Los cuentos de Canterbury

Los cuentos de Canterbury Resumen y Análisis “Prólogo general”

Resumen

El narrador cuenta que, cuando “Las suaves lluvias de abril han penetrado hasta lo más profundo de la sequía de marzo (...), la gente siente el ansia de peregrinar”. El destino más elegido es Canterbury, “para saludar al bienaventurado y santo mártir que les ayudó” (67) en sus oraciones. Entre estos peregrinos se encuentra Chaucer, el narrador, quien se aloja en la posada El Tabardo, de Southwark, para ese fin. Allí conoce a una compañía de veintinueve personas que han elegido el mismo destino. Tras hablar con ellos, consigue sumarse al grupo para viajar en compañía. Los integrantes del grupo son los siguientes:

El Caballero, un hombre digno y de estatus que ha luchado en las Cruzadas y se lo reconoce por su gran reputación. Junto a él viaja su hijo, el Escudero, “un joven y alegre soltero enamoradizo” (69) con intereses artísticos, y su Asistente, “un verdadero hombre de los bosques” (70) con grandes dotes para la arquería.

• Los miembros del clero. La Priora, una monja caritativa, piadosa y de excelentes modales, viaja con “su secretaria y ayudante” (71), la Segunda Monja, y con el Capellán. El siguiente es el Monje, un hombre fino y guapo que “descuidaba las normas de moda y se guiaba por otras más modernas y mundanas”. Luego está Hubert, el Fraile, un hombre libertino y alegre que tiene “licencia para mendigar en su distrito” (72) y es muy solicitado por oír las confesiones y dar absoluciones a cualquiera que pueda pagarlas.

El Mercader. Es un hombre muy bien vestido y un gran comerciante “que utilizaba su cerebro en provecho propio” (73).

• Un Universitario de Oxford que, a diferencia del anterior, prefiere “veinte libros de Aristóteles (...) antes que vestidos lujosos”, y cuyas “palabras impulsaban hacia las virtudes morales” (74).

El Magistrado. Es un hombre humilde, pero de palabras que “rezumaban sabiduría” y con la “jurisdicción plena para enjuiciar todos los casos” (74).

• Un Terrateniente de “barba blanca como pétalos de margarita” y “temperamento sanguíneo” (74), que vive para el deleite culinario.

• Pertenecientes a “un gremio poderoso y honorable” (75), hay también un Mercero, un Carpintero, un Tejedor, un Tintorero y un Tapicero; todos con sus respectivas esposas. Ellos llevan consigo a un Cocinero que, pese a sus dotes culinarias, tiene una “supurante úlcera en la espinilla” (76).

• Un Marinero “aventurero, intrépido y astuto”, aunque “sin escrúpulos de ningún género” (76).

• Un Doctor con grandes conocimientos sobre medicina, astrología y magia blanca. En suma, “un médico perfecto” (77).

• Una Comadre de la ciudad de Bath, algo sorda, que “siempre había sido una mujer dominadora” (77). Ella “tiene los dientes algo separados” y se jacta de haber tenido cinco maridos, más allá de algunos amores de su juventud, y de conocer “todos los remedios para el amor” (78).

• Un Párroco campesino, religioso y bueno, “pobre en dinero, pero rico en buenas intenciones y pensamientos”. Predica el Evangelio de Jesucristo con el ejemplo, aunque sin “despreciar al pecador” (78 y 79). Con él viaja su hermano el Labrador, que vive “en paz y armonía con todos” y ama “al prójimo como a sí mismo” (79).

• Un Molinero de huesos y músculos grandes, tramposo y con buenas habilidades para robar maíz y triplicar el valor de su venta.

• Un Intendente del Colegio de Abogados, hábil financista y con una gran capacidad para el engaño.

• Un Alguacil de rostro “encendido como un querubín” y “cachondo y lascivo como un gorrión” (81), además de borracho empedernido. Con él viaja su “amigo y compinche” Bulero, un vendedor de indulgencias de una sexualidad ambigua y voz aflautada sobre el que Chaucer se pregunta si será un “castrado o un invertido” (83).

El Mesonero, dueño de El Tabardo, es el último en describirse: un hombre de buena presencia “astuto, cortés e instruido” (85), que hospeda amablemente a todo el grupo y les hace la propuesta de hacer el recorrido a Canterbury contando historias. A su regreso a la posada, promete, el que haya contado la mejor será “obsequiado a un banquete a costa del resto del grupo” (85). Ante la aceptación de todos, se suma él también a la peregrinación, oficiando como guía del trayecto y árbitro del juego.

A la mañana siguiente, el grupo entero parte rumbo a Canterbury. Tras “echar suertes” (86), le toca al Caballero contar su historia.

