Los siete locos

Los siete locos Resumen y Análisis Capítulo I, Parte 1

Resumen

Capítulo I, La sorpresa

Remo Erdosain entra a la oficina del director de la Compañía Azucarera. Allí lo aguardan el director, el señor Gualdi y el subgerente, hijo del director. El subgerente se dirige a Erdosain y le dice que saben que él es un estafador; tienen plena conciencia de que les ha robado seiscientos pesos. Erdosain, mal vestido, impasible, responde que esas son mentiras. Se compromete a rendir cuentas al día siguiente a las tres de la tarde. Parado, mirando a los tres hombres, siente una profunda desdicha y humillación. Nervioso, retuerce el ala de su sombrero negro y pregunta si puede retirarse. Le repiten que al día siguiente, sin falta, deberá estar allí con las pruebas de su inocencia.

Capítulo I, Estados de conciencia

Erdosain reflexiona sobre su condición de ladrón, por su alma y por el funcionamiento de su conciencia. También piensa en que su continuidad en la Compañía Azucarera no tiene ni tuvo que ver nunca con robar dinero, sino con esperar siempre a que suceda algo extraordinario que dé un giro a su vida y lo arranque de lo que denomina “la zona de la angustia”. Siente una profunda necesidad de maravillas, pero cree que esta es una necesidad que no puede ni podrá satisfacer: es un inventor fracasado y un delincuente fuera de la ley.

Erdosain entiende que ha comenzado a robar con mucha facilidad. Siempre creyó que iba a tener que vencer obstáculos morales para delinquir de ese modo. Y sin embargo robar es fácil, y no solo por la falta de administración de la Compañía Azucarera, que para colmo disminuye la complejidad del asunto, sino porque nadie espera que lo haga.

Capítulo I, El terror en la calle

A veces, Remo Erdosain siente en medio de tanta angustia una esperanza inusitada, y sale a la calle. Imagina que una joven bella y rica posa su mirada en él y le ofrece una fortuna a su mujer, Elsa, para que se divorcie de él. Entonces se casa con Erdosain y huyen a Brasil en un yate. Imagina que la felicidad purifica su vida e inmediatamente su esperanza se desvanece con la violencia de su propia imposibilidad. Se dice: “Bueno, seré cafishio” (p.16) con amargura, y lo invade un profundo y terrible horror. Muchas veces se deja arrastrar impulsivamente por el desprecio a sí mismo hacia los más inmundos prostíbulos de la ciudad. Una vez allí, con la prostituta, mira al techo y se pregunta qué ha hecho de su vida. Siempre, asqueado de sí mismo, salta de la cama, le paga a la mujer y huye hacia otro infierno a seguir gastando el dinero robado a la compañía.

Capítulo I, Un hombre extraño

En el centro de la ciudad, a las diez de la mañana, encuentra sentado tomando un café al farmacéutico Ergueta. Hace tiempo que no se ven, pero se conocen. Erdosain le pregunta si finalmente logró casarse con Hipólita. Ergueta responde que sí, pero que su familia se enteró de que ella había sido prostituta. Hablan de la farmacia; Ergueta dice que no va mal, pero que está ganando dinero en la ruleta. Según sus palabras, Jesús le reveló el secreto de la ruleta, una “ley de sincronismo estático” (p.19). Mientras el farmacéutico le explica cómo funciona, Erdosain contiene la risa.

Según Ergueta, Jesús revela estos secretos a quienes tienen el alma llena de santidad. Erdosain aprovecha el comentario y comienza a adularlo. Le dice que no está loco, a pesar de haber pasado de ser un gran pecador a predicar la palabra de Dios, sino que hay en él “un exceso de vida, de caridad y de amor al prójimo” (p.20). Prepara, Remo Erdosain, el terreno para pedirle el dinero; le dice que hay hombres que necesitan su ayuda. Pero cuando le pide el dinero la reacción de Ergueta es inmediata, contundente y, sobre todo, humillante: se para, extiende el brazo y chasquea los dedos en dirección a la puerta: “rajá, turrito, rajá” (p.22), le dice.

