El hobbit

El hobbit Resumen y Análisis Capítulos 4-7

Capítulo 4: Sobre la colina y bajo la colina

Resumen

Elrond y Gandalf definen juntos el camino que el grupo debe tomar para abrirse paso por las montañas. Durante los próximos días de marcha y peligros, y especialmente en las noches heladas y silenciosas, Bilbo recuerda su agujero hobbit con nostalgia. El bienestar que embargó a todos el día del solsticio de verano se esfuma poco a poco a medida que el grupo avanza y se adentra en la montaña. En un momento dado, los miembros más jóvenes del grupo, Fili y Kili, son enviados a buscar una cueva en la que el grupo pueda guarecerse de la tormenta y de los gigantes que juegan a lanzarse rocas en un valle entre los riscos de la montaña.

Afortunadamente, encuentran una cueva lo suficientemente grande para albergarlos a todos, incluidos los ponis. Tras cambiarse las prendas mojadas y fumar sus pipas, los enanos van cayendo dormidos uno a uno. Durante la noche, Bilbo despierta debido a una pesadilla y ve con terror que, en una de las paredes de la cueva, se ha abierto una grieta por la que un nutrido grupo de trasgos se precipita sobre ellos. Estas horribles criaturas los sobrepasan ampliamente en número y los apresan a todos salvo a Gandalf, pues cuando tratan de reducirlo hay una explosión, muchos trasgos caen muertos y el mago desaparece.

Los trasgos empujan al grupo hacia las profundidades de las cavernas. Mientras descienden por túneles oscuros, cantan con voz pétrea sobre las torturas y los sufrimientos que aplican a sus prisioneros. Los captores detienen la marcha en un amplio recinto iluminado por una hoguera. Allí está el señor de los trasgos, quien interroga a los enanos, aunque estos saben que, digan lo que digan, solo les espera una muerte dolorosa. Thorin habla con el rey de los trasgos y trata de convencerlo de que simplemente deseaban cruzar las montañas para visitar parientes. Sin embargo, cuando al rey le entregan las pertenencias de los enanos y se encuentra con Orcrist, estalla en furia y jura torturar y asesinar a aquellos “amigos de los elfos”. En ese momento, la hoguera estalla en una lluvia de chispas y una columna de fuego azul se eleva hasta el techo y comienza a cubrir la sala. Una espada reluciente aparece en la oscuridad y atraviesa el cuerpo del rey trasgo, que se desploma sin vida. Entonces, una voz queda ordena a los enanos a seguirlos en medio de toda esa confusión.

Gandalf, que ha aparecido en el momento justo, guía a los enanos por los complejos pasadizos que se internan cada vez más en las montañas. Grupos de trasgos los siguen, pero pocos se atreven a hacerles frente a aquellos seres que empuñan las brillantes espadas élficas.

Los enanos se turnan para llevar en hombros a Bilbo, que no puede correr tan rápido como ellos. En un momento, cuando están rodeados, un grupo de trasgos se abalanza sobre Dori y lo derriban; Bilbo estaba sobre sus hombros, y en la oscuridad cae y rueda por el piso hasta golpearse la cabeza y quedar inconsciente.

Análisis

Este capítulo corto desarrolla algunos temas y motivos recurrentes en la obra de Tolkien. En primer lugar, se presenta la cueva que buscan los enanos como una imagen del refugio. Si se considera que el destino final de los viajeros es una cueva habitada por el dragón Smaug, parece una decisión torpe la de tomar una cueva como un lugar para descansar, ya que todos saben que esos sitios no son seguros. En el pasaje de la Odisea que ya ha sido mencionado, se puede observar muy bien esta ambigüedad presente en el concepto de la cueva: puede ser refugio para los personajes en un momento de apremio, pero también puede transformarse en una prisión. En ellas uno puede encontrarse cualquier tipo de criaturas desconocidas sin saberlo, puesto que uno de los atributos principales de las cuevas es la oscuridad.

