El obsceno pájaro de la noche

El obsceno pájaro de la noche Resumen y Análisis Capítulos 1-6

Resumen

Capítulo 1

La Brígida, una anciana que vive en la Casa de Ejercicios Espirituales de la Encarnación de la Chimba, amanece muerta. Allí viven cuarenta viejas asiladas, tres monjas y cinco huerfanitas. La Madre Benita, autoridad de la casona, llama a misiá Raquel Ruiz, antigua patrona de Brígida, para contarle la noticia. La mujer se hace cargo de organizar el funeral: un velorio en la capilla de la Casa. El Padre Azócar da esa misa, la última que se llevará a cabo allí, ya que el Arzobispo se propone demoler el lugar. El cuerpo de la Brígida es enterrado en el mausoleo de la familia Ruiz, tal como misiá Raquel ha prometido. Las ancianas conversan mientras preparan el velorio. Recuerdan que una semana antes, un furgón de la Beneficencia Pública se llevó de la Casa el cadáver de otra asilada, Mercedes Barroso. Misiá Raquel y el Mudito, narrador y protagonista de la novela, conversan sobre misiá Inés, que se encuentra en Roma, y sobre la Ciudad del Niño, proyecto que las autoridades religiosas piensan construir tras la demolición de la Casa. El cortejo parte; el Mudito, las monjas y las ancianas entran a la Casa.

Por otra parte, las cinco huerfanitas exploran recovecos secretos de la Casa y suben a un piso prohibido, clausurado. El Mudito narra que les facilita las aventuras sacando los clavos con que ha tapiado puertas y ventanas. Desde ahí arriba miran a los chicos del barrio que juegan en la calle y hablan a los gritos con sus amigos. Ponen música y la Iris Mateluna, que pasa a llamarse Gina, baila de manera erótica. Aparece el Gigante y baila en la calle como si estuviera junto a la chica. Al mismo tiempo, el Mudito empuja un carrito con productos de limpieza mientras sigue a la Madre Benita por la casa, que es enorme y laberíntica: se multiplican los patios, los pasillos, las habitaciones, las puertas y las ventanas. Se dirigen a la habitación de Brígida para organizar sus pertenencias. Mientras tanto, las ancianas conversan en la cocina, recuerdan a la Brígida y a la Menche Barroso, comparan sus velorios. Todas han sido sirvientas de familias ricas y ahora que no tienen más trabajo las han enviado a vivir ahí. Esperan quedarse con las cosas de la recién fallecida; todas estas viejas acumulan en exceso paquetitos con las cosas más variadas.

Capítulo 2

Por las noches, un grupo de seis viejas suele quedarse hasta tarde conversando en la cocina. La Brígida es una de ellas. Le prestan mucha atención a Iris Mateluna y le hacen regalos. El Mudito las escucha adormecido. Un día, una vieja cuenta una leyenda, una conseja. Es la historia de un señor muy rico y dueño de muchas tierras, por lo que lo llaman el cacique. Tiene nueve hijos varones y una hija, que es la menor. Es rubia y risueña y se dedica a las tareas domésticas, mientras los hermanos trabajan las tierras junto al padre. La madre ha muerto en el parto, y una vieja deformada por las verrugas se hace cargo de cuidarla. En la región, comienza a haber problemas con las cosechas, los animales aparecen envenenados y nacen niños muertos o con malformaciones. Los pobladores rumorean que la vieja es bruja y la culpan por estas desgracias. Dicen que por las noches vuela por los aires la cabeza rubia de la hija del cacique emitiendo el sonido tué tué, como el chonchón. Tiene unas orejas enormes que funcionan como alas y sigue a una perra amarilla, flaca y con verrugas como las de la anciana por los campos de la zona. Se cree que la niña y su cuidadora han embrujado la región. Los hermanos y el padre se enteran de los rumores y se disponen a matar a la perra y a la anciana, que es descubierta usando ungüentos mágicos. Cuando la atacan, la anciana no muere; está entre la vida y la muerte, después la tiran al río y dejan que su cuerpo se pierda en el mar. El padre encierra a su hija en un convento de la capital y no vuelven a verla nunca más.

