Cuentos de Edgar Allan Poe

Cuentos de Edgar Allan Poe Resumen y Análisis "Los hechos en el caso de M. Valdemar"

Resumen

A P., el protagonista, no le sorprende el impacto que provocó el caso de M. Valdemar, un suceso extraordinario que se volvió objeto de atención y especulación pública. Sin embargo, la divulgación de una versión distorsionada lleva a que mucha gente no crea en la historia y por eso, para el narrador, “se hace necesario que ahora ofrezca los hechos” (1102).

Hace tres años que P. es un entusiasta del mesmerismo y la hipnosis. Un día cae en la cuenta de que nadie probó realizar una sesión de hipnosis durante el momento de la muerte de una persona y, por ende, se desconoce si una intervención semejante es posible y, en caso de serlo, cuánto podría prolongar la defunción. Para llevar adelante la investigación, le escribe a su amigo M. Valdemar, quien se encuentra mortalmente enfermo de una tuberculosis pulmonar, y este acepta con gran entusiasmo. P. ya intentó hipnotizarlo en el pasado pero no tuvo mucho éxito, y supone que fue por culpa de su enfermedad. Como los médicos ya estimaron la época de su defunción, acuerdan que P. lo visitará un día antes de que ocurra el deceso para realizar la intervención.

Siete meses más tarde, P. recibe una nota de Valdemar anunciando que su muerte es inminente y se apresure a verlo. Al llegar, encuentra a su amigo sumamente demacrado y, aunque su salud es débil, permanece lúcido. Sus médicos, los doctores D. y F., pronostican que fallecerá a la medianoche del día siguiente pero -a pedido de P.- se comprometen a regresar para acompañar en el experimento.

La noche siguiente, antes de que lleguen los médicos, P., las dos enfermeras de Valdemar y Theodore L., un estudiante de medicina convocado por P. para tener más testigos, comienzan con la sesión de hipnosis. El experimento parece funcionar, aunque sus efectos no se vuelven visibles hasta el momento en que llegan los médicos. Entonces, los ojos de Valdemar se ponen en blanco, su respiración cambia y el cuerpo se le vuelve rígido y helado: todos coinciden en que está completamente hipnotizado. El doctor. F. decide irse para volver por la mañana y los demás se quedan para ver la evolución del paciente, a quien deciden dejar tranquilo un rato.

A las tres de la madrugada vuelven a verlo y lo encuentran igual. P. le pregunta varias veces si está dormido, hasta que Valdemar contesta y pide que lo dejen morir sin despertarlo. Luego, P. le pregunta si siente dolor en el pecho y Valdemar responde que no, ya que está muriendo. Esta conversación vuelve a repetirse al amanecer, esta vez con la presencia del doctor F.

Por tercera vez, P. vuelve a preguntarle si está dormido. Sin embargo, ahora el rostro de Valdemar se transforma horrorosamente: sus ojos y su piel se ponen blancos, sus párpados y labios se le repliegan hacia dentro y la parte inferior de la mandíbula se le abre por completo, descubriendo la lengua hinchada y ennegrecida. Como su cuerpo no muestra signos de vitalidad, concluyen entonces que está muerto. Pese a ello, Valdemar sigue hablando y dice que antes estaba durmiendo, pero ahora está muerto. Su voz suena extraña y distante, pero también viscosa, como un silbido. En ese momento, Theodore L. se desmaya de la impresión y las enfermeras huyen, asustadas. Los que quedan continúan examinando a Valdemar y constatan que, aunque ya no respira ni es capaz de seguir indicaciones, su lengua se esfuerza por responder preguntas.

A la tarde siguiente, todos vuelven a ver a Valdemar y lo encuentran en la misma condición que lo dejaron. Coinciden en que la hipnosis ha detenido la muerte y despertarlo significaría matarlo. Debido a ello, lo mantienen en esta condición durante siete meses, hasta que deciden hacer el experimento de despertarlo. El narrador le pregunta cuáles son sus sentimientos o deseos y Valdemar, con la misma voz horrible de antes le responde: “¡Por amor de Dios! ¡Rápido! ¡Rápido! ¡Vuélvame a dormir! ¡O despiérteme! ¡Rápido! ¡Le digo que estoy muerto!” (p. 1112). Desconcertado, el narrador intenta despertarlo, mientras Valdemar repite “¡Muerto! ¡Muerto!” hasta que, súbitamente, su cuerpo se desintegra en un líquido putrefacto que se derrama sobre la cama.


