Adán Buenosayres

Argumento

El relato se divide en siete partes o «libros», según la terminología del autor: los cinco primeros están narrados en tercera persona y describen las peripecias de Adán Buenosayres en el lapso comprendido entre un Jueves Santo y un domingo de resurrección transcurridos desde el 27 hasta el 29 de abril de un año indeterminado sobre la década de 1920. Esta ubicación temporal resulta muy significativa porque el argumento gira en torno al proceso interior del personaje cuando, deambulando por las calles de Villa Crespo se encuentra con la Iglesia de San Bernardo y, con el Cristo de la Mano Rota, eje del mundo que remueve sus cimientos interiores y lo impulsa a buscar el Absoluto. Los libros VI («El Cuaderno de Tapas Azules») y VII («Viaje a la Oscura Ciudad de Cacodelphia»), en cambio, funcionan como apéndices y están contados en primera persona por el personaje central, el poeta Adán Buenosayres, claro alter ego del autor, como si fuesen obras suyas.

La novela comienza con el entierro de Adán y describe su periplo simbólico por la geografía urbana y arrabalera de un Buenos Aires transfigurado:

... desde su despertar metafísico en el número 303 de la calle Monte Egmont, hasta la medianoche del siguiente día, en que ángeles y demonios pelearon por su alma en Villa Crespo, frente a la iglesia de San Bernardo, ante la figura inmóvil del Cristo de la Mano Rota. Leopoldo Marechal, Adán Buenosayres

Tratándose de un relato con mucho de autobiográfico, al protagonista lo acompañan en algunas de las aventuras amigos y compañeros del grupo martinfierrista de los años 20 con nombres en clave (Pereda es Jorge Luis Borges, Samuel Tesler es Jacobo Fijman, Schultze es Xul Solar, el petiso Bernini es Raúl Scalabrini Ortiz, etc.). Así, la obra toca registros impensados que van del humor a la epopeya y de la tragedia al sainete, con un lenguaje eximio y por momentos deslumbrante. El propio Marechal declaraba:

Al escribir mi Adán Buenosayres no entendí salirme de la poesía. Desde muy temprano, y basándome en la Poética de Aristóteles, me pareció que todos los géneros literarios eran y deben ser géneros de la poesía, tanto en lo épico, lo dramático y lo lírico. Para mí, la clasificación aristotélica seguía vigente, y si el curso de los siglos había dado fin a ciertas especies literarias, no lo había hecho sin crear «sucedáneos» de las mismas. Entonces fue cuando me pareció que la novela, género relativamente moderno, no podía ser otra cosa que el «sucedáneo legítimo» de la antigua epopeya. Con tal intención escribí Adán Buenosayres y lo ajusté a las normas que Aristóteles ha dado al género épico.[1]​

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