Los siete locos

Los siete locos Resumen y Análisis Capítulo I, Parte 2

Resumen

Capítulo I, El Astrólogo

El capítulo comienza con una exhaustiva descripción de la residencia, casi en ruinas, del Astrólogo, en el centro de una quinta boscosa. Erdosain se siente como en el campo. El dueño de casa lo recibe y le dice que quiere presentarle al Rufián Melancólico. Lo hace pasar a una habitación siniestra, plagada de telarañas, y le presenta a Arturo Haffner, el hombre al que en su intimidad llama el Rufián Melancólico. Haffner deja entrever el cabo negro de un revólver entre su saco y su camisa.

Erdosain se sienta en un sillón raído y el Astrólogo vuelve adonde parece haber estado hasta la llegada del invitado, junto a un mapa de Estados Unidos. Habla de cómo el Ku-Klux-Klan gana territorio y su influencia crece en ese país, y se pregunta por qué en Argentina no hay una sociedad secreta con ese nivel de poderío. “No sé si nuestra sociedad secreta será fascista o bolchevique” (p.32) , se dice. Lo que le interesa es convocar a todos aquellos esperanzados que han quedado “cesantes”. Habla de la necesaria creación de una colonia revolucionaria en la cordillera donde se sigan cursos de táctica ácrata. Los fondos para solventar este proyecto se conseguirán a través de una red de prostíbulos regenteada por la misma organización.

Erdosain logra interrumpir el desarrollo de esta idea del Astrólogo para pedirle el dinero que necesita. Haffner, a su vez, interrumpe a Erdosain. Le pregunta si siente alguna satisfacción al robar. Remo se explica. Según sus palabras, es la angustia la que lo lleva a “hacer macanas”, cometer errores que lo llevan a un camino por el cual se hace inevitable seguir adelante. Compara sus acciones con el momento en que, tiempo atrás, el Astrólogo se quiso matar.

Haffner se mete las manos entre el cinturón y el pantalón y saca una chequera para darle seiscientos pesos a Remo. Puede cobrarlos al día siguiente. Erdosain desea agradecerle al Rufián pero no sabe cómo. Haffner lo entiende, y simplemente se dirige al Astrólogo para que prosiga con el desarrollo de su idea de la sociedad secreta. Según el Astrólogo, la base debe ser la obediencia y el industrialismo. La necesidad imperiosa es la de construir un hombre inexorable que domine las masas y les muestre el camino; un líder. Erdosain se tiene que ir; el Rufián lo acompaña.

Capítulo I, Las opiniones del Rufián Melancólico

Los hombres se alejan caminando de la casa del Astrólogo. Erdosain le pregunta cómo es que, teniendo dinero, sigue en “la vida”. El Rufián es un cafisho, un macró, es decir, se beneficia de mujeres que se prostituyen para él. La curiosidad de Remo por las motivaciones y la conciencia del Rufián lo incomodan, pero el hombre igualmente se explica: misoginia y tedio de por medio, justifica su accionar. Las mujeres son solo un número para Haffner, y el dinero que producen, un modo de paliar el aburrimiento.

Luego, Erdosain le pregunta si cree que el Astrólogo puede tener éxito en sus proyectos. Haffner le dice que no; lo acompaña porque, ante el sinsentido de la vida, no ve razones para no hacerlo, del mismo modo en que le presta plata a Remo para pagar su deuda. Erdosain se siente asquead. Con violencia, intenta devolverle el cheque al Rufián. Se siente mareado. El Rufián, con calma, lo ayuda a recomponerse.

Caminan un poco más. Haffner le cuenta a Erdosain del momento en que logró introducir a la prostitución a una muchacha que estaba ciega. Ahora, embarazada, al Rufián le parece un espectáculo interesante; se refiere a ella como “el plato raro” de un prostíbulo. Se despiden y Remo, pensativo, se aleja afirmando para sí que, indudablemente, Haffner es un monstruo.

Capítulo I, El humillado

A las ocho, Erdosain entra a su casa. El comedor, humilde, con apenas una mesa, un baúl y un alambre donde cuelga la ropa, tiene la luz prendida. Allí lo esperan Elsa y un hombre de pie a su lado. Elsa está vestida como para irse; el hombre está vestido como un general. Una de sus manos se apoya en la empuñadura de la espada. Remo, contrariado, pregunta qué pasa. Elsa le dice que se va; no va a vivir más con él. Erdosain les pregunta dónde se conocieron, pero el capitán le responde que esas cosas no deben preguntarse. Erdosain se siente humillado, aunque el hecho de tener en su bolsillo un arma lo hace sonreír. Se dice que, si quisiera, podría matarlos.

Elsa le dice que está cansada, que quiere felicidad, que él tiene talento pero ella necesita salir de la miseria. Concuerdan que ambos sienten lo mismo; que durante mucho tiempo compartieron la angustia, el aburrimiento, el deseo de que les pasen cosas extraordinarias.