En la oscuridad de las cuevas habitan los trasgos, criaturas malignas que se asocian a la oscuridad arquetípica que es uno de los atributos del mal. Los trasgos encarnan todos los rasgos negativos que pueden recibir las criaturas antropomorfas e inteligentes: son crueles, perezosos, feos, sucios y solo desean hacer el mal. A su vez, Tolkien menciona con poca sutileza que los trasgos desarrollan herramientas, técnicas y tecnologías que sirven no para el progreso sino para la destrucción:

Los trasgos son crueles, malvados y de mal corazón. No hacen nada bonito, pero si muchas cosas ingeniosas. Pueden excavar túneles y minas tan bien como cualquier enano no demasiado diestro, cuando se toman la molestia, aunque comúnmente son desaseados y sucios. Martillos, hachas, espadas, puñales, picos y pinzas, y también instrumentos de tortura, los hacen muy bien, o consiguen otra gente que los haga, prisiones o esclavos obligados a trabajar hasta que mueren por falta de aire y luz. Es probable que ellos hayan inventado algunas de las máquinas que desde entonces preocupan al mundo, en especial ingeniosos aparatos que matan enormes cantidades de gente de una vez, pues las ruedas y los motores y las explosiones siempre les encantaron, como también no trabajar con sus propias manos más de lo indispensable; pero en aquellos días, y en aquellos parajes agrestes, no habían ido (como se dice) todavía tan lejos. (p. 59)

Este pasaje es fundamental no solo para caracterizar a los trasgos dentro del mundo creado por Tolkien, sino también para comprender algunas de las ideas que el autor guarda sobre el mundo y las sociedades occidentales en el siglo XX.

El trasgo es una representación del mal y de la corrupción del ser humano. Son ellos quienes obtienen placer en la guerra y en el asesinato, y Tolkien aventura que muchas de las creaciones que afligen a su sociedad también fueron ideadas por ellos. Hay una referencia explícita a las explosiones y al desarrollo de maquinaria de guerra que se conecta con la experiencia bélica de Tolkien: tras haber participado en la Primera Guerra Mundial, el escritor ha quedado marcado por esa experiencia y considera que el progreso tecnológico puede ser peligroso y destruir lo más puro y bueno de la esencia humana.

Una alusión en este sentido también se oculta en la frase “las explosiones siempre les encantaron, como también no trabajar con sus propias manos” (p. 59). Esta idea de no usar las manos para trabajar plantea una división entre la tecnología y la técnica aplicadas a un trabajo que deshumaniza (como la producción de armamento bélico) y las tareas manuales y artesanales que ligan al hombre con el mundo vital, como la agricultura y los oficios transmitidos de generación en generación. En la constelación simbólica que Tolkien desarrolla a lo largo de toda su obra, los avances tecnológicos mal empleados son una herramienta del mal, mientras que el mundo campestre y bucólico se asocia a la idea de lo puro y lo bueno. Este esquema se desarrolla en mayor profundidad en El Señor de los Anillos, especialmente en la figura del mago Saruman, que destruye el bosque de Fangorn para mantener las hogueras industriales con las que forja el armamento para su ejército, y a ese esquema se le opone la comarca como paisaje bucólico idealizado.

Un motivo que emerge en este capítulo, además del de la cueva, es el de la luz y la oscuridad, y no figura tan solo dentro de la dicotomía arquetípica del bien y el mal, sino que presenta matices más complejos. La luz y la oscuridad se asocian también a los estados de consciencia e inconsciencia, a la invisibilidad y a la vigilancia; la oscuridad propicia la captura de los enanos, pero también hace posible su escape: Gandalf sume la cueva en humo espeso y apaga las antorchas de los trasgos para ayudar al grupo a escabullirse por un pasadizo. De la misma forma, la luz, un símbolo del bien, se transforma en chispas mortales gracias al hechizo de Gandalf, y la espada que mata al rey trasgo aparece como un destello de luz en la oscuridad, mientras que el mago se mantiene escondido en las sombras. Así, tanto la luz como la oscuridad presentan una ambivalencia de base: la luz puede ser reveladora y útil, pero también mortífera, mientras que la oscuridad puede cegar y perder a los hombres, pero también puede protegerlos del peligro y ayudarlos a escapar.

Las espadas son otro de los elementos recurrentes: no se trata simplemente de un arma, sino que son objetos históricos, cargados de significados, muchas veces mágicos, atesorados y odiados por igual. Los múltiples nombres que una misma espada puede recibir hablan de esta ambivalencia que es, también, la concentración de valores y sentidos que se asocian tanto a la luz como a la oscuridad: Glamdring brilla en presencia de los trasgos, quienes la llaman “Martillo de Enemigos”. Como símbolo, la espada presenta la yuxtaposición entre la luz y la oscuridad y es, debido a esa sumatoria de significaciones opuestas, uno de los elementos más complejos y a la vez más importantes, no solo en la obra de Tolkien sino en toda la épica contemporánea.

