Poemas de Francisco de Quevedo

Poemas de Francisco de Quevedo Citas y Análisis

Serán ceniza, mas tendrá sentido/polvo serán, mas polvo enamorado.

Yo lírico, "Amor constante más allá de la muerte", p. 110.

En esta cita aparece con claridad la concepción de Quevedo de que el amor sobrevive a la muerte. Los cuerpos de los amantes se convertirán en ceniza, en polvo, pero ese polvo seguirá estando enamorado. Es interesante destacar que aquí Quevedo no se refiere a la supervivencia del amor en el alma de los amantes fallecidos, sino que el yo lírico afirma que el amor sobrevivirá en los restos de los cuerpos, en la materia que queda. En Quevedo el amor siempre es platónico, es una fuerza abstracta, no es una atracción física o carnal. Sin embargo, en esta cita, el amor es tan grande que va más allá de lo abstracto y alcanza lo físico sobreviviendo en los cuerpos que se convierten en polvo.

Por otro lado, también es importante la idea de que la muerte “tendrá sentido”. La constancia del amor más allá de la muerte le da sentido al sinsentido absoluto que es morir, y eso le sirve de consuelo al yo lírico para enfrentar su muerte.

... ni he pretendido/alargar esta muerte que ha nacido/a un tiempo con la vida y el cuidado.

Yo lírico, "Lamentación amorosa y postrero sentimiento de amante", p. 112.

La idea quevediana de que vida y muerte son sinónimos y no antónimos aparece con claridad en esta cita. El yo lírico, en lugar de afirmar que no ha pretendido alargar su vida, afirma que no pretendió alargar su muerte. Vida y muerte son sinónimos porque la muerte comienza cuando comienza la vida. Es decir, en el segundo día de vida el ser humano está más cerca de la muerte que en el primer día de vida. Para Quevedo “vivir es morir constantemente”. La muerte nace cuando nacemos y comenzamos a cuidar de la vida.

En general, en los poemas de Quevedo, esta fatalidad de que la vida y la muerte sean lo mismo es un sentimiento desgarrador. Sin embargo, aquí, el yo lírico no sufre por eso, no pretende seguir vivo, acepta con naturalidad que vivir es morir. Esa aceptación se explica porque este es un poema de amor y, en estos poemas, Quevedo encuentra la tranquilidad de que el amor sobrevivirá a la muerte, de que el amor es más importante, entonces, que la vida. Es decir, en Quevedo no hay vida inmortal, pero hay amor inmortal.

¡Que sin poder saber cómo ni adónde/La Salud y la Edad se hayan huido!

Yo lírico, “Represéntase la brevedad de lo que se vive y cuán nada parece lo que se vivió”, p. 31.

La fugacidad y el sinsentido de la vida son los dos elementos más importantes que aparecen en esta cita.

En Quevedo, la igualación entre vida y muerte genera que las personas no adviertan que la muerte se está acercando constantemente (precisamente porque están distraídos disfrutando de la vida). Esto lleva, en todos los casos, a que cuando el yo lírico lo advierte (de repente, ya al borde de morir) siente que la vida fue fugaz, que la vida (en esta cita representada por la Salud y la Edad) huyó.

Ahora bien, esa fugacidad trae consigo otro dolor: el del sinsentido. La vida, al huir, como si fuera un animal sigiloso, no deja rastros. Por lo tanto, el yo lírico, como aparece en la cita, no solamente se encuentra con que el paso del tiempo fue fugaz y está por morir, sino que tampoco puede comprender a dónde se fue el tiempo de su vida. Finalmente, se une el sinsentido de la proximidad de la muerte con el sinsentido de no poder comprender cómo se vivió. Es decir, nuevamente, se unen vida y muerte como sinónimos.

Falleció César, fortunado y fuerte/ignoran la piedad y el escarmiento/señas de su glorioso monumento:/porque también para el sepulcro hay muerte.

Yo lírico, “Contiene una elegante enseñanza de que todo lo criado tiene su muerte de la enfermedad del tiempo”, p. 35.

En este poema sobre la muerte y el paso del tiempo, Quevedo expone su idea de que ante esto no solamente somos todos iguales, sino que todo es igual. El yo lírico comienza afirmando que falleció César (que era el modo de llamar a los emperadores romanos) pese a tener fortuna y ser fuerte. Y luego va más allá al afirmar que no hay piedad para su glorioso monumento (su gran tumba) y que este también sufre el escarmiento del paso del tiempo porque incluso la tumba muere a causa de este.

El pesimismo de este poema apunta, de todos modos, a brindar una enseñanza a los lectores: no intentar resistirse al paso del tiempo y la llegada de la muerte, ya que de estos ni siquiera se salva el César, ni la tumba del César. En otros poemas como “Vieja verde compuesta y afeitada” y “Enseña a morir antes…” (ambos analizados en esta guía) Quevedo condena a aquellos que no aceptan el paso del tiempo e intentan prolongar su vida cuando ya es tiempo de aceptar la llegada de la vejez y la muerte.

