La isla del tesoro

La isla del tesoro Resumen y Análisis Capítulos 22-27

Resumen

Capítulo 22

Afortunadamente, los piratas no vuelven a atacar durante el día y esto permite que los hombres de Smollett puedan dedicarse a otras tareas, como arreglar el fortín, curar a los heridos y preparar una buena comida. Entre los caídos se encuentran uno de los piratas y Hunter; por otra parte, el capitán Smollett cuenta con heridas considerables, aunque no fatales.

Después de comer, Livesey, Trelawney y Smollett se reúnen para determinar cómo seguir. Luego de este encuentro, el doctor abandona el fuerte con dos pistolas y un machete. Jim supone que el hombre va en búsqueda de Ben Gunn. Abrumado por el calor del sol del mediodía y los cadáveres a su alrededor, Jim decide abandonar el fortín para buscar el bote de Ben, a pesar de que sabe que está desobedeciendo las órdenes del capitán. En el camino, ve a John Silver en un bote al lado de La Española, hablándole a dos piratas a bordo. De repente, “el Largo” se dirige a la costa y los dos hombres desaparecen por la cubierta.

Finalmente, Jim encuentra el bote de Ben Gunn debajo de una tienda de piel de cabra. La embarcación, llamada coraclo, es pequeña y rudimentaria. Luego, el muchacho tiene una nueva idea: planea acercarse a La Española para cortarle las amarras y dejarla a la deriva, impidiendo que los piratas puedan huir.

Capítulo 23

Jim rema en dirección a La Española, pero el coraclo es un bote muy inestable y difícil de manejar. Afortunadamente, la marea lo acerca a su destino pero, al llegar, ve las amarras tan tirantes que decide esperar a que el viento cambie de dirección y favorezca su tarea. Mientras espera, oye voces que vienen del camarote. Una de ellas pertenece a Israel Hands; la otra, a otro de los piratas. Se los nota embriagados y furiosos. En ese momento, un golpe de viento pone la cuerda de La Española en una posición perfecta y Jim la corta. La embarcación comienza entonces a virar sobre sí misma, impulsada por la corriente. En un acto instintivo, Jim se trepa para echar una mirada al barco. Desde allí, ve a Hands en una lucha a muerte con otro pirata.

Luego, se deja caer en el coraclo y es sorprendido por un brusco movimiento del barco; la estela de La Española lo arrastra cerca del campamento de los piratas en la costa. Seguro de que se acerca una muerte inminente, el muchacho encomienda su alma al Señor y se queda dormido en el coraclo, zarandeado por el mar, soñando con su hogar y la posada “Almirante Benbow”.

Capítulo 24

Jim se despierta al día siguiente y se da cuenta de que está en el extremo suroeste de la Isla del Tesoro. Debido a las dificultades del territorio, repleto de rocas derrumbadas, el muchacho decide dirigirse al cabo Boscoso, un lugar más seguro para desembarcar. En el inestable coraclo, Jim aprende, a través de la prueba y el error, distintas estrategias para navegar entre las enormes olas. Finalmente, cuando logra acercarse al cabo Boscoso, ve La Española. Por el movimiento de la goleta, Jim se da cuenta de que no hay nadie a bordo. Decide ir hacia ella para poder devolverle la embarcación al capitán Smollett. Así, rema con mucho esfuerzo, tratando de alcanzarla, y, cuando está cerca, salta para subirse. Desde allí, un golpe sordo le advierte que La Española destrozó al coraclo; la goleta es ahora la única posibilidad de salvación para Jim.

Capítulo 25

Al subir a La Española, Jim no ve a ninguno de los piratas. Luego de una violenta sacudida, encuentra a Israel Hands y a otro pirata inconscientes. Ambos están rodeados de sangre, por lo que el muchacho cree que están muertos. Repentinamente, Hands emite un quejido hondo y le pide a Jim un trago de brandy. Así, el joven se dirige a los camarotes, que se encuentran en un estado desastroso; hay barro en el suelo y botellas vacías por todas partes. Finalmente, Jim encuentra la bebida para Hands y regresa a cubierta para dársela. Ahí, le advierte al pirata que está a bordo para tomar posesión del barco y que debe ser considerado capitán. Con esta declaración, el muchacho baja la bandera negra de los piratas y la tira al mar.

En este momento, Israel le ofrece un acuerdo: si Jim le da comida, bebida y algún trapo para su herida, él lo ayudará a manejar el barco. Los dos cierran el trato. Desde este momento, el barco navega apaciblemente rumbo a la Caleta Norte. Con este nuevo rol, Jim se siente eufórico; solo la extraña sonrisa de Hands, que lo persigue a todo momento, lo inquieta.

