Los cuentos de Canterbury

Los cuentos de Canterbury La influencia del 'Roman de la Rose' en Chaucer

El Roman de la Rose fue uno de los poemas más famosos e influyentes de la Edad Media. Iniciado por Guillaume de Lorris en 1237, se estima que quedó incompleto debido a la muerte del autor. Tras ello, un poeta cuyo nombre no ha sobrevivido le otorgó al poema un final abrupto de 78 versos. Solo varios años después, sin embargo, el poema consiguió un final aceptable, cuando el poeta medieval francés, Jean de Meung, tomó cartas en el asunto y lo continuó hasta casi triplicar su extensión.

Por lo tanto, el Roman de la Rose puede dividirse en dos mitades distintas: las líneas de Lorri describen los intentos de un cortesano por cortejar a la mujer que ama, Rose, quien aparece representada como una entidad idealizada. El cortejo se produce dentro de un jardín amurallado, cuyo interior representa el amor y el romance, y el exterior, la vida real, mundana. Las líneas restantes, de Jean de Meung, tienen un carácter diferente, más filosófico, misógino, sexual. La mujer amada, Rose, deja de comportarse como una entidad idealizada y asume en estas líneas una realidad física, sexual y sensual.

En este punto, la ‘Rosa’ que este cortesano anhelaba, en forma casi ideal, se transforma ahora en un símbolo extraño y cambiante: a veces es la mujer; a veces, sus órganos sexuales; otras, su virginidad, su juventud o su amor. Como podemos notar, con este poema encontramos una de las más antiguas y complejas asociaciones simbólicas entre lo femenino y las flores. La flor en tanto símbolo es, en muchos sentidos, una figura misógina y objetivante, algo que perdura aún hasta el día de hoy.

Más allá de las distintas opiniones que suscita en la crítica, la consideración de la obra como una unidad o como dos textos separados, lo que nos compete aquí es que Chaucer efectivamente leyó el Roman de la Rose, y la influencia de este texto se ha podido percibir dentro de sus propias obras. La concepción del amor y la sexualidad femenina que presenta el poema se refleja en varios de los Cuentos de Canterbury, y las dos figuras de la mujer, la idealizada y casi celestial, por un lado, y la mundana, sensual y sexualizada, por el otro, encuentran sus ejemplares en los distintos personajes femeninos de la obra.