Cuentos de Edgar Allan Poe

Cuentos de Edgar Allan Poe Símbolos, Alegoría y Motivos

El reloj y el péndulo (Símbolos)

En la narrativa de Poe, tanto la imagen del reloj como la del péndulo simbolizan la cuenta regresiva hacia la muerte. “El corazón revelador”, por ejemplo, presenta un paralelismo explícito entre los latidos del corazón del anciano y el sonido del reloj, mención constante a lo largo de todo el relato. Así, lo que en un principio comienza como “un sonido grave, apagado, veloz, como el tictac de un reloj envuelto en algodón” (687) perturba y enloquece al narrador hasta el límite en que exclama que “¡La hora del viejo había llegado!” (687) y lo asesina.

En “El pozo y el péndulo”, por su parte, el narrador se encuentra prisionero en una habitación en cuyo techo hay pintada una representación del Padre Tiempo, figura mitológica que incorpora la simbología de la Muerte. De esta pintura cuelga un péndulo filoso que, en el vaivén de sus movimientos, se acerca más y más al cuerpo del prisionero con el objetivo de matarlo. Así visto, el dispositivo que conforma el péndulo, junto a la pintura, vincula, en forma simbólica, la inevitabilidad de la muerte y el paso del tiempo.

Algo similar sucede con “La máscara de la Muerte Roja”. En este cuento, Poe vuelve a hacer uso del valor simbólico que presenta la figura del reloj para dar cuenta del carácter inevitable de la muerte. Cada vez que el timbre del “gigantesco reloj de ébano” (617) suena, la multitud de juerguistas recuerda la realidad de la peste y detiene su celebración. La relación entre la muerte y el tiempo se evidencia también al morir el príncipe Próspero, momento en que la enmascarada Muerte aparece erguida e “inmóvil, a la sombra del reloj de ébano” (621). Finalmente, al fallecer el último de los juerguistas, el gigantesco reloj se detiene y la Muerte Roja extiende “su ilimitado dominio sobre todo” (622).

Los estupefacientes (Motivo)

Es común, en los cuentos de Poe, que la degeneración moral y la caída de los personajes en la locura aparezcan asociadas frecuentemente a un uso problemático de estupefacientes, particularmente de alcohol y opio. Por lo general, la mención al consumo de drogas está vinculada a un procedimiento central de su escritura: el uso del narrador no fiable para producir ambigüedad en el sentido final del relato. Así, desde el momento en que se hace explícita la posibilidad de que un narrador haya ingerido alguna sustancia que pueda distorsionar su percepción de la realidad, todos los sucesos increíbles narrados posteriormente pueden ponerse fácilmente en duda. De este modo, el motivo de las drogas o al alcohol en sus cuentos se vincula en forma estrecha con uno de sus temas fundamentales: el tópico de la irracionalidad o la locura.

Este motivo se encuentra en varios de los cuentos de esta selección. En “Ligeia”, por ejemplo, al no poder superar la muerte de su primera esposa, el narrador se entrega al consumo excesivo de opio. A su vez, las alucinaciones de su segunda esposa, Rowena, son provocadas por unas gotas rojas que caen misteriosamente en su copa de vino. En el “El pozo y el péndulo”, el narrador es obligado a ingerir narcóticos a través de los alimentos que le proveen los inquisidores. Esto motiva, en parte, su percepción exaltada. En “William Wilson”, no se sabe si es la creencia de que un doble maligno lo acosa la que impulsa al narrador a beber alcohol en forma excesiva, o si es al revés. En “El gato negro”, la caída en la locura y la depravación moral del narrador viene también acompañada por un aumento en la ingesta de alcohol. En la primera versión de “El retrato oval”, por su parte, el narrador consumía opio para aliviar sus dolores cuando comienza a notar vida en el retrato de la joven. En “El escarabajo de oro”, por último, tanto el criado como el narrador creen que Legrand delira debido al contacto con una sustancia tóxica secretada por un insecto.

Para más información sobre la relación entre el tema de la locura y el uso del narrador no fiable para producir ambigüedad narrativa, visitar “La locura” en la sección Temas.

La mirada y el ojo (Motivos)

En varios de los cuentos que integran esta selección podemos encontrar una presencia constante del motivo de la mirada o de los ojos como elementos que desencadenan obsesión, miedo o perturbación. El cuento en el que esto más se verifica es, por supuesto, “El corazón revelador”. En esta historia, Poe se inspira en la antigua superstición del mal de ojo, presente en varias culturas alrededor del mundo, como en Europa, África y América. Según esta superstición, ciertas miradas tienen el poder de traer mala suerte, hechizar o dañar al objeto de su contemplación. En “El corazón revelador”, el motivo del ojo se vincula con los temas de la obsesión, la muerte y el crimen: el ojo blanco del anciano le “helaba la sangre” (685) a tal punto al narrador, que este se obsesiona y termina planificando su muerte para no tener que verlo nunca más.

En “El gato negro” vuelve a repetirse esta fijación, pero con las cuencas vacías de los gatos del narrador. La fijación comienza cuando el protagonista se enoja con su mascota en una borrachera y le saca un ojo con un cortaplumas. Luego, como “la cuenca del ojo era un visión espantosa” (758), se obsesiona con la imagen y lo termina estrangulando. Sin embargo, el asesinato no lo libra de su culpa, porque un segundo gato, tuerto y muy parecido al anterior, vuelve a presentarse en su vida. Finalmente, la obsesión del narrador lo arrastra hasta la locura y termina cometiendo un asesinato. En este cuento, entonces, el motivo del ojo se vincula con los temas del crimen, la obsesión, lo sobrenatural y la muerte.

