Poemas de Francisco de Quevedo

Poemas de Francisco de Quevedo Resumen y Análisis Poemas de amor

Resumen

En esta sección, partiendo de 4 sonetos representativos, analizaremos la producción poética amorosa de Quevedo para ilustrar el modo en que el autor aborda este tema. Un soneto es una composición poética de 14 versos endecasílabos (de 11 sílabas), distribuidos en 2 estrofas de 4 versos cada una, y en otras 2 estrofas de 3 versos cada una. Su rima es consonante.

“Amor constante más allá de la muerte”: el yo lírico afirma que aún cuando venga la muerte a buscarlo y se convierta en polvo, él seguirá estando enamorado. La voz del yo lírico, en primera persona del singular, es la única que aparece en el poema.

“Amor impreso en el alma que dura después de las cenizas”: el yo lírico exclama la felicidad que sentiría si la muerte fuera una hija de su amor, ya que, si así fuera, adonde fuese su alma tras morir él podría seguir sintiendo amor. Este poema está narrado solamente por el yo lírico, en primera persona del singular.

“Amor de una sola vista nace, vive, crece y se perpetúa”: el yo lírico afirma que los últimos 10 años de su vida se han ido muy rápido, desde que vio a Lísida y se enamoró de ella. A partir de allí, reflexiona acerca de que una vez que se ha visto al amor verdadero, este vive para siempre dentro de uno y lo acompaña incluso tras la muerte, aunque dicho amor no sea visto nunca más. Este poema también es narrado solamente por el yo lírico, en primera persona del singular.

“Lamentación amorosa y postrero sentimiento de amante”: el yo lírico exclama que no lo aflige morir aunque lamenta dejar vacío su cuerpo, un cuerpo que vivió encendido de amor. Sobre el final del poema, el yo lírico le habla a Lisi (otro modo de referirse a Lísida) y afirma que vivió toda su vida atormentado por la gloria de ella, así que lo que debe hacer es considerar esos tormentos como su gloria. Este poema es narrado solamente por el yo lírico, en primera persona del singular, excepto en la última estrofa en donde le habla a Lisi en segunda persona del singular.

Análisis

Para analizar la temática amorosa en Quevedo, primero se debe contextualizar el modo en el que se concebía el amor en el siglo XVII, siglo en el que vivió el autor.

El amor, en los tiempos de Quevedo, está profundamente ligado a los valores religiosos y las necesidades económicas. Por un lado, los valores católicos exigen que las mujeres sean vírgenes y condenan fuertemente el amor por fuera del matrimonio. Ahora bien, el matrimonio es, en todos los casos, arreglado por motivos económicos. Las uniones matrimoniales nunca nacen de un sentimiento amoroso compartido, sino de una necesidad financiera (es interesante destacar que el mismo Quevedo fue obligado por el rey a casarse, aunque en este caso fue para intentar poner su vida en orden). En el siglo XVII, es muy común el casamiento entre chicas de 15 años y señores de 60 años (que, en esa época con mucho menos promedio de vida, son más viejos que los señores de 60 años de la actualidad). La comprobación de la “virtud” (es decir, de la virginidad de la mujer) es fundamental para que tales matrimonios se lleven a cabo.

Los hijos “ilegítimos” (nacidos por fuera del matrimonio) y los amantes son absolutamente normales en la sociedad del siglo XVII. Son una consecuencia lógica de no vivir dentro de un matrimonio construido en base del amor y la pasión. Por supuesto, teniendo en cuenta el machismo de la época, el adulterio es fuertemente condenado en la mujer, mientras que es tolerado en los hombres.

Ahora sí podemos abordar la poesía amorosa quevediana. En primer lugar, Quevedo, pese a tener un gran cinismo y muy poca fe en las relaciones humanas, escribió más de 200 poemas amorosos (se estima que el total de sus poemas es de 875). Una cantidad solamente superada por los poemas burlescos a los que dedica más de la mitad de su obra poética.

