El segundo sexo

El segundo sexo Resumen y Análisis Volumen II: Segunda Parte

Resumen

VOLUMEN II: LA EXPERIENCIA VIVIDA

Segunda parte: Situación

En esta parte, la más extensa de la obra, se describen y analizan los roles principales de la mujer adulta en la sociedad. Los primeros cinco capítulos están dedicados a la mujer casada, la madre, la vida social, el trabajo sexual y la vejez, respectivamente, y en el sexto se analiza la situación de las mujeres en su conjunto. Simone de Beauvoir analiza las particularidades de cada esfera social y del papel que asume la mujer en cada una de ellas. En su recorrido, da cuenta de variaciones históricas y culturales explicando los modos en que la mujer se adapta a estas situaciones, que siempre, de un modo u otro, replican su carácter de oprimida. Para dar sustento a sus planteos, se basa en datos estadísticos provenientes de diversos estudios.

Capítulo V. La mujer casada

En el capítulo "La mujer casada" se discuten aspectos del matrimonio moderno, que da continuidad a ciertas tradiciones opresivas para las mujeres. La autora considera que el estadío actual es de transición, ya que la mujer ha ampliado sus derechos, pero todavía no ha alcanzado la igualdad plena con el hombre. Por ejemplo, casarse sigue siendo la mejor forma de asegurar una posición social y económicamente estable para una chica, mientras que los varones pueden trabajar y vivir de manera independiente. A ellos no los afecta tanto la presión por casarse. Además, se espera que las esposas sirvan a sus maridos y cuiden el hogar y a los niños; incluso aquellas que trabajan fuera de la casa deben priorizar el ámbito doméstico y la maternidad. Esto significa que la mujer solo puede interactuar con la sociedad a través de su marido. La filósofa no culpa a las jóvenes por querer casarse en vez de mantenerse solteras y concentrarse en sus carreras porque reconoce que el matrimonio es la mejor vía para asegurar su posición social y económica.

De todas maneras, se explica que el matrimonio es conflictivo para la mujer porque resulta beneficioso y dañino al mismo tiempo. La mayor parte de las jóvenes se casa porque es lo que corresponde y termina viviendo situaciones inesperadas e indeseables. Como nadie les habla sobre la vida conyugal y las relaciones sexuales con el marido, muchas de ellas se sienten violadas en sus experiencias sexuales matrimoniales. Además, como ya ha explicitado, la filósofa está convencida de que los matrimonios no suelen basarse en el amor, y de que los hombres ven a sus esposas como propiedad. El matrimonio, en suma, es una institución opresiva y desigual en sí misma. Por eso destruye todo eroticismo; el sexo es desagradable para la mujer y limitado para el hombre. La falta de libertad social de la mujer muchas veces la lleva a obsesionarse con las tareas domésticas y a controlar el hogar de manera dominante. Esto es doblemente problemático, porque el trabajo doméstico no es creativo sino repetitivo, y no representa un aporte a la sociedad. Esto deja a la mujer con una frustración general.

A lo largo del capítulo encontramos muchas referencias a Sofía Tolstói, esposa del novelista ruso León Tolstói. Beauvoir utiliza los diarios de la mujer para ejemplificar cómo las esposas de los hombres creativos son reducidas a la servidumbre, deben obedecer los caprichos de sus maridos, y llevan vidas de infelicidad y opresión.

Capítulo VI. La madre

El siguiente capítulo está dedicado a la figura de la madre. La maternidad es vista como otra instancia que restringe la ya limitada libertad de la mujer en estas coordenadas sociales. La autora comienza asumiendo que, para la mujer, convertirse en madre es cumplir con su más elevada responsablidad, con su "destino fisiológico" (p. 633), porque todo organismo está naturalmente orientado a reproducir su especie. Sin embargo, como ha enfatizado anteriormente, los seres humanos no se limitan a su naturaleza, no son meros animales, sino seres socioculturales. Por lo tanto, este capítulo problematiza la maternidad obligatoria. Se comenta la existencia de métodos de prevención del embarazo y se discute cuán injustas e hipócritas son las leyes creadas por el hombre para restringir el acceso al aborto con fundamentos religiosos o morales. También se evalúan los efectos negativos de los abortos espontáneos y los embarazos de riesgo en la salud mental de la mujer.

La autora presenta algunos datos que dan cuenta de estas problemáticas. Por ejemplo, si una mujer es infeliz en su matrimonio, tiene mayor tendencia a perder los embarazos. Por otra parte, para la mujer, tener hijos simboliza la permanencia de la vida, pero también representa su propia finitud: le recuerda que ella misma va a morir. La filósofa explica más adelante que ciertas mujeres se sienten realizadas al quedar embarazadas, pero esto ocurre por motivos equivocados: creen que el embarazo da un sentido a sus vidas, pero el embarazo dura apenas algunos meses.

