Cuentos de Edgar Allan Poe

Cuentos de Edgar Allan Poe Resumen y Análisis "La carta sustraída"

Resumen

El detective Dupin y su amigo, el narrador, se encuentran en una pequeña biblioteca en París. Mientras cada uno medita sobre sus propios asuntos, Monsieur G., el Prefecto de la policía local, acude a pedirles consejo. Se trata de un caso aparentemente simple y, sin embargo, peculiar, ya que no consigue resolverlo. Dupin, perspicaz, le señala que “quizá la misma simpleza de la cosa sea lo que los confunda” (p. 950), pero el policía no le presta atención.

El Prefecto les explica que una carta comprometedora fue sustraída a una dama muy importante de la política. El ladrón, el Ministro D., tomó el documento a la vista de la dama aprovechando que estaban en compañía de un tercer individuo, a quien la señora quería ocultarle el manuscrito. Por ende, la mujer debió guardar silencio para evitar llamar la atención. Ahora, con la carta en su poder, el Ministro D. tiene el poder de extorsionar a la dama para su propio beneficio político. La dama, por su parte, no puede denunciarlo públicamente, y por eso solicita asistencia a la policía.

Aunque todos concuerdan en que el Ministro aún se encuentra en posesión de la carta, ya que es lo que le permite sostener la extorsión, la policía aún fracasa en sus intentos de recuperarla. Para entonces, ya intentaron dos falsos asaltos para dar con el documento, pero en ninguno de los casos la llevaba consigo. Por este motivo, la policía sospecha que el Ministro D. guarda la carta en su casa pero, tras muchas noches de cuidadosa búsqueda, posibles gracias a las recurrentes ausencias del Ministro, el manuscrito continúa sin aparecer.

El Prefecto está visiblemente frustrado. Cree que un hombre como el Ministro, al ser poeta, no debería ser muy inteligente. Sin embargo, tras un a larga descripción de cómo la policía empleó los métodos más exhaustivos y minuciosos para registrar cada rincón posible, no puede más que admitir que no tienen ni la menor pista sobre la ubicación del preciado documento. Ante esto, Dupin pide una descripción precisa de la carta y le aconseja que la busquen de nuevo.

Un mes más tarde, el Prefecto vuelve a visitarlos. Aún no encuentra la carta y, derrotado, admite que lo que lo motiva a buscarla es la enorme recompensa que la dama ofrece por ella. Es tan grande, reconoce, que estaría dispuesto a extender un generoso cheque a quien pudiera ayudarlo a dar con ella. Para sorpresa de todos, Dupin le extiende en el momento un talonario de cheques al tiempo que le indica que, si completa uno por la suma mencionada, se compromete a entregarle el documento. Mudo y estupefacto, el policía cumple lo solicitado. A cambio, Dupin le entrega la carta en el acto. El policía se retira, ofuscado y sin volver a pronunciar palabra.

Una vez a solas, Dupin procede a explicar el caso. Según su análisis, el problema del Prefecto fue subestimar al Ministro y creer que iba a esconder la carta siguiendo la misma lógica que la policía. La búsqueda que ellos realizaron -explica- habría resultado exitosa si el ladrón la hubiera escondido tal como ellos la buscaron: en algún rincón o escondite secreto. Sin embargo, D. es más listo que ellos y su capacidad creativa le permite ponerse en el lugar de los policías y anticiparse a sus procedimientos. Gracias a ello, pudo burlarlos con una estrategia más astuta: dejar la carta a plena vista de todos.

Para recuperar el documento, Dupin visitó al Ministro -a quien conoce hace un tiempo- y, tras una rápida inspección del recinto, se detuvo en una carta de aspecto descuidado que parecía haber sido dada vuelta, y que tenía escrita una dirección con el objeto de hacerla pasar desapercibida. Al día siguiente, Dupin volvió a presentarse en la casa con la excusa de haber olvidado algo y aprovechó un altercado en la calle -que él mismo había organizado- para reemplazar la carta con otra de igual apariencia.

Cuando el narrador le pregunta a su amigo por qué se tomó semejante molestia en lugar de llevarse la carta directamente, Dupin le recuerda que él es partidario de la dama damnificada. Al proceder del modo en que lo hizo, es muy probable es que el Ministro continúe actuando como si tuviera con qué mantener su posición de poder sobre ella. Llegado el momento, esta situación podría dejarlo en ridículo públicamente. Además -admite- tiene una motivación personal: una vez, el Ministro le ocasionó un mal por el que Dupin prometió venganza. Debido a ello, se aseguró de dejar en la carta falsa un breve mensaje para que, llegado el momento, el Ministro sepa quién fue el que lo superó en esta batalla de ingenios.


