El beso de la mujer araña

El beso de la mujer araña Resumen y Análisis Capítulos 15 - 16

Resumen

Capítulo 15

En este capítulo se suma un informe policial sobre Molina, que es vigilado luego de su liberación. A lo largo de los días, el protagonista intenta retomar los ciclos de vida habitual antes de la prisión: habla por teléfono con tíos y una prima, a quien le pregunta por su madre, y, especialmente, con su amigo Lalo, con quien intercambia apodos femeninos referidos a actrices famosas del cine argentino. También hace trámites: va a la tintorería, compra cigarrillos, sale a pasear con amigos, recorre la ciudad, almuerza en casa de familiares, ve una obra de teatro con su madre. Tiene una entrevista laboral en un local para trabajar como vidrierista y lo contratan, ya que es muy recomendado en su labor. Varias veces Molina mira desde su ventana hacia el barrio de Villa Devoto, en donde está la penitenciaría. Llama a Gabriel al restaurant donde trabaja y quedan en volver a llamarse a la misma hora. El servicio de espionaje se encarga de averiguar la identidad de Gabriel, interrogando al gerente del restaurante sobre la honestidad de su empleado. Luego de esta intervención, el mozo se muestra reacio a tener contacto con Molina.

Trece días después de su liberación, Molina hace una llamada por teléfono público a un número desconocido. Al día siguiente, retira dinero del banco y se dirige a una escribanía. Camina hasta una esquina, donde espera una hora sin hablar con nadie. Luego regresa a su hogar. Toda esta secuencia despierta la sospecha de los servicios, quienes averiguan que el procesado se ha encargado de retirar ahorros y dejarlos en un sobre a nombre de su madre.

El último día del informe es el viernes 25. Por la mañana, Molina sale a trabajar y en el almuerzo llama por teléfono público y cuelga, sin respuesta. Luego de su día laboral, se dirige hacia el punto de encuentro en una esquina, en donde espera durante media hora, sin éxito. Dos agentes proceden a detenerlo y, en ese momento, reciben disparos desde un auto en movimiento. Cae herido uno de los agentes y Molina muere antes de que puedan aplicarle primeros auxilios. En esta acción, la patrulla policial elabora una interpretación de los hechos. En primer lugar, manifiesta que los compañeros de Valentín prefirieron eliminar a Molina para que no pudiera confesar. Además, agrega que Molina mismo temía que algo le pudiera suceder, tal como lo demuestra el hecho de que le haya dejado el dinero a su madre. Así, las fuerzas de seguridad entienden que Molina planeó su desenlace fatal.

Capítulo 16

Valentín dialoga con un médico. El guerrillero está en la enfermería; fue brutalmente torturado y quemado. Piadoso, el doctor le ofrece morfina para calmar su sufrimiento, pero le pide que no se lo diga a nadie, porque está arriesgando su puesto de trabajo.

Esta acción da pie a un pesadillesco monólogo interior de Valentín. En él se incorporan de manera confusa otras voces de personas de su vida cotidiana. Así aparece Marta, su amada, que le dice que está adentro suyo, pero que coincide también con la figura de Molina. En este texto se concentran elementos propios de las películas oídas por Valentín: una isla salvaje, el ruido del mar, la playa caliente, una mujer desnuda con una piel muy suave y tibia. En este delirio caótico, aparece su madre, que le pregunta si no le da vergüenza haberle provado tanta desgracia a Molina. Valentín le responde que está muy triste, pero que desea que su compañero de celda haya muerto contento, sacrificándose por una causa buena. Marta le responde que cree que él se dejó matar para ser la heroína de la película. Valentín se lamenta, ya que no puede dormir sin sus películas ni puede llamarlo ni invitarlo a una cena para devolverle todos los favores. Retoma el hilo del delirio; se ve en una selva con una mujer muy rara, de vestido y máscara plateada, y dice que de su cintura y de su cadera sale la tela de una araña. Ella llora y le ofrece un banquete repleto de platos exquisitos: pollo, frutas, dulces. Nuevamente aparece otra voz, de Marta o la mujer-araña, que le dice que vive adentro de su pensamiento y que lo va a acompañar para siempre; que nunca más va a estar solo. Valentín quiere despertar para volver a la lucha, aunque no quiere perder ese sueño para siempre. Entonces la voz le dice que no tema, porque el sueño es corto pero feliz.

Análisis

Estos últimos capítulos son más breves que los anteriores e incorporan discursos nuevos. Específicamente, aparece un modo vinculado con el código policial: el informe sobre el seguimiento de Molina y su posterior asesinato está codificado en un texto sumamente frío. Así, el narrador comenta: "De los dos heridos, Molina expiró antes de que la patrulla pudiera aplicarle primeros auxilios" (p. 237). La utilización de una jerga propia de la burocracia policial, directa y pretendidamente objetiva, choca con la riqueza de las narraciones de Molina, repletas de detalles y cargadas de su manera de ver el mundo. De esta manera, se produce un choque en el lector, por el contraste entre el estremecimiento emotivo por la muerte del protagonista y un texto desprovisto de sensibilidad.

