Adán Buenosayres

Adán Buenosayres La concepción de las mujeres en 'Adán Buenosayres'

La concepción de las mujeres en esta novela es marcadamente misógina. Si bien muchos de los personajes son figuras femeninas, todas son secundarias, y aparecen ridiculizadas o caracterizadas por la pasividad o valores negativos. La mayoría de ellas es presentada casi exclusivamente en relación directa con la maternidad o las tareas domésticas.

Es cierto que Solveig Amundsen es absolutamente central en la obra y es vista como una muchacha bella, calma y amable. Sin embargo, aunque parece corresponder su amor por Adán, termina quedándose con Lucio Negri y desprecia el Cuaderno de las Tapas Azules, dejándolo olvidado en un diván. A su vez, la visión positiva de esta chica es una creación de la mente de su amante, quien, de hecho, la idealiza, la abstrae y la separa de la joven carnal que existe de manera autónoma. Por último, aunque su nombre se menciona permanentemente, ella casi no protagoniza acciones ni diálogos. Por todo ello es una figura desplazada hacia la pasividad.

Otras mujeres más activas en la novela son totalmente secundarizadas, tanto por la narración como por su protagonista. Tal es el caso de Irma y de Ruth, ambas amigas o amantes de Adán. Noé Jitrik analiza esta cuestión y observa que estas jóvenes son meros cuerpos con los que él se vincula de modo carnal. En este entramado, esto representa un desprecio porque el protagonista, como Jesús, busca transcender lo corporal. Además, Adán parece estar presente en las vidas de estas muchachas apenas cuando necesita que ellas atiendan a sus necesidades: Irma le prepara el desayuno, Ruth le regala cigarrillos.

En la tertulia de la casa de Saavedra encontramos otros ejemplos de la visión misógina de las mujeres en la obra. Por ejemplo, mientras los varones conversan sobre temas elevados y complejos, las muchachas y sus madres hablan sobre temas frívolos, como las ropas que comprarán para la siguiente temporada. En esa oportunidad, además, puede leerse la misoginia de uno de los personajes principales. Samuel Tesler afirma: "Las mujeres intelectuales, como esa loca de Ethel, me hacen reír a carcajadas. Una mujer intelectual es algo contranatura: es como una foca en bicicleta o un gorila demostrando la cuadratura del círculo" (334). De ese modo, establece que las mujeres tienen cierta inferioridad mental, las animaliza y las trata de locas. Su desprecio por las mujeres es tal, que incluso es peyorativo al concebir a Haydée, a quien ama. Esto se debe a que asume que solo podrá conquistarla con joyas, pieles y autos de lujo.

Finalmente, esta misoginia se plasma en el hecho de que los grandes intelectuales homenajeados en la novela son todos varones. Esto no se debe a una falta de mujeres en los círculos artísticos, literarios e intelectuales en la primera mitad del siglo XX en Buenos Aires, sino a una decisión activa de la obra. Así, por ejemplo, Victoria Ocampo, referente central de la cultura argentina en la época, aparece únicamente en el Infierno de la Lujuria, bajo una forma monstruosa llamada Titania. Esta figura "es satirizada, con lo que parece un antifeminismo a ultranza" (Cheadle, 2020: 130). Titania lleva en sus manos una balanza de oro en la que pesa comparativamente un cerebro humano de varón y uno de mujer. Encuentra una diferencia de pocos gramos y, a partir de ello, sostiene que es absurdo pensar que los hombres tienen más capacidades mentales que las mujeres. Schultze se ríe de ella, la trata con cierto desprecio y no le da importancia a su enojo. Si bien para Cheadle el episodio debe ser leído como un simple chiste, el hecho de que la única referencia a una mujer intelectual en la obra sea en clave de ridiculización contribuye con la visión misógina de la novela.

Todos estos ejemplos permiten afirmar que, en efecto, la novela se construye sobre una concepción misógina de las mujeres. Gracias a ello, proyecta una visión machista y restringida del campo intelectual nacional argentino.