Análisis

“La carta sustraída”, también conocido como "La carta robada", es el tercero de tres cuentos detectivescos de Poe que, en conjunto, constituyen, según el crítico Pedro Luis Barcia, una misma unidad narrativa. Esta unidad se produce por la repetición de los personajes principales (el narrador, el detective Dupin y el Prefecto de Policía), por el contexto espacial y temporal del marco narrativo y, finalmente, por los temas y las mutuas referencias que los cuentos realizan entre ellos. Para una comprensión superior de estos relatos, Barcia insiste que “La carta sustraída” y sus acompañantes, “Los asesinatos en la Rue Morgue” (incluido en esta selección) y “El misterio de Marie Roget”, deben leerse en conjunto.

Ahora bien, aunque tanto este cuento como “Los asesinatos en la Rue Morgue” establecen la misma fórmula clásica del misterio policial, “La carta robada” toma un camino distinto para presentar otra faceta del intelecto de Dupin. En este relato, no es solo su racionalidad sino también su capacidad creativa y empática la que le permite ponerse en el lugar del criminal y resolver el misterio. Aquí -y a diferencia del terrible crimen de “Los asesinatos en la Rue Morgue”-, la dificultad del caso no radica en la identidad del criminal y los detalles de su fechoría, sino en superarlo en inteligencia para recuperar la carta robada.

El cuento se vale de tres personajes -el Prefecto de Policía, el Ministro y el narrador- para señalar contrastes y similitudes respecto a la personalidad de Dupin, ayudando así a definirla. Con su actitud enérgica, sus emociones obvias y su poca perspicacia, el Prefecto se distancia completamente de la aproximación calma y analítica con la que Dupin aborda los casos. Su falla principal es que no entiende que el modo de resolver la incógnita es proceder de forma empática: pensar de un modo similar al criminal. En lugar de ello, recurre a los métodos que él mismo hubiera utilizado si tuviera que esconder la carta. Estos métodos son útiles, a su manera, pero ineficientes en un caso de estas características.

Las diferencias entre estos personajes no solo pretenden enfatizar la capacidad analítica superior del detective, sino que ofrecen también una fuente de humor, ya que Dupin se vale de la ironía y la sutileza para burlarse constantemente del Prefecto. Por ejemplo, cuando el Prefecto explica que la dama le pidió que buscara la carta, el detective señala en forma irónica que no podría imaginarse a alguien más capaz. Además, Dupin toma de interlocutor al narrador para burlarse de Monsieur G.: cuando el hombre se presenta para pedirles consejo, por ejemplo, el narrador confiesa: “Le dimos una calurosa bienvenida, pues el hombre nos resultaba divertido a la vez que despreciable” (949).

Cabe mencionar que el narrador completa -junto a Dupin y el Prefecto- lo que Costa Picazo define como una “clasificación tripartita” de los encargados de develar el misterio. Esta estructura permite que el lector común se identifique en un plano intermedio con el narrador, admire la inteligencia privilegiada del detective y se burle, junto a estos dos, de la incompetencia e ingenuidad del policía. La clasificación tripartita creada por Poe define las características del policial clásico y será repetida desde entonces en innumerables ocasiones, sobre todo a partir de las conocidas historias de Sir Arthur Conan Doyle.

En relación al antagonista de la historia, Dupin caracteriza al Ministro como un persona inteligente, con las cualidades del poeta y del matemático. En ese sentido, este personaje posee un capacidad analítica similar a la de Dupin, lo que trae nuevamente a colación el tema del doble. En este caso, el Ministro opera como un doble del protagonista, pero carente de valores morales. El detective, consciente de sus similitudes, define a su enemigo como un “hombre de genio carente de principios” (p. 971), y disfruta particularmente el poder dejarlo en ridículo.

Al final del cuento, Dupin escribe en la carta falsa que le deja al Ministro una cita que proviene del mito griego de Atreo y Tieste. Tieste cometió adulterio con la esposa de Atreo y, en venganza, Atreo le mató y cocinó a sus hijos y luego se los dio de comer. Con esta cita, Dupin transmite al Ministro que, aunque obró mal al robarle, la culpa la tiene el propio Ministro por haber robado primero. Pero también le dice que, en el juego que estaban jugando, aunque el Ministro es bueno, él mismo es mejor.