Fedro

Fedro Resumen y Análisis Intermedio: Juicio sobre Lisias y la logografía, El mito de las Musas y las cigarras (257b-259d)

Resumen

Intermedio

Juicio sobre Lisias y la logografía

Fedro está profundamente impresionado por el discurso de Sócrates y cree que Lisias será incapaz de igualarlo con un discurso propio. Además, señala Fedro, se supo que un político ha criticado recientemente a Lisias diciéndole "logógrafo", es decir, escritor de discursos a pedido. Es posible que, por esto mismo, Lisias se encuentre reacio a componer otro discurso.

Sócrates, sin embargo, no está de acuerdo con Fedro. En primer lugar, piensa que Lisias no se dejará intimidar tan fácilmente. En segundo lugar, no cree que el comentario del político sea realmente un reproche, ya que los políticos más ambiciosos aman componer discursos y anhelan que sus escritos sobrevivan. Por su parte, él no cree que la escritura sea en sí algo vergonzoso: "Lo que sí considero y noble es el hecho de no hablar ni escribir bien sino de modo innoble y mal" (258d). Entonces, Sócrates se pregunta: "¿cuál es la manera de escribir bien o no?" (258d).

El mito de las Musas y las cigarras

Sócrates interrumpe sus palabras para señalarle a Fedro la presencia de las cigarras como auditorio de la conversación que están teniendo. Esto da paso al relato del mito de Las Musas y las cigarras. Fedro nunca ha oído hablar de este mito. Según Sócrates, se cuenta que "en otro tiempo las cigarras eran hombres que vivieron antes de que las Musas nacieran, pero cuando ellas nacieron las Musas y apareció el canto, algunos de los de ese entonces quedaron tan transportados por el placer que, por cantar y cantar, no sé cuidaron de comer ni de beber, y sin advertirlo, murieron. De ellos nació, después, la raza de las cigarras" (259b-259c). Las cigarras son, desde aquel momento, privilegiadas con el canto y las encargadas de transmitir a las Musas quienes le rinden tributo y de qué modo. Así, a Terpíscore le anuncian quién la homenajea con la danza coral, a Erato quienes lo hacen en nombre del amor, y a las demás lo mismo "según la clase de honores que a cada una corresponde" (259d). A Calíope y Urania, que se ocupan del cielo y de los discursos divinos y humanos, las cigarras les dicen quienes ocupan su vida consagrados a la filosofía.

Es por todo esto, dice Sócrates, que deben seguir conversando y no dejarse vencer por el sueño del mediodía.

Análisis

Después de que Sócrates concluye su discurso, el diálogo da pie a una discusión sobre retórica y escritura. Como señalamos anteriormente, esto marca el punto medio de Fedro a nivel temático, coincidiendo con el mediodía del día en que se encuentran los filósofos reposando bajo el plátano. En este breve interludio se presentan o introducen algunos asuntos para ser discutidos de ahora en más: la posición social o reputación del orador; la permanencia o trascendencia de la escritura; y la diferencia entre los buenos y los malos discursos, tanto hablados como escritos.

En un momento Fedro le dice a Sócrates que Lisias ha sido acusado por un político de "logógrafo". En la antigua Grecia, logógrafo era llamado el que escribía discursos a sueldo y los vendía en los tribunales a los oradores que los pronunciaban. En sí mismo el término no es peyorativo, pero así lo toma el político al que refiere el texto. Lisias era "meteco" (extranjero viviendo en la ciudad), y como tal no podía intervenir en los tribunales. Debía limitarse a escribir los discursos para otros. Sócrates, sin embargo, toma el término en un sentido más amplio y abre el tópico de la discusión abarcando toda la escritura.

Más adelante, Sócrates ofrece una justificación adicional para no detener el diálogo con Fedro: le hace oír el canto de las cigarras que los rodean y le ofrece al joven el relato del mito de las Musas y las cigarras. De alguna manera, sorprende el hecho de que Sócrates decida narrar este mito en medio de un diálogo filosófico: la salida de la polis y el acercamiento al campo parecen haber provocado en él un respeto por la mitología y la teología tradicional. Las cigarras sirven como recordatorio de que los dos amigos deberían discutir profundamente sobre filosofía en lugar de irse o simplemente yacer bajo el calor del mediodía: el mito parece ser un llamado a la vigilancia extrema, al esfuerzo continuo y una puesta en guardia contra la pereza del espíritu.

De las nueve Musas, en este caso Sócrates no nombra a todas, y entre ellas privilegia la figura de Calíope y de Urania. Calíope es la musa de la elocuencia, que para algunos presocráticos era el símbolo de la filosofía y presidía la retórica. Urania es la musa de la astronomía y preside la armonía de las esferas. Ambas representan dos aspectos fundamentales de la filosofía, ciencia de las cosas divinas y humanas. Cabe pensar que Sócrates trae a colación el mito para advertir a Fedro de que corre el gran peligro de convertirse en uno de esos hombres que aman los discursos sin alimentarse y mueren, como las cigarras. Es decir que según él, la retórica, en otras palabras, necesita algún tipo de respaldo filosófico.

Fedro ignoraba hasta escuchar a Sócrates este mito de las cigarras y las Musas. Este hecho sugiere que Sócrates quizá compuso el relato para esta ocasión, tal como lo hace con el mito de Theuth. Sobre todo porque funciona como perfecto interludio para esta segunda parte en la que dialogarán con respecto a la escritura y el lenguaje.