Otras mujeres ven a sus hijos como sus dobles o como la razón de sus vidas. Esto resulta muy complicado, porque los niños crecen y eventualmente ganan autonomía, lo cual genera una gran frustración para sus madres. Para Beauvoir, la maternidad puede ser positiva si la mujer la asume de una manera saludable. Sin embargo, esto es muy difícil de lograr en una sociedad que trata a la mujer como un ser inferior, como una Alteridad. Si la mujer no puede desarrollarse como ser humano pleno, siempre acarrea grandes dificultades subjetivas que, de alguna manera, impactan en la crianza de sus hijos. Las mujeres descargan sus frustraciones contra ellos. Tras estas afirmaciones, se describe la particular relación de la madre con el hijo varón, por un lado, y con la hija mujer, por el otro.

Capítulo VII. La vida de sociedad

En el capítulo dedicado a la sociabilidad, se explican las limitadas líneas de acción social de la mujer. Prácticamente solo puede interactuar con otros como esposa. Así, sus tareas son mostrarse y representar. En este punto, la autora piensa específicamente en mujeres de clases acomodadas. En lugar de hablar por sí mismas, representan a sus maridos o, por extensión, a sus familias. Esto impide que establezcan conexiones genuinas con otras personas y silencia sus propias voces. Su presentación depende mucho de su aspecto físico, de su aseo y de sus vestimentas. Beauvoir sostiene que la ropa de la mujer es tan importante en la sociedad porque ella es vista como apenas un objeto decorativo. No obstante, las mujeres pueden ser más genuinas cuando establecen amistad con otras mujeres; no tienen que ocultar sus emociones como ante sus maridos y pueden conversar sobre las dificultades cotidianas que tienen en común. Pero estas amistades también se ven limitadas, porque las mujeres viven en un mundo masculino. Por lo demás, muchas veces rivalizan y compiten con otras mujeres, incluso con aquellas por las que sienten afecto. Finalmente, la opresión implicada en el matrimonio hace que las mujeres sean adúlteras: toman amantes porque creen que así se vengan de sus maridos y ganan un poco de libertad.

Capítulo VIII. Prostitutas y hetairas

El capítulo siguiente está dedicado a las prostituas y hetairas, en el cual se incluyen varias formas del trabajo sexual. Beauvoir parte de la base de que la prostitución también es una respuesta a la opresión matrimonial. Los hombres tienen relaciones con las prostitutas para satisfacer necesidades y fantasías sexuales que no pueden practicar en con sus esposas porque sería faltarles el respeto. La filósofa describe la situación de muchas mujeres que se ven forzadas a ejercer la prostitución porque no tienen otra opción. Luego, retomando la figura de las hetairas griegas -cortesanas de estatus elevado que ofrecen servicios sexuales como parte de una función sagrada-, considera las dificultades de las trabajadoras sexuales de clases más altas, que tienen sus problemas singulares. Muchas de ellas están vinculadas al mundo de las artes y el espectáculo. Por ejemplo, las estrellas de cine forman parte de este grupo porque sus carreras dependen enteramente de su aspecto físico. Las mujeres que, de un modo u otro, son trabajadoras sexuales, ganan cierta independencia, porque hacen su propio dinero y no dependen del cuidado de un único hombre, como la mujer casada. De todas maneras, dependen de hombres y no alcanzan la trascendencia, porque sus trabajos no son creativos, sino que apenas satisfacen a los hombres.

Capítulo IX. De la madurez a la vejez

Seguidamente, este capítulo atiende el trayecto de la mujer a medida que pierde su juventud, uno de los rasgos más valiosos de la feminidad. La mayoría de las mujeres teme envejecer porque su integración social depende de su aspecto físico y de su fertilidad. Las mujeres mayores se enfrentan a sus arrepentimientos y se lamentan por todo lo que no han conseguido durante la juventud. Por lo general, los hechos más significativos de su pasado tienen que ver con el matrimonio y la maternidad, y, como Beauvoir ha señalado, estas suelen ser experiencias frustrantes que la mujer no ha elegido libremente. De todas formas, el envejecimiento provee a las mujeres de cierta independencia: no dependen tanto de sus cuerpos y han aprendido con el tiempo. Lamentablemente, esta independencia llega cuando ya son demasiado ancianas para aprovecharla. Al concluir el capítulo, la filósofa señala que la mujer nunca logra ser independiente y eficaz al mismo tiempo.

Capítulo X. Situación y carácter de la mujer

El último capítulo de esta parte resume el impacto de la limitación social de la mujer en su carácter. De manera integral, sostiene que la situación de la mujer se mantiene inmutable a lo largo de la historia, aunque pueda tomar diferentes formas: tanto la esposa y la madre como la prostituta o la anciana sufren la desigualdad y la opresión impuestas por una sociedad moldeada por y para los hombres. Esto quiere decir, también, que el carácter de la mujer ha permanecido casi inalterado en el transcurso de los siglos. Así, la situación social limitada de la mujer se retroalimenta de las características que le fueron asignadas y resulta difícil salir del círculo vicioso. La autora reconoce, pues, que la mujer es contradictoria, mentirosa, débil, inmoral, egoísta. Se resalta una vez más que esto no es su condición natural, sino que se relaciona con las limitaciones que se le imponen. De allí, Beauvoir concluye que una buena parte del comportamiento femenino debe interpretarse como una protesta contra el orden masculino. Esta parte de la obra concluye con una llamada a las mujeres para unirse y conseguir su liberación, que, de acuerdo con la autora, solo puede realizarse de manera colectiva.

