Robinson Crusoe

Robinson Crusoe 'Robinson Crusoe'. Lecturas e interpretaciones a lo largo de los siglos

A lo largo de los años, muchas han sido las lecturas e interpretaciones que filósofos, críticos literarios y lectores han hecho de Robinson Crusoe y de la obra de Daniel Defoe, a la luz de diversas ideologías y con objetivos totalmente diferentes. En la actualidad, todas estas interpretaciones son objeto de análisis de la crítica literaria, y una nueva interpretación del libro trata de popularizarse.

En 1719, pocos meses antes de la publicación de Robinson Crusoe, el propio Daniel Defoe escribe un artículo en el que propone que la South Sea Company -la compañía que abastece con esclavos africanos a las colonias españolas de América Latina- se haga cargo de la fundación de una colonia británica en la desembocadura del río Orinoco. No es casual que sea este el emplazamiento de la isla ficticia en la que Crusoe naufraga: tal como se la describe en el libro, se trata de una isla de clima agradable, abundante de recursos naturales, en la que un nutrido grupo de individuos podría instalarse y progresar de forma autosuficiente. Así, la novela de Defoe parece casi una publicidad invitando a los colonos británicos a instalarse en la próxima colonia de la desembocadura del Orinoco. Sin embargo, dicho proyecto colonial resulta en desastre y lleva a la quiebra a muchos inversores. La novela de Defoe, por el contrario, se convierte en un éxito: el mismo año de su publicación se reimprime tres veces.

Durante la segunda mitad del siglo XVIII cobra gran importancia la interpretación que el filósofo de la Ilustración, Jean-Jacques Rousseau, hace en su famoso Emilio, en el que describe a Robinson Crusoe como el tratado más feliz sobre educación natural que ha sido escrito. Siguiendo al filósofo, muchos ilustrados están de acuerdo en que la novela enseña las virtudes de la autosuficiencia, la confianza en uno mismo y el manejo de recursos para generar riquezas. Esta interpretación elogia, en verdad, la figura del puritano que aprende a controlar sus pasiones y encuentra la felicidad en el trabajo, es decir, la figura del individuo en que se basa el capitalismo moderno.

En 1900, una introducción escrita en la edición de Cambridge University Press alienta a los lectores a admirar las cualidades presentes en Robinson Crusoe, puesto que son las que han hecho de Gran Bretaña la mayor potencia mundial. Siguiendo esa línea, otros críticos de la época continuaron elogiando el individualismo y el utilitarismo que predica la obra de Defoe. En el sistema educativo victoriano se enseñaba la misma moraleja que los intelectuales desprendían de Robinson Crusoe: trabaja duro, confía en Dios y dominarás a los demás.

Todas estas lecturas ponen en evidencia que el interés no estaba puesto en la dimensión pedagógica de Robinson Crusoe, sino en su potencial para extender y afianzar el dominio británico. En este sentido, el libro está diseñado para perpetuar el racismo, el sexismo y el imperialismo de dicha potencia europea. Su lectura enseña que la esclavitud es correcta y que el cristianismo la avala, que los individuos cuyo color de piel no es blanco son salvajes y que las mujeres están para servir a los hombres. Con todo ello, la novela de Defoe se convierte en un estandarte del imperialismo hasta bien entrado el siglo XX.

Sin embargo, a lo largo del siglo XX Robinson Crusoe comienza a leerse de otra manera, bajo nuevas interpretaciones que se enfocan en temas como la raza, el imperialismo, el colonialismo y el usufructo del medioambiente. El escritor James Joyce señala que Robinson es el prototipo del colono británico y un símbolo del puritanismo. A partir de la década de 1970, la crítica literaria comienza a sostener que la obra no es independiente de las condiciones sociales y políticas en las que se gestó, y que puede ser usada a lo largo del tiempo para propagar la ideología de grupos dominantes. Robinson Crusoe y la historia de sus lecturas pone de manifiesto este posible empleo de la literatura. En 1986, el escritor Coetzee, por su parte, señala que la verdadera historia de Robinson Crusoe no será escuchada hasta que no se le dé voz a Viernes, el nativo que Robinson salva y luego esclaviza.

A pesar de todo ello, fuera de los círculos académicos, todavía rige la idea de que Robinson Crusoe es una entretenida historia de aventuras cuyo protagonista merece la admiración y el elogio de los lectores. Es contra esta idea que las interpretaciones actuales están luchando.