Fedro

Fedro Resumen y Análisis Primer discurso de Sócrates (237b-241d)

Resumen

Al inicio de su discurso, Sócrates invoca a las Musas para inspirarse. Luego, narra una escena a modo de marco, en la cual un adolescente que tiene muchos enamorados es convencido por un enamorado "maligno" (237b), un hombre mayor, de que no lo ama. Acto seguido, lo persuade de que es mejor conceder favores a quien no te ama que a quien sí. Según Sócrates, el discurso que el hombre mayor daría al joven para persuadirlo es el siguiente:

En primer lugar, hay que establecer cuál es el asunto bajo el cual hay que ponerse de acuerdo, ya que, de lo contrario, la deliberación puede terminar en confusión y conflicto. El asunto, en este caso, es "si ha de entrarse en amistad con uno que ama o más bien con uno que no" (237d). Hay que delimitar también, de común acuerdo, qué es el amor y qué efectos tiene, y examinar si trae provecho o perjuicio.

Comenzamos por decir que el amor es un deseo. Pero también cabe aclarar que aun quienes no aman desean cosas bellas. Hay que observar que en cada uno de nosotros hay dos fuerzas que nos guían: una connatural (propio de nuestra naturaleza), que nos hace desear lo bello; y otra que es un juicio adquirido, que es la aspiración a lo mejor. Estas dos fuerzas no siempre están de acuerdo. A veces domina el juicio, y llamamos a este dominio "moderación" (238a). Otras veces es el deseo el principio rector; llamamos a esto "desmesura" (238a). La desmesura tiene muchas formas: por ejemplo, si tiene que ver con la comida, puede ser llamada "glotonería". El deseo que, desprovisto de razón, domina al juicio que impulsa hacia lo recto y es guiado en su lugar hacia el placer que provoca la belleza, se lo llama amor.

En este momento Sócrates hace una pausa en su discurso, deja de encarnar la voz del hombre mayor que busca convencer al muchacho y se dirige directamente a Fedro: "¿No te parece, como a mí, que me ha ocurrido algo de carácter divino?" (238c). Estas palabras, que refieren a la insólita y repentina elocuencia que lo poseyó, son irónicas y anticipan la segunda parte de su discurso en la que se meterá de lleno en el asunto de la "manía" o "locura". A partir de aquí Sócrates retomará el argumento del discurso de Lisias, pero quitando lo artificial del mismo y ordenando su contenido, como ya anticipó que haría. Continúa entonces de este modo:

A continuación, hay que preguntarse qué beneficio o perjuicio puede obtener el amante o el no amante del joven que le concede favores. Dado que el amante se deja llevar por un deseo escandaloso, seguramente buscará lo más placentero en su compañero. Ese "hombre enfermo" se complace mejor en el más débil que en el más fuerte o igual, por lo que el muchacho será necesariamente más débil -o el hombre tratará de hacerlo más débil-. Del mismo modo, el hombre se deleitará en la ignorancia del joven en lugar de sus puntos fuertes. Los celos del hombre alejarán al muchacho de las influencias positivas.

Tal hombre descrito, entonces, no servirá como mentor o amigo, ya que retrasará el desarrollo intelectual del joven en lugar de impulsarlo. En cuanto al desarrollo físico del muchacho, se puede decir lo mismo: el hombre preferirá un amante blando y poco varonil. Además, no le molestaría que el joven carezca de familia, amigos y posesiones, para poder seguir cosechando su "dulce fruto" (240a) sin sobresaltos.

Existen, sin duda, otros males. El hombre se convierte en un obsesivo y controlador cuya compañía es desagradable. Pero incluso el amor de este hombre se desvanece y "cuando ha cesado su amor se torna desleal en ese futuro para el que prometió tantas cosas" (240e). El joven se ve obligado a perseguir sus recompensas adeudadas por los favores brindados, pero el hombre se vuelve un fugitivo que evade sus obligaciones. Vuelve a ser moderado, a ser quien era antes de enamorarse del joven y "emprende la huida" (241b).