Capítulo I, El odio

Pasado el peor momento de la humillación por la que acaba de pasar, Erdosain se sienta en un bar. Se pregunta de dónde sacar los seiscientos pesos y piensa en Gregorio Barsut, el primo de su mujer, que cada noche va a su casa a visitarlos.

Con Barsut Erdosain tiene una relación de atracción y repulsión muy fuerte. Le desagrada su persona y su conversación y, cada vez que Barsut se va, se promete a sí mismo no volver a recibirlo. Sin embargo, pocas horas antes del anochecer Erdosain ya está pensando en Barsut nuevamente. A su vez, el primo de su mujer también lo odia, como se odia a la gente a la que se le hicieron muchas confidencias. Tiene miedo de enloquecer, como pasó con su padre y sus hermanos. Barsut vive de unas modestas rentas de propiedades heredadas. En el café, Erdosain decide que le pedirá dinero esa noche.

Capítulo I, Los sueños del inventor

Erdosain camina toda la tarde por los barrios céntricos, camina por Recoleta, admira las lujosas residencias de la zona y sueña. La pena le cierra la garganta. Se pregunta cómo es que puede caminar si su cuerpo pesa tan solo setenta kilos. Imagina con lujo de detalle uno de los interiores de esas casas; imagina a su mujer, Elsa, cuando todavía era su novia, deambulando por alguna sala, mientras él se entrevista con un millonario que está dispuesto a darle el dinero para que tenga su propio laboratorio.

Mientras cae la tarde, Remo recuerda al Astrólogo. El Astrólogo tiene un proyecto de sociedad revolucionaria. Sin vacilar, va hasta la estación de trenes de Constitución y saca boleto hacia Temperley, donde vive el hombre. Si Barsut no puede ayudarlo, él tal vez pueda hacerlo.

Análisis

Los siete locos es una novela que se divide en tres capítulos de 74, 20 y 114 páginas respectivamente. Como vemos, dos de esos capítulos son extensos. A su vez, estos capítulos se subdividen en apartados sin numerar, pero titulados.

El primer capítulo de Los siete locos abre con la presentación de Remo Erdosain en una escena que, en lugar de desenvolver poco a poco al personaje, precipita su descripción hacia su característica más íntima y, a la vez, más importante: la angustia. “Al abrir la puerta de la gerencia (...) comprendió que estaba perdido, pero ya era tarde” (p.11): la inevitabilidad de su destino es asumida con “impasibilidad”, pero también con la “desdicha inmensa que pesaba sobre su vida” (p.12). El empleado de la Compañía Azucarera, Remo Erdosain, es acusado de malversar seiscientos pesos de los cobros que él mismo debía realizar. Se siente acorralado, sí, pero a la vez no hay desesperación en sus palabras. En el segundo apartado, “Estados de conciencia”, Erdosain se presenta como un incomprendido. Se pregunta por las razones que lo llevaron a robarle a la Compañía. A pesar de que no es un hombre con dinero, no era su objetivo satisfacer deseos económicos ni mucho menos. Remo se siente como “una cáscara de hombre movida por el automatismo de la costumbre” (p.13).

Como introducción, esta escena de apertura y de presentación de Erdosain es contundente; hasta podría decirse que resulta algo abrupta. Cabe detenerse un poco en este asunto de la angustia y entrar al análisis por aquí. A pesar de la anacronía entre Arlt y la filosofía existencialista como la conocemos popularmente, es y será inevitable leer muchos pasajes de Los siete locos en clave existencialista.

El existencialismo tuvo su auge en el siglo XX. Según esta corriente filosófica, el punto de partida para todo pensamiento debe ser el individuo y su percepción; sus experiencias subjetivas, signadas por la experiencia subjetiva principal, que es el sentimiento angustiante de habitar un mundo absurdo. El desamparo y la desesperación que Erdosain siente y sentirá a lo largo de la novela son sentimientos que se asocian a este hombre que es arrojado al mundo moderno, carente de Dios, y a la masa que lo despersonaliza y lo vacía.

