Adán Buenosayres

Adán Buenosayres Resumen y Análisis Libro Tercero

Resumen

En la noche del 28 de abril, Adán Buenosayres, Luis Pereda, Franky Amundsen, Alfredo Del Solar, el petizo Bernini, Samuel Tesler y el astrólogo Schultze se adentran en los suburbios de Saavedra. Esta frontera es el límite de la ciudad y tiene las características del campo en la pampa húmeda de Argentina. La más destacada de ellas es la vastedad de la enorme llanura. Del Solar hace de guía y otro de los hombres afirma que se dirigen a "la casa de un muerto" (169). Los siete aventureros están borrachos y la excursión comienza a ofrecerles experiencias sobrenaturales. Al inicio de la travesía, Adán cree escuchar el canto del Río de la Plata y recuerda que Ricardo Rojas lo llama "río epónimo". Esta sensación lo conmueve y llora. Mientras caminan, conversan sobre los temas que más les interesan: la literatura nacional y sus visiones poéticas y filosóficas del país y su cultura.

Un poco apartados del resto, Adán le confiesa a Franky un secreto: le dice que el mundo de los ángeles existe, y que él mismo hace tres meses lucha contra un ángel. No se trata de un combate cuerpo a cuerpo, sino que se parece a "la lucha de un pez que ha mordido el anzuelo y se resiste aún a los tirones del pescador" (182). El amigo lo escucha en silencio y de manera respetuosa. Luego, el protagonista llora por segunda vez.

De pronto, el grupo se topa con el cadáver de un caballo que se está pudriendo. El olor es insoportable para todos menos para Schultze, que disfruta de la pestilencia. La imagen es fantasmagórica y todos se sienten conmovidos; el caballo muerto es presentado como víctima del avance de la ciudad sobre el campo, que es lo más puro de la tradición argentina. Tras esta visión, avanzan un poco más y se pierden, pero usan la constelación llamada Cruz del Sur para encontrar el norte y retomar el camino bien orientados. Ahora es el astrólogo quien guía a los aventureros. A partir de este momento, se cruzan con una serie amplia de personajes fantásticos y, al mismo tiempo, característicos de la pampa húmeda argentina, como un Gliptodonte que habla sobre la geografía del territorio; el cacique Paleocurá, que comparte una bebida mágica y hace un ritual de cien fantasmas. También se cruzan con un jinete que todos reconocen como Santos Vega, pero Adán desconfía de él, dice que es Satanás, y la figura se desvanece. De inmediato, surge la figura de Juan Sin Ropa, una entidad que va tomando diversas formas. Finalmente, se desvanece a partir de su propia flatulencia.

Luego atraviesan una gran zanja llena de batracios que cantan como un coro. Los sapos alertan a sus compañeros sobre los humanos que explotan y maltratan a los animales. Después, el terreno se hace más complejo. Encuentran a un hombre rodeado de siete perros; es un linyera o un mago. Schultze le hace preguntas que le molestan y todos salen corriendo, porque el hombre amenaza con revolearles su olla por la cabeza. Todos los aventureros, menos Bernini, creen que hay presencias invisibles a su alrededor; para Adán se trata del diablo, otros, como Del Solar, creen que la pampa húmeda es un territorio con una larga tradición de brujerías. Adán les cuenta una historia de su abuelo sobre un ataque de pavos gigantes; Tesler narra un cuento de amor, odio y magia ocurrido en Besarabia. De pronto, Pereda se cae y, al levantarse, sale corriendo al grito de “El Diablo”. Los exploradores observan el punto de la caída y ven una forma oscura con dos cuernos. No saben qué es, pero se escapan rápidamente.

Tras el escape se hacen presentes en un velorio, el de Juan Robles, pisador de barro. Aquí se encuentran con una larga serie de personajes típicos del campo. En una esquina del salón hay tres ancianas, Carmen, Consuelo y Martina, que conversan sobre chismes de la familia del muerto. Luego se acercan al ataúd y le rezan al cuerpo. En otra esquina están las tres cuñadas necrófilas, Leonor, Dolores y Gertrudis, que hablan mal de las ancianas y disfrutan del aire mortuorio de la escena. Se quejan sin cesar. Mientras tanto, Schultze y Tesler intercambian ideas sobre qué pasa después de la muerte. Adán los escucha y luego observa al cadáver. Se da cuenta de que es un presagio de su propia muerte, pero sabe que todavía falta un poco.

En la cocina hay un grupo de hombres que conversan: José Ramírez; el cobrador Zanetti; Reynoso, amigo del difunto; el Vecino Joven y el Taita Flores con Rivera, su guardaespaldas. Estos hombres de campo son vistos como héroes por los amigos de Adán. Junto a ellos están Bernini, Del Solar y Pereda. El Taita Flores, para ellos, es el último ejemplar del malevo clásico, un gaucho cuchillero. Más tarde llegan a la cocina Adán, Schultze, Tesler y Franky. Toman mucho alcohol y se comportan de manera insolente. Los siete protagonistas analizan las personalidades de los demás presentes en la cocina.