Por ende, el hombre que ama al muchacho ha sido "perjudicial para su fortuna, perjudicial también para su estado corporal, pero, peor aún, sumamente perjudicial para la educación del alma" (241c).

Así culmina su primer discurso Sócrates.

Análisis

El primer discurso de Sócrates ofrece una contracara complementaria al argumento de Lisias. En lugar de presentar los beneficios del no amante, Sócrates aborda las influencias negativas del amante. El énfasis, sin embargo, está puesto en la forma de los discursos y en el contenido, más allá del tópico en sí. Como bien se lee al comienzo de este resumen, se enfatiza la necesidad de tener bien delimitado qué es aquello sobre lo cual se va a deliberar, el objeto del discurso.

En la primera parte de su discurso, Sócrates da una definición del amor. Luego, en la segunda, parte de esa definición para delinear sus consecuencias: si el amor es locura y desmesura, entonces todo habla en contra del amor.

La "desmesura", asociada en este caso al desenfrenado deseo de lo bello, es una de las acepciones de la palabra griega hybris. Su significado contiene la idea de "comportamiento excesivo", "que va demasiado lejos". La "mesura" (sophrosyne) es su contrapartida, aunque a veces también se traduce este opuesto como "cordura", sobre todo cuando, a su vez, se traduce hybris como "manía" o "locura".

El eros puede ser una forma de locura (hybris) en la que el deseo de la belleza sobrepasa el sentido del juicio en la búsqueda de lo que es mejor (es decir, la arrogancia sobrepasa la sophrosyne). Tal "manía" destruye tanto el alma como el cuerpo del muchacho y no le reportará ningún beneficio. Debe observarse que, en general, la hybris puede superar a la sophrosyne con respecto a cualquier cosa que una persona desee como bella.

Sócrates no continúa argumentando los méritos del no amante, ya que tal argumento lo pondría ante Fedro en la posición de seductor. En esta etapa del discurso, los lectores deberían querer saber más sobre cómo el deseo del bien, o incluso el deseo de lo bello, difiere del eros escandaloso del amante. Pero es importante destacar este punto: Sócrates ha entrado en este momento en competencia con Lisias como orador y no como filósofo. Intenta vencer a Lisias en su propio juego, a pesar de ser célebre su rechazo a cualquier conocimiento de retórica y a pesar de que dijo que haría lo contrario. Además, hará esto en su segundo discurso, pero eso lo veremos más adelante.

Para justificar la calidad de su discurso, Sócrates evoca las fuerzas de las Ninfas, diciendo que lo han poseído y gracias a ellas encontró una elocuencia divina. Al interrumpir su discurso, afirma: "ya no estoy lejos de expresarme con ditriambos" (238d). Un ditirambo es originalmente un poema coral que se canta en el culto a Dionisio y que a menudo inspira la locura. En el momento en que Sócrates lo cita, el ditriambo ya se presta para el ridículo y está en franca decadencia. Esta interrupción tiene, según muchos críticos, algo de comedia.

Antes de terminar el discurso, Sócrates indica que todo lo que el hombre que ama puede hacer al muchacho es perjudicial, y enfatiza lo perjudicial que es "para la educación del alma" (241c). Por primera vez en el texto aparece mencionada el alma. El alma, su presencia, es lo más valioso de todo, es lo que garantiza que exista en el hombre la capacidad de aprendizaje y educación. El alma es el bien más divino y más propio de los hombres. Perjudicar a un muchacho en la educación de su alma es realmente condenable según el discurso de Sócrates, que culmina su declamación con la siguiente sentencia: "[del] modo en que los lobos aman a los corderos, los amantes aman al muchacho" (241d); este proverbio era muy conocido en la época y es citado en varios pasajes de la Ilíada de Homero.