El Mudito recuerda haber oído muchas versiones de esta conseja, muy conocida en las tierras donde la familia Azcoitía es dueña de grandes haciendas desde la época colonial. La familia, por su parte, guarda la memoria de una niña-beata que murió encerrada en la Casa de la Encarnación de la Chimba a comienzos del siglo XIX. En la cocina, escuchando la historia, Iris Mateluna se ha quedado dormida. Se chupa el dedo aunque ya es grande, y las viejas mencionan que está embarazada. El Mudito teme que piensen que él es el padre de la criatura, pero ellas aseguran que no es lo suficientemente hombre. Entonces él les dice que puede ayudarlas a guardar el secreto si lo incluyen en el grupo como la séptima vieja. Ellas aceptan. El Mudito encuentra un sótano abandonado en la Casa para esconder el embarazo de Iris.

Capítulo 3

El padre de la niña-beata ha fundado, en el siglo XIX, una capellanía: como es dueño de muchas tierras, entrega una parte a la Iglesia y fundan una capilla dentro de la Casa. Así, la familia Azcoitía mantiene una relación estrecha con la Iglesia durante un siglo y medio. El establecimiento se encuentra en la Chimba, al norte de la capital, y sirve como vivienda para monjas de clausura, además de encerrar a la hija del patrón. La propiedad es de los hombres de la familia, pero el Arzobispo puede hacer con ella lo que desee. Con el tiempo, la Casa crece mucho y de manera caótica. Antes estaba rodeada por chacras, pero ahora se encuentra en un barrio central, porque la ciudad también se ha expandido. Los Azocoitía han peleado las guerras de Independencia y son considerados grandes patriotas. En el siglo XX, sin embargo, la familia empieza a tener cada vez más hijas mujeres y pocos descendientes varones. Ellas no pueden transmitir el apellido y, por lo tanto, no se puede conservar la unidad de la familia. Además, uno de los últimos herederos, don Clemente de Azcoitía, se convierte en cura. Jerónimo de Azcoitía, el último hombre del linaje, no ha tenido hijos. En un determinado momento, traspasa la propiedad al Arzobispo, que pretende derrumbarla y construir allí la Ciudad del Niño. Ninguno de los habitantes de la Casa puede creer que lleguen a demolerla.

El Mudito cuenta que él mismo ha ido tapiando todas las ventanas que dan al exterior de la casa: prácticamente no puede verse nada de lo que ocurre afuera. También ha clausurado partes internas de la Casa, como el piso de arriba, al que ahora acceden las cinco huerfanitas en secreto. En el pasado, muchos hombres importantes la han elegido como espacio de retiro espiritual, pero ahora está abandonada: solo viven allí las huérfanas, las monjas, las viejas asiladas y el Mudito, que tiene las llaves y cierra las puertas. Jerónimo jamás ha pisado la Casa, pero su esposa, Inés, va muy seguido antes de su viaje a Roma. Se comporta como dueña del lugar y guarda muchas de sus cosas allí. Años antes, don Clemente pasa los últimos días de su vida en la Casa. Ahí pierde la cabeza y se pasea desnudo, escandalizando a las ancianas. Ahora, muchas creen ver a su fantasma por los pasillos.

