Los siete locos

Los siete locos Imágenes

La luz

Por un lado, hay una percepción sinestésica de la luz. Arlt usa en varias ocasiones imágenes sinestésicas: la luz tiene, además de luminosidad, textura de algodón, y es a la vez líquida (“gotea”). Este recurso poético en general aparece de modo recurrente en las descripciones de la ciudad moderna: “Los faroles ardían tristemente vertiendo a través del fangal cataratas de luz algodonosa que goteaban en los mosaicos haciendo invisible el pueblo más allá de dos pasos” (p.161).

La luz también participa de imágenes de alto contraste; cercena, corta la oscuridad, lo azul, lo negro. Estos contrastes son herencia de una gran influencia, en la literatura de Arlt, del expresionismo alemán; sobre todo, del expresionismo alemán en el cine. Los ángulos, las líneas rectas y los contrastes son muy propios de este movimiento estético, y son también recurrentes en las descripciones arltianas de la ciudad moderna: “Por la entreabierta puerta de vidrios opacos penetraba un rayo de sol que como una barra de azufre cercenaba en dos la atmósfera azulosa” (p.156).

El sol

El sol amarillo connota una luminosidad de pesadilla, enceguecedora y nefasta que acecha a Erdosain. En todo momento, la imagen del sol amarillo acompaña la angustia y es, como podemos ver a continuación, recurrente y amenazante: “Y en las calurosas horas de la siesta, bajo el sol amarillo caminó por las aceras de mosaicos calientes en busca de los prostíbulos más inmundos” (p.17); “Usted camina por las calles con el sol amarillo, que parece un sol de peste... Claro. Usted tiene que haber pasado por esas situaciones” (p.37); “Estaré solo sobre la tierra (...). El infinito por delante (...). Y noche y día... y siempre un sol amarillo. ¿Se da cuenta? Crece el infinito... arriba un sol amarillo y el alma que se apartó de la caridad divina anda sola y ciega bajo el sol amarillo” (p.187); “Pensó en la deliciosa criatura y se la imaginó soportando a ese bruto bajo un cielo oscurecido por grandes nubes de polvo e incendiado por un sol amarillo y espantoso. Ella se marchitaría como un helecho trasplantado a un pedregal” (p.159).

La oscuridad

La imagen de la oscuridad viene siempre a reforzar la distancia entre Erdosain y el resto del mundo. La “casa negra” (que designa la masturbación, negada y deseada a la vez) no es un lugar de deseo, sino de aislamiento. El negro, lo oscuro, aísla, separa. “Cada capa de oscuridad” era “un tejido placentario que lo aislaba más y más del universo de los hombres (...). Sí, todo su cuerpo vivía, estaba en contacto con la tierra, por un centímetro cuadrado de sensibilidad. El resto se desvanecía en la oscuridad” (p.56).

Las imágenes del negro de la pieza de la pensión son frecuentes. Erdosain se ve inmerso en una “placenta de tinieblas”, en el “negro vientre” de la habitación (p.56). La oscuridad es un lugar de soledad: “Yo sabía que no había ningún objeto en estar mirando las tinieblas, pero me imaginaba que ella [Elsa], compadecida de verme así, abandonado en la oscuridad, terminaría por apiadarse y decirme: «Bueno, vení si querés». Pero nunca, nunca me dijo esas palabras” (p.90).

La ciudad

El hombre moderno es acosado por la ciudad. En Los siete locos, la ciudad es amenazante en su oscuridad y, a la vez, su sol amarillo acecha y aturde. El cine expresionista alemán inspiró muchas de las imágenes de alto contraste a las que Arlt recurre para armar la arquitectura de esta ciudad.

El sujeto que busca ordenar la realidad que percibe recurre a formas geométricas y a colores planos. La preeminencia de la forma, los planos oblicuos, los efectos de contraluz, el protagonismo de lo urbano en la estética arltiana son características de estilo sobresalientes en la novela. Así, por ejemplo, las chimeneas vomitan "torrentes de humo" (p.149) y la "zona de la angustia" es un "óvalo de puntos" que se encuentra "a dos metros de altura" sobre el nivel de la ciudad, una "angustia de dos dimensiones" (p.13).