Capítulo 5: Acertijos en las tinieblas

Resumen

Bilbo se encuentra solo y perdido en un oscuro túnel. No sabe a dónde pueden haber ido sus compañeros, ni hacia dónde debería caminar. Sin embargo, comienza a moverse de todas formas. Tropieza y cae de bruces al suelo. Accidentalmente, detecta con su mano un objeto metálico que parece ser un anillo, lo levanta del suelo y lo guarda en su bolsillo sin prestarle atención, aunque el narrador nos dice que este será un momento decisivo en la vida del hobbit. Mientras camina, recuerda que tiene escondida la daga elfíca que encontró en la cueva de los trolls; la desenvaina y comprueba que brilla con una luz azul muy leve, lo que le indica –tras haber visto a Glamdring reluciendo en presencia de los trasgos– que no hay enemigos cerca, aunque tampoco están muy lejos como para que la hoja se mantenga apagada. Pensando que no tiene otra alternativa, comienza a caminar hacia delante, por un túnel que parece descender sin fin.

Finalmente, llega a una caverna más grande en la que hay un lago subterráneo. En una isla del lago vive una extraña criatura a la que los trasgos llaman Gollum, por el ruido que emite con su garganta cuando habla. Gollum se acerca a Bilbo en balsa, y le pregunta quién es y qué hace allí, mientras piensa en capturarlo y devorarlo. Pronto, Bilbo y Gollum se encuentran en medio de un desafío de adivinanzas: si Bilbo gana, Gollum debe enseñarle la salida hacia la superficie, pero si pierde, Gollum tiene derecho a comérselo. Así, se desarrolla una contienda de preguntas y respuestas que Bilbo está a punto de perder, hasta que lleva una mano a su bolsillo y nota que tiene un objeto que no recuerda. Entonces, pregunta en voz alta qué tiene en el bolsillo, y Gollum piensa que ese es el acertijo que se le plantea.

Al no poder contestar, Gollum regresa a su isla para buscar “cosas” que, dice, le ayudarán a guiar a Bilbo a la superficie. En la isla, Gollum busca el anillo pero no lo encuentra. Monologa, hablando consigo mismo en plural, y deja entrever que ha perdido algo importante. Antes llevaba el anillo siempre puesto, hasta que se cansó y lo colocó en una bolsa alrededor del cuello, pero esta terminó lastimándolo con su peso, por lo que lo escondió en la isla y solo lo sacaba para usarlo. Hacía unas horas lo había usado para cazar un trasgo, y ese es el último recuerdo que tiene del anillo. Entonces, comienza a llorar y a preguntarse a gritos en dónde está su precioso, hasta que empieza a sospechar que se trata, justamente, de eso que Bilbo tiene en su bolsillo.

Entendiendo que aquella criatura probablemente lo mataría, a pesar del trato, Bilbo comienza a escapar túnel arriba. Gollum lo persigue, siseando siempre detrás. De pronto, Bilbo siente cómo el anillo se desliza en uno de sus dedos cuando lleva la mano a su bolsillo y, acto seguido, Gollum pasa a su lado sin verlo. Sin comprender, Bilbo ve cómo Gollum sigue buscándolo pasillo arriba y decide seguirlo, puesto que volver al lago no tiene sentido. Tiempo después, Gollum se detiene y se larga a llorar mientras habla consigo mismo otra vez. En ese diálogo, Bilbo comprende que el anillo tiene alguna propiedad especial, y que Gollum se dirigirá hacia la salida de la montaña pensando que Bilbo debe conocer el camino y está tratando de escapar. Así, guiado por la criatura que en realidad quiere matarlo, Bilbo recorre los pasillos y escapa de la presencia de los tragos hasta llegar a un sitio en el que Gollum se detiene y no quiere avanzar más. Entonces, Bilbo salta sobre su cabeza y escapa, mientras Gollum trata de apresarlo sin poder verlo, gritando todo el tiempo: “¡Bolsón ladrón!”.

Esto alerta a los trasgos, que llenan los pasillos y custodian la puerta de salida hacia la superficie. Pero Bilbo es invisible, por lo que puede escurrirse entre ellos y gana la puerta entornada. Así, consigue escapar y se encuentra de pronto del otro lado de las Montañas Nubladas.

