En el camino

En el camino Resumen y Análisis Parte 3, Capítulos 1-5

Resumen

La tercera parte de la novela comienza en la primavera de 1949. Sal se ha mudado a Denver a pesar de que ninguno de sus amigos continúa en aquella ciudad, ha conseguido un trabajo en un mercado de frutas y tiene la idea de establecerse en aquella ciudad y convertirse en un “patriarca”. Se ha vuelto solitario y vagabundea por las calles de Denver deseando ser de otra etnia y no blanco americano: negro, mexicano o japonés. Odia ser un hombre blanco que desprecia la vida que su etnia ha marcado para él. Un día, una chica “rica” que Sal conoce le da 100 dólares para que vaya a San Francisco, así que Sal consigue un viaje en una agencia y parte hacia el Oeste. Sal llega a Frisco a las 2 de la mañana y se dirige a la casa de Dean inmediatamente, para descubrir en qué anda su amigo. Dean atiende la puerta desnudo y los dos comienzan a charlar para pasar el rato.

La presencia de Sal en la casa es un elemento disruptor para Camille. Dean ha comenzado a sentar cabeza, pero con la llegada de su amigo, Camille sabe que la locura lo poseerá irremisiblemente. Dean cuenta el año que ha pasado en Frisco: tras perseguir y acechar a Marylou, quien se ha convertido en una prostituta, fumó mucha marihuana verde y tuvo visiones y pesadillas durante días en las cuales las verdades de su vida se le hicieron presentes. Decidió entonces que estaba enamorado de Marylou y que tenía que matarla. Después de buscarla con un arma y de decirle que uno de los dos tenía que morir, Marylou logró convencerlo de que la muerte no era necesaria. Mas tarde, Marylou se casó con un vendedor de autos usados y Dean no volvió a verla. Durante su último encuentro, Dean trato de golpear a Marylou en la cabeza, pero la mujer esquivó su puñetazo y Dean se quebró el pulgar. Cuando se lo enyesaron, una infección llegó hasta el hueso y tuvieron que amputarle parte del dedo. Dean le cuenta a Sal que la infección todavía no ha sanado y que debe inyectarse penicilina regularmente para contenerla, pero como es alérgico, también debe inyectarse antialérgicos cada 4 horas para evitar las posibles reacciones negativas de la penicilina en su cuerpo. Luego, le cuenta su vida como padre y lo mucho que quiere a su hija. Así, Dean parece que finalmente se ha entregado a una vida tranquila.

Sin embargo, Camille regresa un día y se encuentra la casa sumida en el caos. Entonces, echa a Sal y a Dean y les dice que no quiere volverlos a ver. Sal se da cuenta de que el pulgar roto y vendado representa aquello en lo que Dean se ha convertido: alguien que toma la vida tal cual se le presenta. Sal y Dean comienzan a planear un viaje a Nueva York y luego a Italia con el dinero que Sal piensa recibir de parte de su editor por un libro que están por publicarle. Los dos amigos comparten un momento de silencio en el que se dan cuenta de que sus vidas están vinculadas y que ya no podrán separarse.

Dean y Sal van a un bar y planean los próximos movimientos. Primero buscarán al padre de Dean, que probablemente se encuentre en Denver. Pero antes de eso llaman a Roy Johnson, un amigo de Frisco, y lo utilizan como chofer para divertirse algunos días antes de abandonar la ciudad. También tratan de encontrar a Remi Boncoeur, pero no vive más en la cabaña de Mill City. Luego visitan la casa de Ed Dunkel, pero este ha abandonado a Galatea otra vez y se encuentra en Denver. Finalmente, el nuevo grupo compuesto por Sal, Dean, Galatea, Marie (una chica que Dean invita), Roy Johnson y Dorothy, su esposa, se quedan todos en la casa de Galatea y se quejan de la conducta frenética de Dean.

