En el camino

En el camino Resumen y Análisis Parte 3, Capítulos 6-11

Resumen

En un restaurante en Denver, Dean hace una broma sobre la edad de Sal (que es unos años más viejo que él) que lo enfurece. Mientras comen, la tensión es tanta que Dean se levanta y se va a llorar afuera del local. Sal comienza a sentirse muy mal con todo el incidente y termina pidiéndole perdón a su amigo, pero el clima del almuerzo sigue siendo triste y desalentador. Sal vuelve a percatarse de que ya no sabe quién es él mismo.

Los dos amigos se quedan en la casa de los antiguos vecinos de Sal, un grupo de Okies (gente blanca pobre desplazada de Oklahoma durante la Depresión). Dean comienza una pelea con la madre de la familia mientras trata de ayudarla a comprar un auto. La mujer es demasiado indecisa para el impulsivo Dean y le hace recordar a su la conducta de su padre. Dean comienza a buscar a su padre pero no lo encuentra, solo escucha rumores de que está trabajando en un las vías del ferrocarril en New England. El primo de Dean, Sam Brady, llega a la ciudad y Dean debe preparar a Sal para este encuentro. Sam se dedicaba al contrabando de licores en Missouri y era uno de los pocos miembros de la familia que había demostrado alguna vez un poco de cariño por Dean. Sal quiere averiguar con qué tipo de estafa Dean va a recibir a su primo, pero este le responde que no habrá ningún engaño, que solo quiere ponerse al día con su familia y recordar su infancia.

Sam llega y le cuenta a Dean que ya no bebe más y que se ha vuelto un hombre religioso. Luego pasea con Sal y Dean por Denver, pero le dice a su primo que la única razón por la que lo visita es porque quiere que firme unos papeles que quitan a Dean y a su padre del testamento de la familia. Dean está descorazonado por esta noticia, pero sigue emocionado por las historias que su primo cuenta sobre el pasado. Cuando Sam los deja, Sal le dice a su amigo que siente mucho que nadie crea en él, pero que él siempre lo hará. Luego, ambos van a un carnaval y Dean piensa que se está enamorando de una mujer que no mide más de un metro, pero no logra reunir el coraje como para hablarle. Cuando regresan a la casa de los Okies, Dean manifiesta deseos sexuales por la hija de 13 años de la familia.

Al día siguiente los dos amigos van al centro de Denver y Dean se roba una pelota de softball. Regresan luego a la casa de los Okies y comienzan a emborracharse con Whisky. Dean trata de “ligar” con una de las vecinas, pero la asusta al arrojar piedrecillas contra sus ventanas. La madre de la muchacha aparece entonces con una escopeta y lo amenaza, pero Sal logra disminuir las tensiones del encuentro. Entonces, los dos amigos y la familia Okie se dirigen a un bar para continuar bebiendo. En el bar todo se vuelve frenético y alocado cuando Dean roba un auto, conduce hasta el centro de Denver y allí roba otro y regresa al bar con el auto nuevo. Aparece entonces la policía y comienza sus investigaciones. Dean comienza a robar más autos y finalmente deja uno justo al frente de la casa de los Okies antes de desmayarse debido al alcohol y al cansancio. Sal debe despertarlo para sacar el auto de allí y dejarlo en un descampado de las inmediaciones, así la policía no los descubre tan rápido.

Durante la mañana, Dean se da cuenta de que el auto que se robó pertenece a la policía, y que en Denver tienen registro de sus huellas digitales de antiguos arrestos, por lo que es imperioso que ambos abandonen la ciudad rápidamente. Con esta idea en mente, los amigos empacan sus pertenencias, se despiden de sus anfitriones y se dirigen a Denver para conseguir un auto en una agencia de viajes.