Erdosain expone, una y otra vez, ideas sobre su propia condición que nos remiten a ese aspecto dramático de la experiencia humana de la que parte la filosofía existencialista. Erdosain establece, a través de sus experiencias y desde el comienzo del texto, que no puede haber contacto con la verdad, pero sí con la verdad propia, tal cual se experimenta. No hay discursos hegemónicos a los cuales aferrarse en el afuera, sino que va a ser a través del autoexamen constante, de ese hurgar en la interioridad, que Erdosain encontrará las pautas para conducirse. Estructuralmente, esto salta a la vista enseguida: cada dos o tres apartados, a lo largo de la novela, tendremos un apartado que pura y exclusivamente se dedica a esta exploración interior (“El terror en la calle”, “Los sueños del inventor” o “La casa negra” son ejemplos de esto).

Haciendo énfasis en esta acronía de Los siete locos con respecto al existencialismo tal como lo conocemos, debemos situar a Arlt en este pensamiento, entonces, de un modo menos esquemático. Además, hay un gran contacto también con los surrealistas. El surrealismo en un punto se pensaba a sí mismo como un movimiento moral más que meramente estético. El abandono de sí en la escritura automática conllevaba necesariamente un abandono de todo precepto moral y censura. Es así como muchos textos surrealistas fueron completamente disruptivos para la moral de la época. Los textos de desenfrenada violencia de Lautréamont, Rimbaud o el Marqués de Sade fueron homenajeados por André Breton, padre del surrealismo, que los consideró antecesores de este impulso deshinibitorio.

Arlt cree también, como los surrealistas, en el poder violento de la palabra, de las imágenes que pueden componerse con ellas (incluso, por momentos, por sobre el poder de las ideas más complejas). Volveremos sobre esto más adelante, cuando hablemos del aspecto político de la literatura de Arlt.

A Erdosain es la experiencia lo que lo sacude; la experiencia mantiene vivo al sujeto, y en eso coinciden tanto existencialistas como surrealistas. La experiencia es un tema ineludible en Los siete locos. Una frase de Rimbaud parece recorrer Los siete locos de punta a punta: “Rápido, un crimen que me caigo al vacío”. Erdosain es un hombre que está en busca de una acción, de un acto certero como un rayo, un evento “prodigioso” (p.75) que, como en este caso, puede ser un delito, como el robo.

Cabe detenernos un poco en la Argentina de la época para pensar el asunto del robo. En los años 20 se cierra el ciclo de inmigración masiva en el país, que comienza a consolidar su rol de proveedor de materias primas mundial en la división internacional del trabajo. Lo que en principio era un modelo que creía en el crecimiento exponencial indefinido comienza a debilitarse. Muchos inmigrantes y criollos habían ascendido socialmente en los últimos años; el crecimiento económico generalizado y sostenido por varios años trajo bienestar para muchas familias que venían de tiempos difíciles en Europa. Es por esto que, cuando este crecimiento se debilita en los años en que Arlt compone la novela, aparecen por primera vez en la Argentina los temores de una nueva clase media; particularmente, el miedo al desclasamiento.

Hay, además, un anhelo de experiencias vitales generalizado en cierto sector de esta clase media masificada, del cual podemos inferir, evidentemente, una realidad carente de dichas experiencias. Erdosain, como otros personajes con los que nos encontraremos en el texto, se moverá entre la abulia, el aburrimiento y el deseo de experimentar estos eventos prodigiosos.

Erdosain será humillado, como en esta escena inicial, más de una vez a lo largo del texto. La humillación es el motivo principal de la angustia en la novela. La primera humillación es la económica: le preguntan sus superiores a Remo, inclusive, por qué anda tan mal vestido. “No gano nada como cobrador” (p.11), responde sencillamente Erdosain. La humillación es una de las características imprescindibles de la figura del empleado. En la siguiente serie de capítulos ahondaremos más en este arquetipo de la literatura moderna. Por lo pronto, es importante detenerse en la humillación, en la angustia que mencionamos y también en esta necesidad de encontrar un acto, una acción que le dé un soplo de vida al hombre moderno.

