El zorro de arriba y el zorro de abajo

El zorro de arriba y el zorro de abajo Ironía

Los sacerdotes yankis defienden la revolución comunista.

La presencia de lo extranjero en la novela se manifiesta en dos grandes presencias: el elemento hispánico implantando a lo largo de toda la colonización y el elemento estadounidense más reciente y más próximo en términos históricos. Ambas extranjerías se combinan en los sacerdotes católicos (religión impuesta en Perú por los españoles) que llegan como misioneros a las zonas pobres de Chimbote desde Estados Unidos. El principal representante de ellos es el padre Michael Cardozo. Es interesante cómo su nombre combina ya esas dos identidades: el nombre en inglés va a acompañado de un apellido típicamente hispánico. Pero además, este "yanki" no es un representante de la modernización industrial llevada a cabo por las fábricas de Chimbote, sino que, paradójicamente, defiende la revolución comunista.

Mientras más obreros despiden las fábricas, más serranos llegan a Chimbote en busca de trabajo.

A través de esta ironía declarada con cierto regocijo por parte de Rincón Jaramillo, la novela presenta una fuerte denuncia contra el capitalismo extremo que moviliza toda la dinámica económica de Chimbote. Las fábricas están en su auge máximo de productividad, han convertido al Perú en la principal potencia pesquera del mundo, pero eso no se traduce en mejores condiciones de trabajo y de vida para los habitantes del territorio. Paradójicamente, ocurre todo lo contrario.

Moncada está loco, cambia de personalidad constantemente, pero es el personaje con la visión más sensata.

El loco Moncada es uno de los protagonistas de esta obra. De hecho es gracias a sus recorridos por la ciudad que se organizan los Capítulos II y IV, y tanto el narrador como los lectores lo seguimos en el camino. Es un artista y un loco; en sus días cuerdos trabaja como jalador de pescado, pero otros días se dedica a predicar en los espacios públicos adoptando diferentes figuras. Él mismo crea estos personajes, los viste con ropas particulares y adopta discursos acordes. Es un creador. Los otros personajes lo toman por loco y creen que dice las verdades de los locos. Arguedas, por su parte, cuando analiza la obra y nos cuenta qué proyecta para cada personaje, nos dice que es el que mejor puede ver las esencias y destinos de los demás. La locura, paradójicamente, aparece como la forma más pura de sensatez, y por ese motivo es Moncada quien goza de la percepción más lúcida.

Arguedas dice que no conoce las ciudades, pero pinta un retrato perfecto de Chimbote.

Como se ha analizado, en sus diarios Arguedas dice que no está en condiciones de escribir sobre una ciudad porque es serrano y no las conoce en profundidad. Su afirmación guarda una gran ironía ya que, por un lado, él mismo relata varias de sus experiencias en algunas de las ciudades más destacadas del planeta, como Nueva York, y por el otro, tal como afirma Eva Valero, Arguedas logra "dar vida a un ámbito urbano mutante, el mecanismo que enfatiza y da pleno sentido a esa naturaleza urbana cambiante que, en realidad, es la del Perú en su integridad" (2012, 103). Su novela forma parte de una gran tradición de la literatura latinoamericana del siglo XX sobre las ciudades y se inserta en ella con extrema originalidad y fuerza literaria.