Capítulo 4

La Rita habla con Iris porque nunca ve sangre en su ropa interior y le llama la atención que a su edad no menstrúe. La chica dice que lava su propia ropa esos días para no molestarla, pero la anciana no le cree. Trata de hablarle sobre los hombres y el sexo, pero no sabe cómo hacerlo porque ella misma es virgen y no quiere sacar a la niña de la inocencia. Rita habla con las otras ancianas acerca del asunto. María Benítez es meica, es decir, curandera. Ella revisa a Iris y determina que está embarazada. También asegura que es virgen, por lo que consideran que están en presencia de un milagro. Deciden guardar el secreto: creen que las otras viejas querrán robarse al bebé, pero también se enteran la Amalia, la Dora y la Rosa Pérez. Un total de seis viejas mantienen el secreto del embarazo milagroso. Se proponen esconder al niño y criarlo juntas para que sea santo. Creen que hará el milagro de llevarlas al cielo. No le van a enseñar a hacer nada por su cuenta para que siempre dependa de ellas: será un imbunche, estará todo cosido, no podrá hablar y no podrá moverse por sí mismo. Así, ellas podrán rejuvenecer, robarle la vida. La conspiración es planeada por Brígida, que se inspira en su experiencia; todas han sido sirvientas y, al cuidar de sus patrones, les han robado algo vital; ser sirvientas les ha provocado codicia y quieren apoderarse de todo. Para el Mudito, se trata de "el reverso del poder" (p. 83). Cuenta que él ha sido despojado de su sexo para convertirse en la séptima vieja. Promete encargarse del niño que nacerá y asegura que es un Azcoitía.

Para ganarse la confianza de las viejas, el Mudito encuentra el lugar perfecto para esconder el embarazo, primero, y al bebé, después. Las lleva por primera vez al patio donde vive él, en el fondo de la Casa, que también es un cementerio de santos. Allí va a parar una multitud de figuras mutiladas de santos y vírgenes, estatuas a las que les faltan diferentes partes del cuerpo. Luego les muestra su habitación, en la que hay una puerta secreta hacia un sótano donde podrá crecer el niño. El Mudito la ha preparado con objetos que les sacó a otras viejas. También quiere traer las ropas que Inés ha preparado para Boy, el hijo que nunca tuvo, pero no se ha atrevido. Cuando muere la Brígida, las viejas ya llevan dos meses preparando la llegada del niño. Se hacen cargo de Iris. No le cuentan que está embarazada, pero la empiezan a entrenar con juegos y engaños. Le prometen una muñeca que mueve los ojos y dice "mamá" como si fuera de verdad. Nadie discute la idea de que el embarazo es un milagro; sostienen que ningún hombre tiene derecho sobre ese niño.

Capítulo 5

El Mudito tiene la sensación de que Iris ha comenzado a recorrer la casa por las noches igual que él. La desprecia: considera que su cuerpo solo sirve para albergar un útero. Una tarde la encuentra jugando y ella le dedica gestos amenazadores. En ese punto, el Mudito empieza a sentir terror y paranoia: siente que lo persiguen, pero no entiende por qué. Dice que él no es nadie. Iris comienza a dirigir sus movimientos: por las noches, lo obliga a moverse de un lado al otro de la Casa y mirar hacia afuera. Se desplazan como si pasearan juntos, pero no se ven entre sí, hasta que, una noche, ella accede al segundo piso prohibido. Él ha soltado los clavos para que Iris pueda abrir la puerta tapiada. Ella empieza a subir todas las noches y, desde la ventana, se hace amiga de los chicos del barrio que juegan en la calle. Baila para ellos. Como Iris deja de recorrer los pasillos, el Mudito recupera la paz y la soledad nocturna en la Casa, pero asegura que ella lo tiene sometido, y sabe que pronto le exigirá algo más. Sabe que Iris ha olvidado a su padre, que degolló a su madre en la cama que los tres compartían.

Una noche, Iris sale a la calle. El Mudito lo sabe y se asusta, pero ella vuelve a los diez minutos. Luego él comienza a dejar la puerta entreabierta para que la chica pueda salir de noche. Ambos pasan muchas horas afuera de la Casa. Él cree que ella intenta entregarlo a Jerónimo. Lo lleva como a un perro, con una cadena, y él solo puede obedecer. Al mismo tiempo, ella se pone de novia con el Gigante, que en realidad se llama Romualdo. Él trabaja entregando volantes de un comercio y usa una gran cabeza de cartonpiedra como disfraz para realizar esa tarea. A Iris, él y los otros chicos del barrio la llaman Gina. Después de algún tiempo, el Mudito comienza a alquilarle la cabeza y el traje de disfraz al Gigante para convertirse en él. Vestido así, lleva a Gina hasta un terreno baldío, se esconden detrás de un auto y tienen relaciones sexuales. Ella cree que es Romualdo quien está dentro de cabeza de cartonpiedra.

