El zorro de arriba y el zorro de abajo

El zorro de arriba y el zorro de abajo Temas

La muerte

El zorro de arriba y el zorro de abajo es una obra inundada y enmarcada por el tema de la muerte. Tal como el propio autor declara desde las primeras líneas, escribe esta novela peleando contra la muerte. La escritura aparece como una terapia y le da sentido a su lucha por seguir viviendo. Sin embargo, los pensamientos suicidas son recurrentes y, como sabemos, acaban ganando la disputa: el final del libro coincide con el final de la vida de Arguedas, que se suicida de un balazo en la sien.

La muerte implica primero la dificultad y después la imposibilidad de escribir (o al menos de completar) esta novela. De hecho, el autor comenta que escribe los diarios cuando se siente especialmente deprimido y no logra avanzar con la ficción. Esa autorreferencialidad, esa conexión entre la vida del autor y la creación de la ficción hacen que El zorro de arriba y el zorro de abajo sea una novela excepcional. Si bien en toda la producción de Arguedas se plasman temas relacionados con la experiencia del autor, en este caso, a través de la muerte se enlazan de manera perfecta.

Por otra parte, este tema también está muy presente en los segmentos ficcionales. Esto se ve con nitidez en la historia de Esteban de la Cruz, condenado a morir por tener los pulmones llenos de carbón. Este hombre serrano y pobre ha trabajado como minero en condiciones deplorables que han contaminado su cuerpo hasta enfermarlo violentamente. Y no se trata de un caso aislado: retrata la realidad de miles de mineros peruanos, tal como recuerda con pesar su esposa, Jesusa: "¡Todos han muerto, compadrito, toditos han muerto" (213). Y aunque Arguedas no logra terminar la escritura de la novela, anticipa cómo terminarían las historias de ciertos personajes. La muerte es el desenlance de casi todas ellas: el propio Esteban de la Cruz moriría, Tinoco también, embrujado y bajo una avalancha de arena, la Orfa se suicidaría, Maxwell sería degollado.

La identidad

La identidad es otro de los grandes temas de la vida, la literatura y el pensamiento de Arguedas. Este tópico se relaciona directamente con su biografía, ya que es un hombre blanco que ha sido criado como serrano por indígenas andinos trabajadores de la casa de su madrastra. Se trata de uno de los principales referentes del indigenismo latinoamericano del siglo XX y, como se ha mencionado, se destaca porque no es un analista occidental externo que estudia las culturas andinas como objeto, sino que ha crecido directamente en el seno de esas culturas.

La cuestión de la identidad se expresa de múltiples formas en esta novela. En primer lugar, en la lengua de los personajes, del narrador y de la voz del autor en los diarios. La primera lengua de Arguedas es el quechua y aprende español recién al escolarizarse. Desde la escritura de Yawar fiesta, de 1941, plasma su interés por las relaciones entre ambas lenguas en su creación literaria. Considera que se trata de una "lucha infernal con el idioma", ya que toda su literatura en español es un intento de comunicar la visión del mundo quechua y se pregunta cómo puede usar el castellano para lograrlo. Buscar "quechuizar" el español: en El zorro de arriba y el zorro de abajo leemos palabras, expresiones y conceptos de las lenguas originarias. Pero también vemos cómo el castellano de cada personaje está afectado por otras lenguas en los sonidos, en el orden de las palabras, en la morfología (dicen, por ejemplo "este cruz", "un sublevación", "el montaña").

Los especialistas suelen decir que Arguedas es un escritor que vive y escribe "entre dos mundos". Observa la cultura y escribe desde un cruce de literatura y antropología. Demuestra un interés y una sensibilidad particulares por la música de los pueblos originarios y la musicalidad de sus lenguas. En la novela, varios personajes tocan instrumentos como el charango y la quena. También observa con detenimiento las danzas andinas. Asimismo, en esta obra hay varios pasajes donde los personajes bailan. Uno de ellos es central para el tema de la identidad: el baile de la "yunsa" que lleva a cabo el visitante. Al danzar, don Diego se transforma, cambian sus colores y su vestimenta. Don Ángel lo contempla y no puede evitar cantar la "yunsa" y moverse a ritmo. Es "cajabambino de nacimiento e infancia" y aunque se ha criado en Lima, su identidad originaria se reactiva con potencia durante esta danza, el recuerdo de la tierra natal lo transporta.

Don Ángel, que se ha transportado a sus orígenes con la "yunsa", pero que, al mismo tiempo, es un hombre modernizado, jefe de planta de una fábrica, que defiende el desarrollo capitalista de la industria como modo de progreso para Perú, es uno de los personajes que ejemplifican muy bien la búsqueda de Arguedas. El autor pretende retratar la identidad peruana como un conjunto complejo de identidades individuales en el choque de dos culturas. El esquema del rostro del Perú conformado por los cruces entre 10 huevos (rojos y blancos) establece una relación directa con los 5 huevos de los que nace Pariacaca en la mitología. El dibujo de don Ángel condensa esa exploración de la identidad nacional y las múltiples identidades individuales y duplica la cantidad de huevos porque ahora Perú mezcla elementos originarios y elementos extranjeros.

