República

República Resumen y Análisis Libro IX

Resumen

Sócrates da inicio a esta sección profundizando su visión del tirano como un individuo específico, y no apenas como gobernante de la ciudad tiránica. El tirano es un hijo de la democracia que empeora al máximo sus características. Por eso llega a perder toda racionalidad, se ve abrumando y dominado por los apetitos y sucumbe ante una especie de locura. Tras gastar todo su dinero y ahogarse en deudas, el tirano toma las riquezas de sus padres, por quienes no tiene ningún respeto. Cuando su madre y su padre no tienen absolutamente nada más, se dedica a robarles a los indigentes, roba en los hogares ajenos y hasta en los templos. Por su carácter tiránico, también tiene acceso al poder y las armas y llega un punto en el que esclaviza a su patria tal como ha esclavizado a su propio padre. Este hombre detenta un gigantesco poder, pero es, al mismo tiempo, el individuo más miserable de todos.

Luego, el diálogo avanza para evaluar si la ciudad tiránica es feliz o miserable. Sócrates recurre a un relato para ilustrar su posición: un hombre maligno y cruel que es dueño de muchos esclavos de repente se encuentra solo con su familia y rodeado por todos aquellos a quienes ha esclavizado, sin protección de ningún tipo de ley. También está rodeado por vecinos que rechazan cualquier tipo de esclavitud. La conclusión lógica de la situación para todos los interlocutores es que, en esas circunstancias, el hombre cruel será asesinado. La historia confirma su postura respecto de la tiranía como el modelo más miserable de ciudad: en última instancia, los comportamientos injustos, avaros, malignos conllevan consecuencias negativas.

A continuación, el protagonista propone volver a preguntarse quién será el más feliz, quién gozará de una vida más placentera: el individuo que ama el conocimiento, aquel que ama los honores o aquel que ama las riquezas. Se distinguen los placeres más ligados a lo corporal, también llamados apetitos y ligados a la comida, la bebida y el sexo, de los placeres más elevados, directamente conectados con el alma. Como es de esperarse, se concluye que los amantes del verdadero conocimiento, los filósofos, son los más felices porque tienen acceso a la sabiduría, lo más elevado para el alma humana. Este individuo, a su vez, dispone de una herramienta perfectamente activa y regulada, esto es, la razón.

En este transcurso, el protagonista retoma su analogía entre los hombres y las ciudades y vuelve a establecer que las almas tienen tienen partes, al igual que las polis. Hay una parte racional, con la que el hombre aprende, y es la más elevada. Luego, hay una parte con la que el individuo se envalentona, es viril. Y por último, hay una parte llamada "concupiscible", que tiende a los apetitos por la bebida, la comida y el sexo, y todo lo relacionado con ellos. Esta última parte es también la que ama las riquezas, porque esos apetitos suelen satisfacerse a cambio de dinero.

Para analizar si, más allá de las diferencias de cantidad, también hay diferencias de calidad en la naturaleza de los apetitos, Sócrates avanza por un nuevo sendero. Asume, en primer lugar, que el placer del filósofo por el conocimiento es verdadero, mientras que los otros tipos de placer surgen de las apariencias. El planteo es defendido mediante la demostración de que los placeres de los hombres pasionales y los hombres codiciosos, muy anclados al cuerpo, están necesariamente ligados al dolor: el placer proviene de liberarse de un sufrimiento previo. Por el contrario, el placer por el conocimiento reside en el alma y está más allá de todo dolor. A partir de una serie de cálculos matemáticos, entonces, Sócrates determina que el filósofo es 729 veces más feliz que el tirano.

La última cuestión que analiza el Libro IX es si es más feliz el hombre injusto que es percibido en público como justo o, por el contrario, el hombre justo que es percibido como injusto. Para evaluar la problemática, se conforma la noción del alma ideal. Las almas de los hombres tienen tres partes, como se ha dicho. Pero en este punto, Sócrates las ilustra a través de una composición visual: le pide a Glaucón que imagine cada parte del alma como la cabeza de una criatura mitológica. Una es una cabeza bestial, múltiple, que combina las cabezas de muchos animales diversos, la segunda es la cabeza de un león y la tercera es la cabeza de un hombre (más pequeña que la segunda). Estas tres cabezas son internas e invisibles, ya que el alma se ubica dentro del cuerpo que tiene el aspecto normal de un hombre.

