profundizar esta relación con la identidad sexual, las notas al pie complejizan teóricamente las discusiones entre Molina y Valentín. En concordancia con la ideología de este personaje, el narrador plantea que la homosexualidad puede repetir modelos ya establecidos de conducta de las relaciones heterosexuales. También desarrolla la marginación del homosexual en los movimientos socialistas, ya que consideraban que reproducían los modelos de conducta burgueses. Sin embargo, a partir de la década de los sesenta, los movimientos abogaron también por entender otras maneras de entender la sexualidad, más allá de la dupla “hombre fuerte” – “mujer débil”, lo que permitió la creación de los frentes de liberación homosexual. De esta manera, las notas al pie desarrollan el acercamiento entre lucha política y lucha sexual, al mismo tiempo que, en el texto principal, Valentín y Molina se encuentran en sus similitudes y trascienden sus diferencias. Se puede pensar que la función de las notas al pie es explicar de manera teórica y científica el acercamiento entre los protagonistas de la novela. En este punto, el paratexto dialoga permanentemente desde su lugar marginal con el desarrollo de la trama ficcional.

También reaparece el monólogo interior como fragmento inserto en una serie de intercambios entre Molina y Valentín. Desde esta perspectiva, el lector accede a una asociación, caótica y desordenada por momentos, entre lo que los protagonistas se animan a decir en voz alta y sus propios pensamientos. De esta manera, se perciben al mismo tiempo los dos discursos transmitidos en tipografías distintas. En este punto, Molina se ve como una enfermera de doble cara, buena de día y mala de noche, lo que se asocia inevitablemente con su rol de cuidador de Valentín, pero también con la culpa de ser cómplice del director de la cárcel. Por otra parte, el monólogo interior de Valentín es violento, repleto de imágenes sangrientas que remiten al clima de hostilidad política al que está expuesto como militante y también dentro de la celda, como preso político. "Pobre la cabeza que rueda del puto de barrio" (p.166) piensa Valentín sobre Molina, víctima de la violencia interna de su compañero de celda. Este relato privado deja ver la faceta más agresiva y prejuiciosa de su masculinidad, ya que condensa una mirada peyorativa sobre dos aspectos: por un lado, la sexualidad de Molina y, por el otro, entiende la expresión "de barrio" como una manifestación de ausencia de cultura e intelecto.

Por último, los silencios en los diálogos se ven representados en la escritura con tres puntos suspensivos. De esta manera, el lector entiende que el personaje no habla pero que el intercambio entre ellos sigue. En estos capítulos, hay dos escenas significativas de silencio: una pertenece a Molina que, cuando Valentín se enfurece y arroja el plato, no puede responder a su pedido de disculpas. La otra es en el acto sexual. Valentín le pide: "-No hables... por un ratito, Molinita" (p. 191). Este pedido habilita diferentes lecturas. Por un lado, puede entenderse como una forma de escapatoria de esta situación inesperada, en la que la voz de Molina le recuerda de manera permanente su presencia en ese espacio opresivo. Por el otro, el silencio es algo que se opone al discurso fantasioso de Molina pero también a su propia voz politizada. Si ambos llenan los vacíos de la cárcel con sus relatos, con sus palabras, para este momento de intimidad absoluta solo hay silencio. En esta perspectiva, la experiencia sexual se vive en silencio porque es la única forma de huir y olvidar momentáneamente del contexto inmediato que se exhibe repleto de angustia y terror.