La relación de la mirada con lo sobrenatural se presenta también en “El retrato oval”, cuando el narrador adjudica el impacto que le produjo la misteriosa pintura al “brillo demasiado real de la intensa mirada” (610). Aquí, parte del alma de la difunta parece habitar en los ojos de su retrato. En “Ligeia”, el narrador siente una pasión desmedida por los ojos de su amada, ojos que no parecen mortales y que lo llevan a preguntarse qué es lo que “(...) yacía muy hondo en las pupilas de mi amada”. Algo similar sucede en “Morella”, donde el narrador se siente desfallecer cuando observa la mirada melancólica de su esposa como “quien contempla un abismo funesto e insondable” (135). En estos casos, debemos considerar la reiteración de este motivo a partir de su vínculo con el tema de lo sobrenatural.

La investigación (Alegoría)

Varios de los cuentos de raciocinio de Poe presentan una secuencia narrativa común, en la que el conflicto de las historias gira en torno a un misterio, en apariencia sobrenatural o imposible de resolver, que termina siendo desentrañado por un personaje particularmente astuto e inteligente. La investigación que estos personajes realizan en el proceso de develar el enigmas opera en los cuentos como una alegoría de la batalla entre lo racional y lo irracional.

En el caso de los cuentos policiales, como “Los asesinatos de la Rue Morgue”, es la figura del detective Dupin quien -mediante su profundo ingenio y capacidad analítica- encarna el triunfo de la razón sobre lo irracional. En este cuento, el detective descubre al autor de dos violentos y misteriosos asesinatos: un orangután de gran tamaño, salvaje y con “tendencias imitativas” (503) que le permitían emitir sonidos aparentemente humanos y copiar las actitudes de su dueño. Al elegir a un animal tan cercano al ser humano -aunque falto de lenguaje y capacidad de raciocinio- como autor de los asesinatos, Poe enfatiza esta oposición entre lo irracional y lo racional sobre la que alegoriza en el relato.

El detective Dupin vuelve a presentarse en “La carta sustraída” como el único capaz de resolver un misterio en apariencia irresoluble: un hombre roba una carta importante de la casa de una dama muy bien vinculada de la esfera política parisina. Aunque la mujer sabe quién es el ladrón, no puede denunciarlo públicamente, porque el documento contiene información que la compromete. Pese a que la policía registra al hombre y revisa su casa en varias oportunidades, la carta no aparece por ningún lado. Finalmente, el detective Dupin la recupera y expone exitosamente el recorrido deductivo que realizó para encontrarla. Nuevamente, la investigación que realiza el protagonista en este relato opera como una alegoría del triunfo de la razón sobre lo inexplicable.

“El escarabajo de oro”, pese a no incluirse dentro de los relatos policiales, constituye otro ejemplo en el que la batalla entre lo racional y lo irracional se presenta narrativamente con forma de una alegoría. En este caso, será William Legrand y no Dupin quien ocupe el lugar del genio. Legrand es un coleccionista de insectos y aficionado a los criptogramas que encuentra por casualidad el mapa de un tesoro pirata oculto. Su amigo y narrador de la historia y su criado piensan que Legrand se ha vuelto loco cuando lo ven ensimismado haciendo cuentas y tomando apuntes. Finalmente, el hombre les demuestra su gran equivocación al hacerse de un tesoro valuado en miles.

La casa (Alegoría)

De tener que elegir un escenario ideal, Poe se inclinaría por los ambientes cerrados: las oscuras casas, los húmedos y abandonados sótanos, las bóvedas y cuartos encerrados. Esto se debe a que, más allá de las atmósferas atroces que Poe necesita para despertarnos miedo, muchas veces estos mismos espacios representan alegóricamente la trágica caída de los personajes de Poe en la locura y la irracionalidad.

El cuento en el que este recurso alegórico se presenta en forma más clara es “La caída de la casa Usher”, relato en el que la trágica historia de los mellizos encuentra un paralelismo explícito con la vieja mansión en la que viven, y que se prolonga incluso con su muerte, en el preciso instante en que la casa se hunde en el lago. Gran parte de la crítica coincide, de hecho, en interpretar “El palacio encantado”, poema entonado por Roderick para su amigo, como una representación alegórica del cuerpo humano acosado por la locura. Bajo esta interpretación, el poema contaría la historia de una mansión en la que las ventanas son los ojos; los pendones amarillos, el cabello, y la puerta, la boca. Esta construcción, armónica y alegre, es acosada por seres malignos que, “con túnicas de tristeza” (369), traen el desorden y el lamento.

Sin embargo, no solo en “La caída de la casa Usher” se produce esta alegoría: en “Ligeia”, el duelo por la muerte de su primera esposa lleva al narrador a enloquecer, y los efectos de su irracionalidad encuentran un paralelo en las exóticas modificaciones que realiza sobre su abadía en Inglaterra. Algo similar sucede en “La máscara de la Muerte Roja”, donde la negación enfermiza y egoísta ante la realidad de la plaga lleva a Próspero a organizar una mascarada donde la decoración del espacio se destaca por su excentricidad y apariencia onírica. En “El pozo y el péndulo”, por su parte, la oscuridad y la siniestra decoración de la cárcel encuentran su paralelo con la locura y la desesperanza del narrador.