Adán Buenosayres

Adán Buenosayres Resumen y Análisis Libro Séptimo

Resumen

El Libro Séptimo es la transcripción de otro manuscrito de Adán Buenosayres, el Viaje a la Oscura Ciudad de Cacodelphia. El sábado 30 de abril de 192., el astrólogo Schultze y el protagonista vuelven a adentrarse en el campo de Saavedra a medianoche. La idea es descender a unas “ciudades mitológicas”: Cacodelphia, infierno de Buenos Aires, y Calidelphia, que sería un paraíso de la ciudad. Para el protagonista, la travesía es semejante a las de Ulises, Eneas, Alighieri “y otros turistas infernales” (440).

En medio del campo encuentran un ombú, árbol típico de esta región de Argentina, e ingresan a Cacodelphia por una hendidura en su tronco, tras un ritual mágico realizado por Schultze. El astrólogo es un hombre muy alto y pálido; no puede calcularse su edad, y su inteligencia es tan extravagante que algunos lo consideran sabio y otros, loco. En esta aventura, guía a Adán como un “raro Virgilio” (444). Apenas pasan por la hendidura, descienden en un túnel, van muy rápido y se quedan como dormidos. Schultze anticipa una descripción de Cacodelphia para que Adán no se sorprenda; la plantea como un producto de su mente, es decir, él es el creador de este Infierno. Se trata de un camino en descenso en forma de helicoide con nueve niveles de espiral. En cada uno se encuentra un barrio. Están separados entre sí por accesos difíciles o peligrosos como puentes y puertas con monstruos.

El primer espacio que atraviesan es el Demos, un suburbio del Infierno donde viven aquellos que no fueron ni buenos ni malos, sino irresponsables. Para Adán, algunos rostros resultan familiares. De allí, se dirigen a un pozo por donde baja un tobogán, se deslizan hacia abajo, sentados, y llegan a una playa con lagunas de aguas pastosas. Allí, y en todos los otros niveles de Cacodelphia, los paisajes son horribles y la luz proviene de un lugar imposible de reconocer. Adán y Schultze se suben a una lancha, atraviesan el hueco de una muralla y llegan al primer barrio del infierno propiamente dicho, dedicado a los pequeños burgueses, personas con pequeños vicios y maldades, pero sin ninguna virtud. Entre ellos encuentran a algunos conocidos: un vecino de Adán, la señora de Ruiz y el Profesor Berreta.

Salen de allí y, para acceder al siguiente nivel, deben enfrentar a un monstruo gigante con forma de mujer, llamado Doña Lujuria. Está totalmente desnuda; en lugar de mamas tiene dos cabezas de perro; en el lugar de la vulva, un cangrejo, y de los glúteos le salen alas de gallina. Muestra una sensualidad dolorosa. Llegan al segundo barrio, que tiene forma de un estudio de cine o un teatro. Es el dedicado a la Lujuria, y tres cuartos de la ciudad está allí. Adán reconoce al petizo Bernini entre la multitud. Este da un discurso que repite su teoría sobre la falta de mujeres como problema de la población de la patria. Luego pasan por todos los sectores de este infierno y van encontrando a más figuras conocidas.

Después entran al Infierno de la Gula. Miles de comensales sentados a una gran mesa están condenados a comer eternamente. Hay cocinas a la derecha y vomitorios a la izquierda. Los cocineros son cíclopes y entre ellos reconocen a Ciro Rossini. Conversan con otros personajes conocidos hasta que discuten con una señorita que preside el festín y personifica la Gula, quien los echa del lugar. El siguiente nivel es el Infierno de los Avaros, condenados a hacer negocios sin sentido para siempre. Entre ellos, Adán reconoce a Polifemo; al cobrador Zanetti, que da un discurso sobre los “chanchos burgueses” (517) que lo rodean; y al señor Lombardi. Luego entran a una mansión donde ven una tragicomedia ambientada en Villa Crespo.