Esto de ser marido un año arreo/Aun a los azacanes empalaga/Todo lo cotidiano es mucho y feo.

Yo lírico, "Hastío de un casado al tercero día", p. 122.

A través de esta cita, Quevedo se burla y critica a la costumbre del matrimonio y a la mujer (o, al menos, a la mujer cuando se convierte en esposa).

Si bien en muchos aspectos Quevedo es profundamente conservador y, a través de las sanciones morales de sus poemas, intenta mantener el orden social; con relación al amor, Quevedo se opone a las costumbres hipócritas de la época. Una de ellas, la más importante, es la del casamiento que se llevaba a cabo por arreglos económicos de las familias (recordemos que Quevedo fue obligado a casarse y ser parte de un matrimonio arreglado). Quevedo, como se ve en sus poemas amorosos, pondera la idea de que el amor debe ser verdadero y profundo. Una fuerza abstracta que, incluso, supere a la muerte. El matrimonio de su época es todo lo contrario: no se lleva a cabo por amor y, además, es sumamente material y físico. Marido y mujer viven juntos (en los poemas amorosos de Quevedo nunca los amantes están juntos), su relación es cotidiana, y como dice el yo lírico “todo lo cotidiano es mucho y feo”.

Por otro lado, hay que destacar que Quevedo, para mostrar el hastío del casamiento, elige a la figura del marido y no de la esposa. Él es quien está hastiado. Por lo tanto, la culpa es de ella.

Vieja roñosa, pues te llevan, vete/no vistas el gusano de confite.

Yo lírico, "Vieja verde compuesta y afeitada", p. 132.

Esta cita pertenece a uno de los poemas burlescos más crueles de Quevedo. El yo lírico se burla con muchísima crueldad de la “vieja verde”. Ahora bien, ¿por qué se burla? ¿Tiene algún objetivo Quevedo al tomar como blanco de su crueldad a este personaje o es mera diversión?

Sí, Quevedo tiene un objetivo. A través de este poema burlesco, Quevedo intenta castigar moralmente a aquellas personas que simulan ser jóvenes cuando ya no lo son. En esa simulación Quevedo ve el peor de los defectos, el que más castiga en su poesía burlesca y su poesía filosófica y moral, el de la hipocresía.

El problema de la “vieja” no es ser vieja, sino no aceptar que la muerte se la está llevando e intentar quedarse, intentar engañar a los otros. “Vestir el gusano de confite” significa disfrazar a la podredumbre de la vejez: el gusano simboliza esa podredumbre, mientras que el confite es el azúcar con el que se cubren los dulces. Es decir, lo que hace la “vieja” y Quevedo castiga es cubrir con dulce lo que, en realidad, está podrido.

Las horas pides prósperas y ricas/y que para heredar a tus parientes/fiebres reparta el cielo pestilentes/y de ruinas fraternas te fabricas.

Yo lírico, “Muestra lo que se indigna Dios de las peticiones execrables de los hombres, y que sus obligaciones para alcanzarlas son graves ofensas”, p. 61.

En esta cita, Quevedo a través de la voz autoritaria y censora que utiliza en sus poemas religiosos, ataca lo que considera una mala costumbre, precisamente, religiosa: la de rezarle a Dios para pedirle favores que ayuden a uno mismo sin importar lo que pase con el resto. Licas es a quien el yo lírico le habla durante todo este poema. Recordemos que Licas es uno de los nombres que Quevedo utiliza comúnmente sin que la elección del nombre tenga mayor importancia (incluso aquí puede deducirse que Quevedo escogió ese nombre para que rime con “ricas”). Lo que hace Licas es rezarle a Dios para que se mueran sus parientes y heredar sus riquezas.

En este poema, Quevedo no solo juzga poniéndose por encima de los pecadores, sino que incluso se eleva hasta la altura de Dios, y se atreve a describir lo que siente el Señor cuando personas como Licas le hacen este tipo de pedidos. El título del poema es muy claro al respecto: “Muestra lo que se indigna Dios de las peticiones execrables de los hombres, y que sus obligaciones para alcanzarlas son graves ofensas”.

Él cometió el primero desconcierto/Vos concertastes nuestro primer día/cáliz bebéis, que vuestro Padre envía/él come inobediencia, y vive muerto.

Yo lírico, "Refiere cuán diferentes fueron las acciones de Cristo Nuestro Señor y Adán", p. 85.

Aquí, Quevedo, nuevamente utilizando su voz autoritaria en materia religiosa, le habla en segunda persona del singular a Cristo, oponiéndolo a Adán, a quien se refiere en tercera persona del singular.