Capítulo 6

El Mudito afirma que él ha dejado embarazada a Iris, que no se trata de un milagro. Sigue alquilando la cabeza y vuelve a acostarse varias veces con la chica. Cuando las viejas descubren el embarazo, él le dice a Romualdo que ya no necesitará la cabeza, y este empieza a alquilársela a otros. Esto forma parte de un plan del Mudito para destruir a Iris. Lo único que le importa es el útero que guarda a su hijo. Ella se hace una clientela importante: no solo alquilan la cabeza los chicos del barrio, sino que llegan hombres importantes de zonas alejadas, incluso senadores, para tener sexo con ella, hasta que se presenta Jerónimo de Azcoitía. El hombre sufre de impotencia, pero el Mudito, que ahora se reconoce como Humberto Peñaloza, se esconde cerca y los observa. Gracias a esa mirada del sirviente, Jerónimo logra mantener relaciones con la chica: se siente poderoso al ser observado. El Mudito se propone convencer a Jerónimo de que, en realidad, es él el padre de la criatura, para que esta herede todas las propiedades de la familia.

El Mudito recuerda a su padre, un profesor de primaria, hijo de un maquinista de tren. La familia Peñaloza siempre ha sido pobre e insignificante en la historia del país. Por eso el hombre siempre le ha insistido a su hijo para que se convierta en alguien, en un caballero; que gane un estatus. Y él le promete que lo hará. Desde chico, piensa que puede convertirse en abogado o político para lograrlo. Lo importante no es el dinero, sino ganar una posición social respetada, tener un nombre. El padre le enseña a identificar a los hombres ricos y poderosos. Un día lo lleva al centro para comprar ropas de caballero. En esa oportunidad, Humberto ve a Jerónimo por primera vez; se cruzan en la calle. Jerónimo es alto, fuerte y rubio, tiene movimientos graciosos y la mirada elegante. El chico se siente fascinado por las ropas que viste. Cuando pasa a su lado, el guante del caballero le roza el brazo; después de muchos años, el Mudito todavía recuerda esa sensación en su cuerpo, en la misma zona donde ha recibido un balazo. Desde el momento de ese roce, el Mudito siente ansias de incorporarse al cuerpo de Jerónimo, de ser parte de él, aunque sea como sombra, y apropiarse así de todo lo suyo.

Análisis

Desde el primer capítulo, El obsceno pájaro de la noche propone un narrador caótico y confuso, que mezcla su propia voz con las de los personajes. Así, el inicio cuenta en tercera persona el fallecimiento de la Brígida, pero enseguida encontramos también la primera personal plural de las ancianas, que parecen hablar todas juntas. Cuando se cuenta el modo en que preparan al cadáver para el velorio, se dice que ellas "lo peinaron, le metieron los dientes postizos en la boca, le pusieron su ropa interior más primorosa" (p. 22), pero de inmediato también leemos "Arreglamos alrededor del féretro las coronas enviadas por la familia Ruiz. Encendimos los cirios" (p. 23). Estas frases forman parte de un mismo párrafo, se continúan sin ninguna marca que distinga narradores diferentes. El procedimiento de confusión de voces es central a lo largo de toda la obra: el Mudito será su narrador en términos generales, pero siempre seguirá desviándose y hablando desde la voz de otros personajes. Es por eso que se trata de una novela polifónica, coral, y exige una gran atención por parte de los lectores.

En ese sentido, también desde el comienzo vemos que la identidad del personaje es múltiple, ya que se transforma permanentemente en otros; en este caso, pasa de ser el Mudito a ser una de las viejas. Más adelante, se confundirá con la figura de Jerónimo, cuestión que se explotará al máximo hasta el final del libro. La novela también crea desde el principio un universo caótico, porque además de mezclar las voces que narran y complejizar las identidades de sus personajes, propone saltos en el espacio y en el tiempo de manera abrupta, sin señalizar los desplazamientos para que el lector se ubique. Así, en el Capítulo 1 se narra la muerte de Brígida, que luego aparece viva en el Capítulo 2. Por su parte, la Casa de la Encarnación de la Chimba es descrita como un espacio laberíntico, gigante, excesivo, desordenado, donde cualquiera se perdería.

