El hobbit

El hobbit Resumen y Análisis Capítulos 8-10

Capítulo 8: Moscas y arañas

Resumen

Bilbo y los enanos se adentran en el bosque por un sendero oscuro y serpenteante que pronto se transforma en un túnel, ya que los árboles se cierran sobre él e impiden la visión del cielo abierto. Al grupo se le hace difícil dormir, porque en la oscuridad absoluta del bosque solo brillan decenas de ojos de diversos colores y formas. Conforme pasan los días, las provisiones de comida disminuyen y el grupo debe ajustarlas para sobrevivir. En un momento del viaje, internados ya en la profundidad del bosque, el grupo encuentra el arroyo de aguas negras sobre el que Beorn les ha hablado. Saben que sus aguas están encantadas y no deben bañarse en él ni llenar sus odres vacíos. Del otro lado del río, Bilbo logra divisar un bosque. Guiando a Kili, uno de los enanos más jóvenes, consiguen aferrar un gancho metálico atado a una soga y traen el bote hasta la orilla. En turnos, todo el grupo cruza el río, pero cuando el último de ellos, Bombur, está descendiendo a la orilla, un ciervo embiste contra ellos y. con el sobresalto, el enano pierde el pie y cae a las aguas turbulentas. Sus compañeros logran sacarlo, pero Bombur está profundamente dormido y no despierta en los días siguientes.

El grupo sigue adelante, cada vez más hambriento. Un día, notan que el bosque ha comenzado a cambiar su fisonomía, y hayas y robles comienzan a aparecer en espacios más abiertos y menos asfixiantes. Bilbo entonces es enviado a trepar hasta la copa de un enorme roble para tratar de encontrarle fin al bosque. Sin embargo, al subir, todo lo que puede ver es un mar infinito de copas que se extienden hacia todas partes. Esto desalienta al grupo, que ignora en verdad lo cerca que están de llegar al límite del bosque.

Abrumados como están, la noche siguiente contemplan fuegos ardiendo en la profundidad del bosque y, llevados por el hambre, se acercan a ellos sigilosamente. En los claros del bosque hay elfos que están celebrando banquetes, pero cada vez que un enano se aproxima, las antorchas se apagan repentinamente y los elfos desaparecen sin dejar rastros. Así, el grupo corre enloquecido de un resplandor a otro, tratando de entablar contacto con aquellos seres esquivos, sin éxito. En un momento, Bilbo es el primero en entrar a un claro y, cuando lo hace, cae dormido por efecto de un hechizo que los elfos han colocado.

No sabe cuánto tiempo pasa así, pero despierta para descubrir que una enorme araña ha comenzado a envolverlo en su tela. Gracias a su espada, logra cortarla y dar muerte a esa espantosa criatura. Sintiéndose valiente, comienza entonces a buscar a sus amigos, y descubre finalmente una zona del bosque en la que las arañas tienen a los enanos envueltos totalmente en sus telas y colgando de los árboles. Aquellas desmesuradas criaturas se comunican entre sí, y Bilbo comprende que los enanos aún están vivos. Invisible gracias al anillo, comienza a arrojar piedras contra ellas para llamar su atención y alejarlas de sus presas. También, canta y se burla de las arañas, lo que despierta su furia. Cuando las ha alejado lo suficiente de sus amigos, vuelve y comienza a cortar las telas que los aprisionan.

Sin embargo, en pleno proceso de liberación, las arañas regresan, y el grupo entabla una batalla para escapar de ellas, en la que Bilbo destaca gracias a la invisibilidad que le otorga el anillo y a su espada, ahora nombrada “Aguijón”. Cuando logran escapar y recuperan el resuello, los enanos se dan cuenta de que no está Thorin.

El líder de la expedición en verdad había caído dormido incluso antes que Bilbo, y había sido atrapado por los elfos. Como prisionero, Thorin es llevado a los palacios del Rey Elfo y encerrado, tras un interrogatorio en el que se rehúsa a explicar cuáles son sus asuntos en aquella parte del mundo.

