El beso de la mujer araña

El beso de la mujer araña Citas y Análisis

“-¿Con quién te identificás?, ¿con Irena o la arquitecta?

-Con Irena, qué te creés. Es la protagonista, pedazo de pavo. Yo siempre con la heroína.”

Valentín y Molina (Capítulo 1, pp. 27-28)

En este pasaje, Molina muestra su identificación con las mujeres protagonistas de sus películas. Por un lado, exhibe la adhesión a un ideal femenino, lo que borra las marcas de masculinidad presentes en el relato. Por otro lado, esta filiación no es con cualquier tipo de mujer, sino con las heroínas de sus relatos capaces de sacrificarse por el hombre al que aman. De esta manera, la frase puede entenderse como una anticipación del desenlace, donde, como sus heroínas de películas, Molina dejará de lado su vida en pos de su compromiso con Valentín.

“-No, no te lo podés imaginar... Bueno, todo me lo aguanto... porque hay una planificación. Está lo importante, que es la revolución social, y lo secundario, que son los placeres de los sentidos. Mientras dure la lucha, que durará tal vez toda mi vida, no me conviene cultivar los placeres de los sentidos, ¿te das cuenta?, porque son, de verdad, secundarios para mí. El gran placer es otro, el de saber que estoy al servicio de lo más noble, que es... bueno... todas mis ideas...”

Valentín (Capítulo 2, p. 29)

Valentín exhibe la contradicción que siente entre los placeres de la vida cotidiana y la lucha por un ideal mayor, la revolución social. El personaje ve a estos dos polos como irreconciliables, y reprime de manera permanente el mundo vinculado con el disfrute y el placer. Es Molina quien le muestra que es posible la síntesis entre estas dos dimensiones, cuando exhibe como muestra de amor su voluntad para cooperar con la causa política.

“-Decilo, que soy como una mujer ibas a decir.

-Sí.

-¿Y qué tiene de malo ser blando como una mujer?, ¿por qué un hombre o lo que sea, un perro, o un puto, no puede ser sensible si se le antoja?

-No sé, pero al hombre ese exceso le puede estorbar.

-¿Para qué?, ¿para torturar?”

Molina (Capítulo 2, p. 30 y 31)

En este diálogo, Valentín cuestiona la sentimentalidad de Molina, quien lo desafía a incluir la sensibilidad como un rasgo valorable, no solo en las mujeres sino también en los hombres. Con una ironía, Molina le indica que son los hombres quienes llevan a cabo acciones brutales, como torturar, y que es mejor ser mujer que ser uno de ellos. Esta cita muestra a un personaje que, disfrazado bajo la supuesta sumisión de su comportamiento, no teme enfrentarse y retrucarle al revolucionario sus formas reaccionarias de entender el género.

“-¿Qué es ser hombre, para vos?

-Es muchas cosas, pero para mí... bueno, lo más lindo del hombre es eso, ser lindo, fuerte, pero sin hacer alharaca de fuerza, y que va avanzando seguro. Que camine seguro, como mi mozo, que hable sin miedo, que sepa lo que quiere, adónde va, sin miedo de nada.

-Es una idealización, un tipo así no existe.”

Valentín y Molina (Capítulo 3, p. 59)

En esta cita, Molina ve la masculinidad como una manifestación social, asociada a la belleza, la fuerza, la seguridad y la determinación. Así ve a Gabriel, el hombre que ama. En este punto, Valentín le indica que es una representación ideal, que no existen hombres así. Esta consideración de Molina esconde su propia configuración de lo femenino en subordinación con estos valores de la masculinidad. Esto complejiza a Molina como personaje, que es capaz de oscilar entre discutir en paridad con Valentín a adherir a idealizaciones sobre los roles de los hombres y las mujeres.

“me condenaron a ocho años por meterme con un menor de edad pero mamá no me echó una mirada torva, pero por culpa mía mamá se puede morir, el corazón cansado de una mujer que ha sufrido mucho, un corazón cansado, de tanto perdonar, tantos disgustos toda la vida al lado de un marido que no la entendió, y después el disgusto de un hijo hundido en el vicio”

Molina (Capítulo 5, p. 94)

Este monólogo interior de Molina muestra su preocupación y su culpa por el estado de salud de su madre y la posibilidad de no poder llegar a devolverle todos los cuidados. Por un lado, el discurso exhibe las cualidades vinculadas con la mujer: protección, capacidad de perdonar y entender. También presenta su situación familiar, ya que deja ver la presencia de un padre incapaz de comprender a su madre y de un hijo “hundido en el vicio”. En este punto, el mismo personaje atribuye una mirada negativa sobre su propia sexualidad, a la que considera responsable de los sufrimientos de su madre.

“-Sabés una cosa... yo me reía de tu bolero, y la carta que recibí por ahí dice lo mismo que el bolero.

-¿Te parece?

-Sí, me parece que no tengo derecho a reírme del bolero.

-A lo mejor vos te reíste porque te tocaba muy de cerca, y te reías... por no llorar. Como dice otro bolero, o un tango.”

Valentín y Molina (Capítulo 7, p. 122)

En este pasaje, Valentín se acerca a los consumos culturales de Molina. Si bien se ríe de las letras por su cursilería romántica, también reconoce la similitud entre los dolores de su propia vida y los melodramas de las canciones. Así, acepta que este discurso popular tiene valor de verdad para los hechos de su vida cotidiana. De esta manera, Valentín se pone en el lugar de su compañero de celda y ve los modelos a partir de los que Molina crea su propia existencia.