El hecho de que las escenas iniciales cuenten un fallecimiento, un velorio y un entierro pone de manifiesto la centralidad del tema de la muerte en la obra. Lo primero que se nos presenta a los lectores es un cadáver, el de la Brígida. Y, de inmediato, también se cuenta que poco antes ha muerto otra vieja, Menche Barroso. Así, la muerte es una presencia constante alrededor de los personajes. De hecho, es posible pensar que toda la Casa funciona como una gran tumba o un cementerio: allí han muerto varias figuras que serán fundamentales más adelante en la novela, como don Clemente de Azcoitía y la niña-beata, que supuestamente está enterrada en uno de los patios. A su vez, el patio del Mudito es un cementerio de santos donde se acumulan estatuas rotas. Además de ser un lugar acechado por la muerte, la Casa es un espacio de encierro: las mujeres que viven allí no pueden salir; el Mudito es como un carcelero que guarda las llaves del lugar y va tapiando cada vez más todas las puertas y ventanas que conectan con el exterior.

Otro elemento crucial presentado en los capítulos iniciales es el par de antiguas leyendas que se entrecruzan, "la conseja de la niña-bruja de la otra cara de la misma leyenda: esa orgullosa tradición familiar que conservan los Azcoitía, de una niña-beata que murió en olor de santidad encerrada en esta casa a comienzos del siglo pasado" (p. 59). Ambos relatos se remontan al pasado y sirven para trazar la historia de la sociedad local, ya que los Azcoitía representan a la clase alta del país, que contrasta con los peones y campesinos. Por otra parte, las consejas muestran las estrechas relaciones de la familia Azcoitía con la Iglesia católica y, de esa manera, exponen el poder de esta institución religiosa en Chile. Finalmente, las consejas dan cuenta de la pervivencia de tradiciones populares originarias en el país y su cultura. Estas últimas se ven con especial brillo en la figura del chonchón, ser mitológico mapuche con forma de una cabeza de orejas muy grandes que usa para volar por el aire. Cuando aparece, anuncia la muerte con el sonido tué tué. Estas consejas también exhiben la importancia de la oralidad en esta obra: son relatos contados en voz alta, de generación en generación, y es por eso que no son fijos, sino que presentan variaciones e incertidumbres. En la primera leyenda leemos: "se decía, se decía que decían o que alguien había oído decir quién sabe dónde, que en las noches de luna volaba por el aire una cabeza terrible, arrastrando una larguísima cabellera color trigo, y la cara de esa cabeza era la linda cara de la hija del patrón..." (p. 50). La repetición insistente del verbo "decir" en esta cita demuestra cuál importantes son los relatos orales en la novela.

Por último, otro elemento de las culturas originarias chilenas fundamental en el libro es el imbunche, un ser humano que desde pequeño es deformado a propósito por otras personas. Tiene todos los orificios del cuerpo cosidos, así como la cabeza y los brazos quebrados, fuera de lugar. Cuando se enteran del embarazo de Iris Mateluna, las viejas lideradas por la Brígida deciden hacer del futuro bebé un imbunche, porque creen que así será un niño santo que las protegerá y las llevará al cielo. De esa manera, se completa su carácter de viejas siniestras: desde el comienzo se dice que son decrépitas, que tienen verrugas, que están desdentadas, que son sucias, acumuladoras y avaras, y que quieren apropiarse de todo. El modo como se adueñan de la vida de Iris y de su bebé asemeja sus figuras a las de las brujas: revuelven calderos, preparan ungüentos, son meicas y curanderas, tienen ideas místicas sobre la sexualidad y guardan mucho resentimiento porque han sido pobres y maltratadas toda la vida. Así, empieza a presentarse la cuestión de las clases sociales, de enorme importancia a lo largo de la obra.