Los siete locos

Los siete locos Resumen y Análisis Capítulo III, Parte 2

Resumen

Capítulo III, Los Espila

El tren se detiene en la estación Ramos Mejía y Erdosain se levanta. Camina por las calles y piensa en el inminente asesinato de Barsut y en su vida como si fuera la de otro. Finalmente llega a destino, la casa de los Espila. Esta familia supo tener mucho dinero, pero se encuentra sumida en la miseria. Le ofrecen un té a Erdosain y le comentan los avances sobre la rosa de cobre, un invento en el que los embarcó Remo y que se perfila como el "milagro apócrifo" que necesita la sociedad secreta como puntapié.

Hace un tiempo, Erdosain tuvo la necesidad de darles consuelo y esperanza a los Espila; los convenció de dedicarse a la galvanoplastia en sus horas perdidas. Luciana, una de las hijas de la familia, se dedica por completo a la rosa de cobre. Enamorada de Erdosain, intenta sorprenderlo con los avances. Es que finalmente han logrado una rosa de cobre, aunque aún imperfecta.

Erdosain recuerda que al día siguiente asesinarán a Barsut y su semblante se ensombrece. Maltrata a Luciana a pesar de los intentos de la joven por acercarse a él. “No me interesás” (p.167), le dice finalmente, y se aleja.

Capítulo III, Dos almas

Erdosain vuelve a la pensión. Allí se encuentra con Hipólita, que lo espera despierta. Ella lo recibe con calidez y Erdosain comienza a llorar. Deciden tomar mate, a pesar de que es de madrugada. Hablan de la angustia; se dan la mano. Erdosain le pregunta si ella no ha sentido jamás la “extrañeza de vivir” (p.171). Hipólita le responde que sí, que a los dieciséis años la idea de ser sirvienta para toda la vida la acosaba, que era un pensamiento triste que no podía abandonar. Hasta que escuchó a un joven hablar de las mujeres que se daban “la mala vida”, pero que eso les garantizaba dinero e independencia. Y así fue que se dedicó a la prostitución.

Erdosain le toma la manoy le dice que, si ella se lo pidiera, él se mataría ahí mismo; no es un buen hombre. Él le cuenta historias grandilocuentes sobre su bondad con una prostituta a quien pagó sin haberla tocado. Se sienta en el suelo y apoya su cabeza en las piernas de la mujer. Erdosain siente que está viviendo una escena cinematográfica. No se imagina que Hipólita siente que él es débil y sentimental.

Capítulo III, La vida interior

Hipólita reflexiona sobre su vida y sus deseos. Recuerda tiempos en los que imaginaba que en su vida sucedería algo sensacional; un hombre fuerte se acercaría a ella y no se sentiría humillado al saciarse y mostrar su debilidad. Ahora, ya mayor, sabe que ningún hombre con el que se acueste tendrá el empuje para convertirse en un tirano o conquistador. Recuerda su juventud, cuando no imaginaba otro destino posible para su vida que el de sirvienta.

Capítulo III, Un crimen

De golpe, Erdosain levanta la cabeza del regazo de Hipólita y la despierta de sus cavilaciones. Hablan sobre el sufrimiento como condición intrínseca. Erdosain le cuenta de su noche de bodas. Ella se sorprende de que él, aquella noche, no se quitara los pantalones. Remo dice que en aquel momento él vivía como un idiota.

Le habla del crimen que van a cometer, y de cómo, algún día, cuando se canse de tanta farsa e incoherencia, se suicidará. Hipólita le pregunta por qué quiere cometer un crimen. Remo le habla de la posibilidad de “llegar al fondo” (p.186) de sí mismo. Ella, atónita, le dice que es un monstruo, pero luego de que Erdosain se explaye con respecto a la oscuridad que lo aqueja, se tira a sus pies y lo besa en las manos. “¡Qué alma la tuya!” (p.188), dice la mujer. Hablan de noviazgo y se adormecen.

Una nota del comentarista nos adelanta que la reacción de Hipólita de tirarse a los pies de Remo y besarle las manos es una farsa; solo lo hizo para extorsionar tiempo después al Astrólogo, a quien luego le confiesa todo esto.

Análisis

Debemos, llegado este punto, ahondar en el asunto de la mirada expresionista de Arlt. Como habíamos mencionado, es la percepción del sujeto la que es protagonista en el expresionismo. El sujeto, desconfiado de lo que ve, igualmente busca ordenarlo. Se persigue, en esa realidad desordenada, un patrón, una forma. La forma en la mirada expresionista es la estrella; vimos en el primer capítulo que las nubes eran una “forma plana y horizontal” (p.13), y la angustia misma tenía “dos dimensiones” (p.13).

Ahora bien, la ciudad en esta novela no es solo un accidente geográfico, un paisaje o un simple telón de fondo. Es parte fundamental de la existencia de estos personajes. Está internalizada; es la piedra fundamental de su experiencia de la modernidad. Podemos decir que la ciudad encarna la vida en la colmena humana de la modernidad, y es a la vez la que facilita el encuentro entre estos sujetos anómalos.