En la puerta del quinto infierno encuentran un dragón enano. Para poder atravesarla, duermen a la criatura recitándole metáforas y textos literarios, y así acceden al Infierno de la Pereza. Escuchan las conversaciones que tienen algunos condenados allí, a los que llaman “Personajes”. En este nivel reconocen al Príncipe Azul, a un cafiolo de Villa Crespo, al guitarrero de Montmartre y al trío “Los Bohemios”. El pasaje por el sexto infierno, dedicado a la Envidia, es rápido y superficial. Resulta muy fácil entrar en la dimensión de este pecado; no hay ni monstruos, puertas ni contraseñas para acceder.

Rápidamente suben a una embarcación y llegan al Iniferno de la Ira, escenificado en una especie de pelea de box. Allí encuentran a muchos conocidos: Franky Amundsen, Del Solar, el Carrero del Altillo, el malevo Di Pasquo, el taita Flores, Rivera, las Tres Cuñadas Necrófilas, la Chacharola y Juancho y Yuyo, entre otros. Después encuentran a Luis Pereda. Con él conversan sobre arte y literatura, y discuten con las falsas Musas, que se van presentando una por una. De allí pasan por el octavo infierno, correspondiente a la Soberbia, donde encuentran a Samuel Tesler vistiendo su extraño quimono y encarnando una figura hermafrodita. Adán se dedica a descifrar los símbolos del quimono. Tesler los guía por este nivel infernal, que incluye un Parlamento y sus Diputados y otra sala que parece una morgue, un hospital o una carnicería, donde encuentran a Lucio Negri y al doctor Aguilera. En otra sala vuelven a ver a Franky, que ofrece un espectáculo como ventrílocuo. Sin embargo, Schultze se da cuenta de que es un estafador, y no el verdadero Amundsen. Se produce una pelea y Adán y el astrólogo escapan. Entran en un jardín donde un insecto gigante llamado Don Ecuménico habla sobre la transformación y evoca las metamorfosis antiguas de Ovidio, Apuleyo y Luciano. Arriban a un portón hacia el noveno círculo del Infierno y se despiden de Tesler.

Al fondo del helicoide hay una gran masa gelatinosa que parece un molusco gigante. Schultze explica que se trata del Paleogogo y le pregunta a Adán qué le parece. Entonces, la novela termina con la respuesta del protagonista: “Le contesté: —Más feo que un susto a medianoche. Con más agallas que un dorado. Serio como bragueta de fraile. Más entrador que perro de rico. De punta, como cuchillo de viejo. Más fruncido que tabaquera de inmigrante. Mierdoso, como alpargata de vasco tambero. Con más vueltas que caballo de noria. Más fiero que costalada de chancho. Más duro que garrón de vizcacha. Mañero como petizo de lavandera. Solemne como pedo de inglés” (704).

Análisis

Este apartado final es el más extenso de la obra. Sus páginas constituyen casi la mitad de la novela en su conjunto. Al igual que el Libro Sexto es narrado en primera persona por el protagonista, que también lo ha escrito. Se trata de un texto extraño y repleto de referencias a la literatura universal. De hecho, es el libro de Adán Buenosayres donde se aprecia la intertextualidad en su mayor esplendor. El propio texto se declara como homenaje a otras epopeyas clásicas, ya que el protagonista se compara con Ulises, Eneas y Dante Alighieri, héroes de la Odisea, la Eneida y la Divina Comedia, respectivamente.

En particular, esta última referencia comienza con un descenso al infierno, también escalonado en niveles, que funciona como gran inspiración para Marechal. La Divina Comedia es un extenso poema escrito por Dante Alighieri en dialecto toscano a comienzos del siglo XIV en la actual Italia. Se trata de un texto épico que celebra el cristianismo, repleto de referencias cristianas, y dividido en tres grandes partes: Infierno, Purgatorio y Paraíso. Los elementos que establecen intertextualidad entre el Viaje a la Oscura Ciudad de Cacodelphia y la primera parte de la gran obra de Alighieri son múltiples. En primer lugar, el astrólogo Schultze, guía de Adán Buenosayres, es llamado "raro Virgilio" ya en las primeras líneas del Libro Séptimo: Virgilio es el acompañante de Dante, protagonista de la Divina Comedia, en su descenso al averno. En segundo lugar, los niveles de ambos infiernos son nueve y, en ambos casos, siete de ellos se corresponden con los siete pecados capitales de acuerdo con el cristianismo. A su vez, el modo de ingresar a cada uno de estos infiernos literarios es semejante: Adán y Schultze entran por una hendidura en un ombú de la pampa húmeda, así como Dante y Virgilio lo hacen a través de una cueva en el bosque. Otro dato importante a destacar es que el poema italiano también tiene lugar durante los días de la Pascua cristiana.

