Los cuentos de Canterbury

Los cuentos de Canterbury Guía de Estudio

Los Cuentos de Canterbury es una de las obras más importantes de la literatura inglesa y medieval. Desde su composición, a finales del siglo XVIII, los críticos han revisitado una y otra vez sus páginas, desmenuzado sus recursos e historia, y extraído nuevos elementos de su complejo entramado, sumando más y más páginas de comentarios e interpretaciones en torno a ella.

La rica variedad genérica y estilística de los Cuentos de Canterbury explica en parte la razón de su éxito. Al igual que otros grandes clásicos de la literatura universal, esta obra presenta una estructura narrativa de relato-marco: es, a la vez, una larga narración, la de los peregrinos y su viaje a Canterbury, y una colección de cuentos más breves integrada en ella. Pero más importante aún, recopila la mayoría de las formas literarias conocidas en la literatura medieval: romance, fabliau, fábula, romance, cuentos de caballería, milagros marianos, y la lista continúa. Ningún género domina los Cuentos, sino que todos se presentan con igual maestría e ingenio. Estas historias incluyen desde aventuras caballerescas y dramas románticos, hasta biografías de santos, e incluso sermones eclesiásticos. Por otro lado, el tono varía del cuento piadoso y moralista a divertidas anécdotas sexuales, vulgares y lascivas.

En cuanto a este último punto, vale aclarar que la interpretación en el tono de los cuentos supone, muchas veces, un desafío importante. Esto se debe a uno de los problemas clave en el entramado narrativo de las historias: el problema de la voz narrativa, de quién cuenta las historias. Al principio de los cuentos, el 'personaje' Chaucer se disculpa por lo que vendrá y explica que se limita a repetir las palabras exactas y el estilo de cada uno de los peregrinos narradores. Esto produce una relación de tensión entre el Chaucer autor, el personaje/narrador y el resto de los narradores de la historia: ¿cómo sabemos quién está hablando realmente?

Este problema se vuelve un factor clave en algunos casos. Por ejemplo, el Bulero se constituye como un personaje estafador, ambicioso y blasfemo: no se puede confiar en él en lo absoluto. Sin embargo, su historia transmite una enseñanza que previene de los peligros de la codicia: sus personajes se matan entre sí por dinero: ¿Debemos aceptar esta enseñanza sin importar de dónde proviene, o tenemos que interpretar esta historia como un relato sarcástico e irónico? Algo similar sucede con el 'personaje' Chaucer, cuya voz narrativa es deliberadamente poco chauceriana en relación con otras obras del autor. ¿Es posible rastrear la voz y la opinión del autor? ¿Debemos diferenciar al autor del personaje? Los momentos en los que Chaucer habla en primera persona, ¿se supone que debemos tomarlo al pie de la letra, o leerlo irónicamente? Todas estas preguntas han impulsado y seguirán impulsando una infinidad de páginas críticas.

Chaucer se inspiró en una importante variedad de fuentes literarias para crear los Cuentos de Canterbury, aunque, quizá, su principal deuda probablemente sea con el Decamerón, del escritor y humanista Boccaccio. En esta famosa obra de la literatura italiana, diez nobles de Florencia huyen para escapar de la peste y se entretienen compartiendo historias mientras descansan en una villa de campo. “El cuento del Caballero” es una clara versión en inglés de un cuento de esta obra, mientras que otros seis de los Cuentos de Canterbury se inspiran en otras historias del Decamerón: “El cuento del Molinero”, “El cuento del Administrador”, “El cuento del Mercader”, “El cuento del Fraile”, “El cuento del Terrateniente” y “El cuento del Marino”. Cabe aclarar que los peregrinos de Chaucer constituyen una gama más amplia y representativa de las distintas capas de la sociedad inglesa que los diez narradores de élite del Decamerón, lo que permite mayores diferencias en el tono y la sustancia de los Cuentos de Canterbury.