En esta cita vemos cómo Quevedo, para construir dicha oposición, apela a la antítesis constantemente. Es decir, a poner una tras otra dos ideas opuestas. Esta operación poética es típica del conceptismo.

En la primera oposición, el yo lírico hace referencia al pecado original cometido por Adán (comer la manzana que le ofrece la serpiente). Ese pecado original es llamado como “el primero desconcierto”. Este modo de nombrarlo, le permite a Quevedo reforzar dicha oposición entre Adán y Cristo, ya que a este último le adjudica haber “concertado” el primer día de la humanidad, haber sido el Creador. Es decir, la oposición no solamente está realizada desde la idea de lo que hizo uno y otro, sino que está reforzada por la utilización de dos verbos opuestos “desconcertar” y “concertar”.

En la segunda oposición, se afirma que Cristo come el cáliz que le envía Dios, mientras que Adán come inobediencia. Aquí, para reforzar la diferencia entre ambos personajes bíblicos, en lugar de utilizar verbos opuestos, Quevedo utiliza el mismo verbo: comer. La “inobediencia” que come Adán se refiere, nuevamente, a la manzana, símbolo del pecado y la inobediencia a Dios quien le ordenó que no debía comerla.

El oxímoron final (la unión entre dos términos opuestos) “vive muerto” hace referencia a Adán como representante de la humanidad, y el modo en el que vivimos las personas a causa de aquel pecado original.

Perdí, con el desprecio y la pobreza/la paz y el ocio; el sueño, amedrentado/se fue en esclavitud de la riqueza.

Yo lírico, "Muestra el error de lo que se desea y el acierto en no alcanzar felicidades”, p. 34.

En esta cita, perteneciente a uno de los poemas filosóficos y morales más importantes de Quevedo, el autor pretende brindar una enseñanza acerca de dos aspectos: el error de las personas de desear bienes materiales, y la falsa felicidad que da la riqueza.

Precisamente, lo que el yo lírico deseaba era ser rico. Sin embargo, en los dos primeros versos de la cita afirma que al lograr ese deseo, perdió el desprecio y la pobreza que antes tenía, y con estas pérdidas perdió también la paz y el ocio.

Lo interesante aquí es cómo Quevedo utiliza el verbo “perder” para referirse a la pobreza y el desprecio, dos cosas que, en el lenguaje y la lógica cotidiana, no se pueden “perder” ya que nadie las quiere tener. Lo que se puede perder, en realidad, es la riqueza y el aprecio.

Al utilizar este verbo que se opone a la lógica convencional, Quevedo realiza una operación típicamente conceptista de aplicar términos de manera novedosa para crear nuevos modos de percibir la realidad. En este caso, la idea de demostrar que, en realidad, el desprecio y la pobreza son cosas buenas, ya que traen consigo la paz y el ocio; mientras que, como lo afirma después, la riqueza esclaviza (otra idea que se corre de la lógica) y no permite dormir tranquilo.

La enseñanza, en definitiva, es que las personas no deben desear bienes materiales, y deben conformarse con lo que tienen (así sea nada), ya que los bienes materiales las obligarán a vivir trabajando, simplemente, para mantener la riqueza obtenida.

Al asiento de l’alma suba el oro/no al sepulcro del oro l’alma baje.

Yo lírico, "Enseña cómo no es rico el que tiene mucho caudal", p.52.

Lo interesante de esta cita es la condensación de significados que logra Quevedo en dos versos. Es importante destacar que para el conceptismo es fundamental conseguir transmitir la mayor cantidad de conceptos e ideas con la menor cantidad de palabras.

Aquí, para lograr eso, Quevedo utiliza un retruécano. Un retruécano es una figura retórica que consiste en utilizar los mismos elementos o elementos opuestos en dos oraciones unidas, invirtiendo su orden. En este caso, los elementos opuestos que utiliza Quevedo son: “asiento” que se opone a “sepulcro”, y “suba” que se opone a “baje”. Por otra parte, repite “alma” y “oro”.

El resultado de esta alteración generada a través del retruécano son dos ideas que se oponen radicalmente, brindando una enseñanza sobre la riqueza. La primera idea afirma que la materialidad del oro debe subir al alma. Es decir, la riqueza material debe convertirse en riqueza espiritual. Mientras que la segunda idea afirma que el alma no debe reducirse, bajar a buscar riqueza material. La oposición entre “asiento” como un lugar cómodo y “sepulcro” como un lugar representativo de la muerte son fundamentales para reforzar la expresión.

Para dejar en claro en qué consiste el retruécano, dejamos otros ejemplos:

· “Hay grandes libros en el mundo, y grandes mundos en los libros” (Refrán popular).

· “No preguntes lo que tu país puede hacer por ti, pregúntate lo que tú puedes hacer por tu país (John F. Kennedy).

· “Todos dieron algo, pero algunos dieron todo” (Ejemplo inventado).