Análisis

El capítulo 5 presenta el importante hallazgo del Anillo Único y de la criatura Gollum. Durante todo El hobbit, el anillo no será más que un objeto mágico que le permite a Bilbo hacerse invisible y sortear toda clase de peligros. Sin embargo, será de extrema importancia en toda la saga, ya que se trata del Anillo Único que el señor Oscuro Sauron creó para controlar a todos los anillos de poder que regaló a los reyes de diferentes pueblos: nueve a los reyes de los hombres, siete a los señores enanos y tres para los elfos. El argumento de El Señor de los Anillos gira en torno a la destrucción del Anillo de Poder para evitar el resurgimiento de Sauron, pero en El hobbit nada de esto se dice. Por ahora, el anillo se presenta como la ayuda mágica propia del camino del héroe: es un elemento mágico que permite a Bilbo sortear obstáculos que, por su cuenta, no habría podido atravesar.

Gollum es una criatura particular que también jugará un papel importante en toda la saga, aunque en El hobbit es apenas presentado y el lector solo llega a conocer un mínimo de su trasfondo. Gollum es una criatura que ha portado el anillo por mucho tiempo, y algo puede entrever el lector del costo que esto implica: en un principio, llevaba el anillo siempre puesto, pero esto lo fatigaba; entonces comenzó a colgárselo en una bolsa al cuello, hasta que el peso le lastimó la carne y tuvo que dejarlo en la isla. Así, se entrevé que el anillo tiene alguna propiedad que consume a su dueño. Aunque esto apenas se esboza, será uno de los temas principales de El señor de los Anillos.

Gollum utiliza la invisibilidad que le otorga el anillo y su visión penetrante para cazar peces y trasgos en la oscuridad de las cavernas. Así ha sobrevivido no se sabe por cuánto tiempo, y ha desarrollado la costumbre de hablar consigo mismo en plural y de llamarse “mi precioso”. En verdad, así es como se refiere al anillo, su interlocutor en todos esos años de exilio debajo de la montaña.

En cierto aspecto, Gollum es una imagen especular de Bilbo: ambos son ladrones, astutos e inteligentes. Gollum propone un juego de acertijos (un esquema que permite enfrentarse por medio del intelecto y no de la fuerza, algo muy adecuado para la figura del embustero que encarna el hobbit), que para Bilbo resulta familiar, puesto que los hobbits suelen jugar a las adivinanzas y hay toda una tradición de honor en relación al juego y al que sale victorioso. En verdad, Gollum es un hobbit, como Bilbo, aunque esto tampoco se menciona en esta novela. Bilbo engaña accidentalmente a su contrincante al preguntar qué tiene en su bolsillo. Esto da por terminado el juego de acertijos y pone de manifiesto la pérdida del anillo: Gollum regresa a su isla para buscarlo, hacerse invisible y estrangular a Bilbo, pero no lo encuentra. En su desesperación, su monólogo deja entrever al hobbit que, muy probablemente, lo que Gollum ha perdido es el anillo que él tiene entre sus manos. También comprende que se trata de un objeto con algún poder particular.

Otro tema importante a destacar en este pasaje es la compasión: cuando escapa, Bilbo tiene la posibilidad de asesinar a Gollum. De hacerlo, se podría asegurar de que la criatura no va a matarlo a él, y pondría fin a un ser despreciable que, de haber podido, lo habría matado a él. Sin embargo, Gollum despierta compasión en el hobbit, quien lo ve como una criatura solitaria, desesperada y desdichada. Por compasión, Bilbo permite que Gollum viva, y esto traerá consecuencias fundamentales en El Señor de los Anillos.

El anillo que Bilbo acaba de encontrar introduce el tema del destino y el libre albedrio: Bilbo estaba destinado a encontrar el anillo, como luego Frodo estará destinado a destruirlo. Hay poderes mayores obrando en el mundo que escapan a la consideración hasta de los más sabios. Como se verá en los próximos capítulos, la idea de destino está en constante tensión con la del libre albedrío, e ilustra la lucha entre las voluntades individuales y las fuerzas mayores del bien y el mal obrando sobre el mundo.

