Adán Buenosayres

Adán Buenosayres Resumen y Análisis Libro Cuarto

Resumen

Después de ser echados del entierro, Adán y sus amigos (menos Del Solar que se ha retirado, ofendido) toman el tranvía Lacroze y cenan en la glorieta de Ciro Rossini, un italiano alegre y servicial. Su negocio, ubicado en la calle Triunvirato de la Ciudad de Buenos Aires, está en decadencia; solo cinco hombres lo visitan con lealtad: el payador Tissone, el Príncipe Azul y los Tres Humoristas del conjunto "Los Bohemios". Son como fantasmas y el lugar está lleno de guitarras y bandoneones. Ciro reconoce rápidamente a los jóvenes como artistas. Todos los hombres se sientan a comer en la misma mesa. Hay cierta preocupación por la cantidad de comensales (son doce), pero invitan a Ciro a sentarse.

Adán le pide a Tissone que cante y se arma una payada de contrapunto con Franky Amundsen. Se pelean un poco, pero no pasa a mayores. Luego, conversan sobre poesía con el Príncipe Azul, poeta del presente, de la realidad cercana. Él es socialista y escribe sobre la desigualdad y la injusticia. Adán cree que es necesario escribir sobre lo verdadero, pero sin perder de vista lo bello, y a continuación explica algunas de sus ideas sobre la literatura, las metáforas y la literalidad.

Luego se separan en dos grupos para cantar y tocar la guitarra: la mesa redonda es la de los cuerdos (Pereda, Schultze, Rossini y Buenosayres) y la mesa cuadrada es la de los locos (Bernini, Tesler, Amundsen, el payador Tissone, el Príncipe Azul, y los Tres Bohemios). Se produce un diálogo entre los miembros de la mesa redonda, dispuesto en las páginas como si fuera una obra de teatro, con aclaraciones escénicas y didascalias. En él discuten sobre poesía y sobre la tarea del poeta. Adán conduce la conversación; expone ideas y los demás hacen preguntas o asienten. Consideran los objetos como materia de la poesía, y recuperan la definición de Aristóteles del arte como imitación de la naturaleza. Discuten sobre las relaciones entre la forma y el contenido, la inspiración y la expiración poéticas, y la relación de la poesía con la música. Para el protagonista, la creación es como una caída y como una forma de la caridad. El poeta tiene el privilegio de elevarse con la inspiración y luego, al expirar, desciende para crear poesía y compartirla con los otros humanos.

Llegan gritos del otro grupo: Franky y Tissone van a enfrentarse en una payada de contrapunto. El primero, acompañado por uno de los Bohemios, lanza una pregunta difícil, y el segundo, que toca su propia guitarra, debe responderla. Todos los demás hacen de jurado. El payador Tissone gana porque responde con buena poética, no porque su respuesta sea científicamente correcta. Franky festeja su propia derrota porque los versos del otro han sido hermosos. Luego se despiden y se vuelven a Villa Crespo.

Los amigos van a un prostíbulo. En el lugar ya se encuentran el Mercader Sirio, el Conductor Gallego, el Gasista Italiano, el Señor Maduro y el Joven Taciturno. Son once figuras masculinas en total. En la puerta de la sala dormita doña Venus, y cerca de ella está Lulú, la perrita. Jova es la trabajadora sexual del lugar, que repentinamente sale de la habitación y elige al hombre que puede pasar. Primero selecciona al Joven Taciturno y luego al Conductor Gallego. Mientras tanto, todos los hombres que esperan conversan, hasta que algunos se aburren y se van. Después, Tesler le falta el respeto a doña Venus, ella llama a la policía y los amigos deben salir corriendo.

Schultze, Franky, Pereda y Bernini corren hacia la calle Triunvirato, mientras que Adán y Tesler escapan hacia la izquierda, hacia Villa Crespo. Regresan al barrio a las cuatro de la mañana, y el protagonista quiere volver a la calle Monte Egmont, pero su amigo está muy borracho y le cuesta mantenerse en pie. Camina un poco, se cae y está a punto de vomitar. Adán lo asiste; caminan juntos. Tesler se angustia y llora por su juventud perdida. Luego conversan sobre Solveig y el hecho de que Lucio Negri la corteja, Tesler piensa que Adán debería darle una paliza al médico. Entonces saca de su billetera una foto de Haydée en la playa. Se lamenta porque la ama pero no tiene nada que ofrecerle: dice que no es bello físicamente y que no tiene dinero.

En este punto, la narración se dirige a Samuel en segunda persona y se explora su pertenencia al judaísmo. El texto se desplaza hacia un plano mítico: propone un recorrido desde Egipto hasta Jerusalén, recuerda antiguos padecimientos del pueblo judío y menciona objetos sagrados de oro, a Dios y al profeta Abraham. Sumido en su triste borrachera, Tesler recuerda que le faltan solo tres materias para recibirse de médico; piensa que si terminara la carrera podría ser rico y casarse con Haydée. Siguen conversando. Adán menciona la maldición del crucificado y discuten sobre Jesús: Adán cree que los judíos crucificaron a su mesías. Tesler, indignado, dice que Jesús no era un mesías sino un loco sentimental. El filósofo está muy borracho, no se comporta, y el protagonista debe forzarlo a volver a la pensión y acostarlo en la cama.