En la agencia aceptan la oferta de conducir el Cadillac modelo 47 -una Limusina -hasta Chicago, ya que su dueño piensa tomar un avión y espera que le hagan llegar el auto hasta su residencia. Dean inmediatamente salta al auto y se lo lleva a dar una vuelta por Denver con el objetivo de ligar con alguna chica, aunque pone como excusa que se dirige a cargar gasolina. Después de recoger a una camarera y tener relaciones sexuales rápidas en un callejón, Dean regresa y parte hacia Chicago junto a Sal y a otros dos pasajeros, unos jóvenes jesuitas, que esperaban también conseguir un viaje en la agencia. Unos kilómetros fuera de Denver, Dean rompe el velocímetro del auto al conducir a más de 170 kilómetros por hora. A esa velocidad, Dean decide que podrían visitar a su amigo Ed Wall en su casa de Colorado y aun así llegar a tiempo a Chicago. Sin embargo, al poco rato, el Cadillac se queda atascado en una cuneta llena de barro, y deben pedir ayuda a un granjero de las inmediaciones, que les cobra 5 dólares para poner el auto nuevamente sobre la ruta. Tras el imprevisto, el grupo continúa el camino hacia la casa de Ed mientras Dean cuenta historias de cuando trabajaba en la granja de su amigo. En la casa de Ed todo el grupo es invitado a comer mientras tratan de convencer a su amigo de que el Cadillac pertenece a Sal y que es un hombre rico. Ed no les cree y calcula que Dean robó el auto; al igual que el primo Sam, Ed también ha perdido toda su fe en Dean y no se muestra interesado en las aventuras que su antiguo amigo pueda estar viviendo.

Esa noche los viajeros cruzan Nebraska a más de 150 kilómetros por hora. Dean le cuenta a Sal sobre la carretera que va desde México hasta Sudamérica, mientras todos sueñan con llegar a Chicago. Dean también cuenta historias sobre su pasado, la vez que lo arrestaron y lo enviaron a la cárcel, cómo se escapó reptando por los pantanos y finalmente cómo encontró a Marylou en Los Ángeles cuando ella tenía 15 años. En Iowa se cruzan con el conductor de un Buick que conduce casi tan rápido como ellos y comienzan a perseguirlo en una suerte de carrera que dura por más de 150 kilómetros. Dean maneja de forma temeraria, arrojándose a adelantar coches con muy poco margen entre los camiones que avanzan en dirección opuesta por el carril contrario. Sal comienza a sentirse mal en aquel viaje frenético y teme por su vida, por lo que pide a uno de los jesuitas intercambiar asientos y pasa a la parte trasera del auto. Una vez en Des Moines, Dean choca una bolsa llena de agua que un coche lleva colgada en su parte trasera y al poco tiempo los detiene un coche de policía que ha sido alertado por el conductor damnificado. El policía termina llamando al propietario del Cadillac para asegurarse de que no se trata de un coche robado, y luego los viajeros pueden continuar su camino.

Dean sigue manejando a más de 150 km por hora y casi produce un accidente en un pequeño puente en Illinois. Sal recuerda entonces a un clarinetista de jazz que había muerto recientemente en un accidente de autos en Illinois. Cuando llegan a Chicago, Sal vuelve a comparar al grupo con una banda de gangsters llegando desde Los Ángeles para pelearse sobre las sobras de aquella ciudad. Una vez que llegan a su destino, Sal se da cuenta de que han logrado llegar desde Denver a Chicago en 17 horas, y sin ningún accidente en la carretera.

En Chicago, Sal y Dean comienzan a pasear antes de devolver el Cadillac; siguen a una banda de jazz y Sal hace un recuento breve de la historia de ese género musical hasta su presente. La fiesta de bar en bar terminar a las 9 de la mañana, y logran escuchar a George Shearing, un músico al que Dean había llamado “Dios” en San Francisco. Luego devuelven el Cadillac, sucio y destartalado, y regresan a Chicago antes de que el dueño pueda quejarse.

En el autobús a Detroit que toma a la mañana siguiente, Sal habla con una mujer del interior del país que no tiene ningún plan para su vida, y tampoco conoce los planes de su familia. Sal piensa que la chica se encuentra perdida. En Detroit, Sal y Dean duermen en un cine que está abierto toda la noche. Sal se encuentra harto de la vida y se percata de que no es más que una basura entre todas las que ensucian el piso del cine. Durante la mañana siguiente se dirigen a una agencia de viajes y por 4 dólares consiguen a un conductor que los lleva hasta Nueva York. Manejan toda la noche y a la mañana siguiente se encuentran en Times Square; de allí se dirigen al nuevo departamento de la tía de Sal, en Long Island, donde se quedan unos días. De nuevo en el Este, Dean y Sal comienzan a pasarse sus noches de fiesta en fiesta. En una de ellas Dean conoce a una mujer llamada Inez, con la que tiene una aventura que deriva en el embarazo de la chica.