Las mujeres atacan a Dean por los desastres que ha hecho de las vidas de Marylou y de Camille. Sal describe esta intervención como el instinto maternal de mujeres que regañan a Dean como lo haría una madre a un hijo loco. A Dean no le interesa lo que sucede y simplemente se ríe de todos aquellos insultos. Sal se percata entonces de que Dean se ha convertido en el “idiota sagrado” (p. 253). Sin embargo, también comienza a compararlo a un maestro santo o a un profeta con un grupo de discípulos. Mientras los insultos continúan, Sal le atribuye a Dean cada vez más una dimensión santa. Finalmente, Sal trata de convencer al grupo de ir a escuchar jazz a un bar y olvidarse de los problemas que Dean causa. También trata de convencerlos para que sigan a Dean, pues todos saben que él “posee el secreto que todos nos esforzamos en buscar” (p. 255), pero todos objetan y lo consideran simplemente un canalla.

Eventualmente, el grupo abandona el departamento y encuentra un club de jazz afroamericano en el que pueden beber y bailar. Sal describe la locura del club y la intensidad de Dean, que solo es equiparada por la de un tenor que se encarga de la música del club. El hijo del tenor aparece y se lleva a su padre, a Sal y a Dean a otro club de jazz que se llama “Jamson’s Nook”, donde se encuentran con un músico que les recuerda a Carlo Marx. Roy Johnson los pasa a buscar y los lleva a otro bar antes de regresar a casa al amanecer. Dean y Sal se van a la casa de otro músico a beber más cerveza y contarse historias. Dean elogia a la mujer del músico porque nunca contradice a su marido, a pesar de que este llegue a cualquier hora después de una noche entera bebiendo. Dean y Sal luego llaman a un amigo del ferrocarril de Dean y le piden un lugar para dormir en el cuarto de hotel que comparte con su padre. La mañana siguiente Sal pasa a buscar su equipaje por casa de Galatea y se prepara para regresar a Nueva York.

Durante el primer viaje, Sal y Dean comparten el asiento trasero de un Chrysler y hablan sobre los músicos de la noche anterior. Dean opina que el tenor “lo tenía” y comienza a explicar a Sal a qué se refiere con eso: describe “eso” como la sensación de estar fuera del tiempo y del propio cuerpo, en contacto con un alma infinita que es compartida por todos. Los amigos siguen luego intercambiando historias de sus infancias, sintiendo que ambos tienen “eso”. Dean cuenta sus días con su padre, la gran depresión y los trabajos que han hecho en aquellos años, mientras que Sal cuenta historias de viajes en el asiento trasero de los autos y sus sueños con caballos. Cuando el auto se detiene en Sacramento, el conductor, un “marica” como lo llama el narrador, los invita a su cuarto de hotel y trata de seducir a Dean, mientras que este insinúa que podría prostituirse por una buena cantidad de dinero. Cuando el conductor no accede a pagar sexo, Dean lo convence al menos de que lo deje manejar al día siguiente.

La forma temeraria de conducir de Dean asusta a los otros pasajeros en el auto, pero Sal y Dean no se preocupan y en su lugar hablan incesantemente de la vida y del significado de las cosas. En Salt Lake City, el lugar donde Dean nació, Dean tiene una revelación sobre cómo la gente cambia, “come año tras año y cambia cada vez que come” (p. 274). Después de cambiar conductores algunas veces, el auto llega finalmente a Denver.

Análisis

La tercera parte de la novela es más corta que las anteriores y profundiza en los temas ya presentados, principalmente llevando al límite la locura de Dean. Sal se ha instalado en Denver para comenzar una nueva vida y se ve a sí mismo como un “patriarca”, pero pronto descubre que sin amigos en la ciudad, la vida se torna aburrida y comprende que debe viajar a San Francisco.