El narrador hace explícita la tradición literaria en la que se inscribe cuando nos dice: "Aquellos de mis lectores que tengan algún saber en materia de correrías infernales aguardarán aquí una invocación a las Musas o cualquier otro arrebato poético de los que tradicionalmente se estilan en estos lances. Y aguardará en vano, porque hasta en los portones de Cacodelphia me cortó Schultze las alas de todo posible lirismo" (460). De esta manera, asume la intertextalidad y al mismo tiempo marca la diferencia. Su versión del viaje a los infiernos es erudita y grave, pero también humorística, sarcástica, burlona. Y, en ese sentido, contrasta con el Cuaderno de las Tapas Azules, caracterizado por un tono elevado, solenmne y sufriente.

Por otra parte, esta versión del Infierno plantea una reflexión universal sobre los humanos y sus miserias, representadas por los pecados capitales, pero se escenifica con todas las particularidades de Buenos Aires. Este es otro elemento intertextual con el Infierno dantesco, ya que Alighieri llena su infierno de personajes provenientes de la ciudad de Florencia, Italia, donde él mismo vive. Cacodelphia, por su parte, (así como Calidelphia, paraíso que los personajes no llegan a visitar) es el averno de los porteños. Tal como explica Schultze, es una representación abstracta que funciona como contracara de Buenos Aires y es solo visible para el intelecto, mientras que la ciudad verdadera (descrita en los libros anteriores), puede percibirse con todos los sentidos. El astrólogo es la mayor autoridad para explicar estas cuestiones y para hacer de guía del protagonista, porque es él quien ha creado este infierno; es su demiurgo. En ese sentido, Schultze es como un dios, un gran creador.

Por otra parte, este segmento final contrasta con el resto de la obra porque tiene lugar exclusivamente en un plano mítico-imaginario. Es interesante resaltar cómo los dos amigos salen de la ciudad (espacio de la representación realista) y se adentran en el campo para ingresar al infierno. Además, al descender hasta el primer nivel, quedan como dormidos. Es decir que, en cierto punto, toda la aventura forma parte del mundo de los sueños o el fluir de la imaginación. Sin embargo, allí también se encuentran referencias verosímiles que hacen eco con lo narrado en los segmentos anteriores de la novela. Por ejemplo, se marca con nitidez la ubicación temporal de la secuencia narrativa el día sábado 30 de abril, es decir que se continúa la línea temporal detenida al final del Libro Quinto, y la ubicación espacial es el campo de Saavedra donde Adán y sus amigos llevan a cabo su aventura en el Libro Tercero. A su vez, en cada círculo del infierno van reconociendo a los personajes de la obra. Entre ellos, en el Infierno de la Lujuria, destaca una figura que parece no haber sido mencionada antes: Titania es, de acuerdo con los especialistas (Cheadle, 2020), una representación literaria -burlona y monstruosa- de Victoria Ocampo, escritora e intelectual fundamental de la cultura argentina del siglo XX.

Así, Marechal completa su homenaje y parodia a los miembros de la generación martinfierrista. De manera cómica, humorística, los presenta caracterizados según los diferentes pecados. Tal como señala la crítica especializada, esto provoca un gran escándalo en la época de publicación de la novela. La burla es contundente y también se traslada a la novela en sí: como si la obra se riera de sí misma, termina de una manera contraria a lo elevado, lo erudito, lo épico. Esto puede verse con especial fuerza en ese párrafo final con el que cierra la obra: Adán describe al Paleogogo con una serie de símiles incomprensibles que reúnen conceptos y expresiones del habla local con términos escatológicos (o sea, referencias a los excrementos) que tienen el objetivo de causar gracia, crear un efecto humorístico. Y así termina la obra, de manera extraña, súbita e inesperada, sin conclusión más que la burla en sí.