Del amor y otros demonios

Del amor y otros demonios Resumen y Análisis Prólogo

Resumen

Del amor y otros demonios comienza con un breve prólogo firmado por Gabriel García Máquez en Cartagena de Indias en 1994. En estas páginas se relata el origen de la novela. El 26 de octubre de 1949 el autor trabaja como periodista en la redacción de un diario y su jefe, Clemente Manuel Zabala, lo envía a cubrir la demolición del convento de Santa Clara. El antiguo espacio colonial ha funcionado como hospital durante un siglo, y ahora será vendido y reemplazado por un hotel de cinco estrellas.

La capilla del convento está en ruinas, pero en sus criptas permanecen enterradas tres generaciones de autoridades religiosas y otros miembros de la aristocracia colonial de la ciudad. Estas deben ser vaciadas para poder vender el lugar. Tras la exhumación, los restos de los cuerpos sepultados serán entregados a los familiares que los reclamen o serán enterrados nuevamente en una fosa común. Los obreros realizan el trabajo a azadas, con cierta brutalidad, lo cual impresiona al periodista.

Los ataúdes desenterrados están en estado de putrefacción y se desarman con los más mínimos movimientos, ya que se trata de sepulturas muy antiguas; llevan allí más de dos siglos. Los muertos más ricos y poderosos son más difíciles de sacar, porque sus sepulturas llevan joyas y piedras preciosas que es necesario rescatar. Para identificar los cadáveres, el maestro de la obra copia la información de cada lápida en un papel y lo coloca sobre el montón de huesos recuperados. La escena llama la atención de García Márquez, quien afirma que casi cincuenta años más tarde, cuando escribe este prólogo, sigue conmovido por "aquel testimonio terrible del paso arrasador de los años" (12).

Entre los muertos enterrados en el convento de las clarisas se encuentran un virrey de Perú y su amante secreta, el obispo Toribio de Cáceres y Virtudes, la madre Josefa Miranda y otras abadesas de Santa Clara. También hallan la tumba de un artista llamado Cristóbal de Eraso. Una lápida lleva el nombre de Ygnacio de Alfaro y Dueñas, segundo marqués de Casalduero, pero su tumba está vacía. A su lado descubren los restos de la marquesa, doña Olalla de Mendoza. El maestro de la obra le explica al periodista que muchos nobles criollos disponían su verdadero entierro en otro lugar y apenas colocaban una placa en el espacio oficial de su sepultura.

En la tercera hornacina, un espacio destacado del altar mayor de la iglesia, al lado del Evangelio, encuentran una lápida que se despedaza apenas le dan el primer golpe. Para desenterrar ese cadáver, se ven obligados a desplegar una cabellera cobriza que parece no tener fin, y que se derrama por fuera de la cripta: mide veintidós metros y once centímetros de largo. Se trata del cabello de una niña, Sierva María de Todos los Ángeles, de quien solo restan algunos pocos huesecillos pequeños.

El maestro explica sin sorpresas que el cabello humano sigue creciendo un centímetro por mes incluso después de la muerte, y la extensión de veintidós metros le parece acorde a los doscientos años que la niña llevaría enterrada allí. Sin embargo, el periodista se siente completamente tomado por la escena, ya que recuerda una leyenda que le contaba su abuela cuando era pequeño: mucho tiempo atrás, en Cartagena, una marquesita de doce años con una cabellera larguísima muere tras ser mordida por un perro con rabia. De acuerdo con la historia, la niña, convertida en santa, es venerada por sus milagros en muchos pueblos del Caribe.

Gabriel García Márquez da fin a este prólogo afirmando que la coincidencia entre ambas historias es el origen de Del amor y otros demonios. Esto se debe a que, como él mismo cuenta, la novela explora la posibilidad de que aquella fuera la tumba de la marquesita de la leyenda contada por su abuela.