Finalmente, la historia se adelanta unos meses y esta sección de la novela termina con Camille y con Inez dando a luz a dos hijos de Dean, en ciudades diferentes y con pocos meses también de diferencia. Así, Dean tiene cuatro hijos a lo largo y ancho del país y nada de dinero. Frente a esta situación, los amigos deciden que no irán a Italia después de todo.

Análisis

La filosofía de vida de Sal y Dean que continuó desarrollándose y definiéndose a lo largo de tercera parte de la novela llega en los últimos capítulos a su máxima expresión. Dean trata de vivir lo más espontáneamente posible, con el fin de ignorar o trascender los problemas y las responsabilidades de la vida. Sin embargo, cuando los dos llegan a Denver, las consecuencias que trae aparejadas este tipo de vida comienzan a ser un problema.

En Denver, Dean trata de satisfacer cada deseo o urgencia que se le cruza por la cabeza. Cuando comienzan a emborracharse en la casa de Frankie, la lujuria lo empuja a acechar y acosar a una vecina menor de edad. La madre de la chica aparece entonces y lo amenaza con una escopeta, mientras un grupo de hombres se prepara para atacarlo, por lo que Sal debe intervenir y tratar de calmar a todos. Luego de ese episodio, los amigos salen junto a Frankie y se dirigen a los bares de la ciudad para seguir tomando cerveza.

Allí la narración se vuelve confusa -emulando la confusión en que viven los propios personajes -y las acciones se superponen unas con otras dentro de una misma oración:

Entramos dando tumbos en el taxi y enseguida llegamos al bar. Era un bar de pueblo junto a las colinas. Entramos y pedimos cerveza. Todo se iba al carajo. Y para hacer que las cosas fueran todavía más frenéticas, en el bar había un tipo espástico que echó los brazos al cuello de Dean y empezó a llorarle en la misma cara, y Dean volvió a enloquecer y sudaba y maldecía, y para añadir mayor confusión a la que había, Dean salió corriendo y robó un coche que estaba en el aparcamiento del bar y salió disparado hacia el centro y volvió con otro nuevo y mejor. De repente levanté la vista y vi policías y gente en el aparcamiento iluminado por las luces del coche de la pasma; y todos hablaban del coche robado (p. 287).

Completamente ebrio, Dean comienza a robar coches y a usarlos para dar vueltas por la ciudad, hasta que sin darse cuenta roba el auto de un detective de la policía, por lo que deberán escapar de Denver antes de que lo descubran. Sin embargo, esa noche Dean parece encontrarse en un estado exaltado de conciencia y no comprende el peligro en el que se está metiendo. Cuando Sal lo observa llegar con un nuevo coche, las facciones crispadas de su amigo lo amedrentan: “Toda la amargura y locura de su vida en Denver salía despedida de su organismo como si fueran puñales. Su cara estaba congestionada y sudorosa y con expresión amenazadora” (p. 287). Esta es la primera vez que Sal rechaza de lleno el comportamiento de Dean y que se niega a seguirlo en sus locuras potencialmente peligrosas. Mientras Dean se pierde en la noche con el auto robado, Sal y Frankie toman un taxi para volver la casa. Sin embargo, Dean reaparece y los persigue, como si todo se tratase de un pesado juego: “Cuando el taxista nos llevaba por el infinitamente oscuro bulevar de la Alameda (…) Dean de repente apareció detrás de nosotros en el convertible robado y empezó a tocar el claxon y a acosarnos y a gritar. El taxista se puso lívido” (p. 288). Como Sal y Frankie ignoran las llamadas exorbitantes de Dean, este regresa acelerando a la ciudad. Cuando Sal y Frankie están pagándole al taxi en la puerta de la casa, Dean llega en otro auto robado que deja estacionado allí antes de irse a la cama. A la mañana siguiente, cuando el efecto del alcohol se pasa y Sal puede pensar con más claridad, se percata del lío en que su amigo los ha metido a todos. Por primera vez, el viaje se ha transformado en una huida efectiva de la autoridad.

