Jane Eyre

Jane Eyre Imágenes

El cuarto rojo

La narradora describe el cuarto rojo donde es encerrada, a modo de castigo, en casa de la señora Reed. “En el centro se elevaba un magnífico lecho de caoba. Sus cuatro columnas, también de caoba, sostenían pesados cortinajes de damasco rojo que hacían juego con los que adornaban las dos amplias ventanas, siempre corridas" (p.16), describe en imágenes Jane, y continúa: "La alfombra también era roja, así como el tapete de paño de la mesita que se hallaba a los pies del lecho. Las paredes tenían un suave tono del mismo color, e igualmente el armario, el tocador, y las sillas, de madera de caoba pulimentada y muy antigua” (p.16).

Rochester

La narradora describe el aspecto físico de Rochester por medio de imágenes. Menciona, entre otras cosas, su rostro “moreno, de facciones acusadas”, con sus “cejas espesas sobre una mirada hosca e iracunda” (p. 143). Más tarde en el relato vuelve a detenerse sobre “aquellas cejas espesas y la negra cabellera que le cubría la frente cuadrada, aquella nariz tan característica, los finos labios y la delgadez de toda su cara” (p.151). También menciona, en otra oportunidad, su aspecto “cuadrado”, de gran “ancho de hombros”: “me imagino que en el sentido atlético, tenía un buen cuerpo, con aquella anchura de torso y la estrechez de las caderas, aunque no era alto ni esbelto” (p.151), afirma Jane.

Bertha Mason

Cuando Jane finalmente ve a Bertha Mason, la presenta como "un ser indescriptible" que "a la primera mirada no se podía saber si era persona o bestia" (p.305). Procede luego a describir al personaje por medio de imágenes, tanto visuales como auditivas. "Aunque estaba cubierto de ropas, tenía una gran cantidad de cabellos revueltos, cubriéndole el encogido cuerpo, la cara y la espalda, y gruñía como un animal salvaje que se siente acorralado" (p.305), dice la narradora sobre Bertha, quien además era "muy alta y corpulenta" (p.305) y "lanzaba espantosos alaridos de fiera" (p.305).

Thornfield tras el incendio

Hacia el final de la novela, Jane vuelve a la mansión de la que partió apenas un año antes: Thornfield. Sin embargo, al llegar, no encuentra lo que esperaba: "yo buscaba con temerosa alegría una mansión imponente y encontraba una ruina calcinada" (p.430), asegura la narradora.

Jane describe entonces la apariencia de Thornfield luego del incendio sufrido: "El jardín era un yermo devastado, y la fachada era tal como la había visto una vez en sueños, una sola pared muy alta de aspecto frágil, perforada por ventanas sin cristales. No había techo, ni almenas, ni chimeneas. Todo se había derrumbado" (p.430). La narradora recurre a imágenes visuales y auditivas para describir el panorama: "Reinaba un silencio mortal y una soledad de desierto" (p.430), dice mientras, observa "las negras y sombrías piedras del edificio" y descubre, por lo que ve, que el incendio debe haber sucedido hace por lo menos varios meses: "entre las ruinas brotaba ya una vegetación silvestre: hierbas y musgos que crecían entre las piedras y las vigas partidas" (p.430).