En cierto punto aparece Di Pasquo, otro malevo, y le da el pésame al hijo del difunto. Luego se dirige a la cocina y los siete amigos se entusiasman porque creen que verán una pelea entre malevos. Sin embargo, Rivera evita el conflicto con una maniobra inesperada: le da un zapatazo a Samuel Tesler, que se viene comportando de manera muy irrespetuosa. Todos quedan en silencio un instante, pero Samuel se ríe a carcajadas. De inmediato, todos se ríen y los echan del funeral.

Análisis

El Libro Tercero concentra muchos elementos que tradicionalmente ha aprovechado la literatura argentina como sus grandes temas, personajes, motivos y espacios. Esto se debe a que la literatura nacional, fundada en el siglo XIX, elige el campo de la pampa húmeda, en la región central del país, como su territorio predilecto. Allí viven los gauchos y los indígenas (generalmente llamados "indios" en el período). Esta zona es relativamente cercana a Buenos Aires, ciudad capital. De hecho, la frontera entre la ciudad y el campo es otro de los espacios preferidos de los escritores argentinos, más específicamente los del siglo XX, como Jorge Luis Borges (representado literariamente aquí por el personaje de Luis Pereda). Como puede observarse, la novela tematiza las preocupaciones y los intereses de la generación martinierrista a la que homenajea y parodia. Cabe recordar que el nombre de esa generación proviene de Martín Fierro, protagonista del gran poema épico nacional escrito por José Hernández.

Los siete aventureros comienzan la travesía narrada en este libro entrando en esa "región fronteriza donde la urbe y el desierto se juntan" (168). La frontera recibe varios nombres en la tradición literaria argentina, y también en Adán Buenosayres: suburbio, arrabal u orilla. Todos estos conceptos enfatizan el encuentro de la ciudad y el campo como espacios que contrastan, que se diferencian. El contraste entre ciudad y campo también se hace presente ante el cadáver del caballo que encuentran en estado de putrefacción, "aquel noble corcel, víctima de un urbanismo traicionero que amenazaba con envolver en sus redes lo más puro de la tradición argentina" (184). La narración asume que el animal, representante de la pureza nacional, ha muerto por culpa de los avances de la ciudad.

En ese sentido, por momentos los amigos son ridículos y están asustados porque son jóvenes urbanos. Su interés por el campo es intelectual, no práctico, y tienen una visión romantizada, idealizada, poética de este espacio, por lo que se manejan con torpeza en él. Tanto es así que, al final de la aventura, asustados por la imagen oscura que surge de la tierra, se escapan hacia los faroles, es decir, hacia la urbanización. De todos modos, al emprender la excursión sienten un gran entusiasmo, justamente porque esperan vivenciar aquello sobre lo que han leído y escrito tanto. De esa manera, toda la aventura está predeterminada por las lecturas de los protagonistas, especialistas en literatura argentina. Un ejemplo de ello es la sensación inicial de Adán: cree escuchar el canto del Río de la Plata y asocia su sensación directamente con un concepto de Ricardo Rojas (el de "río epónimo"), escritor argentino y creador de la primera Historia de la Literatura Argentina. Así, el paisaje y la experiencia son construidos por la literatura nacional.

Otra referencia crucial en este sentido tiene que ver con Santos Vega, un gaucho payador argentino sobre el que existen muchas leyendas. Una de las más famosas relata un duelo con Juan Sin Ropa, que parece ser el Diablo en forma de humano. Marechal reproduce en esta novela el cuento "El ángel y el payador", de otro escritor argentino, Manuel Mujica Láinez, que se inspira en el mismo personaje.

Por otra parte, todo el Libro Tercero da continuidad a la alegoría de Adán como Jesucristo. En primer lugar, hay una serie de elementos que anticipan su muerte: al comenzar la aventura dicen que van a "la casa de un muerto", luego encuentran el cadáver del caballo y finalmente terminan en el velorio de Juan Robles: "Adán volvió a mirar la cara del muerto, curtida por el sol y la intemperie; se detuvo luego en las manos callosas, y sobre todo en sus uñas, que guardaban todavía muestras del barro de los picaderos; y lo invadió entonces una piedad infinita, como si en la miseria de aquel hombre contemplase la suya propia y la de todos" (222). Como Jesús, el protagonista siente piedad por todos los humanos y, al mismo tiempo, ve su muerte reflejada en la de Juan Robles. Esta relación se potencia con las múltiples referencias a los peces, símbolo secreto usado por los primeros cristianos que representa a Jesucristo. Tanto el pez como el pescador son símbolos muy aprovechados por la Biblia.

De esa manera, la secuencia de escenas ambientadas en el velorio de Juan Robles tiene dos funciones fundamentales. Por un lado, amplía el panorama de tipos sociales asociados con el campo argentino, en este caso sin retratarlos como figuras fantásticas, sino como hombres y mujeres comunes y tradicionales. Por otro lado, potencia la serie de elementos que anticipan la muerte de Adán.