La segunda humillación en esta etapa se da en el encuentro con el farmacéutico Ergueta. En un primer momento, parece Ergueta quien es juzgado y manipulado por Erdosain, que escucha impasible su insólito relato sobre cómo logró aprender a controlar la fortuna en la ruleta y cómo ahora es un hombre nuevo. Pero, en el momento en que aparece la necesidad concreta y material de dinero por parte de Remo, la escena se da vuelta por completo. Ergueta, sin matices, humilla públicamente a Erdosain: “Rajá, turrito, rajá” (p.22), le ordena, con el dedo señalando la puerta, mientras Erdosain se aleja, rojo de vergüenza.

Otro tema importante a introducir es el expresionismo en Arlt. A través de la mirada expresionista, el autor aborda en Los siete locos uno de sus temas principales: la experiencia de la modernidad. El escritor César Aira ha analizado profundamente la poética de Arlt en este sentido. Aira diferencia el expresionismo en Arlt del impresionismo: en el impresionismo, el sujeto se mantiene a distancia del objeto para reflejar su naturaleza cambiante, mientras que, en el expresionismo, el sujeto desconfía de lo que ve, del objeto; es su percepción la protagonista, y los objetos son un efecto de su percepción. Hay cierto impulso escencialista que lo lleva a buscar la verdad, pero lo hace en su interior, en la proyección de ese objeto en las profundidades de quien observa. Son muchos los pasajes de reflexión en Los siete locos, casi como si a cada experiencia correspondiera un peregrinaje interior en un apartado siguiente. Erdosain cava en sí mismo como un minero en busca de una verdad con este impulso escencialista tan característico del expresionismo.

A su vez, esta mirada se combina con la necesidad del sujeto de ordenar el exterior, la modernidad. Se persigue en una realidad desordenada un patrón; se buscan formas fijas, generalmente geométricas. Las nubes se convierten en una “forma plana y horizontal” (p.13), la angustia es de “dos dimensiones” (p.13), “un paralelogramo de luz” (p.71) corta las tinieblas. Hay un sistema de formas que da sentido a lo que rodea al sujeto que esta vez es trastocado por la modernidad. Esta forma de la percepción intenta captar los objetos que rodean al sujeto en toda su plasticidad, realzando sus volúmenes, sus formas, sus relieves. A partir de estas descripciones se intenta alcanzar no la imagen del objeto, sino su expresividad y sus efectos sobre la subjetividad del hombre: las “diagonales oscuras a la oblicua sombra de los rascacielos” (p.54) y las “calles oblicuas” (p.101) de la ciudad dialogan y se retroalimentan con la angustia y la soledad de Erdosain. No hay lo uno sin lo otro.

Si nos centramos en Erdosain podemos tener una primera impresión de lo que representa el hombre de la modernidad de Arlt. Se trata de un hombre de la masa que carece de conciencia de clase: se esfuerza por lograr la alteridad, la originalidad; pretende alejarse de ese ámbito del que proviene (la masa). Erdosain busca superar el anonimato; sus frustraciones radican en que solo logra hacerlo mediante su imaginación y sus impulsos disruptivos pero aislados. Volveremos sobre este punto varias veces en el análisis. De esto se trata este intento de salirse de lo esperable, como mediante el robo, para un hombre de su clase y su “tipo”: de “desmasificarse”. La liberación de las condiciones en las que se vive no va a darse de un modo colectivo: la búsqueda de Erdosain es individual; la salida es a través de la alteridad y la emergencia de esta originalidad que se busca.

En esta primera parte también se presenta a Gregorio Barsut, el primo de Elsa, a través de la mirada y el recuerdo de Erdosain: “Su presencia le hacía temblar las manos dejándole la boca seca” (p.22). Erdosain desprecia a Barsut inconmensurablemente. A la vez, se siente atraído: cada noche Barsut va a casa de Elsa y Erdosain, y cada noche Erdosain se dice a sí mismo que no va a recibirlo, pero igualmente lo espera y lo recibe sin excepción. Tienen entre ellos un duelo invisible que mantiene esta tensión. “Había entre ellos una situación indefinida, oscura. Una de esas situaciones que dos hombres que se desprecian toleran por razones independientes a sus voluntades” (p.25). La idea de Erdosain de pedirle dinero a Barsut, a pesar de todo este trasfondo, alimenta esta propensión a la humillación con la cual se nos presenta en esta primera parte.