Como puede verse en los 4 poemas que conforman esta sección, el amor en Quevedo está ligado profundamente a la muerte. Esta unión entre amor y muerte debe ser pensada en ese contexto del siglo XVII donde, como hemos visto, el amor es muy difícil de ser compartido por los amantes en vida, dadas las exigencias sociales. Vivir junto a la persona amada es mucho más complicado que “morir junto a la persona amada”. Por supuesto, como se ve en estos poemas, “morir junto a la persona amada” no significa estar en el lecho de muerte con ella, sino fallecer amándola profundamente, al punto de que la muerte no solo no va a poder separarlos, sino que va a eternizar el amor entre ambos.

Es interesante destacar que los poemas de Quevedo son contemporáneos a las obras de Shakespeare. Romeo y Julieta, por ejemplo, es de 1595, cuando Quevedo comenzaba a escribir sus primeros poemas. En la obra de Shakespeare, los amantes Romeo y Julieta se suicidan por no poder disfrutar de su amor en vida, dadas las presiones de sus familias. Esta coincidencia entre el autor inglés y el autor español demuestra claramente la concepción del amor que se tenía en el siglo XVII en Europa, y esa estrecha relación entre el amor y la muerte.

Veamos algunas citas de Quevedo al respecto:

· “... su cuerpo dejará, no su cuidado/serán ceniza, más tendrá sentido/polvo serán, mas polvo enamorado” (“Amor constante más allá de la muerte”, p. 110).

· “Triunfará del olvido tu hermosura/mi pura fe y ardiente, de los hados/y el no ser, por amar, será mi gloria” (“Amor impreso en el alma, que dura después de las cenizas”, p. 107).

· “Llama que a la inmortal vida trasciende/ni teme con el cuerpo sepultura/ni el tiempo la marchita ni la ofende” (“Amor de una sola vista nace, vive, crece y se perpetúa”, p. 109).

· “Siento haber de dejar deshabitado/cuerpo que amante espíritu ha ceñido” (“Lamentación amorosa y postrero sentimiento de amante”, p. 112).

En cada una de las citas, el amor aparece como aquello que le da sentido a la vida. Y el modo más claro de destacar esto es mostrar al amor como una fuerza superior a la muerte.

En la primera cita, quien abandona el cuerpo es el alma del yo lírico al morir, pero incluso sin el alma, el cuerpo se convertirá en polvo y ese polvo seguirá estando enamorado.

En “Amor impreso en el alma…”, al principio del poema, el yo lírico afirma que si la muerte hace nacer al amor, entonces tiene sentido. Sentido que confirma sobre el final, como vemos en la cita, cuando afirma que su gloria será no existir, para entonces amar.

En la tercera cita, esa llama que simboliza la pasión, trasciende a la “inmortal vida”. En la unión entre “inmortal” y “vida” hay un oxímoron. Esta figura retórica es típica del conceptismo, la corriente literaria en la que se inscribe Quevedo (ver “Acerca de” en esta misma guía), y consiste en unir dos términos opuestos (en este caso la muerte y la vida). Este oxímoron es utilizado por Quevedo para destacar que la vida del amor no termina nunca, ni siquiera con la muerte.

En “Lamentación amorosa…”, el yo lírico tras afirmar que no le aflige morir, sí lamenta (como vemos en la cita) tener que abandonar ese cuerpo que supo amar, como si amar fuera lo único que valiera la pena de estar vivo.

Aunque no está explícito en ninguno de estos poemas, es importante destacar que Quevedo (como casi todas las personas de su siglo) era profundamente religioso y, por lo tanto, puede pensarse en que la idea de la vida más allá de la muerte (la vida en el paraíso o incluso en el infierno) le permite imaginar ese amor que sigue existiendo cuando el cuerpo ya no tiene más vida. En cualquier caso, para Quevedo lo fundamental no es la implicancia religiosa que demuestre que el amor más allá de la muerte es literalmente posible, sino demostrar poéticamente que el amor es una fuerza tan grande que ni la muerte lo puede detener.