Antes de irse, Sal da un paseo por las partes afroamericanas de Denver y desea con envidia pertenecer a esta otra cultura. En esta parte de la novela Kerouac ilustra la esperanza y la promesa de la libertad y la individualidad, no en la cultura blanca dominante de Norteamérica, sino en las minorías excluidas de la Alta Cultura:

Caminé con todos los músculos doloridos entre las luces de la 27 y Welton en la parte negra de Denver. Y quería ser negro, considerando que lo mejor que podría ofrecerme el mundo de los blancos no me proporcionaba un éxtasis suficiente, ni bastante vida, ni alegría, diversión, oscuridad, música; tampoco bastante de noche. (…) Quería ser un mexicano en Denver, e incluso un pobre japonés agobiado de trabajo, lo que fuera menos lo que era un modo tan triste: «un hombre blanco» desilusionado (p. 236).

Sal cree que son estos grupos minoritarios los que retienen la verdadera individualidad y libertad que convierten a Norteamérica en una gran nación. Es significativo que En el camino se haya publicado justo al inicio del movimiento por los derechos civiles. Para Sal, sin embargo, el racismo y la exclusión en Norteamérica proveen un camino hacia la libertad y la felicidad.

Sal se siente morir. Así lo repite durante toda esa noche que se pasa caminando por los suburbios de Denver. Mientras observa a las familias negras que llevan una vida en el espacio público, los niños del vecindario jugando de noche bajo las luces el alumbrado, piensa que todas las prácticas institucionalizadas de los blancos (como la vida deportista que él mismo ha practicado en su adolescencia y que le ha impuesto la solemnidad de los horarios, los estadios, el colegio y la universidad) atentan contra la alegría humana en su expresión más pura. Sal comprende su tristeza como la “tristeza de los blancos” (p. 237), una tristeza que se genera en el seno de una vida que tiene todo solucionado desde la cuna, y a ello le opone una felicidad despreocupada que, en verdad, no es más que una idealización de la vida de los negros y que dista mucho de ser algo real. Cuando la angustia se le hace insoportable, decide que es tiempo de volver a viajar hacia San Francisco.

Cuando Sal parte hacia Frisco se siente liberado de su pasado de una forma que no ha experimentado con anterioridad y se prepara para entregarse por completo a la vida beat. Cuando llega a la ciudad, se encuentra con que Dean está más quebrado que antes, y en un sentido literal además de figurado: su pulgar roto (una referencia clara al autostop o “dedo”) es un símbolo del precio que la vida convencional puede cobrarle a un hombre. Dean cuenta a Sal lo que ha pasado entre él y Marylou, en medio de un “viaje” que realiza al fumar una cantidad extrema de marihuana sin curar. La descripción de aquella experiencia constituye una riqueza en sí misma para la novela, e ilustra la forma de vida beat que Dean lleva adelante:

—El primer día —me dijo—, quedé rígido como una tabla encima de la cama y no me podía mover ni hablar; sólo podía mirar al vacío con los ojos muy abiertos. La cabeza me zumbaba y veía todo tipo de cosas en un tecnicolor maravilloso y me sentía de puta madre. El segundo día vino todo a mí, TODO lo que había hecho o conocido o leído u oído o pensado volvió a mí y se fue reordenando en mi cabeza con una lógica nueva y como no podía pensar en nada debido a mi preocupación interior por retener y alimentar el asombro y gratitud que sentía, decía sin parar: «Sí, sí, sí, sí». No muy alto. Sólo era un «Sí» auténtico, tranquilo; y estas visiones de la tila verde duraron hasta el tercer día. Por entonces ya lo había comprendido todo, mi vida entera estaba decidida, sabía que amaba a Marylou (pp. 240-241).

En aquel estado de exaltación Dean se pasa tres días, y los vecinos deben intervenir cuando comienza a tener delirios y unas visiones pesadillescas ante las que solo podía doblarse en la cama y gritar.