Capítulo 6: de la sartén al fuego

Resumen

Bilbo escapa de los trasgos pero se encuentra totalmente perdido. Se da cuenta de que está en la falda este de la montaña, justo al inicio de lo que se conoce como Las Tierras de Más Allá. Teme que sus amigos estén perdidos y considera la posibilidad de regresar para buscarlos pero, afortunadamente, encuentra al grupo y los sorprende con su presencia, ya que gracias al anillo puede escabullirse y aparecer justo entre ellos. Una vez reunidos, les cuenta la historia del Gollum, pero no menciona el anillo.

Aunque se hayan salvado, el grupo corre peligro si no se aleja de las montañas antes del anochecer, puesto que los trasgos saldrán a cazarlos en cuanto el sol se ponga. Gandalf los insta a continuar y se internan en los bosques que faldean la montaña. Allí, una manada de lobos los cerca y los obliga a trepar a los árboles para salvar sus vidas. Los lobos y los trasgos son aliados y suelen reunirse para atacar pueblos aledaños a las montañas. Sin embargo, esta vez los trasgos no han aparecido porque están todavía lamentando la muerte de su líder y reorganizándose.

Para salvar al grupo del ataque, Gandalf comienza a prender fuego mágicamente las piñas de los pinos y las arroja sobre los lobos. Rápidamente, un incendio se desata en el bosque y los lobos quedan cercados por las llamas. El grupo no se encuentra en una situación mucho más prometedora: los árboles a los que han trepado comienzan a incendiarse también, pero entonces el Señor de las Águilas se presenta y rescata a Gandalf. Al poco tiempo, otras águilas llegan para salvar al resto del grupo y dejarlo en una zona libre de peligros.

Análisis

La conversación que tiene Gandalf con Bilbo ilustra en parte los grandes –aunque limitados –poderes del mago. También, sus palabras revelan que este personaje tiene una profunda comprensión del futuro, y sabe o intuye cosas que el resto no puede imaginar. Cuando Bilbo encuentra al grupo y lo espía con el anillo puesto antes de presentarse entre ellos, escucha que Gandalf discute con los enanos porque quiere volver a la montaña y rescatarlo. “-Lo traje, y no traigo cosas que no sean de provecho. O me ayudaís a buscarlo, o me voy y os dejo aquí para que salgáis de este embrollo como mejor podáis. Si al menos lo encontráramos, me lo agradeceríais antes de que haya pasado todo esto” (p. 88). Este pasaje demuestra que Gandalf tiene un plan para Bilbo, y sabe que el hobbit debe cumplir una misión en particular antes de que la aventura termine. Cuál es esa función especial, el lector lo desconoce tanto como los enanos y el propio Bilbo.

Por otra parte, la aventura con los lobos salvajes –wargos– y el rescate de las águilas ilustra con claridad el mundo vital que Tolkien ha construido, en el que cada elemento participa de alguna manera en la constelación simbólica que ordena imágenes del bien y del mal en constante conflicto. Los wargos son lobos inteligentes que pueden comunicarse en una lengua cruel y despiadada:

Los wargos y los trasgos colaboran a menudo en acciones perversas. Por lo común, los trasgos no se alejan de las montañas, a menos que se los persiga y estén buscando nuevos lugares, o marchen a la guerra (…) Pero en aquellos días, a veces hacían incursiones, en espacial para conseguir comida o esclavos que trabajasen para ellos. En esos casos, conseguían a menudo que los wargos los ayudasen y se repartían el botín. A veces cabalgaban en lobos, así como los hombres montan en caballos”. (p. 96)

En contraposición a los malignos wargos, una especie ancestral de águilas interviene para salvar a los personajes en el momento de mayor peligro. “Altivas y fuertes, y de noble corazón, no querían a los trasgos, ni los temían”. Las águilas están dispuestas a ayudar a Gandalf y a los aventureros. Desprecian a los trasgos y a los lobos, y los atacan cuando pueden. A su vez, el Señor de las Águilas y sus escoltas rescatan al grupo gracias a que pueden volar y evitar el incendio del bosque y la tierra plagada de lobos y trasgos. La ascensión es un esquema propio de la aventura, y representa en el camino del héroe la capacidad de superación de obstáculos y la victoria. En la constelación simbólica de los relatos mitológicos, el ascenso siempre figura como un esquema de liberación positivo y asociado a la fuerza del héroe.

