El segundo sexo

El segundo sexo Metáforas y Símiles

"... tener una mujer es vencerla; penetra en ella como el arado en el surco; la hace suya como hace suya la tierra que trabaja; ara, planta, siembra..." (p. 240) (Símil)

Esta comparación entre la mujer y la tierra completa la caracterización de la mujer como elemento de la naturaleza. De acuerdo con la lectura existencialista de Beauvoir, el ser humano no es solo una especie animal, sino que también es un ser social con una historia y una cultura. Por eso, el humano no busca únicamente reproducirse, sino que también quiere trascender a través de sus proyectos, tomando y modificando la naturaleza que lo rodea. Esta posibilidad está bloqueada para la mujer, que es sistemáticamente cosificada y relegada a sus funciones como hembra de la especie. Como la mujer es separada de la humanidad, el hombre la ve como un símbolo de la naturaleza y busca dominar el mundo mediante la dominación de la mujer. Así, en el símil citado, la mujer es como la tierra que puede poseerse y penetrarse.

"... la mujer se transforma en muñeca de carne; esta carne también se exhibe; como gratuitamente se abren las flores, la mujer despliega sus hombros, su espalda, su pecho" (p. 687) (Símil)

Esta comparación pone de relieve la deshumanización de la mujer. Al evaluar la vida en sociedad, Beauvoir nota que las mujeres no pueden participar de ella como personas, sino que apenas pueden representar a sus maridos y familias. Por eso, se configuran a sí mismas como muñecas, vacías, sin subjetividad. Deben mostrarse, exhibirse; se asean, adornan y perfuman porque su aspecto físico representa el estatus social que les proporciona su esposo. La cosificación de su cuerpo es evidente en estas circunstancias. Entonces, la autora compara a la mujer con las flores, vistas como objetos bellos y decorativos pero sin propósitos. Las mujeres se abren "gratuitamente" como las flores porque no tienen proyectos ni objetivos que aporten algo a la sociedad. De hecho, este símil resalta la reducción de la mujer a la sexualidad y la maternidad, ya que las flores son la estructura reproductiva de las plantas.

"... unidas, encuentran fuerza para sacudirse sus cadenas..." (p. 698) (Metáfora)

La metáfora de las cadenas es usada por la autora a lo largo de todo El segundo sexo para explicar la situación de opresión que sufre la mujer. Así, por ejemplo, afirma que "las cadenas del matrimonio son pesadas" (p. 621) y que la "mujer burguesa se aferra a sus cadenas porque se aferra a sus privilegios de clase" (p. 189). En estos ejemplos, las cadenas expresan de manera metafórica la relación matrimonial, ya que, de acuerdo con esta filósofa, todo casamiento fija la desigualdad entre los sexos y la dominación de la mujer por parte del hombre. La metáfora es muy productiva porque también recuerda la dialéctica del amo y el esclavo, propuesta de Hegel que Beauvoir retoma en su análisis. Dentro de este marco, la mujer es esclava del hombre porque su persona y sus funciones en la vida están totalmente determinadas por una visión masculina del mundo. Vive encadenada y encerrada en el espacio doméstico.

"Las alcantarillas son necesarias para mantener la salubridad de los palacios" (p. 713) (Metáfora)

Esta metáfora explica la función social de la prostitución en la sociedad y denuncia la hipocresía generalizada de los hombres. Al examinar las figuras de prostitutas y hetairas, Simone de Beauvoir parte de una serie de nociones fundamentales. Por un lado, sostiene que, mientras una ocupación exista y genere dinero, siempre habrá personas dispuestas a ejercerla. Por el otro, afirma que la prostitución es necesaria para sostener la civilización tal como se la conoce. Esto se debe a que el matrimonio es una institución opresora basada en la desigualdad entre el hombre y la mujer. Por ese motivo, los hombres no pueden satisfacer todas sus necesidades sexuales con las esposas y deben recurrir a las prostitutas. Así es que la prostitución es presentada como "alcantarilla" en esta metáfora; es una cloaca que desagota los desperdicios que la sociedad, de manera hipócrita, elige ocultar para mantener una imagen superficial positiva del matrimonio.

"Unas veces, la mujer se limita a mantener constantemente en equilibrio una situación siempre amenazada, que a veces se desmorona; otras construyen sin fin, como una torre de Babel que busca en vano el cielo, su renombre" (p. 733) (Símil)

Esta cita pertenece al pasaje donde Beauvoir analiza a la hetaira, típicamente caracterizada por la estrella de cine estadounidense. Esta mujer tiene una carrera por la cual hace grandes sacrificios. De todos modos, no logra ir más allá de la inmanencia, no crea ningún aporte para la sociedad, es como un muñeco del director, el productor u algún otro hombre involucrado en la industria cinematográfica. Con esas observaciones, la autora subraya que, para las mujeres, es imposible la trascendencia; es imposible constituirse como sujeto. En las palabras citadas, se presentan las dos opciones que tiene la mujer: puede aceptar su situación de inferioridad y tratar de mantener un cierto equilibro, o puede construir permanentemente una imagen de sensualidad, belleza o fama. Esta imagen es una ilusión; el esfuerzo es en vano porque la mujer tiene bloqueada la posibilidad de trascender y su liberación no puede ser individual. Concretamente, este esfuerzo iluso es comparado con la edificación de la torre de Babel. De acuerdo con la Biblia, los humanos tratan de construir una torre tan alta que pueda llegar a Dios, pero este la destruye.