Cuando los dos amigos toman el Cadillac en la agencia de viajes, Kerouac comienza a utilizar metáforas que referencian a Moby Dick, la obra maestra de Herman Melville. Mientras Dean maneja de forma desenfrenada a través del Oeste, Sal lo compara a “aquel loco Ahab” (p. 304), el capitán del barco ballenero que protagoniza la novela de Melville. Como Moby Dick, En el camino es una narrativa en primera persona sobre una travesía extraordinaria que tiene lugar en los márgenes de la sociedad Norteamericana y trata sobre la amistad, la camaradería y las diferencias étnicas. Mientras avanzan hacia Chicago, Dean le cuenta a Sal cómo un policía lo encontró haciendo autostop y lo metió preso por considerar que no tenía edad suficiente para andar solo en la ruta. Luego Dean se explaya sobre su fuga de la cárcel de Arizona en 1944, un par de años antes de conocer a Sal. Tras un periplo digno de una película de Hollywood, Dean llega a Los Ángeles y conoce allí a Marylou, que por ese entonces es una chica de 15 años. Así, la naturaleza delictiva de Dean se despliega frente a Sal y cobra una nueva dimensión ante sus ojos. Dean ha perdido progresivamente su inocencia, y Sal comienza a verlo como una influencia que puede resultar destructiva.

Dean con el Cadillac se transforma en un peligro: “tomaba las curvas de las hondonadas de Iowa a ciento treinta por lo menos, y en los tramos rectos seguía a ciento setenta y cinco como de costumbre (…) En cuanto se presentaba una mínima oportunidad se disparaba y adelantaba a los coches de seis en seis y los dejaba atrás en medio de una nube de polvo” (p. 302). A esa velocidad, un muchacho conduciendo un Buick se le aproxima y comienza a tocarle la bocina para desafiarlo a una carrera, por lo que Dean se pasa los próximos 150 kilómetros acosando a ese joven y poniendo en peligro tanto a sí mismo y a sus amigos como al resto de conductores de la carretera. Sal encuentra por primera vez que la velocidad y la ruta pueden ser peligrosos y comienza a tener miedo de su amigo, a quien ya no ve como un personaje santo, sino que ahora se le presenta bajo una nueva visión: “Dean se lanzaba sobre las filas de coches como el Ángel del Terror” (p. 303). Esta nueva visión asocia a Dean a la destrucción y al fin del mundo. Sal tiembla y no puede soportar más aquella locura; los horrores se apoderan de él y debe tumbarse en el suelo del coche y cerrar los ojos para superar la crisis de pánico. A partir de esta experiencia, Sal tratará de alejarse, aunque infructuosamente, de Dean, quien finalmente se revela, como lo había pronosticado Bull Lee, como una amenaza de la que no se puede esperar nada bueno.

En Detroit, Sal se enfrenta a su propia identidad. Sin dinero y agotado, durmiendo en un cine nocturno para no pagar un hotel, los sueños de Sal se mezclan con las imágenes de las películas de Hollywood que se proyectan durante la noche y comienzan a componer una nueva forma de conciencia. Es en ese cine donde Sal se da cuenta de que los personajes más beat que hay son esos vagabundos de Detroit que duermen en el cine como él; allí, la realidad brutal del underground norteamericano contrasta terriblemente con la realidad que vende Hollywood. Sal comienza a identificarse cada vez más con la “basura” que ver a su alrededor. Se siente completamente rechazado por la sociedad y en nada mejor que la suciedad que cubre el piso del cine. A diferencia de los intelectuales de Nueva York que caracterizaron a la cultura beat al comienzo de la novela, esta escena muestra lo que Sal (y probablemente el mismo Kerouac) ve como la verdadera cultura beat de Norteamérica.

El resto del viaje hacia Nueva York no presenta grandes eventos, y Sal llega a casa de su tía, un puerto seguro que le provee resguardo y alimento. Dean no parece haber cambiado y continúa con su travesía personal; encuentra a otra mujer y tiene un hijo con ella. Cuando la tercera parte de la novela finaliza, Sal se cuestiona sobre las responsabilidades de su amigo y los hijos que está teniendo a lo largo de todo el país. Esta sección de la novela termina con una cuota de tristeza frente a las consecuencias que apareja vivir siempre en el presente: la inestabilidad constante y la falta de planificación a futuro, lo que pone en crisis toda la vida de la familia tipo norteamericana. Sin embargo, Dean sigue siendo fiel a sus principios y no se preocupa en absoluto por las consecuencias que acarrea su modo de vida: no parece importarle tener hijos desperdigados por el país y dejar a sus madres sin un sustento económico, como tampoco parece preocuparle la perspectiva de un futuro como vagabundo.