Análisis

En este capítulo se despliega el bosque como un lugar mágico lleno de elementos que pertenecen a las fábulas o los cuentos de hadas, con fronteras confusas entre las referencias a la mitología y a los cuentos maravillosos de la Europa medieval. En primera instancia, la noche se manifiesta como un espacio peligroso y cargado de presagios: los ojos que observan desde la oscuridad probablemente tengan un papel en el desarrollo del capítulo, y Bilbo incluso señala que algunos de ellos, más pálidos y bulbosos, se asemejan a los ojos de insectos, solo que de un tamaño mucho mayor. Ese detalle, sumado a las enormes telarañas que cubren los árboles por fuera del sendero, además del nombre del capítulo, construyen un clima que anticipa el peligro al que se enfrentará el grupo cuando sean capturados por las monstruosas arañas gigantes.

Sin embargo, el primer contratiempo que debe enfrentar el grupo es de otra naturaleza: muchos días después de comenzado el recorrido por el bosque, encuentran el cauce de aguas oscuras sobre el que Beorn les ha advertido. Bilbo se muestra útil, nuevamente, al divisar, en la otra orilla, un bote, y ayudar a los enanos a engancharlo con una soga y acercarlo. Los personajes no saben con exactitud cuáles son las propiedades mágicas de este río, pero Beorn les ha dicho que puede producir el olvido, la locura o el sueño.

En ese sentido, ese arroyo es una referencia a la mitología griega y las aguas del Leteo, unos de los ríos del Hades –el inframundo para los griegos– cuyas aguas otorgaban el olvido a quienes las bebieran. Sortear las aguas mágicas en el Bosque Negro implica también enfrentarse a un peligro asociado con la simbología del descenso a las profundidades y el inframundo. El paisaje desdibujado del Bosque, con sus túneles profundos y su oscuridad impenetrable se asocia al motivo de las cuevas y los pasadizos bajo tierra. Bombur cae al río y se sume en un profundo sueño que dura por días. Cuando despierta, “no había modo de que pudiera entender dónde estaba ni por qué tenía tanta hambre. Había olvidado todo lo que ocurriera desde el principio del viaje, aquella mañana de mayo, hacía tanto tiempo… lo único que recordaba era la tertulia en la casa del hobbit, y fue difícil convencerlo de la verdad de las muchas aventuras que habían tenido desde entonces” (p. 141). El ensueño que se apodera de Bombur continúa y sume al personaje en una fantasía signada por la presencia de banquetes y hermosas criaturas que festejan alrededor del fuego en la profundidad del bosque.

Pronto, los sueños de Bombur van a tener un correlato en la realidad de los personajes: por la noche, el bosque comienza a llenarse con el resplandor de fuegos. Movidos por el hambre y la desesperación, el grupo se aproxima a las hogueras y descubre a los elfos cantando, riendo y dándose un festín en los claros del bosque. Sin embargo, estos elfos no son presentados como aquellos de Rivendell, y hay algo inquietante, misterioso y amenazador en su presencia en el bosque. Cuando los enanos se presentan en el claro, las antorchas y las hogueras se apagan repentinamente y los elfos desaparecen sin hacer ruido ni dejar rastros, como si se tratasen de una visión onírica que se esfuma de un momento a otro. “El olor de las carnes asadas era tan atractivo que sin consultarse entre ellos todos se pusieron de pie y corrieron hacia el círculo con la única idea de pedir un poco de comida. Tan pronto como el primero dio un paso dentro del claro, todas las luces se apagaron como por arte de magia” (pp. 142-143). Esta naturaleza mágica, sumada a su aparición nocturna y misteriosa, y precedida por las imágenes oníricas de Bombur, confiere a los elfos un halo feérico que los transforma en criaturas propias de los cuentos de hadas de la tradición anglosajona: vagabundos de la noche, hermosos de contemplar pero inasibles, prácticamente etéreos, los elfos del bosque aproximan por momentos la novela de Tolkien a los relatos maravillosos tradicionales que se cuentan a los niños antes de ir a dormir.