Análisis

Este relato presenta un ejemplo de la tendencia de Poe a querer hacer pasar algunas historias como verdaderas para el público lector. Para ello, El autor se vale de un narrador en primera persona que expresa su deseo de disipar los rumores públicos, “fuente de desagradable tergiversación y, como es natural, de descreimiento” (1102), haciendo el relato lo más preciso posible. Este intento de producir credibilidad mediante el ofrecimiento de “los hechos” (1102), otorga una sensación de mayor realismo a la historia y la circunscribe a las expectativas de un público habituado a la lectura de noticias ‘científicas’.

Cabe mencionar que Poe publicó este cuento sin firmarlo y muchas personas lo confundieron con un verdadero relato científico. Según varios críticos, esta historia se inspira en registros verdaderos de un experimento similar realizado sobre un paciente con las mismas características de Valdemar. Además, las teorías científicas iniciadas en el siglo XVIII no contradecían la posibilidad de suspender la muerte mediante el mesmerismo, doctrina pseudocientífica vinculada a la hipnosis e iniciada por el médico austríaco Franz Mésmer. El mesmerismo se había transformado en uno de los temas favoritos para los lectores de revistas y Poe, siempre interesado en ampliar sus ventas, explotó esta mentalidad abierta al elaborar la historia.

Al igual que varias de las obras de Poe, el argumento de esta narración gira en torno al tema de la muerte; más específicamente, al de su inevitabilidad. En este sentido, la podemos relacionar con “La máscara de la Muerte Roja”, aunque el tratamiento del tema sea por completo diferente. De este modo, en “Los hechos en el caso de M. Valdemar” se busca indagar en la posibilidad de que la muerte sea suspendida a través la hipnosis mesmérica. Sin embargo, la resolución del cuento no indica sino lo contrario: a pesar de los esfuerzos de la ciencia, la muerte es inevitable.

Además, aunque la descripción que el narrador hace del deterioro del cuerpo de Valdemar es horrorosa debido a la inclusión de detalles mórbidos, su transformación grotesca en un líquido putrefacto termina siendo aún peor. Así, la dedicación de Poe a la producción de representaciones perturbadoras del cuerpo degradado por la muerte permite relacionar esta historia con muchas otras del autor. La diferencia fundamental reside en que, mientras que los cuerpos maltratados de los otros relatos suelen ser víctimas de la violencia deliberada, acá es la ciencia la que produce efectos violentos sobre el cuerpo de Valdemar.

Sabemos -tal como analizamos en la sección "Temas"- que tanto el ocultismo y lo sobrenatural como la idea de la trascendencia de la vida después de la muerte son algunos de los tópicos favoritos de Poe. En esta historia, estas cuestiones vuelven a ser abordadas pero, esta vez, como una posibilidad brindada por el desarrollo científico. Cabe mencionar que la oposición contemporánea entre lo sobrenatural y lo científico no es, desde los tiempos en los que Poe escribe, un impedimento para el desarrollo de sus ideas sobre la permanencia del alma luego de la muerte del cuerpo.

Resulta curioso, en este sentido, que mucho después de que el cuerpo de Valdemar deje de reaccionar a las intervenciones hipnóticas del narrador, su lengua aún se esfuerce por seguir dando voz a sus palabras y, su cuerpo, por evitar la podredumbre que provoca la muerte. La lengua, vista de este modo, es tanto la voz de su alma como una parte física del cuerpo. Más aún, incluso mientras el cuerpo se descompone en líquido, la lengua es lo último en desaparecer y continúa gritando “¡Muerto! ¡Muerto!” (1112) hasta el último momento.

Por último, es importante mencionar que este cuento es considerado por la crítica como una de las primeras contribuciones de Poe al género de la ciencia ficción, del que es, además, uno de sus iniciadores. Como sucede típicamente en la ciencia ficción, el narrador concibe su experiencia con M. Valdemar como un experimento científico e intenta -más allá de su amistad con el enfermo y de lo cruento de la situación- ser un observador objetivo de todo el proceso. En este sentido, es un tipo de narrador completamente distinto a los de toda la selección realizada. Otras características típicas de la ciencia ficción presentes en este cuento son la inclusión de vocabulario pseudocientífico y la exploración especulativa de las peligrosos implicaciones de la ciencia sobre el futuro de la humanidad.