El sujeto en la modernidad se siente acorralado por esta ciudad que lo acosa con su oscuridad oblicua, sus planos horizontales que aplastan. Se trata de una ciudad sin Dios que se propone como escenario para la las peores imaginaciones de estos locos: “¿Se imagina usted un mundo de gentes furiosas, de cráneo seco, moviéndose en los subterráneos de las gigantescas ciudades y aullando a las paredes de cemento armado: ¿Qué han hecho de nuestro dios?...” (p.113), le pregunta el Astrólogo a Erdosain. La metrópolis, como símbolo máximo de la modernidad, acosa los personajes de la novela, los arrastra al anonimato de la oscuridad de las pensiones. Por “subterráneo” no solo entendemos en esta cita a los literales espacios subterráneos de la ciudad, sino a todo aquello que es marginal y que es destino de Erdosain y estos locos. La ciudad solo les depara una disolución de sí mismos en la masa, la miseria de los salarios bajos en trabajos anónimos, el miedo al desclasamiento.

La imaginación se presenta como arma de defensa ante esta amenaza. Es una imaginación propia del loco que habita su mundo personal, porque el afuera le resulta insoportable. Viven existencias donde la dicha no tiene lugar; son arrojados del paraíso, exiliados de esta sociedad. La imaginación es el espacio donde el yo se desprende de la masa. Cada uno de ellos logra transitar a través de la imaginación una existencia aplastante: uno a uno van mencionando la insoportable angustia, el aburrimiento, la necesidad del hecho prodigioso, la resistencia al anonimato de la masa. La imaginación del crimen es recurrente en Erdosain y es a través del delito que ve la posibilidad de salirse de ese anonimato: “(...) yo sería el Erdosain en particular, el monstruo Erdosain previsto, temido, caracterizado por el código, y entre los miles de Erdosain anónimos que infectan el mundo, sería el otro Erdosain, el auténtico, el que es y será” (p.70).

En Erdosain, esta imaginación tiene un color fílmico, podríamos incluso hablar del tono de sus ensoñaciones como de una sobreestetización cinematográfica. En el Capítulo II, cuando lleva a Barsut engañado hacia la casa del Astrólogo, describe esa escena de este modo:

A momentos me decía lo curioso que hubiera resultado para los otros pasajeros el saber que esos dos hombres, hundidos en el acolchado de cuero de los asientos, eran: uno el próximo asesino y el otro su víctima. Y sin embargo, todo continuaba lo mismo; el sol lucía allá en los campos: habíamos dejado atrás los frigoríficos, las fábricas de estearina y jabón, las fundiciones de vidrio y de hierro, los bretes con el vacuno oliendo los postes, las avenidas a pavimentar con sus llanuras manchadas de yeso y de surcos (...)” (pp.100-101).

Erdosain convierte su existencia angustiosa y aplastante en un relato policial. La posibilidad del crimen, el paso a paso del secuestro que se activa al engañar a Barsut, potencia la imaginación de Erdosain. En este sentido, Remo está dispuesto a cualquier cosa que lo quite de esa “zona de la angustia”, como la llama.

Ahora bien, ya en estos apartados el secuestro se concretó, y nos encontramos en los momentos previos al asesinato de Barsut. Erdosain está con ese asunto en la mente cuando entra a la pensión y se encuentra con Hipólita. Ella viene, también, a representar algo del hecho prodigioso para Erdosain: “Estaba bien así. Reposaba en el regazo de la mujer, y el calor de sus miembros traspasaba la tela, entibiándole la mejilla. Aquella situación además le parecía muy natural; la vida adquiría ese aspecto cinematográfico que siempre había perseguido, y no se le ocurrió pensar que Hipólita, tiesa en el sofá, pensaba que él era un débil y un sentimental” (p.179). Esta mirada hiperbólica con respecto a la escena que experimenta lo distancia de Hipólita y de lo que ella piensa con respecto a él; la falta de registro de Remo con respecto a los otros es absoluta. Así como no percibe que Hipólita no siente lo mismo que él, tampoco ha tenido registro de lo que le sucedía a Elsa, su esposa. Así, vemos que la imaginación protege pero, a la vez, aísla a los sujetos en la novela.

Por otra parte, llama la atención un aporte del comentarista que desbarata la escena a la que asistimos entre Hipólita y Erdosain. Más allá de que sabemos que ella no lo desea, que siente que es otro hombre débil, que no es lo que ella quiere para su vida, y más allá de que el apartado “Una vida interior” nos pasea por sus experiencias desde la infancia y comprendemos que es una mujer tenaz, Hipólita se muestra extrañamente entregada a Erdosain. Se arrodilla frente a él, le besa las manos, acepta la propuesta de Remo de noviazgo. Nos preguntamos si hay algo en el hecho de que Erdosain le haya confesado que al día siguiente matará a un hombre que la haya hecho cambiar de opinión con respecto a él. Pero no. Y la desambiguación viene de parte del comentarista: “Nota del comentador: Diríale más tarde Hipólita al Astrólogo: Me arrodillé frente a Erdosain, en el momento en que se me ocurrió la idea de extorsionarlo a usted, aprovechando la confesión del proyecto de homicidio que me hizo él” (p.188).

Nuevamente, el narrador-comentador introduce otras temporalidades al texto, y nos presenta esta historia no como un camino lineal sino como un mapa. Un mapa, a la vez, de voluntades, deseos y elucubraciones. Los personajes de Los siete locos no se asocian realmente; no hay sentido de la comunidad posible donde hay mentiras, estrategias secretas, traiciones. Erdosain es parte de una sociedad secreta en la que, puertas adentro, sus integrantes también se engañan: él mismo, con el Astrólogo y Bromberg, complotan al interior de la sociedad; son los únicos al tanto del asunto con Barsut, y este hecho hace que Erdosain se sienta importante. La conspiración es casi un gesto compulsivo.