República

República Metáforas y Símiles

"... igual que se conduce a los potros adonde hay ruido y alboroto, y se examina si son asustadizos, así hay que llevar a los futuros guardianes, cuando son jóvenes, a algunas situaciones que provoquen miedo; y también hay que lanzarlos a nuevos placeres, una prueba mucho mas fiable que la del oro en el fuego" (Sócrates, 413d, pp. 308-309) (Símil)

Esta comparación entre los potros, es decir, especímenes jóvenes de caballo macho, y los muchachos que se forman para ser guardianes de la polis ideal presenta uno de los modos en que deben ser evaluados estos últimos para ir seleccionando a los más virtuosos. Así, se trata de un método y una instancia del proceso educativo elaborado y defendido en la República: los jóvenes deben ser expuestos a todo tipo de pruebas para que demuestren su valentía, como los potros son expuestos al barullo para ver cómo reaccionan ante el miedo. Estas pruebas, que también permiten observar la capacidad de los guardianes de no caer en la tentación, forman parte de un engaño sistemático organizado por los gobernantes –los únicos que tienen permiso para mentir– para sostener la jerarquía social que, de acuerdo con Platón, es necesaria para la humanidad. En otras palabras, los jóvenes aquí comparados con animales no sabrán que están siendo evaluados, con el objetivo de que actúen de manera completamente genuina.

"Por lo tanto, Glaucón, ahora mismo tenemos que rodear en círculo el matorral, como unos cazadores, poniendo atención para que no se nos escape por ningún lado la justicia, desaparezca y dejemos de verla" (Sócrates, 432b, p. 335) (Símil)

Esta cita del Libro IV forma parte del momento en que Sócrates y Glaucón se dedican a despejar las cuatro virtudes cardinales para examinarlas con detalle. Ya han analizado la sabiduría, la moderación y la virilidad, y consideran que las condiciones están dadas para observar, por fin, el concepto de justicia. En ese punto, ellos mismos, como filósofos, son comparados con unos cazadores: están al acecho de ese concepto, como si fuera una presa a atrapar. Es interesante observar cómo se completa el símil con la metáfora de la visión. Como se expandirá más adelante en la obra gracias a la alegoría de la caverna, ver con los ojos es similar a conocer con la razón.

"... nos ordenamos y gobernamos a nosotros mismos, nos hacemos amigos de nosotros mismos y armonizamos entre sí nuestras tres partes -sencillamente igual que ocurre con las tres notas que forman un acorde, la más baja, la más alta y la media, y cualquier otra que se sitúe entre ellas- y unimos esas tres partes, todas ellas, de suerte que de una multiplicidad que éramos nos convertimos por entero en una unidad, moderada y armonizada..." (Sócrates, 443d-e, p. 354) (Símil)

Como hemos mencionado, Platón postula una teoría filosófica que tiende a identificar la unidad de los principios, y muchas veces encuentra semejanzas entre entidades diferentes y sus dinámicas. Lo mútiple en realidad funciona de acuerdo con principios únicos, centralizados, generales, universales. En esa línea, el símil citado compara la armonía entre las partes del alma (racional, valerosa y concupiscible) con las tres notas que forman un acorde. Se trata de tres notas independientes que deben sonar al mismo tiempo, y para que el oído humano las perciba como armónicas es preciso que sean gobernadas por la dominante, llamada "la más baja" en el texto. Es necesario que el alma también funcione así para que el individuo sea justo y lleve una vida acorde al bien.

"Es como si uno aprendiera muy bien a conocer el temperamento y los impulsos de una criatura grande y fuerte: por dónde debe acercársele y por dónde tocarla, cuándo está más violenta o más mansa, por qué causas lo está, y en qué ocasiones acostumbra a emitir cada una de sus voces, y cuáles son, a su vez, las voces que otros emiten y que la apaciguan o la enfurecen" (Sócrates, 493b, p. 425) (Símil)

En la Républica, Sócrates asegurará que las multitudes no pueden acceder a los conceptos puros, y por ese motivo lo ideal es que sean guiadas por los filósofos. Estos últimos son los más aptos para gobernar. Sin embargo, paradójicamente, las mayorías tienden a rechazarlos porque están sumidas en la ignorancia y están mal conducidas por sofistas y malos gobernantes (tiranos o democráticos). La metáfora citada caracteriza a estos últimos como domadores de una bestia, que representa al pueblo. Los sofistas, así, guían a las multitudes por caminos equivocados, aprenden a manejarlas para mantenerlas relativamente tranquilas, pero no las conducen por la vía del Bien, lo cual es necesario para la humanidad y solo puede ser llevado a cabo a través de la verdadera filosofía. A su vez, la caracterización de la multitud como criatura bestial refuerza la visión elitista, jerarquizada y aristocrática de la política defendida por Platón.

"Del todo hermosos, Sócrates, son los gobernantes que, como un escultor, has creado" (Glaucón, 540c, p. 494) (Símil)

Glaucón compara al protagonista con un escultor que ha creado, mediante el uso de las palabras, una ciudad perfectamente justa y a sus gobernantes, caracterizados por la figura del filósofo-rey. Estos son completamente hermosos y es preciso recordar que lo bello, lo bueno, lo justo, lo verdadero y lo virtuoso forman una unidad conceptual en este marco. Es decir, al calificarlos de hermosos, Glaucón los define como perfectamente justos, ideales. Como sabemos, este diálogo no describe una ciudad existente, sino que fabrica una polis ideal fundada según los principios y criterios de la teoría platónica, por lo que sus reyes deben tener precisamente las mismas virtudes.