Todos los Fuegos el Fuego

Todos los Fuegos el Fuego Resumen y Análisis : “Todos los fuegos el fuego”

Resumen

El procónsul romano alza los brazos cuando los gladiadores ingresan al circo. Irene, su mujer, está enamorada de Marco, un gladiador. Se la caracteriza cansada de su esposo y disimulando los nervios por tener a su amante en la arena. Mientras, Marco comienza la pelea que ha orquestado el procónsul.

Luego aparece en el relato Roland Renoir, habitante del París del siglo XX, fumando un cigarrillo y saludando por teléfono. En la línea se escuchan comunicaciones cruzadas: alguien dicta cifras. Roland habla con Jeanne, que le explica que Sonia acaba de irse.

Volvemos a Marco, quien mira al palco, donde están el procónsul e Irene. El procónsul ha organizado este evento para humillar a su mujer. Marco se enfrenta a su adversario, un reciario nubio. Irene sufre por dentro y sonríe por fuera, controlando sus emociones.

Sigue la difícil conversación entre Roland y Jeanne. Ella acaricia un gato y repite: “soy yo” (1996:582). Se nombra un tubo de pastillas que Jeanne tiene cerca. Roland prende un cigarrillo y ella lo escucha, visualizándolo. Simultáneamente, Marco intenta hurtar el cuerpo enemigo hacia la red. Irene piensa que está perdido. Roland le pide a Joanne que se decida. Se sigue escuchando el dictado de números. Roland busca el frasco de cognac y le dice a Jeanne que lamenta que Sonia se lo haya dicho.

Marco es herido con un tridente en la pierna. El procónsul siente celos porque Irene desea al gladiador. Mientras tanto, Roland intenta calmar y consolar a Jeanne. Ella le responde ofendida y angustiada. Se sugiere que Jeanne toma el tubo de pastillas y se suicida. Se menciona que su mano tiembla y comienza a enfriarse. Marco es gravemente herido, pero logra lastimar también al adversario. En el palco del procónsul comentan que no es común que ambos gladiadores mueran.

Sonia llega a la casa de Roland y él le dice que ha sido un error. En simultáneo, la multitud ovaciona a los gladiadores e Irene desea salir de ahí. Roland y Sonia se acuestan y buscan cigarrillos. Ella se duerme y él tiene que sacarle el cigarrillo de la boca. Él también se duerme y sus cigarrillos, todavía prendidos, incendian un pañuelo de gasa, luego la alfombra y el alcohol de cognac. Se incendia el departamento de Roland junto con el circo romano, que también tiene un lienzo prendido fuego, que envía chispas hacia el público y calienta el aceite que luego se hierve. El humo invade ambos espacios y entendemos que los personajes mueren abrasados por las llamas o ahogados por el humo.

Análisis

Este cuento presenta dos líneas espacio-temporales superpuestas. Se pasa de una historia en el imperio romano a otra en la París del siglo XX. Sin embargo, ambas historias incluyen similitudes: triángulos amorosos que terminan en incendios, con sus protagonistas muertos por el fuego. Aunque no podemos hablar del tema del doble precisamente, sí encontramos dos triángulos amorosos que funcionan de forma espejada.

Tanto la pareja del procónsul e Irene como la de Roland y Jeanne se encuentran en crisis y presentan graves problemas de comunicación y soledad. Según Jaime Alazraki, “el ambiente de cada uno de los dos relatos interpolados está definido desde la voz narrativa” (1979:5). El narrador omnisciente alterna abruptamente la focalización entre cada uno de los personajes principales y el lector conoce así el punto de vista de cada uno. Pasa de la casa de Roland en París al circo romano en el mismo párrafo:

"Jeanne oye distintamente el frote, es como si viera el rostro de Roland mientras aspira el humo, echándose un poco atrás con los ojos entornados. Un río de escamas brillantes parece saltar de las manos del gigante negro y Marco tiene el tiempo preciso para hurtar el cuerpo a la red" (1996:582).

Es significativo cómo el intercambio entre los personajes parisinos se desarrolla por una conversación telefónica, es decir, a pura voz, atravesado además por la interferencia de otra voz recitando números. Esta barrera suma otro obstáculo a una pareja que ya tiene problemas para comunicarse. En el caso de la pareja de Irene y el procónsul, también hay problemas de comunicación, pero estos se concentran aquí en las simulaciones y lo no dicho. Por ejemplo, cuando Marco sale a pelear en el circo, dice el narrador: “Irene sabe que el procónsul doblará la apuesta a favor del nubio y que después la mirará amablemente y ordenará que le sirvan vino helado” (1996:582). Aunque su marido tiene celos por su vínculo con Marco, no hace un escándalo sino que sonríe y no verbaliza el problema. Irene hace lo mismo: "se repliega al límite más hondo de sí misma mientras por fuera condesciende y sonríe y hasta goza" (582). Ambos simulan no entender qué está sucediendo.

La yuxtaposición de tiempos y espacios entre las dos historias es lo que suma el carácter fantástico al cuento, ya que ambas historias, individualmente, podrían ser consideradas realistas. Aunque tienen realmente veinte siglos de distancia, las similitudes sugieren que sentimientos humanos como los celos, así como las venganzas y las traiciones, persisten.