El capitán se para y dice que ya es hora. Deben irse. Erdosain les pregunta si saben por qué no mata al capitán como a un perro. “Porque estoy en frío” (p.51), dice, y con desprecio tira el arma hacia un rincón de la habitación. Comienza a recordar en voz alta las humillaciones de su infancia, los golpes de su padre, los abusos de sus compañeros en el colegio. Se pregunta por el paradero de su coraje.

Elsa le dice que se van. Agrega que siempre lo quiso, incluso en este momento, y que se va y en algún momento va a volver. Le pide a Remo que piense en ese día, en el día en que ella volverá por la puerta y el reencuentro será feliz. Erdosain está tranquilo ante esta imagen en su mente, pero de repente toma a Elsa de las muñecas y la sacude. Le pregunta si se acostó con el capitán. Elsa responde negativamente. Remo afloja sus manos, ella se va con el Capitán y él cae, desplomado.

Capítulo I, Capas de oscuridad

En este apartado, Erdosain se pierde una vez más en su interioridad. No sabe cómo se arrastró hasta la cama, pero despierta con la sensación de caer en un agujero sin fondo de angustia y desesperación. Esta escena es una sucesión de imágenes que ilustran estas emociones, “capas de oscuridad”, como indica el título. Describe la sensación de estar en un cubo de cemento portland; de ser una llaga cubierta de piel, un monstruo enroscado en sí mismo en el fondo de una pieza oscura; de sentir que una placenta de tinieblas blinda su realidad. Erdosain imagina a Elsa haciendo el amor con el capitán con lujo de detalle; el dolor asemeja la escena al autoflagelo.

Recuerda la infancia, la sensación de esperar a que aparezca la luz del amanecer por debajo de la puerta y saber que su padre vendría a pegarle. Ahora ve la luz del living por debajo de la puerta y piensa en qué diría Barsut de todo eso que acaba de suceder.

Análisis

En esta parte se presentan nuevos personajes fundamentales en la novela. Por un lado, conocemos al Astrólogo, un hombre cuyos planes, de alguna manera, vienen a otorgarle una dirección al personaje de Erdosain. El Astrólogo planea conformar una sociedad secreta con el objetivo de tomar el poder en el país. Cuando Erdosain llega a su casa en Temperley, el Astrólogo está hablando, frente a una pizarra, de cómo el Ku Klux Klan se hizo grande en Estados Unidos, y cómo podría hacerse algo de ese orden en Argentina. Allí está Haffner, que lo escucha. La conspiración es un tema secundario pero ineludible en el texto, porque la conspiración es el modelo de intervención política que se propone ante la situación sociopolítica contextual que se describe.

Es menester reponer en este punto el contexto sociopolítico de los años 20 en el mundo. Ante un contexto mundial signado por una fuerte crisis de fe y un desencanto ante las formas políticas democráticas, el mundo se vuelca hacia otro tipo de liderazgo: un liderazgo personal. Pensemos, por ejemplo, en la asunción de Mussolini en 1921 y el liderazgo de Hitler a partir del mismo año en el Partido Nacional Socialista. La sociedad secreta es una estructura que viene a ocupar en el texto este espacio en medio de una gran crisis de las mitologías y la conducción de las masas.

Si pensamos en la Argentina de esos años, la vida política se encuentra signada por los enfrentamientos entre el radicalismo (partido político, en ese momento, de corte popular) y el conservadurismo. Además, no deben pasarse por alto las intervenciones de grupos anarquistas, el Partido Socialista y el Partido Comunista. Son años de confrontación fuerte de ideas que atestiguan, además, el surgimiento de ciertas agrupaciones de corte nacionalista y pro-fascista. Tanto Lenin como Mussolini encuentran muchos simpatizantes en Buenos Aires. El Astrólogo le dice a Erdosain:

Yo le hablo a usted con franqueza. No sé si nuestra sociedad será bolchevique o fascista. A veces me inclino a creer que lo mejor que se puede hacer es preparar una ensalada rusa que ni Dios la entienda. Creo que no se me puede pedir más sinceridad en este momento. Vea que por ahora lo que yo pretendo hacer es un bloque donde se consoliden todas las posibles esperanzas humanas. Mi plan es dirigirnos con preferencia a los jóvenes bolcheviques, estudiantes y proletarios inteligentes. Además, acogeremos a los que tienen un plan para reformar el universo, a los empleados que aspiran a ser millonarios, a los inventores fallados —no se dé por aludido, Erdosain—, a los cesantes de cualquier cosa, a los que acaban de sufrir un proceso y quedan en la calle sin saber para qué lado mirar (p.32).