Análisis

El Libro Cuarto retoma motivos y personajes gauchescos. Entre ellos se destaca la figura del payador y su arte, la payada. Esta se trata de una forma de poesía oral, casi cantada, que se improvisa siguiendo patrones de rima y métrica. Un punto álgido del episodio que tiene lugar en la glorieta es la payada de contrapunto, un duelo entre dos payadores que se hacen preguntas y ofrecen respuestas, en este caso, Franky y Tissone. Tradicionalmente, en la literatura argentina es una forma de duelo, una pelea de palabras que muchas veces antecede a peleas físicas. Esta vez no hay violencia corporal porque todos son artistas, y cuando Tissone vence a Amundsen, todos, incluso el perdedor, disfrutan de la belleza de los versos enunciados. En ese sentido, además, esta reunión es otro ejemplo nítido de la mezcla entre lo alto y lo bajo, lo erudito y lo popular, la ciudad y el campo que propone toda la novela: los jóvenes intelectuales cenan, debaten y hasta pelean con los hombres decadentes como iguales.

Por otra parte, los hombres de la glorieta son descritos como fantasmas porque son tipos sociales en extinción, figuras típicas del siglo XIX y de una Buenos Aires menos urbanizada, más rural. Esa presencia fantasmática es un elemento más que contribuye a la creación de un ambiente mortuorio. La muerte, fuertemente señalada en el Libro Tercero, ya inunda todas las escenas de la narración. Y en esa línea se prolonga la alegoría de Adán como Jesucristo en sus días finales. Tanto es así que esta comida tiene lugar el Jueves Santo por la noche, fecha que coincide con el episodio de la última cena de Jesús y sus apóstoles relatado en los evangelios. El hecho de que los hombres sentados a la mesa sean doce o trece también alude al episodio bíblico aludido, dado que Jesús compartió esa comida con sus doce apóstoles. Finalmente, esta es la única oportunidad en la que el protagonista se explaya en sus ideas sobre literatura, dejando enseñanzas a los demás. En el resto de la novela suele mantenerse en silencio, mientras discurre su imaginación. En la última cena, Jesús, anticipando su propia muerte, también deja enseñanzas a sus apóstoles.

La voz de Adán también protagoniza la conversación entre los miembros de la mesa redonda que se escribe bajo la forma del diálogo teatral. Así, la charla ejemplifica el modo en que el protagonista filtra y organiza la multiplicidad de voces de la novela. Adán Buenosayres, como se ha observado, tiene una cantidad enorme de personajes secundarios que expresan ideas, sentimientos, pensamientos y creencias muchas veces distintas u opuestas a las del protagonista. Sin embargo, como afirma el crítico literario argentino Sebastián Hernáiz, en la obra hay un sistema que incluye voces plurales pero al mismo tiempo las organiza "bajo la tutela de la voz narradora" (8). Por ejemplo, cuando el Príncipe Azul defiende la literatura realista y socialista, Adán admite que es una postura válida, pero enfatiza la importancia de la belleza en la poética. Este es un debate fundamental entre los escritores de la primera mitad del siglo XX en Argentina.

La teoría estética de la literatura que expone Adán combina dos grandes tradiciones. Por un lado, retoma la postura aristotélica y sostiene que las artes imitan la naturaleza. Por otro, todo su planteo deja entrever su pensamiento cristiano, ya que asume la existencia de un Creador (Dios). En el encuentro de ambas tradiciones, Adán considera que los poetas elevan (hacia los cielos, hacia la divinidad) su alma y encuentran inspiración, luego descienden de vuelta al nivel de los humanos y comparten su creación poética con los demás. Así, la fuente de la poesía es divina, no humana, y los poetas son especiales y deben ser caritativos, deben escribir para compartir de alguna manera esa aproximación a los dioses. Tanto Schultze como el protagonista asumen esta postura y sostienen que el poeta no es un creador absoluto, sino un imitador del Creador, con mayúsculas, también llamado "Artífice Divino".

Al final del Libro Tercero, el tema de la religión vuelve a aparecer, pero esta vez recuperando la tradición judaica, ya que Samuel Tesler es judío. Mientras Adán y el filósofo prolongan sus conversaciones sobre el amor que sienten por Haydée y Solveig Amundsen, el narrador recorre episodios de la mitología judía. Así, menciona a Beelsephon, antiguo nombre en hebreo que designa la zona donde los israelitas hacen su cuarta parada durante el éxodo desde Egipto, justo antes de atravesar el Mar Rojo. A este último, la novela de Marechal lo llama "mar de color de sangre" (331). Se trata de un mar que, según la tradición judía, abre milagrosamente sus aguas para dejar pasar a los israelitas que escapan de Egipto, donde eran esclavizados. Luego, la novela de Marechal se refiere a la llegada a Jerusalén, dentro de la región conocida como Canáan o "Tierra prometida", es decir, un territorio que Dios le asigna al pueblo judío. Todos estos episodios son narrados en la Torá, es decir, la Biblia hebrea; más específicamente, en el libro titulado Éxodo. Por su parte, el propio Tesler menciona algunos lugares comunes sobre los judíos en occidente, como la tendencia a ser comerciantes y tener un interés especial por las riquezas.