Capítulo 26

Luego de llegar a destino, Jim y Hands deben esperar a que la marea esté alta para poder desembarcar. Así, se sientan a comer y el pirata le pide al joven si puede traerle un poco de vino en vez de brandy. Jim sospecha de este pedido y se da cuenta de que es un pretexto para quitarlo del camino. Sin embargo, decide hacerle caso y se esconde para verlo. Así, descubre que Hands se levanta para tomar un cuchillo. A pesar de que el muchacho sabe que el filibustero está armado y es peligroso, también asume que no le hará nada hasta que la goleta esté firmemente anclada. Finalmente, cuando la marea sube, Jim intenta llevar la embarcación a la costa con la ayuda de Hands. Al estar tan concentrado en su tarea, el muchacho olvida que el pirata está armado. Así, gira la cabeza y lo ve con el cuchillo sobre su mano, dispuesto a atacarlo, pero huye en el momento justo. Jim intenta dispararle, pero no lo logra porque la pólvora está mojada. Mientras intenta huir del pirata, la goleta queda varada en un arenal y se inclina violentamente. Jim, Hands y el cadáver ruedan juntos en la misma dirección; el muchacho, a toda velocidad, se pone de pie y se trepa al mástil. Ahí, arma sus pistolas con pólvora seca y amenaza con dispararle al pirata. De improviso, Hands le arroja su cuchillo y se lo clava al hombro. El muchacho aprieta los dos gatillos y el filibustero cae al agua, herido.

Capítulo 27

Jim sigue subido al mástil y, luego de varios intentos, logra sacarse del hombro el cuchillo de Hands. Así, nota que su herida no es profunda ni peligrosa, aunque emana bastante sangre. Luego de tirar el cuerpo del pirata por la borda y quedarse solo en la goleta, Jim desembarca, ya que está muy cerca de la costa. Ya en tierra firme, decide regresar a la empalizada a través del bosque. Finalmente, ve el brillo de un fuego a la distancia y deduce que la luz viene del fortín. Esto lo asombra, pues sabe que sus compañeros no suelen prender grandes hogueras. El muchacho comienza a temer lo peor y, al llegar a la empalizada, nota una absoluta oscuridad. De repente, la voz de Capitán Flint, el loro del John Silver, anuncia a toda voz la llegada del muchacho, que intenta escapar, pero es atrapado por uno de los piratas.

Análisis

Estos capítulos constituyen la quinta parte de la novela, llamada “Mi aventura en el mar”. En estos apartados, Jim continúa demostrando su tendencia impulsiva, que suele traerle tantas complicaciones como beneficios. Así, el puesto que el capitán Smollett le ofrece lo aburre, ya que sueña con una vida grandiosa y heroica. Sin embargo, no se queda únicamente en la dimensión del deseo y huye de la empalizada, a escondidas de los demás, para buscar el bote de Ben Gunn. Desde el presente de la narración, el adulto Jim es consciente de su falta de temeridad y nos aclara los lectores: “Fui un tonto, y con razón, y por cierto estuve a punto de hacer una tontería” (p. 179). En este sentido, al focalizarse exclusivamente en las decisiones de un adolescente, Stevenson enfatiza el hecho de que La isla del tesoro es, principalmente, una historia de crecimiento personal más que un simple relato de aventuras. A pesar de que la novela incluye numerosos personajes adultos -en el caso de Livesey, se comparte incluso su perspectiva de los hechos-, la acción narrativa avanza, principalmente, por los caprichos de un muchacho.

Sin embargo, estas decisiones individuales también revelan a un narrador consciente de sus actos, que sabe que la huida de la empalizada es una locura. En este sentido, Jim es tanto un chico impulsivo como un adulto capaz de reconocer sus errores; el personaje está en ese intermedio entre estas dos etapas de la vida.

Su creciente maduración como personaje va de la mano con su habilidad de convertirse en un héroe para toda la tripulación. Esto se ve claramente en la decisión que toma de soltar a La Española y dejarla a la deriva para que los piratas no huyan en ella. Para llevar adelante esta arriesgada tarea, es fundamental la perspicaz percepción del muchacho, que adivina correctamente el deseo de los filibusteros. Además, el rol heroico de Jim no tiene nada que ver con poderes sobrenaturales, sino que está ligado a las mareas o los vientos que benefician su misión. Astutamente, Stevenson construye un héroe que carece de conocimientos extraordinarios, logrando su objetivo, en cambio, gracias a la fortuna; “si la suerte de nuevo no me hubiese favorecido, hubiese abandonado mi propósito” (p. 186) comenta el narrador. Así, el lector siente empatía por las peripecias de Jim, en tanto se encuentrna más cercanas a la experiencia de un chico común y corriente.

Para subirse a La Española, Jim debe enfrentar un océano desafiante y salvaje. “Remase yo como quisiera, la marea me llevaba mar adentro” (p. 186). En la novela, la naturaleza le recuerda permanentemente a Jim que ella domina a los hombres; así, le toca al muchacho aceptar las diversas condiciones climáticas e intentar sobrevivir bajo esas circunstancias. El éxito del muchacho radica, entonces, en permitir que la naturaleza lo maneje según su voluntad, y poder utilizar esa coyuntura a su favor; para llevar adelante su tarea, el joven no duda en "esperar horas a que de nuevo soplara el viento” (p. 186).