Análisis

A pesar de su brevedad, este prólogo guarda una enorme riqueza literaria y es fundamental para leer e interpretar Del amor y otros demonios por diversas razones. En primer lugar, es preciso destacar que está firmado por el autor en el año de publicación de la obra y en la ciudad donde transcurren los hechos. Estos elementos, junto al uso de la primera persona para narrar la visita al convento de Santa Clara, nos llevan a pensar ese acontecimiento como un hecho real de la vida de García Márquez. El autor busca intencionalmente crear un efecto de verosimilitud en estas breves páginas: se refiere a un lugar que realmente existe en Cartagena desde el período colonial (el antiguo convento), menciona transformaciones de ese espacio que de hecho sucedieron (funciona como hospital durante un siglo y se convierte en hotel a mediados del siglo XX) y nos dice la fecha exacta en la que realiza esta supuesta visita (26 de octubre de 1949). Además, García Márquez cuenta que es enviado por el jefe de su redacción a cubrir la noticia, lo cual coincide con su biografía, ya que, además de escritor literario, ha sido periodista.

Ahora bien, el autor propone a su vez un juego en el que combina esos elementos realistas con la ficción, e incluso con lo fantástico, para crear un efecto típico del realismo mágico. Por ese motivo, se lo puede considerar un "prólogo autobiográfico ficticio" (Rincón, 1999: 210). La dimensión fantástica se ve con nitidez en la descripción de los cabellos del cadáver de Sierva María de Todos los Ángeles. No solo se trata de una "cabellera viva de un color cobre intenso" (13), bastante espectacular, especialmente hermosa y animada, sino que, además, su extensión es exagerada: mide más de veintidós metros. Inmediatamente después de aportar este dato, el autor narra la explicación que supuestamente le ha dado el hombre que dirige la obra de exhumaciones, y afirma que los cabellos humanos siguen creciendo después de la muerte. Si bien esa es una posibilidad científicamente comprobada, no es posible que una cabellera siga creciendo tanto tiempo y alcance tanta extensión.

La cabellera de Sierva María es central en toda la obra, ya que es un elemento simbólico destacado. Por un lado, como vemos desde el comienzo, representa las tensiones entre la vida y la muerte que caracterizan a todos los personajes, y en especial a la protagonista: Sierva María es una muerta-viva, es casi un fantasma. Por el otro, en el transcurso de la narración, los cabellos también se relacionan con la sexualidad de la chica, y en el prólogo esto se puede ver gracias al símil que parece pertenecer a la leyenda de la abuela: "una marquesita de doce años cuya cabellera le arrastraba como una cola de novia" (13).

Otro aspecto destacado de este apartado inicial es la decisión del autor de volver al pasado. Esta cuestión tiene un gran impacto en toda la novela e implica un entramado complejo de temporalidades. Como leemos aquí, García Márquez escribe en 1994, inspirado por una experiencia que vive en 1949, una historia sobre el siglo XVIII, durante el período colonial en Colombia. Se trata de un rasgo típico de la literatura de este escritor: "Como otras novelas de García Márquez, Del amor y otros demonios vuelve al pasado de América Latina para encontrar allí su espacio narrativo, los motivos para la creación de sus personajes y el origen de su temática", afirma Margaret Olsen. Como se verá en los capítulos de la novela propiamente dicha, esta vuelta al pasado permite hacer una revisión crítica de la sociedad y la historia colombianas, considerando cuestiones de género y étnico-raciales, y, al mismo tiempo, permite proponer fuertes denuncias al poder colonial y a la acción de la iglesia católica en Hispanoamérica.

Por último, cabe destacar el rol fundamental que este prólogo le asigna a la oralidad y la cultura popular. En el último párrafo, García Márquez cuenta que la espléndida cabellera cobriza le recuerda una leyenda que le contaba su abuela. Esto le da autoridad para narrar la vida de Sierva María de Todos los Ángeles: no solo ha visto su tumba, sino que, además, ha escuchado su historia desde niño. La leyenda de la marquesita se presenta como un componente de la cultura popular local, y se ubica espacialmente en los pueblos del Caribe, que conectan el norte de Colombia con las islas caribeñas. Esta marca territorial será retomada a continuación, ya que la ciudad de Cartagena de Indias aparece como espacio decadente, porque La Habana la ha reemplazado como puerto principal para la trata de personas esclavizadas. Así, cada pequeño detalle de este prólogo será expandido notablemente en la ficción sobre el período colonial.