Sin embargo, este nuevo abordaje de los elfos pone de manifiesto la complejidad del mundo construido por Tolkien y brinda un conocimiento sobre los elfos que luego se expandirá profusamente en El Señor de los Anillos:

Los elfos no son malos, pero desconfían de los desconocidos: esto puede ser un defecto. Aunque dominaban la magia, andaban siempre con cuidado, aun en aquellos días. Distintos de los Altos Elfos del Poniente, eran más peligrosos y menos cautos, pues muchos de ellos (así como los parientes dispersos de las colinas y montañas) descendían de las tribus antiguas que nunca habían ido a la Tierra Occidental de las Hadas. Allí los Elfos de la Luz, los Elfos del Abismo y los Elfos del Mar vivieron durante siglos y se hicieron más justos, prudentes y sabios, y desarrollaron artes mágicas, y la habilidad de crear objetos hermosos y maravillosos, antes que algunos volvieran al Ancho Mundo. En el Ancho Mundo los Elfos del Bosque disfrutaban de los crepúsculos del Sol y la Luna, pero preferían las estrellas; e iban de un lado a otro por los bosques enormes que crecían en tierras ahora perdidas. Habitaban la mayor parte del tiempo en los límites de las florestas, de donde salían a veces para cazar o cabalgar y correr por los espacios abiertos a la luz de la luna o de los astros; y luego de la llegada de los Hombres, se aficionaron más y más al crepúsculo y a la noche. Sin embargo, eran y siguen siendo elfos, y esto significa Buena Gente. (p. 157)

Si bien esta clasificación de tipos de elfos sufrirá variaciones en los siguientes libros, deja entrever la magnitud del proyecto que Tolkien desarrolló durante toda su vida.

El episodio final del relato, el enfrentamiento con las arañas, otorga al lector otro tipo de información: a partir de él queda claro que esta es la historia de Bilbo y el anillo, y no de los enanos, quienes son meros dispositivos narrativos para desencadenar la acción. Es Bilbo quien salva al grupo de las arañas y quien se constituye como héroe. Mientras tanto, Thorin ha sido atrapado por los elfos y conducido a los calabozos de sus palacios. En este punto de la narración, queda claro que Thorin no es el héroe ni el protagonista, aunque sea el líder de la misión. Por el contrario, su rol es secundario y apenas se le dedica tiempo narrativo a su personaje. Mientras tanto, la figura de Bilbo no para de crecer y complejizarse. En él se encarna la figura del héroe, aunque no responde al arquetipo clásico del héroe diurno: Bilbo no es un sujeto excepcional, llamado a la aventura y con cualidades que lo hacen destacar sobre todos los hombres; tampoco cumple con el paradigma exitista propio del héroe guerrero. Es, en cambio, un sujeto común, humilde, que desconoce sus talentos.

A lo largo de la novela, Bilbo logra crecer en confianza y descubre que es más capaz de lo que imagina. Gracias a la ayuda mágica que le provee el anillo, logra transformarse poco a poco en una figura respetable y admirable para el resto de sus compañeros:

…habían cambiado mucho de opinión con respecto al señor Bolsón, y ahora lo respetaban de veras (tal y como había dicho Gandalf). Ya no refunfuñaban, y esperaban realmente que a Bilbo se le ocurriría algún plan maravilloso. Sabían demasiado bien que si no hubiese sido por el hobbit todos estarían ya muertos; y se lo agradecieron muchas veces. Algunos de ellos incluso se pusieron en pie y lo saludaron inclinándose hasta el suelo…” (p. 155)

El respeto de los enanos, criaturas orgullosas y arrogantes, significa muchísimo para Bilbo, quien siempre fue considerado una criatura “menor”, sin mucho valor. Si bien el camino de las pruebas continuará en los capítulos siguientes, es evidente que las aventuras en el Bosque Negro significan un punto bisagra en la construcción del personaje de Bilbo, y su protagonismo, a esta altura, es incuestionable.

Capítulo 9: Barriles de contrabando

Resumen

Bilbo y los enanos siguen al borde de la inanición, aunque están felices de estar vivos. Mientras intentan regresar al sendero, son sorprendidos por un grupo de elfos que los apresan y los llevan rápidamente a los salones en la falda de la montaña. Cuando esto sucede, Bilbo se coloca el anillo rápidamente y desaparece, por lo que no es hecho prisionero como el resto del grupo. Así, sigue a la comitiva de cerca y logra colarse en el palacio antes de que las puertas mágicas vuelvan a cerrarse.