“DIRECTOR: ¿Ayudó o no que lo debilitáramos por el lado físico?

PROCESADO: El primer plato que vino preparado me lo tuve que comer yo.

DIRECTOR: ¿Por qué? Hizo muy mal...”

Director de la cárcel y Molina (Capítulo 8, p. 133)

En este intercambio, el lector advierte que Molina funciona como espía del director de la prisión para ayudar a debilitar a Valentín y así conseguir información sobre el movimiento guerrillero. También entiende que la intoxicación del personaje no fue casualidad, sino una estrategia pensada por las autoridades de la cárcel. Este es un punto de inflexión en la novela, ya que, por algunos capítulos, se puede pensar el acercamiento entre ambos como un plan de Molina para lograr su pronta liberación.

“-Por un minuto sólo, me pareció que yo no estaba acá, ...ni acá, ni afuera...

-...

-Me pareció que yo no estaba... que estabas vos solo.

-...

-O que yo no era yo. Que ahora yo... eras vos.”

Molina (Capítulo 11, p.191)

Este intercambio entre Molina y Valentín ocurre luego del primer encuentro sexual. Aunque es Molina el que indica esa disolución de las barreras entre ambos, el silencio de Valentín se entiende como una adhesión a sus palabras. Sus identidades, tan rígidas anteriormente, ahora parecen fusionarse y dar paso a una tercera posibilidad que se concreta a partir del acercamiento íntimo. Este contacto se entiende como un espacio donde uno se percibe en el otro, lo integra, en una relación que se vuelve tan complementaria que, al fin, uno es también el otro, en otro espacio y tiempo, que no es ni en la celda ni en el afuera.

“-Pero si un hombre... es mi marido, él tiene que mandar, para que se sienta bien. Eso es lo natural, porque él entonces... es el hombre de la casa.

-No, el hombre de la casa y la mujer de la casa tienen que estar a la par. Si no, eso es una explotación.

-Entonces no tiene gracia.

-¿Qué?

-Bueno, esto es muy íntimo, pero ya que querés saber... La gracia está en que cuando un hombre te abraza... le tengas un poco de miedo.

-No, eso está mal. Quién te habrá puesto esa idea en la cabeza, está muy mal eso.

-Pero yo lo siento así.

-Vos no lo sentís así, te hicieron el cuento del tío los que te llenaron la cabeza con esas macanas. Para ser mujer no hay que ser... qué sé yo... mártir.”

Molina y Valentín (Capítulo 13, p. 211)

En esta cita, Molina exhibe sus ideas sobre los roles de los hombres y las mujeres. Así, para el personaje, el sexo femenino debe estar sometido al espacio masculino, dominado por las responsabilidades laborales, la autoridad y el ejercicio del miedo. Su compañero de celda se opone a esta concepción de la mujer, ya que piensa que los vínculos entre ambos sexos no deben exhibir una jerarquía sino una igualdad. La mirada rebelde de Valentín muestra que es consciente de esta discriminación y le indica que no hay que sufrir para ser mujer. Desgraciadamente, el desenlace de Molina refuerza esta idea de sacrificio por el otro.

“-Yo no soy la mujer pantera.

-Es cierto, no sos la mujer pantera.

-Es muy triste ser mujer pantera, nadie la puede besar. Ni nada.

- Vos sos la mujer araña, que atrapa a los hombres en su tela”

Molina y Valentín (Capítulo 14, pp. 225-226)

En este diálogo, que da origen al título de la novela, Valentín bautiza a Molina como mujer araña y nombra su poder: atrapar a los hombres en su tela. Este intercambio condensa la tensión que atraviesa toda la obra entre Molina como narrador y Valentín como oyente/espectador. Así, Molina, como la araña, teje su tela seductora repleta de narraciones fantasiosas, boleros tristes e historias de amor y arrastra a Valentín hacia este espacio ideal, en donde se cuestionan las rigideces de ambos personajes y se da pie a la aparición de un nuevo hombre, capaz de amar y ser amado.

“-Te prometo una cosa, Valentín, ... que siempre que me acuerde de vos, va a ser con alegría, como vos me enseñaste.

-Y prometeme otra cosa... que vas a hacer que te respeten, que no vas a permitir que nadie te trate mal, ni te explote. Porque nadie tiene derecho a explotar a nadie. Perdoname que te lo repita, porque una vez te lo dije y no te gustó.

-...

-Molina, prometeme que no te vas a dejar basurear por nadie.

-Te lo prometo.”

Molina y Valentín (Capítulo 14 p. 226)

En este diálogo, Molina promete dejar de lado sus consideraciones sobre los roles de género para prometerle a Valentín que no se dejará maltratar por nadie. Así, Valentín desenmascara la estructura totalitaria que maltrata y reprime y le propone que adopte una actitud menos disciplente. Sin embargo, paradójicamente, por amor a Valentín, Molina acepta la misión que le cuesta la vida. Este acto también puede entenderse como una tensión entre las teorías liberadoras de Valentín y los deseos de Molina, que, finalmente, elige sacrificarse por la causa de su amado.