Cuando pudo recuperarse, corrió a casa de Marylou, quien ahora trabajaba como prostituta, y le entrego la marihuana para que ella también experimentara el viaje. Marylou llegó a las mismas conclusiones que Dean y entonces este comprendió que tenía que matarla, porque su amor era tan ardiente que no podía ser vivido. Entonces, Dean consiguió una pistola y regresó a casa de Marylou:

Miré por la ranura del correo y vi que estaba acostada con un tipo; me retiré vacilando y volví una hora después. Entré sin llamar ni nada y estaba sola… y le di la pistola y le dije que me matara. Tuvo el arma en la mano mucho tiempo. Le supliqué que hiciéramos un dulce pacto de muerte. Ella no quiso. Le dije que uno de los dos tenía que morir. Dijo que no. Me golpeé la cabeza contra la pared. Tío, estaba fuera de mí. Me hizo desistir de ello… te lo puede contar ella misma (pp. 241-242).

Después de este episodio, Dean solo supo que Marylou se casó y se fue a vivir a otra parte. De esta manera, Marylou, uno de los personajes que ha seguido a Dean por todas partes, desaparece de la narración definitivamente.

Cuando Camille se frustra al ver que la locura de Dean crece y lo echa de su casa, Dean y Sal observan a la mujer como una figura matriarcal que solo desea arruinarles la diversión. Esta escena demuestra una vez más la incapacidad de los protagonistas para entender a las mujeres como parejas al mismo nivel que ellos en su viaje y abre ciertos interrogantes: ¿Por qué a los hombres se les hace mucho más disfrutable salir a la ruta? ¿las mujeres que viajan con ellos cuentan como sus pares en el viaje, o pertenecen a otra categoría?

La problemática de género sigue teniendo un rol importante a medida que esta sección de la novela se desarrolla. Durante sus dos días en San Francisco juntos, Sal y Dean, quienes se han comprometido a ser compañeros el resto de sus vidas, se encuentran con Galatea Dunkel, que ha sido dejada otra vez por Ed. En su casa, Galatea se enfrenta a Dean, a quien nunca ha tenido miedo, y le reprocha su conducta y su falta de responsabilidad hacia las mujeres que fueron sus parejas. En lugar de servir a Dean para reflexionar, estas críticas parecen sumirlo en un halo de santidad a ojos de Sal: “De repente comprendí que Dean, en virtud de su enorme serie de pecados, se estaba convirtiendo en el Idiota, el Imbécil, el Santo del grupo (…) Eso era Dean: el IDIOTA SAGRADO” (p. 253). Al escuchar estas críticas, Dean se transforma a ojos de Sal en el prototipo de lo que es un beat: una persona que sacrificará cualquier cosa y a cualquier persona para descubrir su verdadera -aunque inpermanente -identidad, una persona que encuentra “ESO”.

Las escenas siguientes presentan al grupo de nuevo en las calles de San Francisco y en los clubes de jazz. Cualquier noción de responsabilidad y de respetabilidad son olvidadas mientras los viajeros festejan y bailan toda la noche. En esta parte de la novela, el estilo de Kerouac se nutre de la estructura propia de los ritmos del jazz que tanto ama: sus frases se extienden pero son interrumpidas por palabras que describen los sonidos y los ritmos del club. Hay poca narración en esta sección, que está dominada por la descripción de los frenéticos y salvajes clubes de jazz y la música que pone locos a estos hombres. La cultura afroamericana aparece otra vez idealizada, y los músicos de Jazz que Sal y Dean siguen parecen tener una vida perfecta y una mujer que no se queja de su conducta, algo que Sal remarca particularmente.

Cuando los dos amigos comienzan su viaje hacia Nueva York, tienen una charla sobre ese sentimiento de la noche anterior en los clubs de jazz, aquello a lo que Dean se refería como “ESO” (it, en inglés). Dean compara y contrasta “eso” con la furia del jazz de la noche anterior y con los problemas y preocupaciones convencionales de la gente normal. Queda claro de este pasaje que la gente ordinaria que vive existencias convencionales no tiene “eso”. En las historias que los dos se cuentan durante el viaje, el tiempo es nuevamente un tema importante. Los jóvenes no son capaces de capturar realmente el pasado y prefieren entonces ser espontáneos en el presente.