Los enanos son llevados frente al rey elfo, quien les hace las mismas preguntas que le ha hecho a Thorin. Al obtener las mismas respuestas, encierra a cada enano en una celda diferente y en partes aisladas de los subterráneos del palacio. Allí se quedarán hasta que alguno de ellos decida hablar, les dice. En los siguientes días, Bilbo se dedica a merodear por el reino elfo, a robar comida y tratar de obtener información que le permita idear un plan para rescatar a sus amigos. Así descubre que Thorin está recluido en una celda, en lo más profundo de los calabozos, y logra hablar con él. Esto devuelve las esperanzas al líder enano, quien envía con Bilbo un mensaje al resto de sus compañeros.

Bilbo se comunica con los otros doce enanos y los insta a tolerar el encierro hasta que se le ocurra un plan. Días después descubre que las puertas mágicas no son el único acceso al reino elfo, sino que existe una compuerta que da al río, por la que suelen ingresar y enviar barriles con mercancías y comida hacia la ciudad del lago. Bilbo comienza a fraguar un plan: si tan solo pudieran alcanzar esa compuerta y escapar por el río, el peligro sería grande, pero menor a salir por la puerta principal (lo que sería francamente imposible).

La suerte lo acompaña: una tarde escucha al elfo encargado de los almacenes que se están preparando los barriles vacíos para arrojar al río esa noche. Al mismo tiempo, hay preparado un gran festín para todo el pueblo en los salones superiores, y el vino va a correr generoso entre los comensales. De hecho, el mayodormo de la bodega y el carcelero deciden probar aquel vino de Dorwinion destinado a los más ilustres señores elfos, y pronto se embriagan y se quedan dormidos. Bilbo reconoce que no tendrá otra oportunidad como esa: le roba las llaves al carcelero dormido y libera a los trece enanos. Estos no están conformes con la idea de esconderse en barriles y ser arrojados al turbulento río, pero tampoco tienen otra opción, por lo que siguen al hobbit.

Sin perder tiempo, Bilbo los guía a las bodegas y los hace entrar en trece barriles vacíos. Para evitar los golpes, trata de rellenarlos también con paja por dentro, aunque no está muy convencido de que vaya a dar resultado. Cuando está por cerrar el último barril, con Balin adentro, llegan otros elfos a realizar la tarea de hacer rodar los barriles hasta que caigan al túnel y la compuerta que da al río. Estos encuentran al mayordomo y al carcelero dormidos y pronto desean también probar el vino. Afectados por aquella poderosa bebida, no prestan demasiada atención al peso inusual de los barrilles y los arrojan. En el último momento, Bilbo, que no llegó a esconderse pero que sigue invisible gracias al anillo, salta hacia el túnel y cae al río justo antes de que se cierre la compuerta.

Las aguas turbulentas están heladas y el hobbit lucha por encaramarse a un barril y no ahogarse. La carga gira a la deriva por el río, y desde la orilla algunos elfos utilizan pértigas para empujar a los barriles que se bloquean contra la costa. Al desembocar el río contra el lago, un grupo se encarga de atar los barrilles todos juntos y empujarlos para que lleguen a Esgaroth, la Ciudad del Lago. Bilbo aprovecha ese rato para obtener comida y dormir en un lecho de hojas, a pesar de estar mojado y sentir el frío del otoño. Así, al día siguiente, el grupo sigue su viaje dentro de los barriles con Bilbo –siempre con el anillo puesto– aferrado a ellos y flotando sobre el agua.