Cuando, finalmente, logra subir a La Española, el muchacho se encuentra con una embarcación caótica y desordenada. En este sentido, la goleta representa las vidas salvajes de los piratas que viven allí. Así como los filibusteros no pueden controlarse, tampoco pueden guiar sus acciones por medio de la razón. “Era obvio que no había nadie al timón” (p. 195), piensa, acertadamente, Jim; una vez más, percibe que los piratas son incapaces de darse cuenta de que La Española navega sin rumbo.

Nuevamente, el alcohol es un símbolo claro de esta existencia rebelde. El consumo abusivo de ron, brandy, oporto y otras bebidas da cuenta de una vida desorganizada, sin estructuras firmes ni rutinas. Es interesante notar que los piratas son, al menos en parte, conscientes de su propia autodestrucción y las consecuencias fatales que lleva su estilo de vida. En este sentido, las temática de las canciones que cantan los filibusteros giran en torno a sus fallidas misiones: “Solo uno vivió/ aunque con setenta y cinco la nave zarpó” (p. 187). De alguna manera, los piratas cantan sobre su propia ruina, como si tuvieran un instinto innato que los conduce, irremediablemente, a una gradual desgracia.

En estos capítulos, la autoridad de Jim crece hasta un punto inusitado cuando toma dominio de La Española frente a la mirada atónita de Israel Hands, a quien le ordena llamarlo capitán. Este rápido ascenso, de grumete a líder en un solo viaje, es central para el viaje simbólico del personaje de niño a hombre. Sin embargo, a diferencia de los adultos de la novela, el muchacho no parece tan interesado en el tesoro mismo o en el tipo de vida que el dinero puede comprar, sino en la aventura como experiencia transformadora. En este punto, es significativo que la única palabra que repite el loro de Silver, Capitán Flint, sea “¡Doblones! ¡Doblones!” (p. 221); una vez más, se subraya la idea de que la meta más importante de esta misión es conseguir el dinero. Sin embargo, al muchacho lo conmueven otros desafíos.

La lucha entre Jim y Hands en la cubierta del barco es más que un enfrentamiento entre el bien y el mal. Este encuentro posee un valor simbólico, en tanto contrasta la acción consciente y segura del joven con la destrucción y el desorden del pirata. En estos capítulos, Jim exhibe su dominio sobre el barco de diversas formas. Una de ellas es su actitud frente a la flameante bandera de los piratas; su primera tarea, al nombrarse capitán, es arriar “ese maldito trapo negro" (p. 203) y arrojarlo por la borda. Hands, por su parte, es incapaz de tomar las riendas. Encargado del barco antes de la llegada de Jim, asesina a su compañero O’Brien y queda semiconsciente sobre el suelo, ebrio. De esta manera, la pérdida de control sobre sí mismo se refleja también en el desorden de La Española: “La escena era de tal confusión como uno no podría siquiera imaginar” (p. 201), describe Jim al llegar a los camarotes. El rol simbólico del alcohol reaparece una vez más y exhibe que la ebriedad, además de intoxicar los cuerpos, representa una incapacidad total de sostener el control de la vida propia.

En el capítulo 26, Jim comete su primer asesinato. Sin embargo, el muchacho carece de sentimientos de culpa o remordimiento al respecto; “ni lo pensé” (p. 214), aclara. Esta actitud puede leerse como una prueba de su coraje; ahora, su única preocupación es sobrevivir y regresar al fortín con el resto de los hombres. Este desinterés se subraya cuando el muchacho tira el cadáver de O’Brien por la borda sin dudarlo demasiado. Si bien el pirata forma parte del bando enemigo, la frialdad del joven hacia el difunto contrasta con la ingenuidad que lo caracterizaba en un principio y lo hacía llorar frente al cuerpo de Billy Bones. En estos momentos, el personaje de Jim se vuelve más interesante y complejo, en tanto parece exhibir que la línea entre los hombres civilizados y los piratas no es tan clara. Al desprenderse fríamente de O’Brien y al matar a Hands sin pensarlo demasiado, podemos pensar que el desarrollo espiritual y cívico del muchacho es, sin duda, poco convencional, e incorpora elementos propios de la sociabilidad pirata.

En el capítulo 27, el título “¡Doblones!” anticipa el desenlace de esta quinta parte de la novela, ya que refiere a la frase distintiva del loro Capitán Flint. Apenas el muchacho pisa tierra firme, aparecen dos signos de que las cosas no están bien en el fortín; por un lado, los rastros de una hoguera, elemento poco característico de la tripulación del capitán Smollett, y, por el otro, el silencio reinante. Así, Stevenson genera una atmósfera de creciente suspenso en la que los lectores intuimos que algo malo está por pasar. Efectivamente, Jim es atrapado por los amotinados que tomaron la empalizada. De alguna manera, su ausencia en el fuerte acarrea complicaciones para el resto de la tripulación, de cuyo paradero no sabemos nada.