Análisis

El “Prólogo general” ofrece un contrapunto interesante con el total de los relatos que componen los Cuentos de Canterbury, en la medida en que presenta un diagrama de la organización de las historias y realiza una caracterización de la mayoría de los personajes que se inician en la peregrinación. Al mismo tiempo, integra cada una de las narraciones dentro de un esquema narrativo más general: la visita a la catedral de Canterbury. En este lugar yace la tumba del santo mártir “Thomas Beckett, canciller de Inglaterra y futuro arzobispo”, asesinado “a manos de cuatro caballeros, esbirros de Enrique II (113-1189), que ocupaba el trono de Inglaterra desde 1154” (2020: 23).

De este modo, los Cuentos de Canterbury se presentan bajo la tradicional técnica literaria de la narración enmarcada, que consiste en la integración de uno o varios relatos dentro de una historia principal. Esta estructura la podemos encontrar en otras grandes obras de la literatura universal, como Las mil y una noches, Calila y Dimna e incluso el Decamerón, de Bocaccio, muy referenciado dentro de esta misma colección.

La crítica coincide en señalar que es probable que el “Prólogo general” haya sido escrito antes de la composición de los Cuentos de Canterbury, composición que, de hecho, ofrece todos los indicios de ser una obra inconclusa, ya que presenta muchos cabos sueltos, cuentos sin terminar y diferencias respecto al plan esbozado por el Mesonero al resto de la compañía. Es por esto mismo que el “Prólogo” ha sido objeto de gran interés para aquellos estudiosos de la obra de Chaucer, en la medida en que permite profundizar en las intenciones del autor, los vaivenes de la composición e incluso en las distintas referencias a la historia, la cultura y los textos de la época.

Entre las diferencias respecto al plan del “Prólogo general” y los cuentos subsiguientes se encuentra, por ejemplo, el hecho de que el Mesonero proponga cuatro cuentos por peregrino cuando, como veremos, solo Chaucer, el personaje, cuenta más de una historia, de hecho, inconclusa. Además, de los treinta personajes que se nombran, únicamente veintitrés cuentan historias y algunos de ellos no las finalizan, como el Escudero, el Cocinero y el Monje. Incluso podemos encontrar discordancias respecto a los personajes y sus modos de relatar; como en el caso del Marino, que se refiere a sí mismo como una mujer.

Debido a la interminable producción crítica que han acumulado los Cuentos de Canterbury desde hace años, las interpretaciones sobre estos y otros asuntos resultan verdaderamente inabarcables. Sin embargo, dar cuenta de ello nos sirve para comprender que debemos leer el “Prólogo general” con cierta cautela, como un marco que ofrece sugerencias útiles, sin ser por ello una guía completa y confiable de los cuentos, de su organización y significado.

En sí, la mayor utilidad del “Prólogo general” consiste en realizar una descripción breve y a menudo plagada de imágenes visuales de cada uno de los peregrinos, centrándose en los detalles de sus antecedentes, vestimentas, gustos y características físicas, entre otros. Estas descripciones caen dentro de una tradición medieval común, de retratos narrados o en palabras, conocida técnicamente bajo el término ‘écfrasis’. Sobre este punto, la crítica señala que su aparición en la obra de Chaucer proviene de la influencia del poema medieval Roman de la Rose, de Guillaume de Lorris y Jean de Meung.

Inmediatamente, el narrador declara que estos peregrinos deben ser clasificados por grados; es decir, estatus social. Tras ello, comienza por la descripción del Caballero, lo cual permite hacernos una idea respecto a las formas de valorizar los roles sociales de la época. Aún así, toda la vida social medieval se encuentra presente en este prólogo. Desde el Párroco piadoso y el Intendente hasta la Comadrona reiteradamente divorciada y el aborrecible Cocinero: todos son bienvenidos.

El especialista Pedro Guardia Massó señala, en este punto, que “Parece como si Chaucer estuviese más interesado en esbozar tipos sociales estándar que personas individualizadas en concreto. Como si quisiera describirlos por las posiciones que ocupan en la escala social. Lo importante era su estatus social, no la personalidad del individuo” (38). Es así que las caracterizaciones de los personajes se encuentran plagadas de alusiones al sentido común de la época, como el Fraile hipócrita y el Molinero estafador, y sus descripciones abundan en ironías y sátiras.

En este punto, cabe mencionar el hecho de que la mayoría de los personajes carezcan de nombres propios, lo cual refuerza el sentido genérico que encarnan. Entre los pocos que posee nombre se encuentra el propio Chaucer. Su aparición no debe comprenderse en correspondencia estricta con el autor, sino como una ficcionalización de su propia figura que le permite dar inicio al relato marco bajo la investidura del narrador, posicionándose a sí mismo como un integrante más de la comitiva de peregrinos.