El hombre injusto permite que la cabeza bestial gobierne su alma; cuando vive en comunidad puede tener una buena reputación durante un tiempo, pero inevitablemente se degenera y comete algún error grave, traicionando a los demás y llega a recibir un castigo correspondiente. Por el contrario, el hombre justo permite que su alma sea guiada por la cabeza del hombre, es decir, la razón. Las ventajas de ese individuo no solo residen en el alma, sino que también se traducen en un bienestar corporal: como es sensato y moderado, no se enferma a causa de ningún exceso; la armonía lo mantiene sano. De su superioridad se desprende que es el indicado para gobernar la ciudad.

Análisis

Al comienzo de este libro se retoma la figura del tirano y se la analiza en su configuración individual. Esto demuestra la relevancia que tiene este tipo de hombre para Sócrates, que lo utiliza como contraejemplo del filósofo. El tirano encarna la injusticia absoluta; es el opuesto perfecto del gobernante justo, el filósofo-rey, amante del conocimiento puro. Esta explicación por la negativa es parte de la metodología argumentativa de la obra. Para defender su postura, el protagonista además explica que el tirano es infeliz, es el hombre más miserable. Esto se debe a una paradoja: dado que goza de una libertad ilimitada, termina por esclavizarse a sí mismo, regido por sus apetitos corporales, bajos y caprichosos, y luego pasa a esclavizar a su propio padre y hasta a su patria. Es el hombre que se deja gobernar por la cabeza bestial del alma.

Es preciso recordar que Sócrates y sus interlocutores ya han determinado las características de la ciudad perfectamente justa, han evaluado si es posible llevarla a cabo en la práctica y ahora dialogan en torno a la pregunta ¿es el hombre justo más feliz que el injusto? Esto se debe a que el protagonista pretende determinar que la justicia es un bien absoluto, es lo más deseable para los hombres, es el modo correcto de vivir. Sócrates quiere demostrar incuestionablemente la superioridad de la justicia. Como se ha mencionado, lo bueno, lo justo, lo bello y lo verdadero conforman una unidad en este pensamiento griego clásico.

La obra determina que el placer corporal suele estar asociado a la ausencia de dolor y sufrimiento: por ejemplo, el placer de alimentarse es en realidad el alivio que proviene de saciar el malestar causado por el hambre. De ahí se concluye que estos placeres son apenas apariencias de lo placentero. Del mismo modo, muchos dolores pueden definirse como la ausencia de placer, por ejemplo, el deseo sexual.

En ese sentido, se distinguen diferentes tipos de placeres y se evalúa cuál de ellos conduce a la felicidad en sí, a la felicidad plena. La conclusión lógica dentro de este marco teórico es que el placer por el conocimiento en sí, alcanzado a través de la razón, aporta la mayor felicidad. Es vital recordar que este punto retoma el contraste entre el cuerpo y el alma, constitutivo de los planteos platónicos. Los placeres más ligados a lo corporal, como el sexo, la alimentación y la obtención de riquezas, son más bajos, más inmediatos y menos puros que el placer racional por el conocimiento, que reside en el alma. De todos modos, también cabe destacar la relación fluida entre cuerpo y alma: cuando esta última es conducida con sabiduría por su cabeza de hombre, es decir, por la razón, el cuerpo es sano porque el individuo es moderado, sensato, armonioso.

Otro recurso productivo de la obra, retomado en esta sección, es la analogía entre el alma del hombre y la ciudad. De hecho, las similitudes descritas entre ambas entidades se potencian al considerarlas como organismos: el individuo es un organismo integral y, por eso, las tres partes de su alma se relacionan entre sí, idealmente reguladas para conducirse de manera virtuosa. Análogamente, la ciudad conducida por el filósofo-rey, representante del conocimiento y los comportamientos racionales, también funcionará de manera armónica; avanzará por el camino del bien y será perfectamente justa.

El filósofo-rey tiene un alma ideal, conducida de manera perfectamente armónica por su cabeza racional. La bestia y el león también residen en su alma, ya que toda alma es tripartita, pero están correctamente reguladas. Así, es guiado por la sabiduría; vive de manera serena y placentera; su interior se encuentra en un estado divino, en armonía con lo ideal. Esta paz interior no puede alcanzarse por ninguna otra vía. Por el contrario, el hombre injusto está dominado por su bestia interior. Con estas caracterizaciones, el cierre del libro retoma y reafirma los planteos del comienzo: el hombre sumido a los apetitos corporales de la cabeza bestial es como el esclavizador del relato narrado más arriba: eventualmente será castigado por su maldad.