La violencia

Desde el comienzo de la narración, percibimos que la violencia es un componente central de las relaciones entre los diversos personajes. Esa violencia se manifiesta de diferentes maneras: hay violencia social, racial, sexual y de género.

En primer lugar, la trama de la violencia social inunda toda la obra. El autor retrata cómo los trabajadores son manipulados y explotados según los intereses de los grandes patrones, particularmente de Braschi. Este sujeto comanda las mafias de matones y "provocadores" que controlan la ciudad mediante la violencia. Esto se ve con nitidez en los dos primeros "Hervores" cuando el "Mantequilla" y "Doble Jeta" informan a Chaucato y Callauma respectivamente que Braschi planea quitarles sus lanchas (es decir sus medios de producción) como venganza porque han colaborado con los sindicatos. Los informantes temen que Braschi pueda generar mucho daño.

En segundo lugar, la violencia se manifiesta constantemente en las descripciones y caracterizaciones de los personajes de acuerdo con sus orígenes y colores de piel, que a su vez se expresan en sus variantes lingüísticas. Los personajes se discriminan entre sí y se insultan con términos como "serrano", "cholo", "chuchumeca", "negro" y "zambo". Una preocupación constante para Arguedas es la discriminación, especialmente la dirigida contra los serranos, y el desprecio y la confusión de los blancos que consideran que "indio" y "serrano" son sinónimos.

Finalmente, en las escenas y diálogos de los personajes femeninos se condensan varias manifestaciones de violencia sexual y de género. Todas las figuras femeninas retratadas en la obra son trabajadoras. La mayoría -aunque no todas- son prostitutas y pasan mucho tiempo en los burdeles de la ciudad, creados para que los pescadores y obreros despilfarren sus salarios. Las prostitutas son clasificadas según sus características étnico-raciales: la "Argentina" es rubia y blanca, por ese motivo es muy codiciada y cobra caro; pero las mujeres indígenas trabajan en la zona del Corral y cobran muy barato. De todos modos, las relaciones de género también son violentas en otros escenarios. Por ejemplo, Esteban de la Cruz golpea y abusa sexualmente de Jesusa, su esposa.

La desigualdad social

Arguedas se propone retratar la identidad peruana a través de la narración de una larga serie de personajes diversos. Cree que la característica vital de la sociedad de Perú es la riqueza, la mezcla, la heterogeneidad. Si bien asegura que esa desigualdad es un gran motor para la creación artística y literaria, también la critica porque implica el sufrimiento de muchas personas, sobre todo de los indígenas pobres.

La desigualdad social de Chimbote en El zorro de arriba y el zorro de abajo divide a los personajes en dos grandes grupos: los trabajadores pobres y los dueños de las fábricas. Sin embargo, el panorama es mucho más complejo. Existen algunos personajes de una clase social intermedia, como Chaucato y Callauma que son dueños de sus propias lanchas, pero no patrones de grandes industrias, y Ángel Rincón Jaramillo, que trabaja para una fábrica pero es jefe de otros obreros y por eso se siente más cercano a los poderosos.

Pero además, la desigualdad interconecta la clase social (relacionada con el modo en que cada personaje gana su dinero) y las características étnico-raciales de los personajes. De acuerdo con los especialistas, la mezcla de cuestiones de clase con problemáticas de etnia, típica de la sociedad peruana moderna, hace que los sujetos sociales sean más ambiguos, más complejos y más inestables. En otras palabras, la desigualdad social combina factores de etnia y de clase en el entramado peruano; eso es motivo de creación y de denuncia para Arguedas.

La ciudad

La representación de la ciudad es un tema central de la literatura latinoamericana en el siglo XX. El zorro de arriba y el zorro de abajo se inserta en esa tradición. El proyecto de Arguedas es retratar Chimbote y su crecimiento exponencial como ciudad portuaria e industrial a través de los relatos de sus personajes. De ese modo, pretende mostrar la realidad peruana. Es interesante analizar el comentario que el propio autor hace al respecto en el Segundo diario de la obra. En esa oportunidad cree que una parte de su dificultad para escribir esta narración tiene que ver con que no conoce en profundidad las ciudades. Dice que ha estado en Nueva York una semana y la ha recorrido bastante. También ha estado en París, La Habana, Santiago de Chile y Lima, entre otras. Sin embargo, afirma que siempre se ha sentido feliz y asustado en esos lugares y que de ese modo es imposible conocer bien las cosas. Cabe recordar que Arguedas hace un trabajo de campo en Chimbote para poder escribir esta novela, pasa tiempo en esa ciudad, se relaciona con sus individuos, la investiga.