Otro punto a destacar de los poemas amorosos de Quevedo es que el amor aparece, fundamentalmente, como una fuerza abstracta. Tanto en “Lamentación amorosa…” como en “Amor de una sola vista nace…”, el yo lírico nombra a Lísida (la amada a quien incluso el autor le dedica un cancionero llamado "Canta sola a Lisi y la amorosa pasión de su amante"), pero no ahonda en detalles materiales acerca de la relación: en “Lamentación amorosa…” solamente dice su nombre; mientras que en “Amor de una sola vista nace…”, solamente afirma que una vez vio sus ojos, diez años atrás y, desde entonces, no la pudo olvidar. En ambos casos, como en toda la poesía quevediana amorosa, no importa cómo es la relación entre los amantes, si se ven, si están casados, si viven lejos. Lo que importa es la reflexión conceptual, abstracta que puede hacerse acerca del amor.

En este modo de concebir la poesía amorosa, hay una gran influencia de lo que se denomina “petrarquismo”. El petrarquismo es una corriente estética que imita el modo de escribir poesía del poeta italiano Francesco Petrarca. Sus características predominantes son la utilización del soneto (como hemos visto, los 4 poemas citados son sonetos), y la importancia de lo abstracto y lo espiritual por sobre lo carnal, que responde a las teorías platónicas del amor como un ideal inalcanzable. Lo que se denomina, precisamente, “amor platónico”. Ese “amor platónico” es el que rige en los poemas de Quevedo.

Veamos otras citas en donde se destaca la importancia del amor desde lo abstracto, desde lo conceptual:

· “Lisi, estáme diciendo la memoria/que, pues tu gloria la padezco infierno/que llame al padecer tormentos, gloria” (“Lamentación amorosa y postrero sentimiento de amante”, p. 112).

· “Basta ver una vez grande hermosura/que, una vez vista, eternamente enciende/y en l’alma impresa eternamente dura” (“Amor de una sola vista nace, vive, crece y se perpetúa”, p. 109).

· “Si hija de mi amor mi muerte fuese/¡qué parto tan dichoso que sería/el de mi amor contra la vida mía!/¡Qué gloria, que el morir de amar naciese!” (“Amor impreso en el alma, que dura después de las cenizas”, p. 106).

En la primera cita, el yo lírico no da detalles precisos acerca de por qué Lisi lo hace padecer como si estuviera en el infierno, sino que busca el concepto abstracto que está detrás de ese sufrimiento. Un concepto que le permite resolver desde la palabra lo que no puede resolver desde el sentimiento: el yo lírico decide dejar de llamar “infierno” a su tormento para pasar a llamarlo “gloria”. Como si al cambiar el modo de nombrar los sentimientos, cambiara lo que se siente. Lo abstracto y lo conceptual por sobre lo carnal, lo físico.

Los versos de la segunda cita aparecen inmediatamente después de que el yo lírico cuenta que vio hace diez años los ojos de Lísida. Ahora bien, en lugar de continuar y culminar su poema con una posible acción o especulación acerca de cómo recuperar o conquistar ese amor lejano, el yo lírico convierte su sentimiento amoroso en una reflexión abstracta, general: el amor que nace en una sola mirada es para siempre, y allí encuentra su consuelo, no en la consumación del amor, sino en la reflexión sobre el amor.

En la tercera cita, lo conceptual y abstracto es llevado al extremo por sobre el sentimiento carnal. El yo lírico afirma que si para amar debiera morir, sería feliz de dejar su vida. Es decir, sería feliz de cambiar todos sus sentimientos carnales por una abstracción absoluta: el amor va a existir aunque yo no tenga vida. Es como si alguien se suicidara con la certeza de que otra persona tras su suicidio lo va a amar y eso lo hiciera feliz, más allá de no estar allí para vivir ese amor. Una abstracción imposible de sentir que se impone por sobre cualquier sentimiento.

En síntesis, la imposibilidad de llevar a cabo las relaciones amorosas, imperante en el contexto social del siglo XVII, es fundamental para la concepción del amor de Quevedo que encuentra dos soluciones conceptuales para resolver dicha imposibilidad: vivir el amor tras la muerte y comprender el amor como una abstracción que va más allá de los cuerpos, de lo carnal.