En la Tierra Media, como puede observarse, todas las criaturas juegan un papel en el conflicto mayor polarizado entre el bien y el mal. Desde las montañas con los gigantes de piedra o los bosques con Ents en El Señor de Los Anillos, la naturaleza participa activamente en los conflictos de los hombres, los enanos, los hobbits y los elfos. En la constelación simbólica que ordena todas las imágenes en un esquema binario “bien versus mal”, cada elemento que aparece ocupa su justo lugar y se ordena con un elemento opuesto. Así, queda clara la relación por oposición entre los lobos y las águilas como manifestaciones feroces de las fuerzas naturales.

Finalmente, la nostalgia vuelve a aparecer en este capítulo. Cuando el grupo ya está a salvo y Bilbo se acuesta a dormir sobre la fría roca del desfiladero de las águilas, sueña que está en su casa y recorre todas las habitaciones buscando algo que no puede encontrar. Tanto como su cuerpo necesita descansar, su espíritu necesita el hogar dejado atrás. El hogar, en este sentido, se opone como imagen idílica al arquetipo del camino de pruebas que implica toda la aventura. El capítulo anterior, con la persecución por los interminables pasadizos, ilustraba con claridad el motivo de la aventura. Este sueño que Bilbo tiene, por el contrario, se inserta en la constelación simbólica como el motivo del hogar que representa la protección y la calma de espíritu. La imagen de la madriguera profunda y confortable se asocia también a la idea de la madre y de la protección del niño en el útero, alejado de los problemas y de los pesares del mundo.

Irónicamente, en el sueño Bilbo busca algo que no puede encontrar. Esto lo vincula de alguna manera a Gollum, quien ha perdido el anillo y lo busca, desesperado. En un sentido análogo, Bilbo ha perdido la seguridad de su agujero hobbit, y no podrá hallarla en lo que resta de la aventura.

Capítulo 7: Extraños aposentos

Resumen

Bilbo se levanta temprano y el grupo se pone pronto en marcha, en los lomos de las grandes águilas, que los dejan en una enorme explanada que Gandalf describe como la Carroca. Un conocido del mago vive en las cercanías, y hacia su casa se dirigen para pedir ayuda. Sin embargo, como se trata de una criatura solitaria y particular, Gandalf les recomienda ser corteses y hablar lo menos posible. Así, el grupo se dirige hacia la morada de Beorn, un “cambia pieles” que tiene la capacidad de convertirse en oso. Antes de llegar a la casa, el grupo se detiene y el mago les indica que él se presentará primero junto a Bilbo, y que luego los enanos deberán llegar de dos en dos cada cinco minutos.

Beorn los recibe con modales hoscos y los hace pasar a su casa. Allí, Gandalf comienza a contarle la historia que han vivido en las Montañas Nubladas, aunque es interrumpido constantemente por la llegada paulatina del resto del grupo. Las interrupciones sirven para generar suspenso e interés en Beorn, quien está finalmente encantado con la historia, principalmente porque es un gran enemigo de los trasgos y de los lobos. El hombre oso los invita entonces a cenar y a dormir en su enorme y cómoda casa de madera; la comida es servida por ponis y perros amaestrados que parecen ser la familia de aquel extraño ser.

Durante la noche, Beorn sale y no regresa hasta dos días después. Gandalf también se pasa todo el día siguiente fuera, siguiendo las pisadas que decenas de osos han dejado por el territorio y buscando al hombre oso. A la mañana del segundo día Beorn despierta al grupo y les cuenta que ha capturado a un lobo y a un trasgo, y que estos han confirmado la historia que Gandalf le contó. Al saber que el grupo no mentía, Beorn se muestra más amistoso y les da provisiones para que puedan subsistir las semanas siguientes. También les presta ponis, aunque solo hasta la linde del Bosque Negro.

El grupo entonces emprende de nuevo el camino y viaja durante varios días hasta llegar al inicio del Bosque Negro, el más grande de las Tierras Salvajes. Allí, Gandalf anuncia que es momento de despedirse, pues él tiene otros asuntos que atender en la región. Los enanos y Bilbo se muestran abrumados ante la perspectiva de tener que atravesar ese terrible y ominoso bosque sin la ayuda del mago, pero no hay nada que puedan hacer al respecto. Antes de adentrarse en ese nuevo peligro, devuelven los ponis, que trotan felizmente de regreso a la casa de Beorn. Luego, se despiden una última vez del mago, quien les recuerda que por nada del mundo deben abandonar el sendero que les ha marcado, puesto que se perderán irrevocablemente. Con este augurio oscuro, los enanos y el hobbit se internan en el Bosque Negro.