¿Realmente no debe Erdosain sentirse aludido por este comentario? Efectivamente, la sociedad secreta se propone como un espacio para cooptar a todo aquel que, como Remo, tiene una visión desencantada de la existencia pero que, a su vez, desea más. Incluso dentro de este contexto sociopolítico de definiciones ideológicas mundiales, el Astrólogo cree que lo que hay que poner en la mira es “a los cesantes de cualquier cosa”, a través del discurso político que se crea adecuado para este fin. Este intento de capitalizar el desencanto reinante denota una gran obsesión por el poder. Erdosain y el Astrólogo son complementarios perfectos; uno busca ser seducido y el otro quiere seducir. Remo necesita una dirección, objetivos, un lugar de referencia y reconocimiento (por oposición a la humillación, una de las constantes de su vida). Un hecho que nos da la pauta de esta búsqueda es el dato de que Erdosain y el Astrólogo se conocieron en la Sociedad Teosófica.

Cabe un comentario a esta mención. La Sociedad Teosófica en Argentina, sociedad secreta que existió fehacientemente, estaba fuertemente vinculada a ideales antisemitas y golpistas. Blavatsky fue su fundadora en el país, y sostenía entre otras cosas la existencia de una civilización perfecta, subterránea, que había tenido origen en el desierto de Gobi. Esto, los vínculos de la sociedad Teosófica con el poeta Leopoldo Lugones y otros aspectos de esta organización, son asuntos que a Arlt le interesaban mucho. En el año 1920, en Tribuna Libre, publicó un artículo titulado “Las ciencias ocultas en la ciudad de Buenos Aires”, que da fe de sus investigaciones al respecto. Roberto Arlt ve la farsa de los ocultistas, y plasma sus ideas tanto en este texto de divulgación como en Los siete locos. El autor es un genuino interesado en el ocultismo; cae en la cuenta del cinismo que se oculta tras estos discursos. Esto es una muestra de una gran sensibilidad de época, que debe mucho al hecho de que inicialmente Arlt quiso creer en estas teorías, pero descubrió el artilugio. No es casual que, luego de este desencanto con el ocultismo, cree un personaje como el Astrólogo, porque comprende que los discursos ideológicos pueden malearse con cinismo y obsesión por el poder. El Astrólogo es un personaje que extrema estas características, al afirmar, abiertamente, que da lo mismo que la sociedad secreta sea bolchevique o fascista, con tal de triunfar.

Esto nos da pie a pensar en lo que pasa luego, cuando el Rufián Melancólico toma la palabra. Heffner es un proxeneta y su figura asquea a Erdosain. Representa para él la baja moral, lo más abyecto de la sociedad. Erdosain se encuentra contrariado por el plan; no entiende cómo estos hombres pretenden que una sociedad revolucionaria obtenga su sustento económico de una red de prostíbulos, de la explotación de la mujer. El Rufián le responde con un panorama implacable sobre el mundo que los rodea:

Lo que usted dice no tiene sentido. La sociedad actual se basa en la explotación del hombre, de la mujer y del niño. Vaya, si quiere tener conciencia de lo que es la explotación capitalista, a las fundiciones de hierro de Avellaneda, a los frigoríficos y a las fábricas de vidrio, manufactura de fósforos y de tabaco. —Reía desagradablemente al decir estas cosas—. Nosotros, los hombres del ambiente, tenemos a una o dos mujeres; ellos, los industriales, a una multitud de seres humanos. ¿Cómo hay que llamarles a esos hombres? ¿Y quién es más desalmado, el dueño de un prostíbulo, o la sociedad de accionistas de una empresa? Y sin ir más lejos, ¿no le exigían a usted que fuera honrado con un sueldo de cien pesos y llevando diez mil en la cartera?” (p.43)

Erdosain no puede hacer otra cosa que darle la razón.

En esta sección también se encuentra una escena célebre de Los siete locos: el encuentro de Erdosain con Elsa y el Capitán. La humillación de Erdosain es garantizada por condiciones estructurales de su persona; todo él se precipita hacia situaciones humillantes a lo largo del texto. Erdosain llega al punto de desvanecerse al partir Elsa y el Capitán. Más allá de cierta acidez en los comentarios que Remo les hace a los amantes antes de que se vayan; más allá de tener una pistola y, por ende, la posibilidad de matarlos; más allá de que Remo sepa que el Capitán, a pesar de su abultado salario, es también un siervo, la escena expone una situación de humillación obscena que culmina con el desmayo de Erdosain ante la partida de Elsa.

En el apartado siguiente, Remo se pierde nuevamente en sus pensamientos. La angustia no viene solo por la partida de Elsa o la pérdida de la noción del tiempo y el espacio por un largo rato. Erdosain se angustia aún más cuando vuelve en sí, "se reconoce” nuevamente y se da cuenta de que, a pesar de lo sucedido, todo sigue igual que antes: “El oblicuo paralelogramo de luz que llegaba desde la calle a platear el tul del mosquitero, era la noción de que vivía como antes, como ayer, como hace diez años” (p.59). El apartado cierra con la pregunta de qué dirá Barsut cuando se entere. La mirada de Gregorio constituye para Remo la mirada severa de aquel otro que lo juzga y lo rebaja; hablar con él significa tocar el fondo de la humillación.