Análisis

Desde el comienzo de esta sección, Beauvoir hace uso de un tipo de evidencia nuevo para dar sustento a sus planteos. Por ejemplo, en el primer capítulo se basa en datos estadísticos e informaciones reveladas en entrevistas realizadas en Bélgica para demostrar que las chicas suelen procurar un marido porque es el modo más eficaz de garantizarse una buena posición social. Como se ha mencionado, en El segundo sexo la autora se vale de una multiplicidad de fuentes y herramientas. El uso de estos datos más cuantitativos aporta legitimidad y objetividad a la base de sus planteos. Es interesante notar, en ese sentido, que tanto estas estadísticas y entrevistas como sus análisis literarios, sus interpretaciones filosóficas, sus experiencias personales y toda la diversidad de materiales aprovechados le sirven para llegar a conclusiones coherentes entre sí. De esta manera, el análisis cuantitativo coincide con las propuestas más subjetivas.

Por otra parte, el capítulo dedicado al matrimonio da forma a todos los apartados subsecuentes. Se trata del más extenso de esta parte y sienta las bases de todas las discusiones centrales sobre la situación de la mujer adulta en la sociedad contemporánea a la autora. Esto se explicita desde el principio, ya que "El destino que la sociedad propone tradicionalmente a la mujer es el matrimonio" (p. 541), por lo que la posición social de la mujer se define primordialmente por el hecho de estar o no estar casada. En los capítulos siguientes, la autora establece analogías, comparaciones y contrastes de otras funciones sociales de la mujer con la esposa para explicar la opresión. Por ejemplo, explica las ventajas y desventajas de la prostituta en relación a las condiciones de vida de la mujer casada. Así, se presentan reflexiones sobre la importancia del matrimonio como institución en el análisis de la maternidad, de la vida social y de la vejez femeninas. Tanto es así que la conclusión de cada capítulo incluye referencias al matrimonio.

En el capítulo dedicado a la maternidad se repiten algunas ideas problemáticas ya presentadas en el análisis del lesbianismo. Por ejemplo, la filósofa sostiene que algunas mujeres traumatizadas por haber abortado se convierten en lesbianas. Este argumento resulta absurdo en la actualidad, ya que implica que la heterosexualidad sería lo natural, lo normal y lo sano, y que otras orientaciones sexuales serían respuesta a experiencias de vida difíciles o dolorosas. Algunos datos y nociones sobre los abortos, el embarazo y el parto tampoco coinciden con las verdades científicas del presente. Por ejemplo, Beauvoir asegura que el bienestar psicológico de una mujer afecta directamente su posibilidad de llevar a término un embarazo. Si bien es cierto que la salud mental y la salud física se relacionan de manera estrecha, el modo en que aquí se presenta esa conexión es impreciso y exagerado. Otra aseveración científicamente incorrecta es que las prostitutas suelen tener capacidades intelectuales inferiores a otras mujeres. Si bien estos planteos no conforman el centro de El segundo sexo, es interesante observar cómo permiten entender la posición social de la autora: es una mujer intelectual blanca europea de una clase relativamente adinerada y tiene tanto los conocimientos como muchos prejuicios propios de su esfera social. Así, por ejemplo, el capítulo dedicado a "La vida de sociedad" está muy focalizado en la sociabilidad burguesa, y no representa la actividad social de una mujer del proletariado.

En el capítulo final, dedicado al carácter y la situación de la mujer, se vale de ciertas generalizaciones, y podríamos argumentar que no necesariamente se aplican a la vida concreta de cada mujer. Es preciso recordar que la autora está evaluando el concepto de mujer tal como lo ha elaborado la cultura sistemáticamente. A partir de allí busca desarmarlo y evalúa el modo en que esa concepción afecta la vida concreta de las mujeres, porque sus objetivos son filosóficos, científicos y políticos. En muchas ocasiones retoma y describe estereotipos para reflexionar sobre ellos y no para defender su existencia.

Por último, y en la misma línea, es preciso resaltar las palabras finales de esta sección: "dado que [la libertad] en la mujer es abstracta y vacía, sólo se puede asumir auténticamente en la rebeldía: es el único camino que se abre a los que no tienen la posibilidad de construir nada; tienen que vencer los límites de su situación y tratar de abrirse los caminos del futuro; la resignación sólo es una capitulación y una huida; para la mujer no hay más salida que trabajar por su liberación" (p. 787). De inmediato afirma que esa "liberación solo puede ser colectiva" (p. 787). Este llamado a la rebeldía colectiva sintoniza con el objetivo político de El segundo sexo. También justifica, en cierta medida, las generalizaciones utilizadas por la autora: es necesario concebir a la mujer en su generalidad para que las mujeres en su conjunto se identifiquen entre sí. Finalmente, el llamado final refleja la concepción existencialista del ser humano adoptada por Beauvoir, ya que la rebeldía es formulada como el camino de la trascendencia de la mujer para desarrollarse como ser humano pleno (lo cual está obstaculizado en la sociedad que la concibe como un Otro).