Fedro

Fedro Imágenes

La luz y la sombra; lo claro y lo oscuro; lo blanco y lo negro.

La luz y la sombra componen una imagen de contraste que es recurrente a lo largo del texto. El lugar que eligen los dialoguistas para yacer es un lugar luminoso, propicio para filosofar. El adjetivo "oscuro" se utiliza para quienes practican la mala retórica, para quienes faltan a la verdad también. Por contraste, la amistad entre Fedro y Sócrates se da en la clara luz del mediodía a la vera del río.

Por otra parte, los caballos que tiran del carro alado conducido por el auriga, y que componen junto a este el alma de los hombres, son diferentes entre sí: uno de ellos es negro, oscuro, y simboliza lo malo y lo feo. El otro es luminoso, blanco, y simboliza lo bueno y lo bello. El auriga debe dominar al negro para ascender a ver las Ideas o Formas en el lugar supraceleste. Allí, ellas brillan, sobre todo la Belleza que impacta por su luminosidad.

Cabe destacar también que, cuando alguien está colérico, está negro de bilis (otras traducciones respetan esta expresión que Sócrates utiliza en (268e), en nuestro caso se dice perder el seso. Y también es negra la tinta, "agua negra" (276c), con la que se ejecuta la escritura, tan cuestionada en la segunda parte de Fedro.

El campo

Los árboles (el agnocasto, el plátano), el río, la hierba en la que se recuestan, la luz cálida del mediodía. Todo aquello es descrito con lujo de detalle por un asombrado Sócrates que pocas veces atraviesa las murallas de Atenas, y mucho menos para yacer y dialogar con un amigo como lo hace ahora. Su condición de "forastero" en el campo lo convierten en un agudo observador. Le comenta a Fedro todo lo que ve, maravillado por la luz, los colores, la calidez del clima y el ambiente. La imagen es casi divina, inclusive ellos mismos asocian lo que ven, la vera del río iluminada por el sol y el árbol dando una placentera sombra, a la mitología tradicional, que es uno de sus primeros temas de conversación.