Análisis

El capítulo 9 es breve y presenta una transición entre la aventura del Bosque Negro y la última etapa en el viaje del grupo. A partir de ahora, en verdad, se desarrollará una secuencia de capítulos cortos con tópicos acotados que preparan al lector para el final de la novela. El tema que se desarrolla en este capítulo es la cautividad, y es posible ver una clara diferencia en la construcción de las figuras heroicas: mientras que Thorin está encerrado en un profundo calabozo, Bilbo está libre y, gracias a su invisibilidad, puede moverse por todo el palacio elfo. A pesar de la carga negativa de la prisión, la posición de los enanos es mucho mejor a estar perdidos en los profundos pasadizos de las Montañas Nubladas o del Bosque Negro. El motivo del encierro se confunde de manera compleja con el motivo del refugio en este pasaje: los elfos los mantienen encerrados, sí, pero los tratan bien y les dan comida y bebida en abundancia, lo que es una mejoría en relación al hambre que casi los mata antes de caer prisioneros. Al lado del trato recibido cuando fueron capturados por los trasgos, la prisión en el palacio elfo también es mucho más acogedora.

Mientras los enanos permanecen encerrados, Bilbo vaga por el palacio y sobrevive gracias a la comida y la bebida que puede robar. En este pasaje, el hobbit muestra una gran madurez como saqueador: ya no es la pobre criatura que fue atrapada al tratar de robarle a los torpes trolls, sino un avezado ladrón capaz de sobrevivir en el propio palacio de los elfos. Como saqueador, el motivo de las llaves vuelve a presentarse: Bilbo aprovecha la oportunidad única que se le presenta el día del banquete de los elfos y roba al guardacárceles el manojo de llaves con el que puede liberar a sus compañeros. Una vez que todos están liberados, es Bilbo quien logra mantener la sangre fría y pensar lógicamente mientras sus compañeros se quejan y no saben qué hacer.

Los guardias están dormidos gracias al vino que han bebido, y esta es otra clara alusión al pasaje de la Odisea ya mencionado en el capítulo 2: cuando Ulises y sus hombres son atrapados por Polifemo, utilizan el vino para emborrachar al cíclope hasta dormirlo. Mientras duerme, Ulises propone afilar la punta de un tronco y atravesar el único ojo de su captor, gracias a lo que luego pueden escapar con vida, escondiéndose debajo de las ovejas que Polifemo cría. En un sentido análogo, el grupo liderado ahora por Bilbo escapa dentro de barriles que son arrojados al río. Sin embargo, hay un gesto que demuestra que Bilbo no es el arquetipo del héroe, tal como ya se ha postulado en el capítulo anterior: mientras el carcelero todavía duerme, Bilbo le devuelve amablemente las llaves: “-Eso le ahorrará alguno de los problemas en que está metido –se dijo –no era un mal muchacho y trató con decencia a los prisioneros” (p. 168). Este modo de obrar, teniendo en consideración al rival, nos demuestra que Bilbo nunca deja de lado su sentido de la moral ni guarda rencores contra sus captores y enemigos.

Una última consideración puede hacerse con respecto al papel que juegan los elfos en este capítulo: en verdad, a pesar de que los prisioneros están en el palacio del rey del bosque, la interacción con estas criaturas es mínima, al punto de que el rey ni siquiera recibe un nombre propio. En textos posteriores se da a conocer que dicho rey del bosque es Tharanduil, el padre de Legolas Hojaverde, uno de los personajes que conforma la Comunidad del Anillo y es tan importante en la trilogía. Sin embargo, nada de esto se desarrolla en El hobbit, lo que demuestra el carácter prototípico de esta novela en relación al desarrollo más amplio y profundo que de la Tierra Media, en la que Tolkien trabajó a lo largo de toda su vida.

Capítulo 10: Una cálida bienvenida

Resumen

Cuando se aproximan a la Ciudad del Lago, los elfos se detienen, se reúnen con algunos hombres de la ciudad encargados del comercio y abandonan los barriles en un embarcadero para ir a tomar unas copas antes de cargarlos con las nuevas mercaderías. Bilbo aprovecha el momento para sacar a todos los enanos, que están magullados y asfixiados, algunos casi al borde del colapso.

Tras agradecerle profusamente al hobbit por haberlos salvado, los enanos se dirigen a Esgaroth. Thorin irrumpe en la ciudad proclamándose frente a los guardias como el Rey Bajo la Montaña, de regreso a reclamar lo que es suyo por derecho. El tono de Thorin es imperioso y su porte realmente recuerda a la de los reyes enanos de antaño, por lo que los guardias se apresuran a llevarlo ante el gobernador, quien está dando un banquete en el que participan incluso los elfos que han dirigido los barriles hasta allí.

