Drácula

Drácula Símbolos, Alegoría y Motivos

El crucifijo (Símbolo)

El crucifijo es un símbolo cristiano de la muerte y la resurrección de Jesucristo. Como tal, ejerce un poder particular sobre Drácula: el vampiro retrocede ante su presencia, y no puede traspasar un sitio protegido por el símbolo de la cruz. Desde el inicio de la novela, el crucifijo es el amuleto más utilizado para repeler al vampiro. En Bistritz, la mujer del dueño del hotel le entrega uno a Jonathan y le hace prometer que no se lo quitará en el castillo. Gracias a este crucifijo es que Jonathan sobrevive al primer encuentro con las tres mujeres vampiros.

Más adelante, cuando el grupo de héroes inicie la cacería del vampiro, el crucifijo será uno de los principales amuletos de protección que utilizarán en su aventura.

Las flores de ajo (Motivo)

Las flores de ajo son un motivo recurrente en la novela. Por alguna razón que no se explica, tienen la propiedad de repeler la presencia del vampiro. Por eso, Van Helsing hace traer coronas de estas flores desde Holanda y protege con ellas la habitación de Lucy. Más tarde, cuando destruyen a Lucy en su forma de no-muerta, Van Helsing le corta la cabeza y le llena la boca de flores de ajo. De esa manera, se asegura de que la mujer vampiro ha sido totalmente desterrada y el alma de Lucy, liberada de su maldición.

Las flores de ajo aparecen a lo largo de toda la novela, especialmente utilizadas por Van Helsing como amuleto de protección contra Drácula.

La hostia consagrada (Símbolo)

Para las religiones cristianas, la hostia consagrada simboliza el cuerpo de Cristo, el dios que se hizo carne y dio su vida para la salvación de la humanidad. Por eso, la hostia consagrada es especialmente poderosa en la lucha contra Drácula: el vampiro debe retroceder ante su presencia, y no puede cruzar una zona que se haya protegido con fragmentos de hostia.

La hostia consagrada es el elemento que más utiliza Van Helsing en su lucha contra los no-muertos. En primer lugar, utiliza una hostia para sellar con ella la entrada al mausoleo de Lucy y dejar así a la vampiresa fuera. Más adelante, el viejo profesor coloca hostias consagradas para esterilizar la tierra sagrada que Drácula necesita para descansar. Esto lo hace incluso con las tumbas del propio castillo del Conde. Durante ese último viaje a Transilvania, Van Helsing también utiliza las hostias para dibujar con sus fragmentos un perímetro de protección y escapar así de las fauces de las tres mujeres vampiro.

Los dientes del vampiro (Motivo)

Los dientes blancos y afilados de los no-muertos constituyen un elemento recurrente a lo largo de toda la novela. Se trata del rasgo más característico de los vampiros, y simboliza su necesidad de alimentarse de la sangre de los vivos. Desde el capítulo 1, Jonathan repara primero en los dientes del cochero (que no es otro que Drácula) y luego en los del Conde. A lo largo de la novela, los dientes serán el principal elemento que manifiesta la transformación de Lucy en vampiresa, y también comenzarán a cambiar en Mina tras la posesión de Drácula.

Ante la presencia del cochero, Jonathan destaca los "dientes afilados, blancos como el marfil" (p.23) y, más adelante, tras su encuentro con Drácula, destaca los "dientes blancos muy afilados" (p.30) del conde.

Las tres mujeres vampiro que asaltan a Jonathan en el castillo también poseen los mismos dientes prominentes: "Las tres mujeres tenían dientes blancos que relucían como perlas sobre los rubíes de sus labios carnosos" (p.52). La imagen de los dientes se carga de la sensualidad propia de los vampiros, algo que también se verá en la descripción de Lucy. Los dientes, como motivo, se asocian también a la noción del vampiro como una criatura extremadamente sexual: la mordida del vampiro muchas veces se presenta como una metáfora del beso de un amante.

A medida que Lucy se va transformando, los dientes afilados aparecen como una marca del cambio: "La boca entreabierta dejaba ver las encías sin color, retraídas de los dientes, que se veían más largos y afilados de lo normal" (p.179), y nuevamente, cuando yace en su lecho de muerte, Seward remarca: "los colmillos estaban más largos que el resto" (p.185). Tras la muerte, "sus pálidas encías al desnudo mostraron unos dientes más pálidos y afilados que nunca" (p.187).

Las mordeduras del vampiro (Motivo)

Las mordeduras del vampiro son una señal en los cuerpos de sus víctimas que muy pocos saben interpretar. Mina las encuentra en Lucy y piensa que son una herida que ella misma le ha hecho accidentalmente, al ajustar un chal sobre su cuello. El Dr. Seward no sabe qué pensar de ellas cuando las ve en Lucy, y solo Van Helsing es capaz de comprenderlas, aunque no comparte su información con el resto del grupo hasta avanzada la novela. Como motivo, las mordeduras del vampiro aparecen nuevamente, cuando Lucy se alimenta de la sangre de los niños y estos aparecen luego con las marcas en su cuello.