Análisis

A esta altura, es posible distinguir un patrón en el cambio de tonos que gobierna la narración: la acción se desarrolla en un esquema de enfrentamiento a peligros – rescate – cena y canto – partida con consejos, provisiones y presagios. Primero sucedió en el hogar de Elrond, del que el grupo salió con fuerzas renovadas para enfrentarse a las Montañas Nubladas, y ahora sucede con el hogar de Beorn, que deben abandonar para enfrentarse a los peligros del Bosque Negro. En ese sentido, este capítulo presenta una transición entre dos sectores geográficos que componen desafíos para los viajeros y que son también motivos recurrentes en los relatos tradicionales: las montañas y los bosques.

El bosque, en este caso, se presenta como un lugar ominoso y oscuro, lleno de extrañas criaturas que reptan y acechan; todo allí es peligroso, incluso las frutas que en otro sitio serían comestibles, o el agua de los arroyos, que tiene el portento de enloquecer o hacer olvidar al que bebe o se baña en ellas. El bosque vuelve a repetir, en cierto aspecto, el arquetipo de la caída, que se opone al del ascenso representado en el rescate de las águilas. La caída implica la perdición del héroe en un territorio que presenta una geografía infernal y llena de peligros. Pero, en ese sentido, es también una prueba a la que los héroes deben enfrentarse y que los constituye como tales.

Otro de los elementos importantes presentes en este capítulo es la casa de Beorn. En ella se fusionan las tradiciones cristianas y anglosajonas presentes en la literatura de Tolkien. La compañía de viajeros puede ser considerada como una tropa de guerreros anglosajona que llega al gran salón de un señor tribal, muy similar a lo que se narra en el poema épico Beowulf, en el que los guerreros geatas llegan al gran salón Herot, donde reside el señor feudal Hrothgar. En verdad, hay una alusión directa que se evidencia en la descripción del interior del salón y el aspecto marcial de su propietario, Beorn. Al mismo tiempo, el motivo cristiano también figura en la ceremonia de hospitalidad hacia los peregrinos que se unen con un propósito en común: la lucha contra el mal.

En segundo lugar, la figura de Beorn como una criatura mágica que puede ofrecer un lugar de seguridad y protección a la vez que renueva las provisiones agotadas del grupo y los aconseja sobre qué caminos seguir y cómo comportarse en el Bosque Negro. La casa de Beorn, al igual que la de Elrond en Rivendell, son imágenes paradisíacas que se oponen a los infiernos representados por el Bosque Negro y el reino de los trasgos bajo la montaña. Así, para resumir la impronta cristiana que Tolkien fusiona con los motivos anglosajones, puede pensarse a Beorn como una deidad que vive en una morada semejante a un paraíso que indica a los viajeros cómo atravesar los peligros que tienen por delante y les facilita un lugar seguro al que regresar si lo necesitaran. Como un intermediario entre Beorn y los aventureros, Gandalf viaja con ellos un tiempo más y, aunque parece un presagio evidente que el grupo sin el mago va a extraviarse en el bosque, los abandona allí y parte hacia el oeste, a atender sus propios asuntos.

Esta despedida también revela que Gandalf es un personaje con una función que va más allá de la historia de los enanos, y se revela como una fuerza importante dentro de la Tierra Media. Aunque hasta el final del libro no se sabrá qué motivos tenía Gandalf para abandonarlos a la vera del bosque, algo se menciona al final del capítulo sobre un nigromante que vive al suroeste del bosque. Como se sabrá recién en El Señor de los Anillos, el nigromante no es otro que Sauron, el Señor Oscuro que desea recuperar el Anillo Único para sumir a la Tierra Media en su oscuridad. Gandalf, en verdad, debe atender un concilio de magos que se enfrentará al Nigromante para echarlo de su fortaleza, Dol-Guldur, en el Bosque Negro.

El capítulo 7 finaliza con el presagio de nuevos peligros a la vera del bosque. Dada su estructura, este pasaje funciona como una breve pausa en la secuencia de acciones y da un respiro, tanto a los personajes como a los lectores, antes de que la narración regrese sobre el esquema de aventuras y peligros que los personajes deben superar en su camino hacia la Montaña Solitaria.