Con la incorporación de estos discursos, Manuel Puig redefine, si se quiere, lo que puede entenderse como literatura, y da cuenta de la riqueza presente en zonas tradicionalmente ajenas a ella. Así, la inclusión de los informes policiales, las cartas, las películas populares rompe con los estereotipos de la novela tradicional y da cuenta de la multiplicidad de técnicas y procedimientos narrativos existentes en textos considerados generalmente como no literarios. Si Molina es un gran narrador, no es por sus lecturas sino por sus consumos de cine; el personaje maneja el suspenso y el detalle a la perfección. "-Mañana seguimos. Chau, que duermas bien" (p.28) le dice Molina a Valentín, e interrumpe la narración en el momento de máxima tensión, para mantener atrapado a Valentín hasta el próximo encuentro.

Con respecto a los motivos de este desenlace tan cruel, la novela ofrece distintas perspectivas. Una primera aproximación podría entenderse como una contradicción: el personaje descomprometido y frívolo es quien muere asesinado por los mismos compañeros de militancia del otro. A lo largo de la novela, Molina expresa su descontento sobre la política como forma de intervención directa: "Los políticos son todos unos ladrones" (p. 93) dice en el capítulo 5. Sin embargo, se involucra tan profundamente con la causa de Valentín que termina muerto.

Distintos personajes plantean diversas hipótesis sobre el trágico desenlace de Molina. Para el equipo policial, este es consciente del peligro que corre y los guerrilleros lo matan para no exponerlo a una confesión, ya que pensaban que Molina podría entregar información trascendental sobre el movimiento a las fuerzas de seguridad. Sin embargo, en la pesadilla final, Valentín ofrece otra lectura: Molina se sacrifica por amor, para parecerse a las protagonistas de sus películas. De cualquier manera, Molina es ambas cosas: una heroína romántica, capaz de proteger y elaborar distintas formas de resistencia bajo condiciones de maltrato y que, además, se compromete políticamente con el movimiento guerrillero de Valentín. De esta manera, es factible pensar que Molina es un personaje heroico mucho antes de su propia muerte, ya que con sus narraciones y cuidados protege a Valentín y a sí mismo de las múltiples violencias del medio exterior.

Luego de la muerte de Molina, ingresamos a la interioridad de Valentín. No casualmente, este discurso final, en letra cursiva, desarrolla la conciencia de un personaje torturado y sedado. Esta técnica, presente en capítulos anteriores, revela la intimidad de los personajes y, puntualmente en este capítulo, los lectores entendemos la progresiva desaparición de la capacidad racional de Valentín e ingresamos a un mundo de ensueño, por momentos caótico y confuso. En este discurso aparecen elementos propios de las películas de Molina: la comida compartida, una mujer araña seductora en una isla en medio del océano. También se incorpora la voz de Marta, indicada gráficamente con comillas, como la interlocutora de este recorrido final de Valentín.

Ya desde el capítulo 14, los lectores sabemos que Molina es la mujer araña. En este sentido, la interpretación de este delirio de Valentín toma otro significado. A lo largo de la novela, el guerrillero exhibe sus prejuicios hacia Molina, ya sea por pensar en él como un puto de barrio, por recriminarle sus consumos culturales o por juzgar su ternura como un defecto femenino. En este sueño pesadillesco, Molina es la mujer araña, que le ofrece comidas deliciosas y que tiene "unos hilos peludos como sogas que me dan mucho asco, aunque tal vez acariciándolos sean tan suaves como quien sabe qué" (p. 243). Esto exhibe un cambio en Valentín, que supera su rigidez y acepta que, detrás de lo que se le presenta como ajeno o hasta desagradable, está la posibilidad de conocer la ternura y hasta el amor.

El desenlace resalta simultáneamente los sentimientos de opresión y de liberación. Por una parte, los finales de Valentín y Molina permiten pensar que no hay alternativa al régimen político que no duda en castigar cruelmente a aquellos que se “desvían” de lo esperado. Así, la revolución política presenta un panorama desesperanzador, ya que el sistema controla los cuerpos de los protagonistas hasta disponer de su vida y su muerte. Pero, por otra parte, Molina muere sabiendo que ama y es amado por un hombre y, en el monólogo final, Valentín incluye a Marta y a su compañero de celda como parte de su interioridad, que lo acompañarán para siempre. Esta liberación de las sexualidades permite entender una nueva percepción de ambos personajes, que traspasa la separación rígida que había entre ellos, no solo en términos de personalidad sino también en relación con las identificaciones sexuales.

Al final de la novela, Molina ya no encarna únicamente al estereotipo de homosexual cursi ni Valentín se identifica ciegamente con la idea de hombría propia del revolucionario intelectual. En este sentido, El beso de la mujer araña postula la existencia de un mundo alternativo y utópico, en el que no existen los roles sexuales fijos ni las relaciones de explotación entre seres humanos. De alguna manera, la capacidad de Valentín de soñar esa isla como un espacio capaz de ofrecer protección y cuidado lo asemeja a la habilidad de Molina, quien, con sus narraciones, permite evadir la crueldad del mundo exterior e imaginar otras vidas posibles que valgan la pena de ser vividas.