Es posible que el comentario de Arguedas sea en realidad un modo de reafirmar su identidad serrana, de distanciarse de las ciudades para resaltar su pertenencia andina. Lo cierto es que crea un retrato urbano excepcional de Chimbote: pinta escenarios típicos de las ciudades como las plazas, los mercados, el puerto y los burdeles; transmite la velocidad de los movimientos, las multitudes que habitan las barriadas, las grandes distancias que separan un espacio de otro, el paisaje de las fábricas y las máquinas. Esta novela da vida a una ciudad cambiante y así pinta un retrato del Perú en su conjunto.

Las creencias populares

Como todos los elementos centrales de esta narración, las creencias de los personajes son múltiples y heterogéneas. Combinan el pensamiento mágico, las creencias ancestrales andinas, el cristianismo, varias ideas políticas, e incluso perspectivas científicas diferentes. En primer lugar, es necesario señalar que toda la obra está enmarcada e inundada por el mito del dios Pariacaca y sus dos hijos, como se ha mencionado. Al final del Capítulo I leemos un breve repaso de la leyenda en el diálogo entre los dos zorros. Pero también se hace presente en la voz del narrador, cuando describe las montañas que los pescadores de la "Sansón II" pueden ver desde alta mar: "El cerro El Dorado, cortado a pico sobre el mar, con santuarios, preincas en la cima, se elevaba, alto, muy a lo lejos, y separado de la cordillera por una honda garganta. Tutaykire está trenzando allí, durante dos mil quinientos años, una red de plata y oro" (43). La presencia de la divinidad, encarnada en la montaña, no es apenas una creencia de ciertos personajes, sino que es parte de la realidad narrativa.

Los personajes, por su parte, sostienen diferentes creencias. El cristianismo aparece representado por los sacerdotes estadounidenses, sobre todo por el padre Cardozo. Pero este cura no sigue un modelo católico tradicional, sino que combina su pensamiento cristiano con el socialismo, defiende la revolución como salvación de los pueblos latinoamericanos y establece un paralelismo entre Jesucristo y el Che Guevara.

Por otro lado, Esteban de la Cruz guarda una estrecha relación con las creencias andinas y el pensamiento mágico, sobre todo en relación con su enfermedad. Lo han atendido dos médicos: uno, el doctor "grande", le ha dado un diagnóstico errado; el "doctor chico", conocedor de la realidad de los mineros, le ha dicho que evite los esfuerzos y ha confirmado que tiene los pulmones llenos de carbón. Esteban conversa con el único minero de Cocalón que todavía vive y este lo convence de que si logra escupir 5 onzas de carbón, sanará sus pulmones intoxicados. Este modo de curación es la propuesta de un brujo que habla con el espíritu de la montaña. Jesusa, esposa de Esteban, se muestra más cercana al evangelismo y le ruega que se confiese con "el Hermano" para poder sanar; Esteban cree que su comunicación con la divinidad es directa, no quiere conversar con sacerdotes. Duda que pueda ayudarlo porque no es ni médico, ni brujo, ni curandero.

El socialismo

José María Arguedas se interesa en la política de varias maneras y declara explícitamente su defensa del socialismo. En el discurso "No soy un aculturado..." que se reproduce al final de esta obra, señala que leer a pensadores socialistas ha sido muy importante para su pensamiento: "Fue leyendo a Mariátegui y después a Lenin que encontré un orden permanente de las cosas; la teoría socialista no sólo dio un cauce a todo el porvenir sino a lo que había en mí de energía, le di un destino y lo cargó aun más de fuerza por el mismo hecho de encauzarlo. ¿Hasta donde entendí el socialismo? No lo sé bien. Pero no mató en mí lo mágico" (359-360). De alguna manera, el socialismo puede combinarse con el pensamiento mágico andino y organizar la mezcla de culturas que caracteriza a este escritor.

La revolución socialista es una cuestión que todos los intelectuales y artistas latinoamericanos de las décadas de 1960 y 1970 problematizan de alguna manera. El proceso cubano y el asesinato del Che Guevara son eventos centrales de ese período histórico, muy movilizado en la política, la cultura y las sociedades del continente. El zorro de arriba y el zorro de abajo se escribe y se publica en ese contexto. A su vez, en Perú se avecina una dictadura militar que llega al poder con ciertas propuestas de reivindicación indígena, aunque luego esto no se concreta. En la novela, este espíritu de la época se ve también en las relaciones entre los obreros y los patrones, la acción de los sindicalistas y los despidos masivos de las fábricas. Arguedas critica esta realidad injusta y desigual.