El gobernador parece no creer la historia de Thorin, pero es tal la autoridad y el conocimiento que demuestra el enano, que todos alrededor están convencidos de que, efectivamente, es el rey enano que regresa a sus dominios perdidos. La gente de la ciudad, que ha seguido de cerca al extravagante grupo de enanos, comienza a entonar canciones sobre la profecía del regreso y la muerte del dragón. Viendo que el pueblo aclama a Thorin y le rinde los honores de gran señor, el gobernador de Esgaroth, quien ante todo piensa en los negocios, decide tratar a Thorin con los honores de un rey. De esta manera, el grupo puede descansar unas semanas y recuperar energías antes de partir, totalmente aprovisionados, hacia la Montaña Solitaria, el último tramo de su aventura.

Análisis

La llegada de Thorin a la ciudad de Valle presenta al lector una breve aproximación a la dimensión política de la Tierra Media. El título del capítulo, “una cálida bienvenida” es una combinación de ironía y de ingenuidad: el gobernador de la ciudad está dispuesto a celebrar a los héroes, pero no porque crea en ellos realmente, sino porque puede ser redituable económicamente, si llegan a conseguir algo del tesoro que guarda el dragón.

Por otra parte, el trayecto que realizan los personajes por el río es una representación arquetípica del curso de la vida, y podemos ver que Bilbo ha logrado navegar en él con seguridad. Análogamente, hay un paralelo al final del capítulo, cuando todo el grupo se embarca en los botes prestados por el gobernador y atraviesan en lago apaciblemente en dirección a la montaña solitaria. En este sentido, la estructura del capítulo propone una transición de liderazgo desde la figura de Bilbo hacia la figura de Thorin, quien recupera el protagonismo. Esto se comprueba en el cambio de fortuna que experimentan todos los enanos: de ser prisioneros escapando dentro de barriles a ser considerados los herederos de un antiguo y esplendoroso pueblo, que regresan a recuperar, con valentía, el patrimonio de sus padres y abuelos.

Thorin ocupa un rol dominante en la dimensión política de la novela: es el hijo Thrain y el nieto de Thror, el último rey bajo la montaña, cuyo pueblo ha sido destruido por la llegada de Smaug. Thorin es arrogante y se presenta frente a la gente del lago con orgullo y soberbia; “-¡Thorin hijo de Thrain hijo de Thror, Rey bajo la Montaña! –dijo el enano con voz recia, y realmente parecía un rey, aun con aquellas rasgadas vestiduras y el mugriento capuchón. El oro le brillaba en el cuello y en la cintura; y tenía ojos oscuros y profundos–. He regresado” (p. 182). Sin embargo, el gobernador no lo toma en serio; si lo ayuda es, en principio, para evitar un enfrentamiento y, luego, para obtener el favor del enano, en caso de que sea realmente quien dice ser, y si tiene éxito en su empresa y consigue el tesoro del dragón.

La validación que necesita la figura de Thorin para que el gobernador los ayude y aprovisiones viene del pueblo: la gente del lago recuerda las profecías sobre el regreso del rey bajo la Montaña y todos la cantan en la calle, sumiendo a la ciudad en un ambiente festivo y cargado de esperanzas, como si los aventureros ya hubieran realizado la difícil tarea que en verdad tienen por delante.

¡El rey bajo la Montaña,

el Rey de piedra tallada,

el señor de fuentes de plata,

Regresará a sus tierras!

(…)

¡Alborozados correrán los ríos,

Los lagos brillarán como llamas,

Cesarán los dolores y las penas,

Cuando regrese el Rey de la Montaña!

(p. 185)

Así, la bienvenida que da la gente al grupo sirve como festejo y reconocimiento tras todos los peligros que el grupo ha atravesado: se transforma en la recompensa tras escapar de las arañas primero y luego de los elfos. Como se ha visto en el capítulo VII con la aparición de Beorn, el motivo del refugio se desarrolla plenamente en este capítulo: la gente del lago festeja a los enanos y a Bilbo, los aprovisionan y les regalan vestimentas de calidad y los enseres que necesitan para acercarse a la montaña.