Moby-Dick

Moby-Dick Metáforas y Símiles

"–Es como bajar a la tumba –musitaba para sí– el que un capitán viejo como yo descienda por esta estrecha escotilla para ir a su cabina cavada como un sepulcro" (Ahab, Capítulo 29, p. 205) (Símil)

Tras aparecer en escena por primera vez, el capitán Ahab establece esta comparación entre su cabina y una tumba. Así, desde el comienzo presenta indicios del final trágico que le espera, y al que se abraza por su obsesiva persecución de Moby Dick. Este símil se inserta en la línea de imágenes y referencias a la muerte que plagan la novela, como las lápidas de la capilla de Nantucket que tanto impresionan a Ismael.

"Sobre su mesa taraceada de marfil, Ahab presidía como un león marino crinado y silencioso sobre la blanca playa de coral, rodeado por sus cachorros belicosos pero deferentes" (Ismael, Capítulo 34, p. 243) (Símil)

Esta comparación se completa a continuación con otro símil: los marineros "Eran como niñitos frente a Ahab" (243). De esta manera, el narrador refuerza su descripción de la organización jerárquica de la tripulación del barco. Como se ha mencionado, la autoridad del capitán es indiscutible y los demás le deben obediencia.

"El cachalote sopla como el tictac de un reloj, con la misma y confiable uniformidad" (Ismael, Capítulo 47, p. 341) (Símil)

Ismael entremezcla explicaciones sobre las ballenas entre los capítulos narrativos. Asegura que toda la información es relevante para la historia, ya que sirve para entender los acontecimientos que tienen lugar sobre el Pequod. En esta cita, compara al cachalote con un reloj para demostrar que sus chorros aparecen con regularidad, de manera tal que los marineros logran distinguirlo de otras ballenas.

"Puesto que así como este atroz océano rodea la lozana tierra, de igual manera se enconde en el alma humana una Tahití insular, plena de paz y júbilo, pero rodeada por todos los horrores de la vida a medio conocer" (Ismael, Capítulo 58, p. 421) (Símil)

Tanto Ismael como Ahab dedican mucho tiempo a reflexionar mientras contemplan el vasto océano. En esta oportunidad, el narrador observa una similitud entre el océano como espacio tenebroso, peligroso y angustiante, tal como la mayor parte del espíritu humano, que sufre por los horrores del mundo. Del mismo modo, puede haber una pequeñísima isla de alegría y paz en el interior del alma, como si fuera la isla de Tahití.

"Sucedía entonces que estábamos unidos por una larga ligadura siamesa" (Ismael, Capítulo 72, p. 474) (Metáfora)

Desde el comienzo de la aventura, Ismael viaja acompañado por Queequeg, que lo protege. En esta escena, el narrador sostiene una cuerda para ayudarlo a cumplir con una tarea sobre el barco y evitar que se caiga al agua. Entonces reflexiona sobre los lazos que los unen. La cuerda funciona como metáfora de su vínculo, de su mutua dependencia. En última instancia, Ismael cree que todos los hombres dependen de otros, y observa esta relación afectiva y social como algo agradable. Por el contrario, cuando Ahab llega a una conclusión semejante, se lamenta: el capitán se considera a sí mismo como un dios y odia depender de otras personas.